jueves, 19 de noviembre de 2015

"¿De dónde viene el pobre?": Cosas cotidianas y realidad social en El mudejarillo de Jiménez Lozano y noticias de nuestras lecturas


La primera parte de El mudejarillo la dedica Jiménez Lozano a darnos cuenta del substrato en el que nace el futuro Juan de la Cruz. Y que lo explica. El narrador no sermonea, no explica las cosas, casi se limita a enumerarlas, a pasar un vistazo -pero de los vistazos que profundizan- en los detalles. Son los pequeños detalles, no la gran historia la que se pone de relieve y las que explican todo mejor: pequeños diálogos de voces que no identificamos, fugaces localizaciones, relatos indirectos que terminan conectándose con la vida del santo.

El hambre, la pobreza, la necesidad de buscar el sustento y el alimento protagonizan en buena medida estas primeras páginas. La realidad social a ras de suelo, sin las grandes alturas de la historia ni épicas. Es la gente normal, con sus apuros normales. Como la necesidad de ocultar el origen de la familia de la madre, dificultado por su condición de pobre (Pero dineros llenan simas, y todo se allana con ellos). Porque es la pobreza la verdadera condición: Nunca se sabe quién es, ni de dónde viene un pobre.

Todo ello, en buena medida, afecta al pequeño hijo de Catalina, de carácter ensimismado, que cuando le pregunta el clérigo del hospital en el que quiere trabajar qué sabe hacer él responde que nada. Ninguno de los oficios anteriores le ha dejado huella porque no satisfacían su necesidad interior, al menos, la que quiere marcar Jiménez Lozano para interpretar desde ella el carácter de Juan de la Cruz. Una necesidad que solo se calmaba enumerando las cosas que están delante de todos pero que nadie ve por cotidianas a pesar de que son las cosas más importantes que tenemos, como cuando enumera todo lo que hay en su pequeño pueblo, Fontiveros y que a tantos les pasa desapercibido: estaba lleno de cosas y tenía la torre y la iglesia, las campanas y la cigüeña...

De esta forma entra Jiménez Lozano en la personalidad de Juan de la Cruz. desde lo más elemental, desde las cosas más sencillas y desde la realidad social que explican su diferencia.


Noticias de nuestras lecturas

María del Carmen Ugarte se aproxima a la novela de Jiménez Lozano con un texto entre el recuerdo y la acertada lectura de cómo se construye esta historia. Recomiendo no perderse esta entrada.

Paco Cuesta escribe un diálogo erasmista a pie de calle para hacernos desear la lectura de esta maravilla narrativa. Todo un acierto.

Luz del Olmo comenta la profundidad narrativa de Jiménez Lozano y demuestra, con un documento, que la aparente sencillez de la novela se basa en una firme documentación que lo aproxima a aquel tiempo.

La entrada de Mª Ángeles Merino de esta semana, que continúa escribiendo desde la memoria de San Juan de la Cruz, hace pensar sobre varias cosas. A mí me lleva hacia la sencillez desde la que elabora todo el pensamiento Jiménez Lozano.



Leyendo el excelente comentario de Pancho al Coloquio de los perros no pude dejar de pensar en la importancia que da Cervantes en todas sus obras a la conciencia del individuo por encima del amparo de cualquier grupo social. Toda una lección que termina con Fito.


Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os  agradezco que me lo comuniquéis.

9 comentarios:

Gelu dijo...

Buenos días, profesor Ojeda:
Al fin tengo un ejemplar de El mudejarillo, 1ª edición, 1992.
Aunque no llegué a tiempo para hacer la entrada, no me resisto a copiar un fragmento, que prueba la poesía que hay en las páginas de este libro:

p.70 Los desiertos
"A la monja Teresa la habían vuelto la cabeza con esto y con lo otro y con lo de más allá sobre aquel frailecillo: los denuestos y los encomios; pero, como ya tenía cincuenta y dos años, buenos cestos y talegas había visto llenar ella de alabanzas y murmuraciones, y la parecía cosa de risa aquel comercio tan ilustre. De manera que las prendas que la decían que tenía aquel frailecillo, bien deseaba ella que las tuviera porque tenía harta necesidad de encontrar a alguien con ellas y andaba de arriba para abajo en el pequeño locutorio del convento, esperando que él apareciera. Sólo que cuando fray Juan llegó con su compañero, ella no acertaba a llamarle «Padre», como tenía que decir porque la parecía casi un mozalbete, y tan delgadillo, tan poquita cosa, y no le llegaban los pies al suelo cuando se sentó allí en su silla frente a la reja. Pero, cuando comenzó a hablar, a la monja la pareció un Séneca, que fue lo que las dijo a las otras monjas, cuando las contó lo que habían hablado de los desiertos y ermitillas, de los lugares donde no había nadie, ni nada, ni otra cosa que silencio.
...
Y lo que pasó fue que, antes de volver al convento, fray Juan fue a ver a su madre a su casa, que estaba frente por frente casi del conventillo en el que había visitado a la monja, y la dijo:
- ¡A lo mejor ya no me voy a la Cartuja!
Así que ella se puso muy contenta."
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Abrazos

omar enletrasarte dijo...

paso al libro, después te cuento
un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Juan de Yepes era judío, moro, cristiano y pobre. Amaba la naturaleza y le fascinaban el agua y el fuego. Tan concentrado en sus pensamientos: ¡Espabila hijo". No encajaba como sastre o pintor pero sí como enfermero de los bubosos que apreciaban su mano que vendaba con delicadeza.

Las poéticas enumeraciones de "El mudejarillo" nos acercan a su paisaje y a su humanidad. Un fraile pobre que nunca creció, como le anticipó su vecino Ahmed. Siguió siendo "el mudejarillo".

Besos, Pedro.

Abejita de la Vega dijo...

Manipulando con el ordenador...¡Me he cargado la entrada que ya estaba publicada y comentada! Y no tengo copia. Con el material que guardé, intentaré rehacerla cuando tenga tiempo. Lo siento. Soy un desastre a la hora de guardar.

Si la tenéis, en su totalidad o en parte, os agradecería que me la pasarais. Era la que tenía la foto del monaguillo, la que está enlazada en esta entrada de "La acequia".

Un abrazo, Pedro.

pancho dijo...

Huimos de la pobreza como el diablo de la cruz, no sea que se vaya a pegar algo. No creo que haya nadie que no sepa hacer nada, hasta Azarías sabía hacer un montón de cosas. Distinto es saber hacer cosas que no sirven para nada. O que no dan lo suficiente para sobrevivir.
Cómo va Cervantes a confiar en nadie si lo dejan tirado como una colilla, cautivo en África y al margen después.
Me dan largas con el dichoso Mudejarillo, si lo hubiera pedido por internet, ya lo tendría en casa.


andandos dijo...

Me está gustando mucho. Parece que Jiménez Lozano tiene un don para contar, aunque parece no darle demasiada importancia. Me gustan los diminutivos que usa, también las palabras diferentes a otros pero que parecen fluir sin esfuerzo y que con la mayoría de personajes demuestre empatía. Y que se note que conoce e primera mano lo rural, claro, no es una pose. Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

"Dineros llenan simas...", Me trae el recuerdo de este apunte de Teresa de Jesús: "Tengo para mí que honra y dinero casi siempre andan juntos porque, por maravilla, o nunca, hay honrado en el mundo si es pobre; antes aunque en sí sea honrado, le tienen por muy poco".
Un abrazo

andandos dijo...

Parece que Jiménez Lozano vive en otro mundo, diferente al que vivimos nosotros. No me disgusta la idea. ¿Es posible vivir así, de manera permanente, o sólo cuando se escribe? Estás escribiendo, Pedro, una novela, ¿te ocurre algo así?.

En "La saga/fuga de JB" parece evidente, hasta para mí, que Torrente Ballester vivía en otro mundo, no exactamente paralelo al nuestro.

Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

J.L.RÍOS: suele suceder, cuando estás en la redacción de un libro así que el ruido del fondo queda en un segundo plano. Pero también que escribes ese libro para ese mundo. Jiménez Lozano no habla solo de la espiritualidad de San Juan de la Cruz, sino de lo que puede suponer para nuestro presente.