jueves, 29 de octubre de 2015

Sobre las apariencias y un festín literario: El casamiento engañoso y Coloquio de los perros (I) y noticias de nuestras lecturas.


El juicio en los carcañares tenía el alferez Campuzano cuando se dejó convencer por Estefanía de Caicedo y se casó con ella. Con el eufemismo dice Cervantes lo que dice: Campuzano no pensaba con la cabeza después de varios días de rondar a la mujer sin recibir recompensa física alguna sino con los pies, por no decir con otra cosa. Es el único punto débil en el plan de este valentón protagonista de El casamiento engañoso. Solo así se explica que caiga tan fácilmente en el engaño. Estefanía ha demostrado ir un punto más allá que él: sabe cómo seducirlo, cómo hacerse la misteriosa mostrándole solo las manos -la parte más atractiva de su anatomía- para luego envolverlo con su palabra y zalamería, cómo despertar tanto su deseo sexual como su avaricia fingiéndose propietaria de unas posesiones que no son suyas y cómo, finalmente, arramplar con todo lo que tiene y no tiene el alférez y dejarle, a cambio, sudando la fiebre de la sífilis que le contagia. En el pecado lleva la penitencia. Pero antes de que nos dé pena el bueno del alférez debemos comprobar bien sus credenciales.

En El casamiento engañoso todo es apariencia. Campuzano se corresponde con el tipo literario del soldado valentón: mucho ruido y pocas nueces, mucha postura y poco valer. Ni siquiera es capaz de salir por su honor cuando es engañado y se limita a dar un par de vueltas en busca de Estefanía y de su primo. En el fondo, porque ha de reconocer que él también iba a engañar, que sus joyas eran aparatosas pero falsas y que no tenía donde caerse muerto y pensó vivir de su mujer, que resultó ser mucho más lista que él en esto de los engaños. Ella tampoco tenía nada pero supo jugar mejor sus bazas.

Ambos se mienten mutuamente jugando a aparentar lo que no tienen, aunque siempre dejan pistas de quienes son en realidad. Cuando Estefanía alaba sus propias virtudes -lo que ya debió poner en alerta al alférez puesto que siempre hemos de sospechar de quien se alaba tanto a sí mismo- lo hace después de reconocerse como pecadora y siempre termina en un subjuntivo, en un futurible o con un condicional: "si pudiera tejerse en casa, se tejiera". Cuando Campuzano cuenta lo que posee se lo muestra a Estefanía y esta, que es tan experimentada, debería haber visto y comprobado el poco valor de aquellas cosas. La avaricia de ambos los ciega y jugando a engañar resultan engañados. Más Campuzano, a quien la buena vida le dura una pocas semanas, pero porque es quien cuenta la historia. Habría que escuchar la versión de ella.

Y es aquí a donde quería llegar, a Campuzano como narrador. El casamiento engañoso y Coloquio de los perros es un festín literario que atrapa por lo divertido del argumento pero que esconde para los lectores avisados toda una lección narrativa todavía mucho más ingeniosa y divertida. En primer lugar, un juego de referencias. El que el narrador nos dé pena para ganarse nuestro apoyo nos remite al Lazarillo (la historia de un feliz cornudo que gana nuestra simpatía porque nos pone delante al niño que fue y eso siempre despierta la ternura) y al Guzmán de Alfarache, el inicio de la picaresca que tanto había llamado la atención de Cervantes. Todo ello continuado por un juego de referencias con la novela breve italiana, el viejo cuento del cazador cazado y la irónica referencia a la literatura moral según la cual todo pecado lleva implícita la penitencia y que aquí, en el fondo, queda negada y superada por tiempos nuevos en los que nada, en realidad, se paga como se debe puesto que todo es apariencia y vanidad.

Continúa Cervantes el camino iniciado por el Lazarillo y que llevó a sus máximas posibilidades en el Quijote. La credibilidad del narrador queda seriamente dañada ante nuestros ojos y solo a partir de una estratagema literaria -una argucia que busca las emociones del lector- puede salvar los muebles. Observemos los pasos. En primer lugar, un narrador externo nos retrata a un hombre enfermo que se encuentra con un amigo al que hace seis meses que no ve. Acto seguido, Campuzano toma la palabra para informarnos de lo acontecido: ha sido engañado por una mujer que le ha dejado sin nada y enfermo. La tendencia normal del lector es ponerse de parte del alférez y creerlo víctima solo por estar enfermo. Ni siquiera haremos caso de las muchas señales que se nos dan en el mismo texto y que nos advierten de que el narrador no es tan víctima como aparenta (como ocurre también en el Lazarillo o en el Guzmán).

La genialidad de Cervantes no para aquí. La verdadera genialidad de Cervantes es la construcción del personaje del licenciado Peralta. Este no se limita a escuchar al amigo y ponerse de su parte sino que actúa como debería actuar el lector que busca Cervantes, un receptor inteligente con el que poder establecer toda la potencialidad del juego literario. Peralta se ha divertido mucho con la narración de Campuzano y lo protege como amigo suyo que es -le dedica tiempo, le invita a comer, seguirá a su lado- pero no se cree nada de lo narrado porque conoce la estrategia básica de la narración autobiográfica en la que se engaña la mentira del relato que nace en el Lazarillo y construye la picaresca. Si quien narra es juez y parte puede estar engañándonos como parte de ese desvelamiento del mundo de apariencias en el que vivimos pero decidimos voluntariamente seguir escuchando/leyendo por el placer que nos da: un puro placer estético. La destrucción de la fiabilidad del narrador ante el receptor se hace patente en este personaje del licenciado que explicita la ficción genérica en la que se basa El casamiento engañoso tanto en sus juegos intertextuales con las novelas de referencia como en su propia dinámica interna.

La próxima semana, para terminar esta lectura, veremos cómo encaja aquí el Coloquio de los perros.

No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio.  Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.

La próxima semana terminaremos con el comentario de estas novelas cervantinas para dar paso al siguiente título de este curso: El mudejarillo, de José Jiménez Lozano (Anthropos, 1992). Nos ocupará hasta primeros de diciembre. Una deliciosa forma de novelar la vida, el pensamiento y las emociones de una personalidad tan apasionante y compleja como Juan de la Cruz. Jiménez Lozano (Premio Cervantes 2002) es uno de los grandes escritores españoles vivos.

Noticias de nuestras lecturas

Paco Cuesta interpreta de forma interesante y sugerente las claves de la locura de El licenciado Vidriera poniéndolas en relación con su tiempo y con el carácter de España. Para reflexionar, sin duda.

Luz del Olmo se lleva al licenciado Vidriera a Flandes para navegar entre lo visible y lo invisible. Un buen viaje en buena compañía.

Pancho comenta El casamiento engañoso y el enganche de este con el coloquio perruno. De la mano nos lleva sabiamente por esta historia de engaños hasta Sabina.

Paco Cuesta también indaga en este enganche de las dos historias cervantinas y cómo todo se trufa con el engaño y las fiebres...

Mª Ángeles Merino resumen la sesión del club de lectura del pasado martes 27, en la que comentamos las dos novelitas cervantinas. No os lo perdáis.

Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os  agradezco que me lo comuniquéis.

5 comentarios:

pancho dijo...

La desestabilización continuada del narrador es una de las tareas a las que Cervantes se dedica con más intención en sus escritos. Los lectores antiguos de la Acequia lo sabemos desde hace tiempo, pero no viene mal este "queo" que nos das para que no se nos olvide. Magistral explicación de experto.
En este par de relatos que son uno Cervantes va a tiro hecho hasta llegar a un escrito en un cartapacio de algo que el paciente ha oído en mitad de los sueños o noches de poco dormir. Encima son perros los que hablan. El terreno bien abonado en este tiempo de otoño y sementera. Alimentando lluvias, como dijera el otro Miguel poeta, del que hoy celebramos su 105 aniversario. Las redes sociales te recuerdan estas cosas que te hacen volver a la lectura.
Bueno, esta semana dividí el comentario en dos entradas seguidas porque se hacía larga la cosa, sólo por tenerla recogida aquí en el club.
Un abrazo.

omar enletrasarte dijo...

Profe!
te has preguntado alguna vez, cómo sería la vida sin haber leído a Cervantes?
Sin haber sabido que todo es posible, incluso la felicidad y el amor en un arresto de locura?
es imprescindible, como este abrazo

Abejita de la Vega dijo...

El alférez debió sospechar de una mujer que se ofrecía para tenerle obediencia como marido y que ofrecía su lencería y ropa de cama hilada con sus pulgares. No cuadraba en una tapada, en una mujer de posada, vamos que no pegaba ni con cola. La ambición ciega y en los pies no hay neuronas. ¡Y qué mentirosa Estefanía! Tanto que cuando llega la verdadera ama de esa lujosa casa, intenta desesperadamente arreglarlo ¡con otra mentira! Tranquilo cariño que esto no es lo que parece. Nada es lo que parece en estas novelas.

Campuzano sudará la sífilis, encerrado veinte días en un cuchitril,sepultado entre mantas, medio ahogado entre vapores de agua con guayacol o palo santo. Y el coloquio de los perros será fruto de la fiebre y el delirio, mas ni siquiera eso es seguro, que el narrador no es de fiar. ¿Y si se lo ha inventado?

La lectura colectiva presencial nos abrió el apetito. No estaría nada mal comentar alguna otra de las "Novelas ejemplares". O leerlas por puro placer, a la pata la llana. Como he hecho hoy, Día del Maestro, con "La ilustre fregona".

Besos, Pedro.


andandos dijo...

Gracias por esta entrada, Pedro.

Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

En principio cuesta hacerse con el concepto de intertextualidad. Ocurre que con lecturas y comentarios como los que disfrutamos la incógnita se debilita y aparece la luz. Gracias Pedro.
Un abrazo