jueves, 22 de octubre de 2015

El licenciado Vidriera o las verdades del loco y el individuo frente a la sociedad y noticias de nuestras lecturas


El Licenciado Vidriera es un relato que desconcierta a los críticos por lo general. Algunos lo ven mal zurcido estructural y temáticamente quizá porque no se atreven a captar la profundidad del mensaje cervantino o ni siquiera lo ven.

La parte central es la más evidente: una suma de críticas a diferentes oficios y hábitos sociales en las que se pone en evidencia la hipocresía que dominaba todas las relaciones de una vida que se basaba más en aparentar que en ser. Para hacerla más asumible, Cervantes hace loco a su personaje a través del truco del membrillo puesto que solo un loco puede ser capaz de decir las verdades sin miedo a las consecuencias y con cierta tolerancia de quien recibe la puya. El recurso al loco con este sentido no lo inventó Cervantes, pero lo llevó a sus máximas consecuencias tanto en esta novelita como en el Quijote. De ahí que Avellaneda quisiera desactivar su peligrosidad en la continuación apócrifa haciendo al protagonista un loco desatado peligroso solo físicamente para quien está cerca de él pero no para las convenciones sociales. Es solo una de las varias similitudes del Licenciado Vidriera con el Quijote. Por aquellos tiempos también Quevedo hacía crítica general de los gremios, pero en Cervantes hay menos agresividad y más sabiduría extraída de la tradición y una visión mucho menos conservadora. De hecho, podemos encontrar ciertos ecos de las misceláneas y de cuentos populares recogidos en ellas, como en la misma forma de volver loco al licenciado a través de la ingestión de una fruta.

Antes y después queda una ingeniosa forma de recuperar el viejo debate entre las armas y las letras, presente de manera constante en la literatura española desde la Edad Media y que el mismo Cervantes volvería a abordar en el Quijote. La fórmula del Licenciado es interesante: es el mismo personaje el que encarna las dos opciones puesto que se forma en Leyes en Salamanca y corre aventuras como soldado. Prueba la una y la otra de forma alternada y solo la hipocresía social le hace renunciar definitivamente a una de las dos opciones, amputándole una parte de su afán de tener una vida con amplitud de miras y sentido de la libertad de opción. Es decir, en el Licenciado, inicialmente, no hay debate sino posibilidades abiertas.

Porque esta es la clave fundamental que tanto ha desconcertado a muchos críticos y lectores. La obra va de una vida llena de posibilidades, libre y asumida personalmente por el protagonista, a otra a la que se le van limitando las opciones por convencionalismos sociales. En primer lugar, esta característica deja su marca en la trama narrativa, que parece deshilachada pero que tiene razón, precisamente, en ese afán por probar todo de forma voluntaria sin sentirse atado con obligaciones que no dependan de uno. De ahí que, inicialmente, la novelita pueda parecer arrancar como una narración picaresca: un niño que ha salido de su pueblo y origen por causas que no conoceremos nunca -hay una voluntaria decisión de silencio del protagonista, no del narrador, lo que diferencia esta obra del Quijote- y quiere experimentar todo en la vida (por eso su frase de que de los hombres se hacen los obispos, toda una declaración de intenciones y voluntad personal). Y lo hace por sus propios méritos aunque ayudado por ciertos benefactores necesarios en aquella sociedad. Pero junto a esos ayudantes tendrá unos serios oponentes, comenzando por la dama que no puede tolerar la libertad del licenciado y que no caiga rendido a sus pies. Curiosamente, envenenándolo lo convierte en un ser del todo libro.

El licenciado pierde la razón y se cree de vidrio. Tampoco es una novedad cervantina: en los tratados médicos anteriores Cervantes pudo encontrar enfermos de melancolía. Una enfermedad de la que todavía hoy hay casos. Llegó a popularizarse tanto esta patología que tuvo nombre propio (ilusión de cristal, más o menos) y tuvo personalidades famosas entre los que la sufrieron, como Carlos VI de Francia. Y es que el licenciado (como don Quijote) es un ser melancólico: inteligente, con afán de experimentar cosas diferentes a sus circunstancias de vida... pero frágil por su conciencia de individualidad. Y solo en la locura es absolutamente libre. Cuando el monje de San Jerónimo lo sana, en realidad, lo entrega a una vida de sufrimiento en la que amputa su libertad. Tomás Rodaja pierde hasta su propio apellido y está condenado ya a optar solo por una de las opciones que había disfrutado. Entre ellas elige la única que le permite aún conservar algo de libertad, la de soldado. 

Parecería, pues, que en el viejo debate entre las armas y las letras ganan aquellas. En realidad, no. La opción cervantina no deviene por una decisión libre y en igualdad sino por imposibilidad de disfrutar de ambas dadas las convenciones sociales y la vida hipócrita de la corte. Es decir, Tomás es menos libre que al inicio de su vida. Quizá parezca ser por un mero hecho biográfico -los años nos obligan a optar-, pero, en realidad, esta opción es una amputación que esconde una agudísima crítica sobre cómo la sociedad limita las posibilidades individuales.

No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio.  Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.`

Noticias de nuestras lecturas

Pancho hace tan atractiva la locura del licenciado Vidriera, que dan ganas de contagiarse, incluso para terminar con Sabina.

Desde un monte construido con vasijas rotas hasta la cuestión matrimonial y sus quisicosas nos lleva en su deliciosa entrada  sobre las novelas ejemplares María del Carmen Ugarte. Recomiendo no perdérsela...

Coro Entreaguas comenta El casamiento engañoso y entre manos blancas y seducciones nos lleva hasta Gilda... Una delicia.

Myriam Goldenberg comenta la aparente falta de estructura narrativa del relato del Licenciado Vidriera como una de las claves del juego que establece Cervantes con el lector. Muy aclaratorio, no os lo perdáis.

Mª Ángeles Merino continúa su diálogo entre Lope y Avellaneda haciéndoles comentar la obra, aquí el uso que hace Cervantes de las locuras del licenciado...

Magníficamente hilado e ilustrado -y musicado- el comentario de Pancho sobre el final del Licenciado Vidriera, cuando la sociedad no admite al Rueda después de haber tolerado al Rodaja...

Gelu nos trae la interpretación que José Sánchez Rojas dio al Licenciado Vidriera.... interesante.

Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os  agradezco que me lo comuniquéis.

5 comentarios:

andandos dijo...

No os voy a engañar: sin vuestras palabras, las tuyas y las de los comentaristas, no habría visto, comprendido, más que una pequeña parte de la novela, así que gracias a todos.

Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

"El licenciado Vidriera" tiene una cabeza de tamaño normal, un cuerpo enorme y confeccionado a trozos y unos pies diminutos. Pero los lectores no ponemos pegas por eso, eso para los estudiosos. Disfrutamos con él y ya está. Es Cervantes.

Continúo con la mentirosa de Estefanía y los perros charlatanes. Yo siempre continúo.

Un abrazo, Pedro.

pancho dijo...

Nunca se llega a saber a ciencia cierta si lo que Cervantes relata es su verdadero pensamiento sobre la realidad del momento o todo es una ironía. Su ambigüedad te deja con la duda. A través de la voz de sus locos, critica a unos, apoya a otros, a menudo a contra pelo de lo que piensa la mayoría de la gente, lo que convierte a sus protagonistas en aguafiestas. Al Licenciado le toleran sus verdades de loco, porque al loco del pueblo lo consideran inofensivo, por lo tanto digno de compasión. En cuanto sana, lo abandonan, le quitan el altavoz rápidamente. Deja de interesarles una voz de la conciencia que les esté llamando la atención sobre las cosas como un centinela.
Llegar a la libertad a través del veneno, retornar a la esclavitud por un acto de fe de un hombre al que no se le conoce oración. Leer a Cervantes fijándose en todas las cosas que insinúa o dice a medias es una tarea ardua, pero a la vez satisfactoria.
La dualidad Rueda - Rodaja es un anticipo del desenlace Quijote - Quijano. Hay diferencias en el final de ambos, pero también la extensión de la segunda parte del Quijote no tiene nada que ver con la condensación de poco más de una veintena de páginas de la novelilla que nos ocupa.
Mejor no contagiarse de nada, que andan los virus con ganas de apoderarse...

Paco Cuesta dijo...

Resulta interesante ver cómo la literatura muestra la realidad a través de tipos sociales. La figura del loco o el tonto del pueblo ha servido para poner en evidencia algunas realidades, hay muchos y variados chascarrillos que por medio de ambos sacan los colores a curas alcaldes y caciques. "Los niños y los tontos dicen las verdades" -solía decirse.
Un abrazo

Unknown dijo...

Pues ojeando en su día un libro dedicado a colectivos relacionados con la psiquiatría, vi una interpretacion más, que dan en llamar: locura de genesis intelectual; como la del quijote.
Creo que la feroz critica social del libro, perfectamente a la altura de Quevedo, también tiene que ver con el retorno a Salamanca tras esos viajes por Europa, habiendo visto otros sitios y otras gentes, le han quedado claras ciertas diferencias de caracter (Witgestein - Los limites del lenguaje).
También la frustracion ante el fin próximo de sus estudios lo pueden llevar a esa crisis...