miércoles, 29 de abril de 2015

En un jardín romántico


No sé por qué pero todos los jardines románticos que he visitado por el mundo los asocio con la lectura. Espacios pequeños, casi íntimos, entre tapias que parecen guardar un lugar tan apropiado para las confidencias. Una pareja de jóvenes enamorados que leen juntos o aparentan leer o una pareja de ancianos que asiste al declinar del día con un libro entre las manos de él y otro en el regazo de ella. Quizá ella lo mire a él como si lo recuperara. Es posible que sea primavera avanzada o ya verano y las rosas estén en su plenitud, los pájaros hayan bajado al bebedero. ¿Cuánto tiempo durará esta estampa? Quizá yo haya leído demasiadas novelas o visto demasiadas películas en la que se cuenta esta escena o, simplemente, hoy estoy sentimental, nostálgico y novelero. En un rincón del jardín hay una fuente, en el centro un cenador diminuto. Ya no se hacen jardines así, no están de moda ni entre los pocos que pueden permitírselo, como no está de moda el laberinto de parterre en el que casi es ironía extraviarse pero tantos se han perdido. Quizá va dejando de estar de moda incluso leer con ese sosiego Guerra y Paz. ¿Quiénes somos los que leemos y de qué manera? ¿Descubrirán los jóvenes de ahora esa forma de lectura como yo lo hice cuando era adolescente? Yo no tenía en aquel tiempo un jardín como este pero me recuerdo con un libro en las manos en el pedregal que trabajó mi padre con todo su esfuerzo para plantar unos rosales, dos plátanos, unos cipreses enanos, una enredadera y hierbabuena que bautizaba las tardes con su aroma nada más regarla. No sé si mienten o no las estadísticas, pero en España no avanzan las cifras de lectores de textos literarios sino todo lo contrario y estos son cada vez mayores, como si este tipo de lectura se hubiera convertido definitivamente en un gesto anacrónico y tan insostenible como la pirámide de población. No importa, allá cada uno con su forma de entretener su tiempo y perder o ganar su vida. Hoy la literatura está, más que nunca, al alcance de la mano y por eso es más inexplicable la distancia que separa a muchos de una tarde de lectura. Algunos se acercan a la lectura con la misma ansiedad que comparan precios de hoteles para unas vacaciones de sol y playa en un buscador de Internet. A mí no me podrán quitar esa sensación de frío de la estepa rusa que sentía en mitad del verano castellano. O el estremecimiento de esos segundos de silencio cuando dos jóvenes, en aquella rima de Bécquer, leen juntos un verso de Dante en el que Francesa y Paolo leen la historia de Lancelot y Ginebra y comprenden que el tiempo burla las grietas de la historia para repetirse. Quizá precisamente por eso ya nadie construye jardines románticos.

10 comentarios:

mojadopapel dijo...

No hay tiempo para ser romántico, y además, da vergüenza confesarlo porque pareces bobo....debo ser de las pocas bobas que aún quedan en el planeta.

Edurne dijo...

"Sobre la falda..."
El libro abierto, ¡qué imagen tan tranquilizadora!

A mí hasta se me caen los libros de las manos, porque, últimamente me quedo dormida en cuanto me siento, y hace un rato me ha pasado...

Los lectores vocacionales, los que lo somos con alevosía, ya somos bastante mayores, ¡jajajaja! Y pertenecemos a esa generación que llegó a este maravilloso mundo con asombro. ¡Imposible desengancharse!

El jardín romántico puede estar junto a unos ciclámenes, una hortensia y otros ejemplares de la flora doméstica, en una terraza urbana, ajena a todo lo demás.

Seguiremos leyendo y moriremos con las botas, o las gafas en este caso, puestas, y los ojos fijos en el negro sobre blanco, viviendo historias y vidas especialmente escritas para nosotros....

¡Hala!
Besos y buenas horas lectoras!
;)

Emilio Manuel dijo...

No debe de sorprendernos que el número de lectores baje, los niños, a pesar de tener muchos libros adaptados a su edad, y más dinero para comprar, apenas leen y si lo hacen es por obligación escolar con un sistema didáctico bastante nefasto, no me sorprende que se aburran con un libro en la mano.

Ayer, años atrás, no había televisión, ni vídeo juegos, ni actividades extraescolares, como mucho, la radio que te permitía tener un texto entre las manos; mis primeros libros fueron de Edgar Rice Burroughs y sus aventuras de "Tarzán de los Monos", me leí toda la colección, luego vino el Circulo de Lectores a mediado de los años 60 y eso le tengo que agradecer a esta empresa, a partir de ahí, he sido un devorador de libros pasando por distintas épocas: novela de aventura, de terror, clásicos, ciencia ficción y ahora me encuentro con novela negra.

En cuanto a los lugares de lectura, es cierto que un lugar que invite a leer resulta muy agradable, he leído hasta en la Alhambra, pero no es cosa de hacerlo todos los días, lo mejor, más cómodo y rápido es encontrado un rincón en casa, un lugar donde nadie moleste y haga del libro una lectura agradable.

Los jardines románticos siempre estarán ahí, es cuestión de llevar un libro en el bolso y sacarlo en el mejor momento.

Saludos

Abejita de la Vega dijo...

Tengo mi jardín románico en el Paseo de la Isla, para pasear y leer. Veo a muy poca gente leer libros, la semana pasada compartí banco con otra lectora...y me extrañó. También leo andando y eso sí que es una extravagancia en los paseos de mi ciudad.

Leer literatura está al alcance de todos, puede ser gratuito...ellos se lo pierden.

Sigamos en nuestro jardín romántico.

impersonem dijo...

La lectura nos pone ante el conocimiento, dependerán de la inteligencia su discernimiento y aprovechamiento... y del sentimiento las reacciones...

"El que lee mucho y anda mucho,..."

Prefiero leer en casa...

Abrazo

Anónimo dijo...

Yo como casi todos los madrileños leo en el metro, pero me gusta andar por los jardines románticos e incluso sacar algunas fotos y sentarme, aunque solo sea un momento, en alguno de sus bancos.

Abejita de la Vega dijo...

!Tengo mi jardín romántico...ª quise decir. Una letra solo, la que lía.

DORCA´S LIBRARY dijo...

Cuando hablan de lo poco que se lee, yo no sé si creérmelo del todo. Quizás lo que se haga sea comprar menos libros, porque cuando voy por la biblioteca veo bastante gente, eso sí, suelen ser mayores o pequeños, quizás la edad adolescente baja un poco en número.
A mí me ha ocurrido que en alguno de mis paseos he descubierto un jardin "seceto", entonces estoy perdida, porque si llevo un libro en la mochila, busco un rincón donde sentarme, me sumerjo en ese Paraíso, y el resto del mundo desaparece. Y lo de caminar, queda para otro día.

andandos dijo...

El último jardín romántico del que me acuerdo es uno de Brihuega, bastante abandonado. Sobre leer buena literatura creo que es la última esperanza, como la educación, las últimas para que las cosas cambien.

Un abrazo

dafd dijo...

"Algunos se acercan a la lectura con la misma ansiedad que comparan precios de hoteles para unas vacaciones de sol y playa en un buscador de Internet"
Jaja. Esto me ha hecho reír.
Yo creo que nunca he leído al aire libre, salvo precisamente algo de Bécquer. En mi caso, las leyendas, en un jardincito y, encima, en verano. Del todo inadecuado. Aunque el libro, ese aleph de papel, en el que uno se zambulle tiene (como bien dices) su propio clima y sus propias leyes. Lo normal, para mí, es leer en casa y más o menos tranquilo.