jueves, 16 de abril de 2015

El reto de escribir Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, y noticias de nuestras lecturas.


A la altura de 2001, cuando se publica Sefarad. Una novela de novelas (este es su título exacto con el que debería citarse siempre, veremos por qué en una próxima entrada), Antonio Muñoz Molina ya era un nombre consagrado en la literatura española y se le consideraba como una de las voces más reconocibles de su generación, aquella que había nacido durante el franquismo pero no comienza a escribir hasta el inicio de la Transición a la democracia. Desde Beatus Ille (1986), que pasó prácticamente desapercibida para el público, hasta la anterior a Sefarad, Carlota Fainberg (2001), su obra creció sumando el aprecio de la crítica y el de los lectores. El invierno en Lisboa (1987) llamó la atención sobre aquel joven novelista que practicaba un tipo de literatura que se ajustaba tanto a los gustos y preocupaciones de un sector amplio de su generación. Siguieron Beltenebros (1989) y El jinete polaco (1991, Premio Planeta). Aquella una obra clave en su género y esta una demostración de un tipo de literatura que nunca ha abandonado a Muñoz Molina: el reflejo autobiógrafico de los cambios producidos en España desde mediados del siglo XX, que también está presente en Ardor guerrero (1995). La obra de Muñoz Molina creció también ensayos y artículos en la prensa, hasta convertirse en uno de los intelectuales con presencia más reconocible y opinión más coherente, sobre todo en su planteamiento de la herencia republicana y en la dignidad del ser humano frente al poder. En el año 1995 fue elegido miembro de la Real Academia Española y desde 1990 viaja por el mundo como uno de los autores más importantes del panorama español del último período. Así llegó a pisar, por primera vez, Nueva York, que se ha convertido en residencia habitual para él, repartiendo su tiempo entre América y España. Y esta es la clave en la que quiero encuadrar la escritura de Sefarad.

Antonio Muñoz Molina se propone en Sefarad un cambio profundo en su escritura. No en la temática central del individuo frente al poder, del enfrentamiento entre los derrotados de la historia y la sociedad de pensamiento único, no en la perspectiva de la reconstrucción de una identidad y una biografía. Estos temas le han acompañado siempre en todas sus obras. El cambio de Sefarad implica un crecimiento intelectual notable.

En 2001 Muñoz Molina era un nombre indiscutible en las letras españolas pero en toda su obra había manifestado la necesidad de apertura al mundo, tanto de la sociedad española como de la cultura. Al recalar largos períodos en Estados Unidos comienza a sentir la necesidad de novelar otras cosas que no se reduzcan a temática española y busca la universalización de su escritura, tanto en el tono como, sobre todo, en la forma de abordarlos. Y surge el riesgo temático y técnico de Sefarad. Una novela de novelas, en la que se hace materia narrativa la lucha de los individuos contra la sociedad totalitaria. Aunque parte -de ahí el título- de un motivo sacado de la historia española -el destierro de los sefardíes de la Corona de Castilla-, su propósito es elevar el tiro y tratar ese tema desde un ángulo que pueda ser comprendido en cualquier parte del mundo, que pueda interesar porque toca temas universales, que se han repetido a lo largo de la historia. Desde mi punto de vista, con esta novela -que es una obra maestra en su género- no solo presenta su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de las Letras -que obtendrá en 2013- o el Premio Jerusalén -del mismo año- sino al Premio Nobel de la literatura. Al tiempo.

Noticias de nuestras lecturas

Esta entrada de Paco Cuesta serviría, por sí sola como una introducción a la lectura de Sefarad. Para no perdérsela.

Mª del Carmen Ugarte se suma también a esta lectura. Su forma de arrancar es precisa: cuestionar la forma de leer la novela, que te obliga, de pronto, a frenar y preguntarte por lo que estás leyendo.


Myriam completa su magnífico análisis de las relaciones sentimentales de la novela de Vargas Llosa con el planteamiento del juego amoroso que tiene su núcleo en la pareja de don Rigoberto y doña Lucrecia.

Como sabéis, el último martes tuvimos la reunión mensual del Club de lectura en su formato presencial para comentar, en este caso, El héroe discreto de Vargas Llosa. La reunión -apretada por necesidades de agenda- fue muy variada y divertida y en ella hablamos de esta novela y preparamos las lecturas de Sefarad de Antonio Muñoz Molina y La gratitud de Fermín Herrero. Podéis ver una completa crónica de lo ocurrido en esta entrada de Mª Ángeles Merino.



Si alguien se pregunta cómo se puede enlazar la ciudad de provincias de Entre visillos con Bruce Springsteen, que acuda a esta entrada de Pancho que, además, encuentra un núcleo de tratamiento de emociones de la novela y lo explica. Y si alguien quiere saber por qué Sabina, que vaya a esta otra, en la que se comenta uno de los capítulos esenciales para comprender el juego de perspectivas narrativas que usa hábilmente la autora.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

7 comentarios:

pancho dijo...

He leído algunas de las novelas que citas de MM y rara vez uno se ha sentido decepcionado de hacerlo. Pone cuidado en investigar la historia de la novela y estar al día de las nuevas tendencias que él mezcla con su estilo propio que da la sensación de fragilidad atractiva y a la vez firmeza en el trazo.
A mí me encanta comenzar los sábados con la lectura de su hoja en Babelia, ahora por internet. También los comentarios a los textos de su blog están hechos por buenos y cultos escritores.Siempre se emprenden cosas de sus artículos semanales.
Hay que leer Sefarad por tanto comentado sobre la novela, pero cuando se pueda. Por lo visto es novela de leer sin prisas. De momento, bastante tengo con terminar Entre visillos.
Agradecido por la reserva de la última parte de la entrada semanal de los jueves para hacer referencia a las ocurrencias propias de forma tan amable.
Un abrazo.

andandos dijo...

Lei "El invierno en Lisboa" durante tres días del verano en el que se publicó, mientras actuaba en las fiestas mayores de Zaorejas con la orquesta en la que iba aquel verano, como complemento o medio de ganar algún dinero. De ahí mi simpatía por el libro de Sampedro ambientado, más o menos, por aquellos lugares.

He seguido a Muñoz Molina durante estos años, sus vicisitudes y altibajos, sus novelas, las de él y las de su mujer, y en general me gusta, más como articulista que como novelista, así que comenzamos con Sefarad, cuando acabe con la de Vargas Llosa.

Un abrazo

lichazul dijo...

la mayoría de los escritores novelistas escriben y describen la sociedad
sus personajes viven en ella
así como sus propios autores

así que no es alejado de la vereda natural y mundana

buen fin de semana Pedro
bss

Abejita de la Vega dijo...

Le perdonamos a Vargas Llosa la literaria tomadura de pelo, lo hemos pasado muy bien en compañía de esos héroes que no pudieron ser discretos. Y ha sido un placer escribir sobre la novela de después del Nobel. ¡Y no digamos la reunión del día 14, la de la lectura colectiva en la UBU! Para mí, lo mejor es el retrato equilibrado que Vargas Llosa nos ofrece de su país y de su gente, con luces, con sombras, siempre con amor; aunque le tire mucho la cultura europea, que le tira, y mucho.
¿Y Sefarad? Lo leí en 2001, esperaba una novela histórica de sefarditas y di con una novela de novelas a la que había que buscar un hilo conductor. Creo haberlo encontrado, tal vez sea sólo mi hilo. Es el de los mundos perdidos a los que no podemos volver, como aquellos sefarditas que guardaron la llave que ya no abría ninguna puerta. Pienso que ahora la estoy leyendo mejor, pero no es fácil…Bueno que después de haber hincado el diente a la Saga Fuga de Torrente…
Besos

Abejita de la Vega dijo...

Le perdonamos a Vargas Llosa la literaria tomadura de pelo, lo hemos pasado muy bien en compañía de esos héroes que no pudieron ser discretos. Y ha sido un placer escribir sobre la novela de después del Nobel. ¡Y no digamos la reunión del día 14, la de la lectura colectiva en la UBU! Para mí, lo mejor es el retrato equilibrado que Vargas Llosa nos ofrece de su país y de su gente, con luces, con sombras, siempre con amor; aunque le tire mucho la cultura europea, que le tira, y mucho.
¿Y Sefarad? Lo leí en 2001, esperaba una novela histórica de sefarditas y di con una novela de novelas a la que había que buscar un hilo conductor. Creo haberlo encontrado, tal vez sea sólo mi hilo. Es el de los mundos perdidos a los que no podemos volver, como aquellos sefarditas que guardaron la llave que ya no abría ninguna puerta. Pienso que ahora la estoy leyendo mejor, pero no es fácil…Bueno que después de haber hincado el diente a la Saga Fuga de Torrente…
Besos

Myriam dijo...

¿YO? ¡Voto porque Antonio Muñoz Molina reciba el Nóbel!. He leído varios de sus libros y le adeudo lectura a otros tantos que están en mi lista de pendientes. ¡Me encanta!. "Sefarad" me fascinó justamente por la universalidad que le da al tema del exilio. Volver a leerlo de tu mano es todo un lujo que se agradece, ya mismo me pongo en su re-lectura. También en estos días pasados me llegó el Libro de Fermín Herrero, del que gracias a ti ya había leído "Letra Menuda".

Besos y muy buen fin de semana

Paco Cuesta dijo...

En mi opinión acercar la memoria histórica a lo cotidiano, hacerlo ver en cualquier día de nuestra vida es uno (otro) de los grandes aciertos de Sefarad.