miércoles, 18 de marzo de 2015

Los huesos de Cervantes y el verdadero homenaje que le debemos.


Se han dado a conocer los primeros resultados de la investigación que trataba de localizar los restos de Miguel de Cervantes en la madrileña iglesia de las Trinitarias. Es curioso el abanico de titulares en los medios de comunicación: desde los que celebran inequívocamente su hallazgo e identificación hasta los que se limitan a afirmar lo que dicen los expertos que han acometido el trabajo encargado y subvencionado por el Ayuntamiento de Madrid, que parece interesado en sacar rendimiento turístico del asunto. Ya había ocurrido lo mismo hace unas semanas, cuando los investigadores encontraron un ataúd identificado con una M y una C formadas con tachuelas que resultó ser de un período muy posterior a 1616.

Lo que han afirmado los expertos es que quizá alguno de los huesos correspondientes a los 16 cuerpos (seis de hombres, cinco de mujeres y seis de niños) agrupados en la cripta del convento tras una remodelación de la iglesia entre el siglo XVII y el XVIII puede ser de Cervantes y de su esposa. Es decir, nada porque no han podido ni reconstruir su esqueleto ni comparar con el ADN de algún familiar. Esta costumbre de trasladar los huesos de personas enterradas y agruparlos en un lugar común es tan habitual que tampoco debe inquietarnos ni hacernos sospechar de nada. Como también es costumbre y deporte nacional el andar jugando con los huesos de los muertos ilustres a los que en vida no se hizo demasiado caso o incluso se llegó a ningunear o maltratar. De que Cervantes fuera enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas el 23 de abril con el sayal franciscano como sudario no había ninguna duda, así como tampoco la había de que en algún lugar del convento seguían sus restos. Por ahora, a la espera de la próxima fase de la investigación, seguimos tal y como estábamos aunque con una nueva representación de la farsa nacional.

Aunque Cervantes no muriera en la situación de olvido, penuria económica y desamparo que cuenta la leyenda, sí es cierto lo esencial de lo que expresara el Licenciado Márquez Torres en la Aprobación que figura al frente de la Segunda Parte, impresa un año antes de que el escritor falleciera (aunque larga y conocida, la cita merece ser leída otra vez en estos momentos): 

Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos; y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas. Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: «Pues, ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?» Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza, y dijo: «Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo».

España ha sido demasiado propensa a endiosar medianías y negar el pan y la sal a muchas de sus grandes personalidades mientras están vivas. Una de ellas fue Cervantes, sin duda alguna. Incluso hoy hay quien -por hacerse el moderno, el extravagante o por mera ignorancia que, como se sabe, suele ir acompañada de osadía- niegan su relevancia en la historia de la literatura universal.

No voy a decir que no es interesante hallar los huesos de Cervantes y, si se llegaran a identificar correctamente, trasladarnos a un lugar visitable aunque esto nos cueste dinero (también debería destinarse dinero para otras cosas iguales o más urgentes que hallar los huesos de don Miguel, puesto que lo que no parece oportuno es el momento elegido para destinar fondos a esta investigación) y el impacto de las fotos de la inauguración ostentosa y previsiblemente cateta con políticos que jamás se han ocupado por la cultura más que para abatirla. Estos serán anécdota y pasarán, como pasaremos todos y seguirá quedando la obra de Cervantes.

Por eso mismo, el mejor homenaje que le debemos a Miguel de Cervantes es leerlo, disfrutarlo y difundirlo. Y no solo ahora por los fastos conmemorativos, sino siempre. Recuerdo, para quien quiera lanzarse a la tarea, que aquí se promovió la primera lectura completa colectiva que se ha hecho del Quijote usando las herramientas que ha puesto a nuestra disposición el mundo digital e Internet. Y que esta lectura sigue abierta, pública y gratuita, para quien quiera arriesgarse a su primera lectura o la relectura que de vez en cuando debemos llevar a cabo para disfrutar con su legado.

Toda la información de aquel proyecto puede encontrarse en este enlace. La lectura colectiva del Quijote, que comenzó el jueves 24 de abril de 2008 y sigue abierta, dio lugar al Club de lectura que sostenemos aquí todos los jueves.

9 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

El mejor homenaje, leer a Cervantes y comentarlo. Lo hice y lo sigo haciendo. Los huesos no me interesan nada.

Campurriana dijo...

Sin duda, Pedro. Leerlo y difundir su obra. Yo, debo decir, en su día no pude. Prometo intentarlo de nuevo. Gracias, como siempre, por tu gran aportación. Por tu labor.

andandos dijo...

He vuelto a comenzar El Quijote hace unos días, tomando como base para todo vuestra experiencia, todavía voy por el entierro de Grisóstomo. Como siempre, el Quijote es el mismo y el que ha cambiado he sido yo.

Un abrazo

la seña Carmen dijo...

Tengo varias ediciones del Quijote y los he leído desde distintos puntos de vista, incluida la de una asignatura en el programa de la carrera, allá por 1982 o 1983, creo recordar. Por supuesto en mi última etapa de paremióloga no podía olvidarme de esta faceta. El Quijote siempre sorprende, por muchas veces que lo hayamos leído y releído.

Por otro lado, y sinceramente, puestos a hacer turismo, recomiendo la visita a la casa de Esquivias, a la que yo suelo llevar a los colegas extranjeros que pisan Madrid. Con todas las salvedades e incluso alguna que otra cita atribuida al genio, que me ha sido imposible localizar, merece la pena, porque se intenta captar el espíritu. Astrana Marín ya se dio cuenta de ello.

Luis Antonio dijo...

Estupenda entrada, Pedro.
Comparto todo lo que has escrito y lo aplaudo.

lichazul dijo...

ayer en la mañana nos enteramos de la noticia con mi hijo a través de la emisora de radio ( del homenaje aparte de la noticia de los huesos)
y nos miramos y dijimos
_ Más vale tarde que nunca
un reconocimiento retardado para quien murió solo , olvidado y pobre
el Manco de Lepanto sin duda se merece muchos sitios con su nombre y obviamente una escultura en toda biblioteca

besitos

pancho dijo...

Qué gran definición dejó este licenciado de un tipo clásico de españoles: "Viejo, soldado, hidalgo y pobre." Justo las características necesarias para escribir la historia más fantástica, a la vez que humana, jamás inventada.

Myriam dijo...

Efectivamente, el mejor homenaje que le debemos es la lectura de "EL Quijote" de la cual me enorgullezco y te agradezco, porque sin tu guía experta y tu apasionamiento que sin duda alguna, estimula a la lectura, no lo hubiera logrado.

Un beso y gracias, gracias, gracias. No uno, mil.

dafd dijo...

Me alegró enormemente saber del esfuerzo que invirtieron en averiguar el paradero de la tumba de Cervantes. Así, poco a poco, se van eliminando variables para llegar más cerca de la verdad. Quién sabe, puede que estos sean pasos previos y que, en un futuro, vengan al pelo con nueva tecnología hoy impensable.
Nada puede caer en saco roto. Ni estas pesquisas tan complejas, ni los repasos de la obra como el que hiciste en La acequia.