domingo, 8 de marzo de 2015

Estancias de un otoño, de Francisco Castaño


De la belleza y la bondad de Julia, esta es la frase con la que el lector se encuentra al inicio de este poemario no tanto como dedicatoria sino como divisa y definición del mismo. Porque Francisco Castaño  (Salamanca, 1951) ha escrito un poemario de amor a Julia, su compañera en el viaje de la vida y lo proclama desde el principio, con la ilustración que Luis Felipe Comendador coloca en la portada del libro. Y de eso trata el poemario, de los efectos que la belleza y la bondad de Julia causan en el día a día del escritor. Desde 1985, fecha de Breve esplendor de mal distinta lumbre (Hiperión), Francisco Castaño ha publicado con regularidad casi una veintena de libros. En Estancias de un otoño (lf ediciones, 2014), recoge parte de los poemas escritos entre noviembre de 2000 y noviembre de 2013 con ese único tema.

El poeta es fiel a su estilo, clásico en las formas, con toques de humor y apreciación por el vivir cotidiano trufado de juegos intertextuales nada molestos y sin trampas con poemas y poetas de todos los tiempos -aquí, singularmente, Garcilaso de la Vega-. También es fiel a su dicción directa, a su gusto por la comunicación de las cosas y las reflexiones sin oscuridades ni excesos. Y a algo más que está también en otros poemarios suyos, el canto a la vida y al amor como razón de existencia y como conceptos estructuradores de su concepción de la poesía:

Conoces hace tiempo mi pereza,
Pero sabes también que siempre suelo
-Más con el corazón que la cabeza,

Y casi tanto acierto como celo-
Cumplir los amorosos compromisos
Que tienen la escritura por señuelo.

Por eso mismo, en el primer poema (Ofrecimiento), el colofón no puede ser otro: Estos versos serán su ardiente ofrenda. La ofrenda del escritor a Julia, no tanto como musa clásica -Castaño es hombre de hoy aunque clásico en las formas y siempre procura usar del humor como distancia- sino como compañera en los afanes de la vida. Y así trascurren las cinco secciones de este poemario. La primera de ella es la que canta más directamente las sensaciones y la entrega amorosa, como en una de las estancias que dan lugar al título del libro y que el autor va salpicando sabiamente situadas a lo largo de sus páginas:

No hay aurora posible sin tus ojos,
Ni lugar sin tu abrazo.
Porque sin ti no tienen cuándo y dónde
Ni el tiempo ni el espacio.

La segunda es un contrato de convivencia, con mucho humor y ternura amorosa, en la que se renueva la forma de compartir el día a día:

Estas serán mis tareas:

Hacer, claro está, la cama.
-Lo de deshacerla es cosa
De la penúltima pausa-.
Ocuparme de la ropa.
Poner siempre que haga falta
La lavadora y tender
-Llueva o nieve- en la terraza,
Recogerla una vez seca
Y -si sé dónde- guardarla.

La tercera sección se dedica a los momentos de dolor e incertidumbre que tiene toda biografía compartida. Incluso se marca con la fecha del dolor (7 de noviembre de 2012) como si se tratara de un diario en el que se reflejara ese momento en el que todo se detiene para comenzar una nueva lucha redoblando el sentido de los abrazos con los que se comparte la vida. Son un puñado de poemas de gran profundidad que vienen a centrar el libro -un antes, un después- y a dotarlo de esa variedad de tonos que hallamos también en otros poemarios del autor:

No se anuncia el dolor como la lluvia,
Con ese aliento húmedo
Que los poros exhalan de la tierra,
Fragante aviso mudo.

Pero incluso en estos poemas en los que se afronta el dolor, la incomprensión, la perplejidad ante la propia escritura (necesaria, al fin, para librarse a sí mismo), aflora la ironía sobre la propia razón de ser poeta, que se salva en la bondad y comprensión de Julia:

Será porque mis quejas
De amor las digo
Sometidas a reglas
De rima y ritmo;

Por lo que Julia,
En lugar de créerselas
Se las estudia.

La cuarta sección es un luminoso poema en tercetos encadenados sobre un domingo en el que Julia le llamó epistolero y provoca la necesidad de escribirle -en un juego garcilasiano- una epístola de amor cotidiano. Un poema, como digo, luminoso, lleno de humor, ternura y entrega, de reflexión sobre la propia poesía y la vida, en la que el proceso de escritura parte de la biografía (Ya sabes que de todo hago un problema / Poético, y me siento como pez / En el agua sacando a cualquier tema / Esa punta risible... ) y es interrumpido continuamente por los ruidos y los hechos del día de referencia:

No voy a remontarme hasta esas fuentes,
Aún estamos en el desayuno,
Las tostadas, amor, están crujientes

Un poema que termina con la esencia misma del libro entero: Porque contigo, Julia, sé quién soy. El poemario alcanza su mayor calidad en la última sección. Es impagable el poema En este amor no entré por desvarío, toda una declaración de estética del libro en la que el poeta reflexiona sobre la necesidad y los límites del poema amoroso en su intento de huir de los peligros de este tipo de composiciones:

Vale la pena estar enamorado
Para encontrar los modos de decirlo.

En esta sección también se conjuga todo el amor en el presente de la relación del poeta y Julia de una forma eficazmente bella:

No está mediado agosto
Y tus ojos ya tienen
El rubor del otoño

Quizá porque presiente
La estación en que somos
Un ahora que es siempre

Es algo que vuelve a repetirse en el poema Envío, que cierra el libro: Nuestro otoño está en todo su esplendor.

Francisco Castaño en este poemario es fiel a sí mismo, a su voz tan personal que suele trascurrir por unos tonos poco usados en la poesía española contemporánea. Por eso mismo, tan necesario siempre. Por otro lado, los beneficios de la impresión de este libro, de la colección Libros del Consuelo, se destinan a los fines solidarios de la ONG SBQ. Otra razón amorosa de peso.

6 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Excelente reseña, Pedro. Sin duda, un libro que merece leerse y releerse.

Un abrazo.

mojadopapel dijo...

Yo lo he hecho un par de veces y vuelvo a él porque me engancha...y después de tu maravillosa crítica profundizaré en él con más intensidad.

Tandaia dijo...

Y ciertamente has conseguido abrirme el apetito por esta obra... y por su autor.

Abrazotes.

pancho dijo...

Un ejemplo de cómo ajustar las vivencias cotidianas al molde de las formas clásicas no es encorsetarlas y limitarlas sino darles una sugerente nueva dimensión poética, también atractiva.

Luis Felipe Comendador dijo...

Quiero aclarar que Paco Castaño ha donado el 'importe íntegro' de la venta de su libro a SBQ SOLIDARIO. Un tipo grande este Paquito.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Corregido en el texto. Gracias, Luis Felipe. Qué rasgo el de Paco. Y el tuyo, siempre tan generoso.