jueves, 19 de febrero de 2015

Sobre el inicio de Entre visillos de Carmen Martín Gaite, noticias de nuestras lecturas y actividad para mañana viernes.


Sutilmente, Carmen Martín Gaite nos introduce en la materia que quiere novelar desde dos focalizaciones diferentes. El lector encuentra en el primer capítulo a Natalia, joven de 16 años, perteneciente a una familia de la burguesía acomodada; en el segundo, a Pablo Klein, un profesor nuevo de alemán en el Instituto de la ciudad en la que se ambienta la narración. La empatía que desarrolle el lector con estos dos personajes influirá en el resto de la recepción del texto.

Nos encontramos en las fiestas de septiembre de una ciudad de provincias de la España franquista de los años cincuenta, en la que todo debe suceder de acuerdo con unas rigurosas convenciones sociales que marcan el destino de los individuos, sus ritmos vitales y sus preocupaciones. Es todo tan previsible y asentado -incluido el desarrollo de los festejos según el programa oficial- que nada debería sorprendernos, ni siquiera las conversaciones en las que un grupo de amigas se cuentan sus historias sentimentales. El ritmo es tan lento como el que marcan las horas de la actividad diaria. Eso sí, ya aparece en la distancia un elemento que puede desestabilizarlo todo: Madrid, sus novedades y su influencia como ciudad más abierta y moderna.

Pero ahí es donde interviene la autora: nos hace entrar en ese mundo desde el foco de dos personajes que no se ajustan, que no encajan bien en esos ritmos y que nos provocan la extrañeza suficiente para darnos cuenta de que esa sociedad que rige todo de forma tan rutinaria no acogerá nunca al diferente ni amparará la individualidad.

El fragmento del diario de Natalia con el comienza la novela es un arriesgado prodigio. Un prodigio técnico puesto que imita la escritura de una adolescente de la época hasta representarnos su forma de hablar y sus preocupaciones. Todo en estos párrafos es relevante: la sintaxis, la sensación que manifiesta Natalia de que la dejen no sentirse mayor, sus diferencias evidentes con los pensamientos de su amiga. Pero también un prodigio ideológico. Al arriesgarse con unas líneas tan evidentemente mal escritas, Martín Gaite nos lanza el reto de que nos pongamos en la mente de Natalia y en su diferencia individual que la enfrenta con la sociedad. En sí mismo, este fragmento explica todo el resto de la novela. No podía continuar narrando desde la voz de Natalia de forma más extensa por una lógica cuestión de estilo y por eso pasa a la tercera persona para contarnos lo que ocurre con Natalia y su firme propósito de ponerse de largo a pesar de su edad y para darnos cuenta, a la vez, de las preocupaciones de otras jóvenes de su clase social -sus hermanas, la amiga de estas.

En el segundo capítulo nos encontramos con la narración en primera persona de la llegada de Pablo a la ciudad. Pronto percibimos que se trata de un hombre extraño con respecto al resto de los viajeros del tren o a los personajes con los que se encuentra en su trayecto al Instituto. Esa extrañeza se concreta cuando sube al autobús que lo llevará desde la estación hasta el Instituto y no logra encajar físicamente dentro de él. Pablo parece un ser perdido, un personaje del que tardaremos en saber su nombre pero del que pronto percibimos que tampoco se adapta muy bien en aquel ambiente de la ciudad que le recibe en fiestas, con una procesión religiosa que corta el tráfico y sin habitación para pasar la noche.

Martín Gaite ha seleccionado ya a su lector imaginado, provocando que perciba las grietas de una sociedad en la que, evidentemente, no pasa nada porque nunca pasa nada.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo nos regala un testimonio sobre la personalidad de Carmen Martín Gaite que refleja la forma de ser de la escritora que nos ocupa en estas semanas. Imprescindible.

Coro Entreaguas nos enfrenta acertadamente con la llegada un tanto misteriosa de Pablo Klein a la ciudad de provincias para dar clase en el Instituto: a destiempo, como fuera de toda circunstancia lógica.

Para su comentario de Entre visillos, Paco Cuesta parte de una premisa bien cierta: la novela como herramienta metodológica para comprender mejor las circunstancias sociales de la España del nacionalcatolicismo de los años cincuenta en provincias.

Mª Ángeles Merino nos sitúa con todo acierto para comenzar la novela: sociedad de la época, literatura y recuerdos personales de un tiempo en el que debías ajustarte escrupulosamente a lo que se esperaba de ti.

Pancho consigue saltar de siglo en siglo para alcanzarnos al comienzo del comentario de esta novela de Martín Gaite y situarnos en la técnica de arranque empleada con la autora para ganarse la complicidad del lector.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

Ballet  Don Quijote de Minkus

Para celebrar el IV Centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote de Cervantes (1615-2015), la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Burgos y nuestro Club de lectura organizan, a lo largo del presente año, varios actos de los que iremos informando oportunamente, alguno de ellos en colaboración con el Museo del Libro Fadrique de Basilea.

Mañana viernes día 20 de febrero, organizado por el Aula de Danza de la Asociación y el Club de lectura, proyectaremos el ballet Don Quijote de Minkus, con los comentarios de María López, profesora de Danza Clásica del Conservatorio María de Ávila de Madrid. Yo haré una introducción sobre la condición escénica de la novela cervantina.

En el Museo del Libro Fadrique de Basilea de Burgos (Travesía del Mercado, 3, El Hondillo), a las 20:00 horas. Entrada libre hasta completar el aforo.

4 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Leemos ese fragmento del diario de Natalia y ya somos Natalia para el resto de la novela. A continuación, acompañamos a Pablo, el misteriosos profesor de alemán, a su llegada a la ciudad. Ya somos Pablo. Nos metemos entre visillos y compartimos su extrañeza. La ciudad dorada se tiñe de los colores que pintan Natalia y Pablo. Al final...

Nunca olvidé a Talita, es un personaje imborrable. Ahora la comprendo mejor,

Besos, Pedro.

pancho dijo...

Comentario sobresaliente sobre el comienzo de la novela, de experto. Es justamente lo que quiere la autora que los lectores hagamos. Qué fácil es verlo cuando alguien te abre los ojos, a toro pasado. Si a mí se me hubiera encendido la bombilla, no dudes que lo habría puesto, pero nunca es tarde. Por lo tanto agradecido por esta nueva posibilidad que nos ofreces de ampliar la lectura y su comprensión.

En aquellos años, por lo visto, la gente de posibles iba y venía de veraneo a San Sebastián en tren. Por aquí también tengo entendido que iban a Figueira, aunque puede que fuera antes. Unamuno lo hacía.
Hacía buena tarde y en lugar de ir por otro lado nos acercamos a donde las barcas a dar un paseo y de paso, aproveché para sacar unas fotos. Parece ser que las barcas solo las sacan en verano.
Buenos y esmerados comentarios de los compañeros.

Paco Cuesta dijo...

Hemos de estar muy atentos, no dejarnos vencer por lo previsible. ¡Queda tanto por descubrir!
Gracias Pedro

andandos dijo...

Sólo he leído el primer capítulo, pero me gusta mucho esa manera de escribir los diálogos, y las referencias musicales (el piano, la orquesta del Casino...) en parte porque toqué, hace años, en Casinos y algo de eso se conservaba. Todavía, el año pasado estuve de visita, no tocando, en un Casino de un pueblo grande de Zaragoza y algo de eso había, si mirabas y leías los objetos, caras, cuadros, olores, colores... en fin ya sabes a qué me refiero.
Recuerdo una foto que hice, durante el Camino de Santiago de hace unos años, a la puerta de entrada del Casino de Castrojeriz, ya ves.

Un abrazo