martes, 20 de enero de 2015

La escuela de la República. Memoria de una ilusión


España ha vivido en la desmemoria durante demasiado tiempo, impuesta durante unas décadas por la dictadura y luego por la urgencia en montar un estado democrático y la propia ignorancia del pasado y su legado. Y ese hábito de la desmemoria nos ha convertido en más ignorantes de nuestra propia historia. Puede haber materias opinables, pero en lo que hace a la cultura y la educación, no. Hay un consenso generalizado en los especialistas.

El final de la guerra civil y la larga duración del régimen de Franco, las represalias tomadas contra los sectores republicanos, el exilio exterior y el interior y la depuración de las personas que habían sostenido su fidelidad a la II República provocaron un socavón en la cultura española. Y lo provocaron cuando venía de un crecimiento -la llamada Edad de Plata- sostenido desde el final del siglo XIX. A la altura de los años treinta del siglo pasado, España se había convertido en una potencia cultural de primer orden y los planes de extensión de la cultura y la educación que se aprobaron por la República son de tal calidad, realismo y oportunidad que aún hoy sorprenden por su modernidad. No solo los planes y las leyes aprobadas, sino las concreciones: la formación del profesorado, la mejora de sus condiciones económicas y profesionales, la construcción de Normales y escuelas en todo el país, los programas de mejora académica, la habilitación de los profesores para convertirse en agentes de la cultura y la educación, el cuidadoso mimo con el que se trató la escuela en las zonas rurales, los programas de formación de adultos, la construcción de toda una red de organismos que llevaban libros, películas y reproducciones de los grandes cuadros hasta las zonas más apartadas, etc.

Cualquier profesional actual de la educación se vería gratamente sorprendido con un proyecto así, en un país en el que estamos sometidos a los cambios ocasionados por cada ministro, en los que se maltrata a los profesores en los sueldos y se los descalifica desde los poderes políticos que deberían protegerlos, en los que a los centros escolares y a los profesionales que en ellos trabajan se les inunda de trabajo burocrático y no cuentan con apoyo suficiente y mantenido en el tiempo para impulsar métodos docentes innovadores con el sosiego necesario y sin tantos cambios legislativos.

Los programas relacionados con la escuela en la República recogían las mejores iniciativas pedagógicas particulares y privadas gestadas desde la segunda mitad del siglo XIX y las convertían en una bandera de la nueva situación, un proyecto de país. De hecho, basta repasar la normativa en esta materia aprobada por la República para darse cuenta de que España se había puesto a la cabeza de los países más innovadores de Europa y que lo hacía no desde una utopía irrealizable sino desde el conocimiento práctico de la situación española. Basta constatar la forma en la que las maestras rurales se ganaron la confianza de las mujeres analfabetas y la complicidad que establecieron con ellas para comprenderlo. Estas maestras, fuera de su horario laboral y sin remuneración por ello, se dedicaban a la educación de un sector de la población hasta entonces abandonado y tenían que disfrazar esta labor como un intercambio de favores en las que las mujeres del pueblo les enseñaban a cocinar o hacer punto. Todavía hoy gran parte de la formación pedagógica de nuestros profesores ignora los avanzados métodos puestos en práctica en España en aquellos tiempos y copia métodos extranjeros con los que pueden competir, sin conocer ni uno solo de los nombres de aquellos pioneros españoles en la educación primaria.

Un número todavía por determinar (pero pasa de varios miles) de aquellos maestros y maestras de la II República fueron asesinados en los primeros días de la guerra civil, encerrados en prisiones, depurados y apartados de sus plazas o incluso de la función docente. También son varios miles los que pasaron al destierro: maestros de escuelas rurales, profesores de las Escuelas Normales, profesores de Universidad y de Institutos. Soy de los que opinan que uno de los graves problemas que arrastra la España de hoy es precisamente que nunca hemos sabido rellenar bien este socavón, que nunca nos hemos detenido a recuperar esta memoria de lo perdido, aprender de nuestro pasado y proyectarlo hacia el futuro. La mediocridad del sistema educativo español instalado en el franquismo -desde la escuela de párvulos hasta la Universidad- fue tal que ha condicionado y lastrado todo nuestro desarrollo posterior. A pesar de los esfuerzos individuales de muchos miles de profesores españoles actuales la estructura no favorece la construcción de un proyecto sólido como país en esta cuestión y todo queda demasiado condicionado a la vocación de cada uno de ellos y la capacidad de algunos centros para generar ilusiones durante un tiempo.

De ahí que un libro como este, La escuela de la República. Memoria de una ilusión, de Carmen García Colmenares y Luz Martínez Ten, con ilustraciones de María Luisa Vico Nieto que han dado lugar a una exposición que en estas fechas recorre toda España, sea tan necesario (Madrid, Los Libros de la Catarata, 2014). A partir de todas las investigaciones de las autoras -que ya han dado frutos académicos y motivaron el galardonado documental Las Maestras de la República, reseñado también en este blog- se ha construido un libro que puede servir de divulgación rigurosa pero de fácil lectura de todo lo que supuso la República en materia de educación. En el libro se contemplan todos los ámbitos relacionados con aquellos maestros de primaria formados en la República: la pedagogía, la arquitectura de los edificios, los proyectos innovadores, la formación del profesorado, la labor impulsada por los maestros, etc. Pero se hace con el calor humano de la ilusión a la que hace mención su título. De ahí que sea de alabar que dé nombres de profesores, singularmente de maestras, reconociendo sus logros y sus biografías para que no caigan en el olvido. El libro, de lectura agradable, tiene otra virtud: sin esconder las represalias y depuraciones no se centra en ellas sino en todo lo anterior: la memoria de una proyecto que pudo cambiar a mejor el país para siempre y que tenemos que recordar, valorar y estudiar porque todavía puede engendrar la suficiente ilusión y el ejemplo adecuado para que España, de una vez por todas, supere la gran asignatura pendiente de su historia: la educación de sus ciudadanos. No se trata tampoco de hacer tabla rasa sino de recuperar lo mejor de nuestro pasado pedagógico para poder integrarlo en nuestro presente y tomar ejemplo para nuestros proyectos futuros.


8 comentarios:

andandos dijo...

Estoy de acuerdo contigo, por supuesto. Una generación educada, no solo formada, de una vez por todas, y todo sería diferente también de una vez por todas. En fin.

Un abrazo

Edurne dijo...

¡Ay, Pedro!
No sé ni qué decir, porque el tema es tan hondo, porque emociona tanto saber cómo fue, qué pasó, el porqué de tamaño desatino...
Ese libro me lo agencio vamos, como que soy maestra!

Besos y gracias por mantener abierta la puerta a la recuperación de la memoria histórica.
;)

Anónimo dijo...

Llegar a un pueblo pequeño, con la ilusión de la carrera recién terminada en la maleta, y encontrarse un desinterés total por ciertos temas.

lichazul dijo...

la memoria ... cosa preciosa y frágil que se tergiversa a conciencia y con interés político a veces

queda la memoria individual hacerla canto ya que la memoria colectiva deriva en una maraña que solo los vencedores manejan

bss y gracias por tu huella Pedro

Ele Bergón dijo...

¿Por qué a lo largo de nuestra historia, siempre ocurre igual? Conseguimos legislar lo más avanzado y en lugar de protegerlo, no, en ese paso adelante, vienen otros gobiernos y otra vez pasos atrás, más atrás.

Conocer la historia para no repetir los errores, quizá esa sea nuestra asignatura pendiente.

Está bien que se recuerde y se constate que existió otra forma y muy buena de transmitir la cultura y la educación. Ahora de nuevo, hemos vuelto con los pasos hacia atrás.

Buscaré el libro, merece la pena.

Besos

DORCA´S LIBRARY dijo...

La única explicación que puede tener esa cerrazón de nuestros políticos de mantener en la ignorancia a la gente es que necesitan esclavos para ellos y sus generaciones venideras. Cúanto potencial humano y profesional perdido por intereses privados de cuatro corruptos.
Este tipo de información hay que pasarla de generación en generación, para que todos sepan hasta dónde se puede llegar por mantener el poder a toda costa.
Anoto el título del libro.
Un abrazo.

LA ZARZAMORA dijo...

Excelente reseña, Pedro.
Besos.

Paco Cuesta dijo...

El hombre es el único animal que cada cuatro años provoca un socavón cultural cada cuatro años (aproximadamente).

Un abrazo