viernes, 23 de enero de 2015

El mundo entero a la vuelta de cualquier esquina


Qué cerca está la infancia cuando todo
se remansa en la vida.
¡Era tan grande y tan posible el mundo!

Tengo una brecha en la frente. De cuando era un niño y los coches de choque no guardaban las medidas de seguridad de ahora. En el barrio en el que yo vivía instalaban las barracas en las ferias y me gustaba montar en ellas en horas poco frecuentes. Una vez soñé un giro imposible al volante de uno de aquellos coches y lo hice. Sangraba al lavarme en la fuente. El agua estaba fresca y a mi espalda sonaban las gomas al deslizarse por la pista y saltaban las chispas en la red del techo. Durante un tiempo fue mi mejor cicatriz de guerra. Luego han venido otras pero aquella me deparó con fuerza la sensación de que el mundo entero se encuentra a la vuelta de cualquier esquina. Y aún lo siento. 




10 comentarios:

DORCA´S LIBRARY dijo...

Lo bueno de ser niño es que las heridas se curan con un simple remojón de agua fresca. Cuando somos chavales, el cuerpo parece de goma, se adapta perfectamente a los golpes. Las heridas de mayor son más difíciles de cicatrizar.
Saludos.

lichazul dijo...

uuu los autitos chocadores
cuando yo fui nena eran así, sin tanta medida de seguridad al igual que las sillas voladoras

que lindo recuerdo Pedro
bss

Emilio Manuel dijo...

El mundo es un pañuelo, es que lo es.

Saludos.

Edurne dijo...

Lo de montar en los autos de choque era una fiesta para mí cuando venían las barracas.
De pequeña era mi aita el que me montaba con él, la verdad es que lo pasábamos pipa!
Me encantan!
Mis brechas, mis cicatrices son de las otras, en realidad yo he sido una niña muy trasto, pero en plan revoltosa, barullo, no pasaba nunca la raya del "eso no se hace"! Así que de brechas de guerras infantiles, nada!
Ay!
Pero sí que sigo viendo el mundo de mi infancia enorme...
Puedo dar esa vuelta a la esquina y encontrarme con él ahora mismo.

Besos!
;)

Abejita de la Vega dijo...

Me daban miedo, no sólo los choques sino esos chispazos de arriba. Me quedaba de espectadora.
¡Qué grande parecía la pista y qué pequeñita es!

Ele Bergón dijo...

Nunca fui capaz de dirigir un coche de estos, pero he observado lo felices que son aquellos que lo montan y son capaces de dar ese volantazo imposible.

Besos

dafd dijo...

Qué extraño. Parece como si hubieras vuelto a la vida después de aquel trompazo. En la situación más insospechada nos la jugamos y ya desde pequeños entramos en ese juego.

LA ZARZAMORA dijo...

Sin esas continuas cicatrices, ¿creceríamos?
Las primeras, es cierto que guardan ese resabio de heroicidad.

Besos, Pedro.

andandos dijo...

Tengo una cicatriz en la cara de la pedrada de un primo hermano mío. Cenaré con él pronto, y lo recordaremos, como otras veces. ¿No tienes la sensación, a veces, de vivir en otro mundo, de manera definitiva?

Un abrazo

Campurriana dijo...

Lloras y después sonríes por lo duro que eres aunque no lo pareciese. Todas las cicatrices enseñan algo. Incluso, algo positivo a pesar de todo.
Precioso texto, Pedro. Preciosa imagen también que me ha traído multitud de recuerdos.