lunes, 22 de diciembre de 2014

Lo que cuesta acusar a una infanta


La imputación de la infanta Cristina de Borbón por el juez José Castro, que provocará que se siente en el banquillo de los acusados en el juicio que tendrá lugar dentro de unos meses, ha sido acogida por los políticos con las tópicas frases en las que expresan su respeto a las decisiones judiciales y a lo que ellos llaman independencia de la Justicia, como si se esperara de ellos otra cosa. En algún caso, además, se ha provocado una cierta satisfacción porque esta decisión del juez demostraría que todos somos iguales ante la ley.

Sin embargo, esta imputación ocurre después de un largo proceso en el que poco de lo ocurrido ha sido tranquilo y en el que hemos sabido casi como en un noticiario del corazón de las relaciones entre el fiscal del caso y el juez y cómo han afectado al desarrollo del caso. El ciudadano tiene la sensación de que la acusación solo ha sido posible por encontrarse en ese juzgado alguien con la personalidad, rigor y decisión personal por encima de toda otra ambición que ha demostrado el juez instructor.

Esta imputación, además, solo ha sido posible después de una crisis financiera que ha provocado otra del sistema y la indignación creciente de gran parte de los ciudadanos. El malestar ante la aparición de las reiteradas noticias sobre la corrupción generalizada que se ha extendido por España en las últimas décadas y el comportamiento de los grandes partidos políticos, sindicatos y empresarios implicados en ella ha provocado una desafección de la sociedad ante la actividad de los políticos profesionales procedentes de estos partidos tradicionales y la aparición de movimientos ciudadanos y, finalmente, de un partido político, Podemos, que incrementa día a día el número de sus votantes. Esta desafección también afecta al resto de las instituciones del Estado, incluida la Justicia aunque algunos jueces se estén ganando el fervor popular por su empeño en proseguir con sus instrucciones a pesar de todo.

Me temo que esta imputación solo ha sido posible después de todo lo ocurrido y que en otros momentos de nuestra historia reciente jamás la infanta Cristina se hubiera sentado en el banquillo de los acusados. Para que esto sea posible han tenido que darse más circunstancias, además de la indignación de la sociedad que ya no comprendería que no sucediera esta imputación: el malestar creciente de un sector importante de los jueces españoles -independientemente de su ideología- ante la politización de la Justicia española, las presiones continuas, públicas y groseras sobre su labor y las penosas condiciones en las que trabajan asfixiados económicamente, con escaso personal y unas infraestructuras deficientes; la crisis de la institución monárquica que provocó la abdicación de Juan Carlos I en su hijo, Felipe VI, como un intento de salvar la Corona; la desesperada situación de los partidos políticos que ya no pueden frenar a la opinión pública con un argumentario semanal elaborado por diseñadores de campañas electorales y que ven día a día como la opinión pública comienza a pedir responsabilidades a todos los que participaron de una forma o de otra en la fiesta de la corrupción o la toleraron con su inacción.

Esto es lo que ha costado imputar a una infanta de España, que aún no ha renunciado a sus derechos dinásticos aunque lo hará en las próximas semanas porque no sería aceptable que se sentara en el banquillo conservándolos como no parece tampoco probable que se pueda detener el momento en el que la infanta Cristina se siente en el banquillo salvo escándalo social. El coste evidencia que no, que en España, en realidad, no todos somos iguales ante la justicia por mucho que la legislación así lo contemple. Por si hubiera alguien que todavía no se había enterado. Quizá si alguna vez hubiera que imputar a otro miembro de la Casa Real sea menor el coste social. Por el bien de la Democracia.

10 comentarios:

DORCA´S LIBRARY dijo...

La peor parte de todo proceso depurador, se la llevan siempre los más débiles. Que además coincide, que son los que menos han participado en la creación de la crisis.
Estamos viviendo tiempos duros. Pero de todo ésto, creo que va a salir una nueva forma de dirigir un país. No se puede hacer a espaldas de los ciudadanos.
Ahora sólo queda que podamos ver que en Burgos también se investiga la corrupción urbanística y política. Que ya va siendo hora.

Montserrat Sala dijo...

Si pofesor:Estoy completamente de acuerdo contigo. La imputación de la infanta ha costado mucho mas de lo que hubiera sido de esperar si no se hubieran dado las circinstancias, político sociales, de la actualidad.
Poco a poco salen a la luz, cosas impensables de la monarquia que no gustan a los electores, y es posible que las cosas no acaben aquí.
Felices Fiestas!!!

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

No hago más que darle vueltas al asunto de “la indefensión”.
He escrito casi un tomo -hasta ahora en borrador-, para tratar de explicar uno de los muchos casos que sí harían real este concepto.
En fin.

Abrazos.

Joselu dijo...

Esta imputación ha sido lógica aunque no fácil como hemos tenido ocasión de observar. Has aquilatado bien los elementos que han concurrido en ello. La crisis, Podemos, la politización de la justicia y su búsqueda de independencia... Bien planteado.

Rita dijo...

Maravilloso post del que estoy completamente de acuerdo contigo en todo lo que cuentas.
Amigo mío, lo has bordado.

Besos.

DORCA´S LIBRARY dijo...

Ayer dejé un comentario, y me fui sin decir algo:
¡Feliz Navidad, Pedro!. Y lo mismo para el resto de los contertulianos.
Y no se te ocurra dejarte "quitar" un ojo por nadie. Tu mirada es necesaria para que sigas captando las pequeñas-grandes cosas y nos lo puedas contar.
Un abrazo.

LA ZARZAMORA dijo...

Y lo que costará, Pedro...
Cuando la vea entre rejas, me lo creeré, antes, va a ser que no.

Ele Bergón dijo...

Lo bueno de las crisis es que si se saben resolver porque se encuentran las causas, en el camino se van volteando los problemas anclados en el tiempo.

Besos

Campurriana dijo...

Somos iguales pero unos más iguales que otros.

dafd dijo...

Llevamos tanto encima que parece mentira. La indignación o el escepticismo campan a sus anchas. Lo curioso es que no hay más. Con estos mimbres tendremos que seguir tirando.
El escepticismo es una cosa curiosa combatida desde todos lados. La desconfianza se opone al ultimátum.