sábado, 6 de diciembre de 2014

La derecha y la Constitución española de 1978


La derecha española llegó casi quince años tarde a la defensa de la Constitución de 1978 -cuya ratificación en referéndum se celebra hoy- como un bien político español general. Los que tenemos cierta edad recordamos las reacciones de los políticos y medios de comunicación de la derecha ante las negociaciones que fueron plasmándose en el texto y ante la redacción definitiva de alguno de sus artículos (especialmente los que hacían referencia al sistema de autonomías). Y este rechazo continuó durante muchos años. El que fuera presidente del Gobierno por el Partido Popular, José María Aznar, andaba en 1979 en Logroño como un gris inspector de Hacienda y publicó en La Nueva Rioja una serie de artículos en los que manifestaba su rechazo a la Constitución y su filiación ideológica claramente franquista. De hecho, salvo excepciones, la derecha española no abrazó la Constitución española ni siquiera tras el fracaso del golpe de Estado de 1981. 

Algunos me harán ver la importancia de Fraga Iribarne en el texto constitucional y en la posterior deriva lenta hacia el constitucionalismo de sus correligionarios. Es cierto, Fraga tuvo una enorme trascendencia en esto pero su peso específico político fue menor que lo que su propia personalidad y sus años finales hacen ver: hasta su actuación en el Congreso de Diputados tomado por los militares sublevados nadie le tenía como referente de verdad en la derecha. De hecho, él no fue apartado en esas horas por los sublevados como sí lo fueron Suárez, Felipe González o Carrillo y algunos han explicado su rasgo de aquella noche por esta circunstancia. Fraga salió beneficiado de aquel intento de golpe de Estado: se convirtió en el aglutinador de la derecha que aceptaba poco a poco las normas de juego y quizá esa fuera su verdadera tarea histórica en aquellos años, llevar al constitucionalismo a sectores que no admitieron de buena gana la Constitución. Pero no debe olvidársenos que jamás pudo aspirar de verdad a ganar las elecciones generales, que tuvo que refundar su partido y ceder el testigo a otros dirigentes y que solo alcanzó a gobernar cuando se marchó a su Galicia natal.

El triunfo aplastante del Partido Socialista Obrero Español en 1982 desencadenó ataques brutales desde los sectores conservadores no solo al PSOE y sus dirigentes sino también a la Constitución que lo propiciaba que se calmaron cuando comprobaron la deriva socialdemócrata de este partido en los aspectos económicos y la cada vez mayor dependencia de organizaciones internacionales en las que se fue integrando el país (OTAN, Unión Europea) en las que no eran precisamente las tendencias más progresistas las que gobernaban. Aún así, siempre pusieron obstáculos a todas las medidas sociales entendidas como progresistas que regulaban los derechos fijados en el texto constitucional y, en los últimos años, el gobierno del Partido Popular ha procurado desmantelarlas con la excusa de la crisis económica. De todas las maneras, el cada vez mayor entendimiento con el PSOE en lo tocante al bipartidismo y las claves del que ahora se llama régimen de 1978 y la tradicional tendencia al consenso del PNV y CIU (hasta sus recientes inclinaciones independentistas) como fuerzas predominantes en el País Vasco y Cataluña, calmaron un tanto los temores de la derecha. El sistema se había equilibrado, las fuerzas económicas procedentes de los grandes sectores financieros gobernaban en verdad en la economía y la toma de decisiones importantes ha estado siempre en ámbitos supranacionales como la Unión Europea.

Pero fueron sobre todo dos los factores que llevaron a la derecha a sumarse a la lealtad a la Constitución de 1978. El primero, el período de estabilidad política y crecimiento económico que se abrió a partir de 1981 -a pesar de la minicrisis de los años 90-. Hasta los más recalcitrantes se dieron cuenta de que en la España constitucional se podía ganar tanto dinero como prometía un ministro de Hacienda socialista. Y el PSOE contribuyó a calmar muchos de los miedos de la derecha: no denunció el Concordato con el Vaticano, siguió contribuyendo a un sistema mixto en la educación o en la sanidad, comenzó el camino de las fáciles privatizaciones de las empresas públicas, la costumbre de colocar a los antiguos altos cargos en las empresas que habían nacido de las privatizaciones, reestructuró el sistema industrial español a costa de varias huelgas generales que ahorraron este coste al sector conservador, dejó campo libre a la actuación de las grandes multinacionales, etc.

El segundo factor es más interesante si cabe: la derecha comenzó a tocar poder en las autonomías nacidas del sistema político que tanto habían denostado. Y no hay nada que calme más la crítica a un sistema como que este te permita gobernar así como no hay nada más seguro para que se produzca un movimiento revolucionario que el hecho de que haya sectores poderosos fuera de la posibilidad de formar gobierno. El hecho de gobernar en las autonomías hace que muchos sectores conservadores del Partido Popular se conviertan en defensores de la Constitución española de 1978 y que lo manifiesten como si jamás hubieran pensado otra cosa. José María Aznar es un claro ejemplo de ello: tras sus artículos de Logroño fue presidente de Castilla y León en 1987 como trampolín para llegar al gobierno nacional. Poco a poco se fue constituyendo un nutrido grupo de dirigentes políticos y asesores en ámbitos municipales y autonómicos cuya pervivencia como tales estaba vinculada a la Constitución aunque sus ideas no fueran del todo homologables con ella. De hecho, en todos estos años ha sido frecuente en el seno del Partido Popular el debate sobre la recentralización de las competencias o la limitación del poder de los gobiernos autonómicos porque en el núcleo duro de este partido existe una tendencia a negar la construcción del sistema autonómico y la descentralización, verdadera raíz de la Constitución del 78.

Llegamos al presente. La derecha, que llegó más de diez años tarde a la defensa de la Constitución española de 1978 se manifiesta ahora como su más firme defensor. De hecho, se ha arrogado el papel de ser los únicos que pueden interpretar el texto constitucional ante cualquier movimiento que ellos sospechen que pueda alterar el estado actual de la realidad española. Afirman ser los únicos que pueden garantizar su cumplimiento o la integridad del territorio o la estabilidad del sistema. Y lo afirman una y otra vez armados con la Constitución. Es asombroso cómo los que más firmemente esgrimen el texto constitucional como si fueran las tablas de la Ley son los sectores más conservadores que no tenían tal fervor constitucional hace unas décadas, incluso es irritante ver que los que más muestran la Constitución como único camino de salvación son personajes de dudoso sentido democrático y cívico. Lamentablemente, el Partido Popular es el único hoy en día que mantiene tal fervor ante la Constitución, con lo que la Constitución de 1978 a la que llegaron tarde aparece ahora casi como secuestrada por este partido frente a todas las otras fuerzas políticas españolas y un amplio sector de la sociedad que pide su reforma parcial o total.

No hay mejor forma de destruir la Constitución de 1978 que impedir que esta se adapte a los nuevos tiempos. La pasión de converso por la Constitución que manifiestan los sectores más conservadores del Partido Popular y su condición exhibida continuamente de ser los únicos que la pueden defender es la mejor demostración de que el texto ha envejecido y que necesita una reforma en profundidad porque un texto constitucional jamás puede ser cosa de un único partido.

6 comentarios:

virgi dijo...

El anquilosamiento nunca tiene buenos resultados. Y estos impresentables no se quieren dar cuenta, me da que no saben lo que tienen que hacer.
Besos

Emilio Manuel dijo...

Lo siento Pedro, pero no estoy totalmente de acuerdo con lo que manifiestas, ¿quieres decir que no fue la derecha político-económica existente en el 77 la que redactó la Constitución?, es lo que entiendo, aunque seguramente lo entiendo mal, de todos modos diré que es cierto que la derecha más reaccionaria, entre ellos Aznar, se oponían a que nada cambiara, pero aquellos "padres de la Constitución" liberales y cristianos, espoleados por el poder económico no les quedó otra que hacer "reformas" que ahora se puede ver en su máxima extensión solo tuvieron mucho de mentira; algunos, durante un tiempo nos las creímos, teníamos ganas de ser demócratas y homologarnos a Europa, hoy, mas viejos y no se si más sabios, vemos como nuestra Constitución no es ni una sombra de las homologadas.

Hace unos días asistí a una conferencia sobre la necesidad o no de hacer reformas en nuestra Carta Magna, organizaba la UGR, allí se manifestaba que es normal que en países democráticos sus constituciones sufrieran cambios puntuales todos los años, y que cada generación para hacerla suya haga un gran cambio, aquí desde el 78 solo se han realizado dos, uno obligado por Brusela y fue como consecuencia de la entrada en vigor del tratado de Maastricht y el segundo para cambiar el famoso articulo 135 de la limitación del gasto, que nos ha llevado a que seamos el segundo país donde las diferencia sociales más han crecido.

Con todo lo anterior, la derecha Española, también la izquierda socialdemócrata, ha vivido muy bien con esta Constitución, tan bien que aquí no hemos tenemos ultraderecha, está comenzado a surgir ahora pero con otras connotaciones.

Puede que aquellos "padres de la patria" cuando le explicaron a Aznar y a los suyos que la Constitución que habían redactado era algo que se podía resumir con la frase "hemos cambiado todo para que todo siga igual", se tranquilizaron y volvieron al redil, tanto es así que lo hemos tenido de presidente de Gobierno siendo para algunos el mejor Presidente que ha tenido España.

Nuestra Constitución no necesita cambios, es que hay que redactarla de nuevo.

Un saludo y perdona por la extensión.

LA ZARZAMORA dijo...

Esta Constitución ha de retocarse, y es un imperativo viendo y constatando hoy día que ya ha caducado.
Que cumplió su papel y ya.
Siempre lo he dicho, y lo sigo manteniendo. ¿Por qué no se reformó durante la época dorada del socialismo?
¿Por qué ningún ciudadano se preocupó por aquel entonces en lo que escondía y reclamó que se abriese la caja de Pandora? Fuimos muchos de izquierdas en ni pensarlo por aquel entonces.
Sencillamente porque en tiempos de bonanza, y bajo la única oposición independentista y soberanista la del País Vasco, su manera de reinvindicar, y con preocupaciones sociales y económicas que no son las actuales, el panorama era muy distinto.
Y que si no pedimos con ahinco entonces lo que es hoy ahora un tanto de lo mismo, fue por comodidad...

Yo sólo me echo la culpa a mí.
Como tú analizo los hechos y llego a lo mismo.
Sólo que me digo que dejamos pasar una oportunidad en oro y ahora nos cuesta aceptar que nos equivocamos, y que seguimos el devenir de los tiempos hasta ver el derrumbe de cerca.

Eso sí, nunca es tarde para analizar/se, y reclamar justicia, barrer, limpiar y renovar desde los cimientos.
Y cambiarla y sanearla, o empezarla de nuevo y de arriba abajo es una tarea que no puede esperar mucho más, si queremos seguir construyendo un futuro digno y responsable para todos.

Besos, Pedro.

Abejita de la Vega dijo...

Políticos amnésicos que suprimirían las hemerotecas, total para qué.

DORCA´S LIBRARY dijo...

La Constitución del 78 no era perfecta. Necesitaba que se fuera mejorando con cambios que la hicieran evolucionar, a la par que lo hacía la sociedad española. Pero en lugar de eso, nuestros políticos han dejado que se quedara famélica.
Los discursos y las decisiones de los que creen ser nuestros representantes políticos, se han quedado obsoletos. A eso hay que añadir que su incoherencia ha llevado a nuestra sociedad a un lugar, que ni ellos mismos ya saben cúal es.
Los ciudadanos hemos demostrado, estamos demostrando día a día, que estamos muy por encima de ellos.
Lo único que puede justificar su cerril constancia en seguir haciendo las cosas tan mal es una ceguera, sordera y estupidez agudísimas.
Saludos.

dafd dijo...

Hoy en día la Constitución, como lo fue en su día de creación, sigue siendo esa mitad de camino de todas las sensibilidades. Una especie de mínimo común múltiplo. No sé si se cambiará o no, pero en lo que sí creo es en la idea de coparticipación. La Constitución lo es de todos.
Cualquier avance ha de tener presente todas las sensibilidades. Puede que haya un sector social que no quiera cambios (por tener intereses económicos), o que los contemple con disgusto, pero sin intereses directos en el tema. Y puede que haya un sector social que anhele esos cambios por diversas razones. Ninguno de ellos, sin cumplir las estipulaciones legales, tiene la legitimidad exclusiva para imponer sus propuestas a los demás.
La parte de la población que considera necesarias las modificaciones termina haciendo pedagogía de ellas, y, finalmente, convenciendo a los sectores más inamovibles con opiniones, no intereses, en contra de la evolución. Mientras, los que tienen intereses económicos en el statu quo no van a moverse por nada del mundo, con pedagogía o sin ella, a no ser que vean nuevos intereses en la transformación.