lunes, 8 de diciembre de 2014

El precio de la eterna juventud


Desde hace unos años, compañías privadas te ofrecen la posibilidad de congelar una muestra de células madres por si las necesitaras veinte o treinta años más tarde para curarte de una grave enfermedad sin tener que recurrir a material genético de otra persona. Lo he visto la pasada semana en un informativo de máxima audiencia de un canal de televisión español que parecía un publirreportaje. Todo era maravilloso en aquella clínica, limpio, confortable y moderno. Los empleados, los médicos y los clientes sonreían, eran jóvenes y su aspecto era el de la felicidad como debe ser. La mujer que había dejado allí la muestra congelada de su tejido sonreía y parecía aliviada de un gran pesar, como aquel que tiene la seguridad de haber hecho una inversión que le dará rendimientos en el futuro. Solo por la extracción y la congelación había abonado unos miles de euros. Los presentadores del informativo lo celebraban también con sonrisas cómplices entre ellos. Recuerdo que los precios en Francia, hace tan solo un año eran considerablemente más altos, ignoro si en esto también hay categorías según el color del congelador o la calidad del frío. Dentro de veinte o treinta años la investigación genética habrá avanzado tanto que se conseguirá, con esa parte tuya que se te extrajo cuando eras joven, no solo sanarte sino con toda seguridad devolverte en parte a esa edad que ya perdiste.Tu hígado, por ejemplo, podrá volver a beber como cuando tenías veinte años. Y tu corazón latirá con la fuerza de los treinta. O eso prometen, quizá ya sea posible pero tan caro que no nos hemos enterado.
Este avance médico, en manos de la medicina privada, en un futuro próximo en el que la sanidad pública se haya desmoronado tal y como vemos que ocurre hoy sin necesidad de dotes de adivinación, tiene un precio, un coste social que agrandará las diferencias entre ricos y pobres, entre países desarrollados y no desarrollados de una forma mucho más agresiva que lo que sucede hoy.
Imaginemos, como quieren decirnos los grandes expertos neoliberales, que el mercado corrige las desviaciones por sí solo mejor que lo que ha hecho con los precios de la telefonía móvil en España y que dentro de un tiempo esto será tan barato como el paquete de cigarrillos que hace que necesites tus células para regenerar tus pulmones dentro de un par de décadas. Pero, por ahora, tus células madres se quedan en tu cuerpo a no ser que tengas unos miles de euros disponibles. Y cuando todo sea tan barato y eficaz como nos ofrece la utopía neoliberal (¿a todos los habitantes del planeta?), tú ya no estarás en edad para que tus células te sanen nada. Casi mejor.  A mí no me gustaría seguir viendo en las noticias los mismos rostros de los que ahora gobiernan de verdad el mundo, rejuvenecidos una y otra vez con las células que se congelaron cuando eran jóvenes. Pero este camino de la experimentación genética si sigue así no hará más que agrandar las diferencias entre los seres humanos de este mundo.

8 comentarios:

DORCA´S LIBRARY dijo...

Nos queda una esperanza, que los bancos de células madre, hagan lo mismo que hicieron los otros, los que "guardaban" el dinero para planes de pensiones y para invertir en las preferentes. Si es así, cuando los que ahora les han confiado sus células vayan a recogerlas, se encontrarán que no hay nada. Y tendrán que quedarse con el cuerpo que le corresponde a la edad que tengan.
Un abrazo, Pedro.

Emilio Manuel dijo...

¿Eterna juventud?, ¡¡anda, quita ya!!.

Saludos

Abejita de la Vega dijo...

Cuando la sanidad o la educación se convierten en negocio...

mojadopapel dijo...

Además a ti no te hace falta... has dicho en este medio que cada año vas a cumplir uno menos...jeje.

São dijo...

Ay, que quando vejo estas reportagens e e leio sobre estes avanços só me recordo de "Admirável Mundo Novo" de Aldous Huxley!!

Querido amigo, abrazos

Campurriana dijo...

No lo he visto pero sólo pensar en ver a algunos rejuvenecidos una y otra vez... Buffff

Ele Bergón dijo...

¡Qué dichosa manía tienen los poderosos de querer ser eternos para seguir haciéndonos la puñeta al personal. Pues lo siento por ellos, pero por más que se empeñen no lo van a conseguir, lo digo por la eternidad, que por lo otro, ya hace tiempo que lo ha conseguido.

Un abrazo

Luz

dafd dijo...

Esta anotación es como de ciencia ficción.
Por cierto, es curiosa esa falta de discontinuidad que señalas, efectivamente, entre el programa televisivo y el espacio publicitario. Ya uno no sabe, o se pierde, en qué momento termina el uno y cuándo empieza el otro. Como si la publicidad formara parte del espacio periodístico y contara con todas las garantías de la imparcialidad.
Cada canal se cree dueño de esa imparcialidad, extendida entre su audiencia como una gran burbuja (en la que el espectador hipnotizado está encerrado) contra todas las demás opiniones. Por ello las pantallas serán más y más grandes hasta llenar las paredes, para, así, encerrar mejor al espectador, como en Fahrenheit 451.