jueves, 18 de diciembre de 2014

Del diario a la novela: La sonrisa robada de José Antonio Abella y noticias de nuestras lecturas.


La sonrisa robada de José Antonio Abella (Premio de la Crítica de Castilla y León 2014) es una historia construida a partir de una pasión que se introduce en una época desoladorada para mostrarnos facetas que nadie había narrado antes. Inicialmente nos cuenta la investigación que el narrador principal -el propio Abella convertido en personaje- realiza para completar la historia que su amigo, el artista José Fernández-Arroyo, había dejado escrita en un Diario publicado tiempo atrás. Es, por lo tanto, una obra que se construye en un doble plano: en primer lugar, la narración extraída del Diario de Fernández-Arroyo, el conjunto de materiales que lo sostienen y la memoria de este manifestada en las conversaciones que mantiene con Abella; en segundo lugar, la narración de Abella en la que nos da cuenta de su investigación y de todo lo que afecta esta a la historia original. Se trata pues, de una novela muy actual en su propuesta literaria, insertada en el formato de la novela de no ficción que trata de forma literaria un material que procede directamente de la realidad. Es, además, una inteligente apuesta metaliteraria puesto que asistimos a la construcción de la propia novela manifestada continuamente en el personaje del narrador principal, sus dudas y temores.

Pero sobre todo esto se impone el núcleo principal: la historia de amor de dos jóvenes en una Europa desolada tras la II Guerra Mundial y sus consecuencias. Él es un joven español, habitante de una España gris, la franquista. Ella es una joven alemana cuya familia tiene un pasado vinculado con el nazismo. Ambos se conocen a través de las cartas que se intercambian a partir de los encuentros epistolares favorecidos por la prensa de la época. La historia de este amor y sus consecuencias no son solo algo que atañe a la biografía de ambos jóvenes, sino que afecta a millones de personas de su edad que tuvieron que afrontar una postguerra dura que rompió las vidas de tantos.

Hay una gran reflexión sobre la crueldad del ser humano y la desolación de las ideologías totalitarias, pero también una profunda apuesta por la ilusión basada en los sentimientos: la amistad y el amor.

De la mano de Abella nos trasladamos a la Europa de la postguerra y a la vivencia de un amor que marcará no solo la vida de los protagonistas sino también el recuerdo de los lectores. La sonrisa robada, cuya lectura nos ocupará hasta mediados de enero, es una de esas novelas que se olvidan difícilmente por lo que cuenta y, por supuesto, por cómo lo cuenta.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino capta en su introducción a la lectura de La sonrisa robada toda la profundidad que hay en esta novela: una historia que se te pega tan adentro que no puedes olvidar la vida de sus protagonistas.

Paco Cuesta contextualiza el punto de partida de la historia que narra La sonrisa robada: los protagonistas eran adolescentes cuando la guerra vino a truncar sus biografías,  Imprescindible su paseo con el cuello del abrigo subido para comprender la novela.


Penélope sigue leyendo Nada, de Carmen Laforet. Llega aquí a seleccionar citas a partir de la liberación de Andrea de Angustias... No os perdáis su trabajo de ilustración.



Pancho lleva a los protagonistas hasta Zaragoza y allí termina Sancho en la cárcel. No podía ser de otra manera: en este trío está todo lo que Avellaneda quiere destruir de su homenajeado Cervantes... Y acaba con los Beatles, aquí sabréis cómo.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

6 comentarios:

pancho dijo...

Sancho da con sus huesos en la cárcel de la bien murada ciudad de Sigüenza por permenecer fiel a su amo. Aunque de mala gana pega los carteles de publicidad en los que desafía a los caballeros de la ciudad que no proclamen la belleza imposible de su emperadora, Bárbara, la mondonguera de Alcalá. Avellaneda acentúa, exagera, lo sugerido en el Quijote de Cervantes con relación a Dulcinea. Sancho cuenta a la reunión de damas en el palacio de los duques que la había visto cribando costales de trigo. Pero mantiene la idea que de ella tiene don Quijote. Aquí es su emperadora Cenobia, futura reina real de Chipre en cuanto salde las diferencias con Bramidán de Tajayunque, la única diferencia es que la conoce de cerca y no ve sus defectos. En eso se parece a las canciones de los Beatles cuando se escuchan de cerca...
El armazón de "La sonrisa robada" parece complejo y trabajoso de hilar, muchos y variados mimbres que conjuntar por lo que nos cuentas.

Abejita de la Vega dijo...

En "La sonrisa robada", José Antonio Abella el escritor y José Fernández el poeta amigo se funden y se confunden, unidos por el mismo sueño. Románticos tardíos, adolescentes incurables y erráticos, buscan a Edelgard fuera del papel.

Los seguimos a través de un mundo de belleza y sensualidad, de música y literatura, de jardines florecidos donde nos envuelve el sol. Pero pronto vamos a tropezar con los restos de un tiempo odioso. No, no puede ser, una muchacha tan sensible, tan amorosa, tan culta…no puede tener nada que ver con las cruces gamadas.

Atravesamos el puente estrellado.

Un abrazo, Pedro. Felices vacaciones.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Llevo los tres libros en la cabeza, pendientes de teclear algo sobre ellos.
Espero poder preparar la entrada -a tiempo-, la semana próxima.

Abrazos.

Ele Bergón dijo...

Me ha sido difícil conseguir el libro, pero mi buena amiga Mª Ángeles, me lo ha conseguido y ya lo tengo en mi poder. Pronto me pondré a ello

Besos

Luz

andandos dijo...

Nada ha sido una de las mejores novelas que he leído, sin duda. Cuesta creer que sólo tuviera Carmen Laforet 23 años. He leído su biografía y no fue, aparentemente, muy feliz, pero quién sabe.

Seguimos, un abrazo

Paco Cuesta dijo...

Un amor a la antigua usanza