jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Tienes miedo? El inicio de Nada de Carmen Laforet y noticias de nuestras lecturas.


La pregunta que le hace Gloria Andrea al inicio de la novela (¿Tienes miedo?) resume el punto de partida de Nada. Pocas veces una novela nos introduce con tanto acierto en un ambiente como ocurre en el primer capítulo de esta narración.

Andrea es una joven que llega a Barcelona para estudiar Letras en la Universidad. La energía de la juventud, la decisión personal de salir de su lugar -en el que se comporta de forma rebelde para imponer su firme planteamiento de que la manden a estudiar a Barcelona- para ir a la gran ciudad y sentirse libre, la emoción de la llegada, le impide en los primeros momentos comprender dónde se encuentra: el tren ha llegado con tres horas de retraso, la ciudad no se presenta amable ante sus ojos, pronto se hace referencia a la guerra civil tan reciente y sus consecuencias, su abrigo es viejo y la maleta no es la adecuada. No importa, ella lleva su impulso personal dentro y el recuerdo de una Barcelona que conoció de niña, llena de gente alegre, anchas calles y tranvías.

Pero le basta el primer vistazo desde la puerta a la casa de la calle Aribau donde vive su familia, la que la acogerá en su estancia en Barcelona y a la que apenas conoce, para que todo se desmorone. El ambiente de aquella casa es asfixiante: apenas hay luz, todo está sucio, sus familiares tienen extraños comportamientos, hasta los animales que viven allí -un gato, un loro, un perro- se comportan con rareza. Las primeras conversaciones, los rostros, la manera en la que aparecen poco a poco cada uno de los habitantes, la experiencia de la ducha, todo incrementa la angustia en Andrea. Sí, llega a tener miedo. Sin duda intuye que el infierno puede estar en su propia casa, en aquel hogar que conoció mejores tiempos y ahora es un caos lleno de muebles amontonados, en el que las cosas en su desorden y suciedad -como le dice Román- parecen provocar los gritos. El pasillo oscuro que se abre ante la mirada de Andrea es un pozo hacia la tristeza. De ahí que los momentos que vive fuera de la cadena del hogar y de la familia sean tan liberadores.

En estas primeras páginas ya tenemos planteado uno de los temas centrales de Nada: la posibilidad de libertad y felicidad de un individuo -más aún si este es mujer- en un ambiente hostil y su capacidad de supervivencia como tal, como individuo con derecho a la libertad y la felicidad. La calle Aribau condensa lo peor del ambiente denso e irrespirable de la España de los años cuarenta.

Noticias de nuestras lecturas

Coro Entreaguas retoma sus colaboraciones con este Club y, de forma certera, nos muestra una de las virtudes del libro de Carmen Laforet: la capacidad de explicar vidas de varias generaciones.

Mª Ángeles Merino nos cuenta el resultado de su cita a té y literatura con Andrea... y nos ayuda a comprender Nada desde dentro del personaje.

Paco Cuesta pasea el otoño para comprender Nada y aborda en su propio monólogo la concepción de herramienta para conocer la sociedad del momento que es la novela en manos de Carmen Laforet. Una entrada muy inteligente.


Pancho continúa su caminar junto a don Quijote y es capaz de juntar a los Beatles con Avellaneda con tanta habilidad como suele. Llega al núcleo ideológico de la novela con esta oportuna entrada.

Ya sabéis que recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis.

Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.

6 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

¡Eh chicos!
¿Hay alguien ahí?
Es lo que ocurre los jueves...

En "Nada" hay mucho miedo, Gloria pronuncia la palabra y consigue que Andrea se convenza que en el piso de la calle Aribau lo hay a espuertas.

He acompañado a Andrea entre las luces mortecinas y verdosas, las telarañas, los muebles amontonados, los desconchados que abren la desdentada boca, las huellas de manos que alguna vez pidieron auxilio, la cama velatorio...Y eso son tortas y pan pintado al lado de los seres fantasmales con quien va a compartir techo.
Andrea se ahoga pero aprovechará el poco oxígeno que le ofrecen sus amistades de la universidad, que tampoco la entienden mucho.

Veamos como respira, poco...pero se salva.

Un abrazo


Ele Bergón dijo...

Hola Pedro:

Sé que llegué tarde. La entrada la puse el jueves hacia las nueve o diez de la noche, pero ahí está.

Como dice Mª Ángeles parece que estamos algo dormidos.

¡Cuántos problemas trae el miedo! Lo malo es que cuanto más huyes de él, más te vas acercando al lugar donde no quieres ir. Bien lo saben los que nos lo infunden y en estos años en los cuales se desarrolla la novela de NADA el pánico corría por las calles y casas como esta situada en la calle de Aribau.

Un abrazo

Luz

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Hice la entrada, pero no llegué a tiempo.
Los personajes eran para temer, y alejarse. A Andrea, parece que le faltan energías para tomar decisiones; quizá, todos debilitados y nerviosos por el hambre.

Un abrazo.

Estrella dijo...

Esa fuerza de su juventud y el deseo tan grande de libertad que trae desde el pueblo del que llega parece que es lo que ayudará a Andrea a respirar, a pesar de que en esa casa no parece haber ni un resquicio por el que pueda entrar una gota de aire puro.

Myriam dijo...

Ya terminé de leer la novela "Nada", me gustó mucho.

Me gustó particularmente como Carmen Laforet describe esos ambientes, interiores y exteriores físicos y psíquicos; también me gustó como está diseñada la dinámica de las relaciones entre todos los personajes, algunos tan asqueados, tan perversos, tan enfermos.

Por último, me gustó el poder de la amistad sincera y profunda entre las dos amigas, una amistad que permite a Andrea una salida venturosa de ese ambiente claustrofóbico, mezquino, intrusivo, promiscuo, violento, mugriento, famélico, etc, de la casa familiar en Barcelona.

Y es así (y de ahí para mi su atemporalidad/actualidad): el cariño sincero, el afecto, la preocupación genuina por el otro, el abrazo y el hombro (en el momento justo) en el que poder apoyarse, salva. ¿Qué sería de nosotros como especie, sino pudiéramos contar con, al menos, una mano amiga?

Abrazos a todos

Paco Cuesta dijo...

La libertad para Andrea está fuera de la casa, metáfora de la sociedad exterior donde tampoco abunda la alegría.