domingo, 16 de noviembre de 2014

Por el camino de sirga del Canal de Castilla, entre Dueñas y Valladolid


Por el camino de sirga del Canal de Castilla al paseante le da tiempo a pensar muchas cosas. Desde el puente de las Candelas de Dueñas hasta la dársena de Valladolid hay sus buenos 30 kilómetros que me dispongo a recorrer con la calma del que no tiene prisa por llegar. Amenaza lluvia a primera hora de la mañana, que caerá con insistencia desde Palazuelos pero el refugio está en el mismo camino, en querer seguir hacia adelante para acompasar el ritmo de los pies al de la mente. En este mes de noviembre que ya gira hacia el invierno no hay riesgo de cruzarse en un día lluvioso con muchos excursionistas. Quizá algunos que van o vuelven en bicicleta para hacer deporte o dos mujeres con grandes paraguas cerca de Aguilarejo que caminan serias y hablándose con frases cortantes y gestos enérgicos. El resto del camino es solitario y yo soy el único con mochila a la espalda. En la mochila, lo esencial: un bocadillo, agua y un termo de café caliente. Y dos bombones con licor de premio para mitad del camino.

Hasta Dueñas hay tren y después solo queda seguir la margen izquierda del ramal sur del Canal de Castilla por el camino de sirga, el que usaban las mulas para tirar de las barcazas cargadas de cereal que subían hacia Alar del Rey. Es imponente el esfuerzo que supuso la construcción del Canal y no debería pasarnos desapercibido. Bastaría con imaginarnos estos páramos de la llanura castellana sin él y sin lo que supuso. Primero, su preparación. Se hablaba de este canal desde el siglo XVI pero no fue hasta el siglo XVIII cuando se inició el proyecto, con el esfuerzo de los ilustrados por modernizar España y acompasarla a los ritmos europeos e intentando compensar un retraso de dos siglos en estos empeños necesarios. Al marqués de la Ensenada se debe el lanzar la idea definitiva y las obras se iniciaron el 16 de julio de 1753 para detenerse al año siguiente y no retomarse hasta 1759. Así es la historia de España, tan desgraciada. La obra sufrió retrasos por falta de recursos económicos y conflictos bélicos, como la guerra de la Independencia. También hubo sus corruptelas, que no faltan nunca en este país cuando se trata de obra pública. Y desde 1804 hasta 1831 se abandonó. Finalmente, sería una concesión a una empresa privada a cambio de la cesión de su gestión por setenta años lo que dio el impulso definitivo al Canal. Este ramal que recorro, el Sur, se puso en funcionamiento en 1835 y el de Campos, con final en Medina de Rioseco, en 1849. Aquellos primeros años fueron venturosos y sacaron del aislamiento a la economía castellana: se pusieron en cultivo más tierras y el excedente podía comercializarse fuera de Castilla, fuera de España, incluso, subiéndolo hasta Reinosa y de allí a Santander embarcándolo hacia el Reino Unido o hacia Holanda.

Pero no fue solo el mundo agrícola el que se vio beneficiado. El Canal significaba la visualización de la modernidad necesaria, una ventana al mundo por el que hasta los más reacios podían ver las novedades en ingeniería e industria y la importancia de las profesiones que las desarrollaban. Junto a las profesiones venían nuevas ideas. También un nuevo tipo de obrero especializado en el cuidado de las esclusas y el mantenimiento del Canal, en la conducción de las barcazas cargadas de cereal, obreros de carga y descarga en las dársenas de embarque, comerciantes que ajustaban los precios y cuidaban de la organización del trasporte.

A su vez, la fuerza motriz del agua fue usada para desarrollar una industria harinera que ha sobrevivido hasta tiempos recientes, en los que ni el trigo de Castilla parece ser ya competitivo en un mundo globalizado ni las harinas de estas tierras soportan la entrada en el mercado nacional de harinas de otros lugares, más baratas aunque casi nunca mejores. Una tras otra, las fábricas de harina surgidas a lo largo del Canal de Castilla han cerrado y los edificios abandonados marcan hitos de mejores tiempos.

Todo parecía feliz pero como suele ocurrir en España el Canal se había construido varios siglos después de lo que debiera. Se puso en funcionamiento en tiempos en los que la modernidad giraba hacia el vapor y el Canal no podía soportar la navegación de barcos con motor ni competir con el ferrocarril que fue creciendo a su lado. Todo el esfuerzo intelectual, económico y humano apenas duró unas pocas décadas y el canal pasó a tener una única función, el riego de las tierras de la zona por las que trascurre.

La importancia de este Canal es grande. Primero, porque es parte del patrimonio histórico de la ingeniería industrial -por lo tanto, de la cultura-, al que solemos dar escaso valor como país que cuida solo a empujones su historia: su importancia como testimonio de un esfuerzo de ingeniería es evidente. Por eso mismo, urge recuperar las fábricas de harina abandonadas y ponerlas en uso a la manera de la fábrica de harinas San Antonio de la dársena de Medina de Rioseco (que yo pude ver en funcionamiento en la década de los ochenta del siglo pasado guiado por el que entonces era su dueño gracias a una historia que contaré algún día) o como las del tramo final del ramal Sur. Segundo, porque aparte de su función para el riego, tiene una importancia enorme por su valor ecológico. El Canal ha creado su propio ecosistema, permite la pesca y el senderismo con interés en el deporte, la naturaleza y la cultura. Las filtraciones han creado humedales visitados por aves migratorias y el milagro del agua ha llenado sus márgenes de chopos, álamos, olmos, sauces y todo tipo de arbustos silvestres.

No todo es negativo. El Canal y el camino de sirga están bien cuidados por la Confederación Hidrógráfica del Duero, es accesible, ha sabido conservar su esencia rural y en sus tramos urbanos se ha ajardinado casi siempre con acierto recuperándolo como entorno de esparcimiento.

Pero en mi caminar, quizá por la lluvia constante y el cielo oscuro, predomina ese sinsabor de un país que solo parece desarrollarse a empujones, sin constancia, entorpecer los proyectos de futuro para desarrollarlos cuando están a punto de quedarse antiguos superados por nuevas vías de desarrollo, usarlos siempre rodeados de sospechas de corrupción y fraude y abandonar su patrimonio para redescubrirlo solo cuando ya es una ruina.

Será que es otoño y llueve.



Esclusa 39, a la altura de Cubillas de Santa Marta.



Leguario del ramal Sur del Canal indicando la distancia a cada localidad. En el lado frontal, distancia en leguas a Rioseco; en el lado sur, distancia a Alar (en este caso, 22); en el lado norte, distancia a Valladolid (en este caso, 3 y 1/4).








Fotos de la esclusa 40, cerca de Palazuelos. El edificio corresponde a la antigua fábrica de harinas César Yllera (también conocida como de Las Luisas), en lamentable estado de ruina. Todavía se conserva parte de la maquinaria antigua y moderna, como la noria del molino. Comenzó a funcionar en 1840 y se abandonó a finales del XX.


Puente de Cabezón sobre el Canal de Castilla.



Esclusa 41. 
En la actualidad se ha construido un restaurante en el edificio del molino de harina primitivo.


Esclusa 42, recientemente restaurada para dependencias del Centro de Control de la Cuenca del Duero de la Confederación Hidrográfica del Duero. Esta esclusa de navegación es la única que conserva las compuertas originales del siglo XIX. Las esclusas rectangulares de este tramo del Canal, diseñadas por la empresa privada que se hizo cargo de terminar la obra, aunque permitían el paso solo de una barcaza, supusieron una ventaja con respecto a las ovaladas de otros porque permitían una velocidad mayor en llenado y vaciado para saltar las diferencias de nivel.





Fotos correspondientes a la dársena de Valladolid, en el barrio de la Victoria junto a la carretera de Gijón, en donde todavía se conservan algunas edificaciones correspondientes a almacenes, administración y vivienda de los trabajadores, así como diversa maquinaria tanto para el control hidráulico del canal como para proceder a la carga y descarga de las barcazas.


Aliviadero de la dársena de Valladolid


Parte final del canalillo de desagüe del Canal camino del río Pisuerga. La fuerza del agua se aprovechó para instalar sobre él la fábrica de harinas la Perla en 1840 (en funcionamiento hasta los primeros años del siglo XXI), restaurada recientemente como Hotel Marqués de la Ensenada. El nombre se puso como homenaje al impulsor de la construcción del Canal de Castilla en el siglo XVIII, el político reformista ilustrado.


Salida final al río Pisuerga del agua del aliviadero del Canal, junto al Puente Mayor de Valladolid.

16 comentarios:

XuanRata dijo...

Tiempos diferentes, diferentes usos, estratos que se acumulan y configuran una especie de corriente vertical, otro eje con el eje del canal.
Te envidio esos largos y profundos paseos siguiendo el curso lento de tantas cosas.

Un abrazo.

lichazul dijo...

cuanta nostalgia Pedro
y el agua , la misma agua una y otra vez trayendo vida a sus riberas, cuanta historia entre los humedales , cuantas batallas personales

hermosas fotos

bss y buena jornada

Montserrat Sala dijo...

Hola: Qque lindas fotos, Y que recorrido tan especial. Sabia que eras un solitario, però no que fueras tan buen caminante, me ha sorpedido. Me alegro por ti. Así se goza de la vida, con la naturaleza como testimonio.
Mucha salud, amigo!

Luis Antonio dijo...

Interesante reportaje que me hace sentir lo mucho que ignoro de la tierra castellana. Todavía hay tiempo...

São dijo...

Belissimas fotos.

Gosto de caminhar, mas impossível fazer caminhadas tão longas...

Boa semana, amigo mio :)

Edurne dijo...

Siempre interesantes estos paseos tuyos.
Productivos, educativos, intensos y reflexivos...
Gracias!
Besos.
;)

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, professor Ojeda:

¡Cuántas historias de trabajos y fatigas, habrá, detrás de las piedras de esas obras y de esa maquinaria oxidada!

Un abrazo.

Marina dijo...

... el agua y tú :)

Besos

mj dijo...

Todo cambia y nosotros también. Lo que un día sirve, al otro no, o sirve para otra cosa. Es parte de la vida. Pero lo cierto es que en muchas cosas no se ha tenido mucha visión de futuro.
Me conmueve el último parrafo de tu texto, pero será eso, que es otoño...
Un abrazo fuerte
mj

José Núñez de Cela dijo...

Caminar da para mucho, ya lo sabemos. Esos paisajes todavía lo embellecen más.

Saludos!

SARA dijo...

Como me echo de menos Castilla, entre Dueñas y Valladolid me he criado, pasando por Valoria la Buena, ver estas fotos cuando hace ya 5 meses que no voy por allí me ha emocionado gracias por tus fotos Pedro.

andandos dijo...

Me gustan estas crónicas (no sé si llamarlas así), de tus salidas a la naturaleza, o simplemente de tus salidas los domingos. 30 kilómetros son bastantes, más de los que hago yo. Creo que leí algo ya tuyo relacionado con el Ebro y, hace años, en El País, una narración por capítulos, de Arcadi Espada, sobre el Ebro desde su nacimiento hasta su desembocadura. Me gustan mucho este tipo de entradas.
Creo que vimos el Canal de Castilla en Frómista o en Carrión, no recuerdo bien (Frómista, diría yo), y lo recorrimos un tramo una tarde, pero hay que dedicarle más tiempo, como has hecho tú, para conocerlo y que forme parte de lo que sabes siempre. Por aquí tenemos el de Aragón y Cataluña, el de Monegros, y otros, y Joaquín Costa habló de esto y de más cosas, pero, algún día, debo aprenderlo de una vez por todas.

Un abrazo

M. Deveriá dijo...

Qué buen relato has hecho de ese ramal del Canal de Castilla, una de las grandes obras de ingeniería hidráulica de nuestro país a la que has añadido poesía.

Pamisola dijo...

Qué interesante y bello recorrido, una obra muy importante en tiempos y que resulta emocionante recordar por lo que significa como esfuerzo del hombre por progresar.

Gracias por el regalo que nos haces de tus caminatas.


Besos.

Paco Cuesta dijo...

Algo que no valoramos debidamente.

dafd dijo...

Qué interesante. Es llamativo el hecho de que la construcción del Canal fuese como a arreones. Seguramente al capricho del gobernante de turno. Eso es definitorio, efectivamente, de lo que somos.