miércoles, 1 de octubre de 2014

Las condiciones para un referéndum sobre la independencia de Cataluña


Siempre habrá un sector de la población catalana que sea cual sea la situación quiera la independencia con respecto a España. Hasta ahora este sector no era mayoritario ni podía aspirar a serlo. Lo que nos falta saber si es mayoritario o no en el presente. La evolución en la última década está muy clara: se han sumado a esta opción muchas personas que hasta este momento no querían la independencia; la presión social que llevan a cabo es creciente y su presencia en la calle cada vez más notable. No es bueno que una democracia desoiga una demanda de una parte creciente de su población. Y por eso Cataluña debe votar y deben ser los catalanes los que expresen su deseo sobre esta cuestión, no el resto de los españoles. Es la única forma de salir de dudas porque a nadie puede ocurrírsele que el resto de los españoles puedan obligar a permanecer en España a una Cataluña mayoritariamente inclinada por la independencia. Sería un absurdo histórico y una fuente de tensiones. Y si la opción mayoritaria es la independencia, debe procederse a una transición ordenada en este sentido. Y si no lo es, dedicarse a construir un Estado en el que entremos todos por lo menos durante medio siglo.

Pero lo que se planteaba para el 9 de noviembre no era la mejor opción sino la única que las estrategias políticas de CiU y PP han dejado. El presidente catalán sabía que era imposible votar el día 9 y el presidente español lo sabía también. A partir de ahí han establecido sus estrategias con un fuerte sentido electoral, sin escrúpulos ante las grietas que pudieran surgir ni el juego emocional que supone en una parte de la población, todo lo contrario: han buscado con ganas esos efectos emocionales porque piensan que les darán rendimiento en votos. Esta certeza de que no se podría votar el día 9 que tenían sin importarles que se recorriera todo el camino les hace a ambos, por igual, responsables de las consecuencias que tenga todo este movimiento. La primera es un colapso de las instituciones. Si se cumple el resto de la hoja de ruta del presidente catalán, en breve se convocarán elecciones plebiscitarias -un fraude democrático- que no legitimirán al que resulte vencedor en ellas y provocarán un mayor ruido, una inestabilidad mayor y un paréntesis muy fuerte en la recuperación económica. Este es el horizonte a corto plazo anunciado ya y ante el que no hay ninguna otra oferta por parte del presidente español porque él está pensando en sus propios procesos electorales.

En un horizonte próximo es imposible una votación sobre la independencia catalana como la planteada con suficientes garantías democráticas. La legislación nacional lo impide porque no se puede esconder en una consulta un referéndum. Jugar con esa estrategia es similar a una mentira infantil basada en la literaridad de las expresiones, casi como un chiste de Jaimito. Lo que hay que votar es, directamente, si se quiere o no se quiere la independencia porque es una demanda real y creciente en la sociedad catalana y sostenida por una gran parte de sus representantes políticos. El presidente catalán ha jugado con las palabras y con las mayorías parlamentarias: no tenía claro que pudiera ganar una votación en el parlamento si planteaba directamente la pregunta, no tenía claro ni siquiera las consecuencias internas para la propia coalición que lo sostiene, amenazada de ruptura. De ahí que no lo haya hecho y actúe como un tahúr con una hoja de ruta tramposa e imposible de cumplir a la espera de que sus resultados electorales mejoren. O quizá haya decidido convertirse en un mártir político de la independencia catalana al considerarse ya un político amortizado.

En Cataluña se debe convocar una votación para que la población catalana se exprese sobre si desea o no la independencia. Este pregunta no puede darse hoy en día. En primer lugar, porque no ha habido debate real; en segundo lugar porque la legislación lo impide. Para llegar a ella deben darse algunos pasos que se suman a un proceso general de trasformación del sistema español creado en la Transición.

La ineptitud y el interés de nuestros políticos, su falta de perspectiva histórica y el escaso compromiso de buena parte de la población española nos ha traído al año 2014 con muchos deberes sin hacer. La Constitución española necesita una profunda reforma, la legislación electoral española necesita cambios urgentes, el sistema político español debe repensarse. No es nada dramático. A diferencia de otras Constituciones, la nuestra es muy reguladora y necesita reglamentos y normas que la desarrollen. La falta de consenso entre los dos grandes partidos políticos y el apoyo de los partidos nacionalistas mayoritarios -no lo olvidemos, son corresponsables del sistema creado en la Transición española- ha mantenido interesadamente una situación que ahora se desmorona y necesita una actualización. Es normal: un sistema reglamentista como el español necesita adaptar las normas cada cierto tiempo.

Por otra parte, el encaje en España de Cataluña deben reorientarse también cada cierto tiempo por su misma raíz. Por mucho que algunos nieguen que el pasado influya en el presente, España se constituyó a partir de una federación de reinos, los derechos forales existen y no pueden anularse, así como las identidades propias de las nacionalidades que constituyen España. España es así y no sirve de nada decir que no debería ser: es parte de nuestra esencia como país. España no puede ser un Estado centralista. Después de la Constitución de 1978, ni siquiera puede reducirse a las llamadas autonomías históricas.

Tenemos, por lo tanto, que encontrar un camino común para el próximo medio siglo. Este camino no está exento de convocar un referéndum en Cataluña sobre su independencia, pero este debe hacerse mientras se trabaja con las ofertas y los debates sobre los pros y los contras y la realidad de las cosas y no solo con las emociones como argumentos. En primer lugar y aunque les dé pereza a muchos, hay que renegociar continuamente las condiciones fiscales y todo tipo de legislación.

En segundo lugar, hay que acometer toda una política de acercamiento. Sucede que a diferencia de lo que ocurría hace unos años, en las calles catalanes comienzan a escucharse a diario discursos victimistas por un lado (España nos roba, los españoles no nos quieren, los españoles desprecian nuestra lengua, la historia de España ha sido un constante ataque a los intereses catalanes) y utópicos por el otro (con la independencia crearemos un país que solucione nuestros problemas aunque tengamos que pasar unos años malos, la independencia generará una nueva realidad en la que todo será más fácil porque nadie nos dirá qué hacer ni nos robará nuestros recursos) que comienzan a calar como si fueran verdades cuando no lo son. Lo mismo sucede en el ámbito nacional. Y es muy difícil razonar con sentimientos. Por eso, se necesita de forma urgente una política de acercamiento en la que se expongan las verdades históricas y las verdades presentes, las consecuencias reales de una independencia y las posibilidades de seguir caminando juntos.

Pero es mucho más importante acometer una reforma en profundidad de la Constitución española. No sé para cuándo se va a dejar una tarea tan necesaria para la que parece no haber tiempo nunca. En la gestación de esta Constitución habrá que negociar y los resultados serán válidos para otros treinta años. A no ser, claro, que su resultado sea una imposición de una mayoría circunstancial: el camino sería, por supuesto, el mismo que tuvieron varias de las Constituciones españolas del siglo XIX puesto que nacería con fecha de caducidad.  Esta Constitución debe tener, además, una profunda vocación europeísta para recoger en ella lo que ya es un realidad.

Esta Constitución deberá someterse a su aprobación en referéndum. Y si se cambia la legislación sería posible hacer, al mismo tiempo, un referéndum exclusivamente en el ámbito catalán para que Cataluña se pronunciara sobre la independencia. Pero lo haría con un marco nuevo en el que se habría dado un debate previo, unos nuevos consensos y una nueva ilusión como país. Una nueva oportunidad de caminar juntos que ofrecería una posibilidad de ilusionar a los que no son partidarios de la independencia.

Mientras tanto, negociación continua sobre condiciones fiscales y legislación porque el sistema nacido de la Constitución de 1978 no es estático sino dinámico, por mucho que algunos estén saturados de todo esto. Se trata de hacer política, no consignas. Y esto es una tarea diaria que se traduce, sobre todo, en la negociación fiscal de cada año y en los presupuestos. No sé si a los políticos españoles les cuesta tanto hacer política como parece y quieren limitarse a hacer de tertulianos y gestores de intereses.

Ahora solo hace falta si tenemos una clase política capacitada para llevarlo a cabo.

14 comentarios:

mojadopapel dijo...

Hay muchas cosas que cambiar para que empecemos a funcionar, bien lo dices, y lo sabemos todos... otra gran verdad es que creo que no tenemos políticos de altura para llevarlo a cabo y la piel de este país se les esta quedando estrecha empezando a oprimirles.

Spaghetti dijo...

Suponiendo que hubiera una consulta legal por todas las razones que bien expones y alguna más. ¿alguien ha pensado en todas las consecuencias que tendría la independencia de Cataluña? Cataluña no es Escocia.
¿Habría una nueva frontera con una valla de concertinas, o se podría circular libremente? ¿crearían un nuevo ejército o tendrían uno de alquiler? ¿podrían soportar el gasto de un país independiente con los ingresos de los catalanes? Si la respuesta a estas y otras cuestiones es la negociación, también la consulta puede negociarse.

Sóc el meu pitjor enemic. Sóc invisible. dijo...

A lo largo de los años y usted sabe mucho de esto, Catalunya ha intentado involucrarse en las estructuras del estado español; las monedas de Carlos III ya lo decia "las españas".

Pues bien, la suma de muchas cosas hemos llegado a esta situación y ahora puedo asegurar que estamos ante una revolución pacífica del pueblo de catalunya y no hay marcha atras ya que es la gente quien empuja todo el "problema catalán".

Usted que sabe mucho habrá notado que detras de este gentio que sale a la calle continuamente hay gente llegada del resto de España en la época que ir a Catalunya queria decir: trabajo, respeto y poder comer cada dia, ahora de esa gente son los que también empujan para que aqui se pueda tener un nuevo Estado.

Hay muchos estudios que se han hecho y se hacen como el libro blanco que se ha editado para la "consulta" del 9 N.

Pero de todo lo leído hasta ahora, es que usted es un gran profesor y persona y mucha gente como usted tendria que tener estas "españas".

Gracias.




Joselu dijo...

Los que vivimos en Cataluña y nos sentimos españoles también, lo hacemos a contracorriente y en más de una ocasión sentimos un cierto temor, muy extendido, de definirnos por lo que pudiera pasar. Hay mucha gente que no se atreve a opinar o que incluso disimula ante sí misma lo que quiere por una especie de miedo a la presión de la masa social. Dicho esto, estimo que se debería votar de forma pactada, entendiendo que el sí a la independencia debería ser por mayoría cualitativa, tal como entendieron en Canadá. Sería imposible construir un país con el 50 por ciento excluido. Tenemos un buen problema y no veo que el PP abra vías de solución. Rajoy se encierra con su único juguete. No tiene cintura política ni agilidad mental y además es medroso, cuando para esto hay que ser muy audaz. La agilidad de los nacionalistas catalanes es prodigiosa. Todo lo llevan al terreno de que Cataluña es la cenicienta explotada. No es así, pero han construido un discurso victimista perfecto. En este momento no veo ninguna posibilidad de salir de este embrollo. Mal.

Montserrat Sala dijo...

Buebis dias profesor Estoy de acuerdo con tus razonamientos. lo más urgente es modificar la Constitución.
Un buen artículo muy esclarecedor.
Saludos!

LA ZARZAMORA dijo...

Yo creo personalmente que cada uno elige su identidad. A veces la entendemos como algo fijo, o como factor de arcaísmo, algo excluyente y entonces el calificativo “identidad” nos envía la imagen de algo viejo y caduco, a la ultra derecha, sí, porque no decirlo. Bajo esa etiqueta se exterminaron miles de personas. El caso es que en las sociedades tradicionales este problema ni se planteaba, sencillamente porque el sentimiento de identidad formaba parte de un ente colectivo, y todos entraban en este molde. Ya entrados en los 60 y con lo que se llamó la segunda modernidad, el individuo fue paulatinamente siendo el centro, actor y protagonista de su propia vida, alejado de esa masa y ese molde, fue creciendo y haciéndose mayor, y volando fuera de su hogar, familia o patria (llamémosle como queramos). Y a partir de entonces no le quedó otra que forjarse una identidad nueva, y con la apertura de opciones que se le ofrecían, ya sólo y pensando por sí mismo, le tocó construirse y decidir su propia identidad. A partir de esta nueva base, se reconstruyen certidumbres para llegar a la meta deseada, y a través de ella, actuar.
Soy consciente de que la identidad es la única fuente de orgullo de la que disponen los más frágiles, la religión ha sido una de ellas, tanto o más como el nacionalismo.
Y ya nada, ninguna regulación o norma, o ley u orden es capaz de regularla excepto lo económico y la diplomacia.
Hay que rehacer los viejos sistemas y sus caducas leyes. Hoy quien va a votar lo hace libremente. Nadie va a hurgar en la papeleta de nadie, ( en Europa...) y el miedo a no expresarse ya no es de recibo. Nunca dispusimos de tantas plataformas y desde el anonimato para no callarnos.
La cuestión tal vez radique en las “formas y maneras” en las que se propongan nuevas referencias o puntos de anclaje y ¿por qué no morales?
Yo formo parte y lo digo abiertamente y sin tapujo alguno de aquellos que piensan que España necesita reformar sus Instituciones, y su Constitución que si bien cumplió un papel digno, ya anda caduco, y que una democracia es como todo, ya que si un traje que me quedaba de la muerte a un momento dado ya no me lo puedo poner, pues no me quedará otra que comprarme otro y aquel me lo guardaré porque en su día y cuando respondía a mis formas, me hizo quedar como una reina.
Hoy pocos o nadie ya aceptan un no por razón, como tampoco el hecho de aceptar el hemos ido todos demasiado lejos, o el volvamos cada uno a nuestras posiciones y restauremos el orden establecido… pues ya tuvisteis vuestro momento de gloria unos y otros.
Tras aquellos tiempos, le fuimos tomando gusto a la Libertad y ya nadie quiere soltarla. Nadie, y por ambas partes.
Hoy todos buscamos lo mismo, aún a sabiendas de darnos de frente con un callejón sin salida: todos buscamos la misma paz pero con la vida que teníamos antes, y eso es imposible.
¿Cómo conciliar el avance individual antepuesto al muro de los límites del orden?
El mundo avanza… y con él sus reivindicaciones, de no verlo, vamos todos a ese caos que nadie desea.
Demasiado corazón en estos casos, entorpece la seriedad con la que debe plantearse esta cuestión. Y lo malo es eso, que sólo el corazón está respondiendo ante una cuestión de entendimiento (y entiéndase aquí entendimiento en todas sus acepciones) que más tarde o más temprano (de no haber injerencia legislativa del poder ejecutivo) debería resolverse con elegancia, como sabemos hacerlo, y lo hicimos durante la Transición.

Besos, Pedro.

pancho dijo...

Conviene no olvidarse que de siete padres de la Constitución española de 1978,la misma que ha permitido la convivencia en paz, democracia y sin guerra hasta ahora, dos eran catalanes. Por lo tanto que no nos escriban la norma y nos obliguen a ella y luego la rompan cuando les venga en gana.

Luis Antonio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis Antonio dijo...

Me gustaría pensar que fuera de Cataluña hay bastantes personas documentadas, con criterio y sentido común como tú y que con tanta brillantez has plasmado en esta magnífica entrada. También me agradaría que entre los independentistas catalanes, unos cuantos con capacidad decisoria tuvieran las mismas virtudes que te atribuyo, Pedro, y dejaran de lado soflamas, banderas, himnos y emociones malcontenidas.

El sentido común y el diálogo están brillando por su ausencia. El dogmatismo cerril viene caracterizando a los que gobiernan en Madrid y en Cataluña. Por eso reclamo y añoro la presencia de personas con "seny" en los niveles decisorios que puedan ejercer influencia y dar luz a los que no hacen más que seguir consignas y mostrar los agravios de unos y de otros.

Yo siento por Cataluña tanto afecto como por mi tierra natal y por eso sueño con que una tercera vía, sin vencedores ni vencidos, pueda resolver este conflicto

Hacer la consulta en condiciones democráticas es fundamental para dejar de especular sobre las cifras de partidarios y detractores. Una vez conocidos los resultados, habrá que actuar en consecuencia. Esta es mi postura y por ahora no he tenido ningún problema en ponerla de manifiesto en mi entorno social, laboral y familiar.

Saludos, Pedro

omar enletrasarte dijo...

uno habla de independencia cuando se siente "sometido", uno habla de clase cuando es "explotado", cuando la burbuja danzaba al son de un euro asequible nadie habla ni de independencia ni de explotación
.
pero acá tenemos un dicho, 'andando el carro; a los golpes acomoda los zapallos'
.
los pueblos deberían tener convicciones inalienables e históricas, no eventuales y oportunistas
.
saludos

omar enletrasarte dijo...

PD
creo que debería contemplarse la idiosincracia local, ya en Cataluña, Galicia, País Vasco, etc.

sobre todo idioma, cultura...
saludos

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Esperemos que los ciudadanos vean con claridad la jugada que les presentan -en el momento menos oportuno- y sepan discernir, y valorar en qué les podría afectar y mejorar una decisión u otra.
De momento, copio unas palabras de Antonio Machado:
“En España lo mejor es el pueblo[...] Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos –nuestros barinas(*)– invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud.”
(*)Barinas (en ruso=señor, terrateniente)
Abrazos.

lichazul dijo...

esto de los países sus fronteras políticas sus idiosincracias sus costumbres me suena ya tan pasado de moda Pedro

el planeta es uno solo
la especie humana es una sola
todos emigramos y nos trasportamos en las venas a nuestros antiguos, soy terrícola y esa es mi matria
además todos... TODOS los habitantes del Planeta somos Mestizos

bss

andandos dijo...

He leído tus entradas sobre el asunto catalán, ya cuando las escribiste, aunque lo comente ahora. Vivo en Aragón, en la comarca de La Franja y cada día cruzo la línea para ir a Lleida y volver. Muchos de mis amigos y compañeros de trabajo son catalanes. Me parece muy interesante todo lo que has escrito, pero la experiencia, la mía y otras como alguna tuya en facebook, me demuestra que para hablar de este tema es mejor hacerlo personalmente y con tiempo por delante.

Gracias y un abrazo