martes, 30 de septiembre de 2014

Cataluña debe votar


Antes o después, de una forma o de otra, los catalanes votarán si quieren o no la separación del resto del territorio español. Desde hace más de un siglo el sentimiento nacionalista e independentista ha crecido considerablemente y se expresa de manera constante, abierta y cada vez ejerce mayor presión sobre los no independentistas. Tras el colapso histórico que supuso la dictadura del general Franco -que contó con significativos apoyos en la burguesía acomodada catalana-, este crecimiento ha sido exponencial. A este movimiento se han sumado, en la última década, sectores poco dados a la independencia hasta ahora, incluso sectores económicos y sociales que abominaban del nacionalismo y veían tradicionalmente lo que hoy se denomina identidad catalana como sinónimo de provinciano y popular. No es conveniente negar esta realidad: ahora quiere la independencia una parte de los que controlan el poder financiero, comercial y político de Cataluña y que hasta ahora no la quería. Lo que no sabemos aún es el porcentaje y cualquier cifra que se aventure será siempre una mera conjetura.

Antes o después se producirá una votación: por un referéndum convocado legalmente o por lo que ahora se denomina elecciones plebiscitarias, concepto no válido legalmente para apoyar un movimiento independentista pero que significará un paso más en la expresión de la voluntad de este sector creciente de catalanes independentistas y en el aprovechamiento del río revuelto por los pescadores que aparecen siempre en estas situaciones. Recordemos que en España se proclamó una República tras unas votaciones municipales.

Si esta votación no se produce porque se impide legalmente o no se lleva a cabo con todos los condicionantes legales y procedimentales democráticos porque se opta por esa falsificación del voto que supondrían una elecciones plebiscitarias o un referéndum forzado sin la autorización del Estado, no servirá más que para aumentar el ruido e incrementar la tensión. Pero para llegar a esta votación, que debe darse en formato de referéndum localizado exclusivamente en el ámbito catalán y de ninguna manera en todo el ámbito nacional, deben darse varios pasos que hasta ahora no se han dado. El primero de ellos la reforma constitucional o el consenso generalizado entre los grandes partidos de respetar una consulta popular que no cumpla los requisitos constitucionales en cuanto al ámbito de votación pero obtenga el suficiente respaldo en el parlamento catalán y en el nacional. Ambas cosas, hoy, son imposibles. La situación política lo impide y la falta de altura histórica de los políticos nacionales y catalanes, también. No habrá consulta con una razonable validez legal en los próximos años, por desgracia. Con lo cual, la situación se tensará mucho más porque la solución no será la que se produjo con la amortización del plan Ibarretxe y porque después de Cataluña vendrá una demanda similar del País Vasco.

Por lo tanto, estamos en una situación de colapso histórico al que nos han traído los intereses últimos de CiU, hasta ahora mayoritario en Cataluña, y la ceguera política de los gobernantes del Partido Popular. Ambos han jugado pésimamente sus cartas para conseguir desbloquear la situación porque a ninguno le interesaba, en verdad, hacerlo. CIU lleva años en una estrategia electoralista y en una huida hacia adelante para esconder la corrupción interna y la política brutal de recortes. El PP se ha obstinado durante demasiado tiempo en una política de enfrentamiento frontal contra las demandas catalanas para conseguir votos en el resto de España.

Desde hace más de cinco años a ninguno de estos dos partidos le ha interesado de verdad una política de entendimiento y consenso sobre esta cuestión, la más grave que tiene España hoy como Estado. Ninguno de sus líderes políticos ha estado a la altura ni es esperable que lo estén en un futuro próximo. Y es a ellos, por su peso electoral, a los que les correspondía esta tarea.

Pero las inercias históricas son imparables en el corto plazo. Sobre todo en un momento como el actual: desprestigio de las instituciones democráticas españolas; crisis económica, moral y social; descrédito de todo lo construido en la Transición, incluida la Constitución española, necesitada de una profunda reforma y actualización siempre postergada porque parece que nunca hemos tenido tiempo. No hay en el presente ningún motor ilusionador que corrija esa inercia hacia la independencia en la que muchos quieren ver la solución a todos los males que afligen hoy a Cataluña y ninguno de los riesgos que se corren en una transición de este tipo.

Los catalanes -solo los catalanes, no todos los españoles- deben votar si quieren o no quieren independencia, pero esta consulta debe hacerse en un ambiente muy diferente al actual y con toda las garantías jurídicas y democráticas. Y tras una reforma constitucional. Y esto no puede producirse el 9 de noviembre ni en unas elecciones plebiscitarias.

Los catalanes deben votar, entre otras cosas, porque lo demanda una parte importante de la población tal y como se expresa en su Parlamento y porque negarles esta demanda sería aumentar las razones para el sentimiento independentista. No se puede aplicar aquí el derecho a la autodeterminación pero sí el sentido democrático cuando un Estado detecta una situación como esta que no tiene otra solución a corto plazo. Como esta votación tardará en producirse con todas las garantías hay tiempo para negociar cómo debe hacerse, cuándo y con qué pregunta -las preguntas del referéndum convocado por el gobierno catalán son un fraude demagógico y una trampa de mal tahúr y las exigencias de sus socios parlamentarios una locura sin verdadero sentido de la legalidad ni de la legitimidad-. Pero me temo que en el ámbito nacional tampoco tenemos políticos capaces de gestionar con eficacia la cuestión catalana. El horizonte electoral próximo impedirá el diálogo sosegado, marcado por cálculos demoscópicos.

La inercia histórica nos lleva inexorablemente a que Cataluña vote antes o después si quiere o no la independencia. Pero la inercia histórica no tiene por qué llevarnos a la independencia de Cataluña de forma inexorable. Mañana intentaré explicar mis razones.

9 comentarios:

Spaghetti dijo...

Esperaremos las razones de mañana para saber por qué insistes en que deben votar SOLO los catalanesy el resto debemos callar. Por qué no se vota una reforma de la constitución por todos los españoles para que el referendum catalán tenga validez legal. Esperaré a mañana.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Spaghetti: Espero aclararlo mañana. Evidentemente, la reforma constitucional sí debe ser votada por todos los españoles.

lichazul dijo...

ohhh esto es como lo que hicieron los escoceses hace poco , un sí o no, sobre si seguir siendo parte del Reino unido

bss

Sóc el meu pitjor enemic. Sóc invisible. dijo...

Mientras sigan insistiendo que es un REFERENDUM no iremos bien.
Queremos hacer una consulta y luego en función de lo que salga seguir hacia delante con la hoja de ruta.
Por cierto es una corriente muy transversal.
Esperare a mañana.

Emilio Manuel dijo...

Votar en estos momentos de crispación no creo que sea bueno para nadie.

Aquí nos encontramos con dos actores, uno de ellos no dice toda la verdad y esto es como mentir; los otro/s han callado por el mero hecho de que aquellos les eran útiles para sus gobiernos.

Los Catalanes tendrán que votar, en unas condiciones en la que todos, sin crispación, sin miedos, sin amenazas, donde todos puedan exponer sus puntos de vista, cuando todo esto pueda realizarse así, ha llegado el momento de votar.

Y ya que para que los catalanes puedan votar pidiendo su independencia hay que modificar la Constitución, ya puestos, podemos cambiarla por completo y darle la vuelta, se ha visto que ya no sirve, que está muy vieja y que los ciudadanos de todo el país lo están pidiendo.

Saludos

Saludos

Luis Antonio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis Antonio dijo...

Yo también soy partidario de la consulta,
pero en condiciones democráticas. Los medios públicos en Cataluña no están mostrando imparcialidad.

También estoy en la creencia de que una tercera vía - pacto fiscal o federalismo - sería muy bien acogida por la mayoría. Solo quedarían descolgados los más radicales de uno y otro extremo.

José Núñez de Cela dijo...

Que voten, que se les oiga en condiciones adecuadas, no en este guirigay incomprensible en el que solo se oye chillar.

Saludos!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Sóc el meu pitjor enemic. Sóc invisible: una consulta que lleva dentro un referéndum. Es una triquiñuela política para intentar salvar al TC dado que un referéndum solo es posible a nivel nacional. Pero esta triquiñuela -digna de un momento como este en el que se juega con la terminología como cuando se llama a las privatizaciones externalizaciones- está muy cerca del fraude de ley. No se puede esconder un referéndum en una consulta. Vótese directamente si se quiere o no se quiere independencia.