martes, 24 de junio de 2014

Noche de San Juan


Regálame un bolero
que me deje el recuerdo de esta noche.

De todas las Noches de San Juan que he vivido tan solo guardo el recuerdo de tres intensamente. Una que fue y otra que no fue y una más que resume una vida. Hay más, por supuesto, con su ritual de hogueras y algarabía, con su esperanza de quemar lo viejo para esperar un nuevo tiempo. Una fue familiar, con hoguera en el patio de una casa en un pueblo castellano y queimada con conjuro. Yo era feliz entonces sin saber del siguiente naufragio. Ella tenía frío porque en esas tierras siempre refresca por las noches de junio y le presté mi chaqueta. Yo era feliz, con la inconsciencia de que el frío sería cada vez más intenso. Otra no fue porque alguien se puso nervioso y todo se fue al traste pero de allí nació un año de alegría. Cosas que pasan. La tercera Noche de San Juan que recuerdo quedó grabada a fuego. Fue una noche en la que íbamos a salir de casa y no salimos porque el solsticio se hizo carne y su piel olía a jazmín -dulce e intensa- como nunca y todas las horas de la noche se concentraron en su cama. No las he contado por orden, porque no importa. Tengo otras noches igual de intensas, aunque no sean de esta noche, como aquella de invierno en una cafetería en la playa de un río en la que tuve la certeza de que la barca giraba y dejé que las horas cumplieran lentas su camino.

He escrito un libro para incendiar todos los restos de mis naufragios, prenderlos fuego y ver cómo arden para despedirme de ellos. ¿Cuántos naufragios tiene una vida? Despiertas en la nueva playa, empapado de océano y dolorido de los golpes. La mía tiene decenas. Se tiene la ilusión de que el nuevo verano sea la tierra que a uno le asiente pero he llegado a la conclusión de que para mí no hay ya tierra firme y el caso es que no sé si me importa porque cada mirada tiene el aroma de la esperanza. A veces alguien se apiada del náufrago caminante y le presta un cabaña en la que pasar la noche. En ocasiones miro a los ojos de los que no naufragan, de los que me miran pasar desde sus sillas, pero no sé si han sobrevivido a sus propios cataclismos o han tenido la fortuna de no vivirlos. O la desdicha de no haberse embarcado. Solo aquel que lleva un cataclismo encima sabe el valor de ese metro cuadrado al que uno llega y llama hogar o abrazo o tumba. Por eso busco ya ese metro cuadrado en una casa sencilla, una mesa rústica en la que escribir frente a una ventana que dé al mar o a un hermoso páramo de otoño mientras, por fin, se hace de noche. Apenas nada. No sé cuántos naufragios más tendré por delante hasta que llegue a ese espacio. No me cansa el viaje porque lo he vivido, pero a veces tengo un puño que me agarra la boca del estómago y no me suelta. No me siento viejo ni triste ni fatigado pero a veces tengo miedo a ese sabor de soledad en la boca que deja todo despertar en una playa cuando el mar te ha expulsado tras haber braceado con desesperación para ganar la costa. Hasta que consigues ponerte de pie, lentamente, y mirar hacia tierra adentro. De cuántos naufragios más se construirá mi vida.

19 comentarios:

Anabel Rodríguez dijo...

No concibo la vida sin naufragios y nuevas tierras. Eso sí, suplico que sean pequeños porque no me veo con muchas fuerzas para la supervivencia. Besos

Manolo dijo...

Siempre naufragamos y siempre llegamos a otra playa. Volveremos a embarcarnos.

lichazul dijo...

los naufragios son parte de todo navegante, sin ellos qué fome sería todo

con los años uno aprende y lo mejor con la experiencia los nuevos zarpes son mucho más interesantes

bss

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Hay que tener mucho coraje moral para escribir algo tan íntimo.
Dudo que haya quemado todos los restos del naufragio. Creo que se ha esforzado demasiado al luchar para salvar cosas valiosas. Y ellas se resisten a desaparecer en la hoguera.
Como le dejarán un bolero, enlazo la canción
Mercy, Mercy, que ha cumplido medio siglo.

Un abrazo

mojadopapel dijo...

No hay naufragio que te hunda Pedro,eres un superviviente.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Sobrevivir a esos naufragios es síntoma de fortaleza. La vida nos hace crecer paso a paso, naufragio a naufragio...
Un abrazo

Rita dijo...

Lo bueno de los naufragios una vez que te han devuelto a tierra es que el azul del mar se ve de otra manera. Seguramente más azul.

Besos.

LA ZARZAMORA dijo...

Espero que no muchos, y llegue ese descanso del guerrero tan anhelado.

Besos, Pedro.

Abejita de la Vega dijo...

Los naufragios nos dejan en otra costa y nos fuerzan a ser un "robinson". Es duro pero fortalece.

Paco Cuesta dijo...

El fuego purificador...El ave Fénix.
Mejor pensar en esto.
Un abrazo

Myriam dijo...

¡Cuántos recuerdos vividos de esa noche mágica!

A por muchos metros cuadrados de buena calidad...y sol que abrace y seque.

Besos

andandos dijo...

Los motivos de mucha literatura, música, cine, fotografía, pintura, teatro... son esos naufragios, o su ausencia, que también. Sus consecuencia, su gestión anímica, que diría alguno.

Un abrazo

Joselu dijo...

Yo no tengo ningún recuerdo unido a la noche de San Juan pero sí que algún que otro naufragio guardo en el memoria. Un tiempo fui algo bohemio pero inconscientemente busqué esa playa donde guarecerme. Carece de romanticismo y sí abunda en pragmatismo y sensatez. Ese lirismo intenso de tu texto ya no cuadra con mi vida sentimental o anímica. Hubo un tiempo doloroso en que sí. Pero ahora guardo el lirismo para otras experiencias por que me escapo de la realidad contundente que me envuelve.

Marina dijo...

Si un bolera me pides, un bolero te doy... espero que algún día nos lo escuches cantar a la Coral.

https://www.youtube.com/watch?v=AiQfywkFZ0A&feature=kp&hd=1

Besos de ronda.

Marina dijo...

Ahora que lo pienso.... en agosto podría ser :)

Estrella dijo...

Seguramente los restos de los naufragios son incombustibles. Ya nos lo contarás ;-) (Son sabios, y saben cuánto los necesitamos para poder flotar sobre ellos y no hundirnos)

impersonem dijo...

Me ha gustado mucho este texto de puertas abiertas, de esta presentación del corazón a pecho descubierto, de este sentir del alma que habla de esas experiencias que probaron las mieles y las hieles del destino... que sabe de las mansas y las bravas aguas donde el destino navega abrazado a un timón que a veces se nos resbala de las manos...

En esto de los naufragios me siento muy identificado contigo... son muchos los que llevo y el último ha sido en aguas profundas y de altas olas...

Espero que la tierra firme se ofrezca a cada uno de tus pasos y seas por muchos años marinero de la vida, en travesía apacible, y nunca más náufrago...

"Pero es mejor querer y después perder que nunca haber querido" cantaba Dyango... y yo añado: pero es mejor andar (surcar la vida), aun dolido, que nunca haber andado (navegado la vida)... supongo que la bibliografía se apoya en la biografía "y de la leche agria se hace el requesón" que dijo León Felipe.

Hablas de la noche de San Juan... para mí es una noche especial... mis ojos se despertaron a la vida teniendo la noche de San Juan a la vista... me gusta esta época del año...

Un abrazo y feliz verano.

Campurriana dijo...

La vida está llena de naufragios. Soy consciente de que, si Dios quiere, me quedan muchos por vivir. Creo que no estoy preparada para algunos pero también soy consciente de que somos más fuertes de lo que nos creemos. Mucho más fuertes.

São dijo...

Posso assinar?

Porém, algo inestimável os naufrágios nos dão : liberdade.

Fuerte abrazo, querido Pedro,amigo mio.