viernes, 28 de marzo de 2014

No puede ser que el mundo no tenga pausa o quizá yo me esté haciendo mayor


De pronto he sentido la necesidad de pausa. De pararme un momento para ordenar la mesa y las cosas, de abandonar el móvil, de volver a la pluma estilográfica. Dicen que cuando uno comienza a sentir que todo va demasiado deprisa es porque se ha hecho mayor. Así que quizá me esté pasando. Ahora recuerdo a las personas mayores que no querían usar las primeras escaleras mecánicas que se instalaron en mi ciudad cuando yo era un niño y seguían subiendo y bajando los pisos por las escaleras tradicionales. Me viene a la cabeza también el recuerdo de una mujer que hace unos cuatro años no sabía cómo salir de una estación nueva y reluciente de modernidad del tren de Cercanías en Madrid a la que había llegado con un billete tradicional sin banda magnética y miraba desorientada a un lado y a otro buscando una persona que la ayudara porque ni siquiera los tornos parecían tornos para personas sino espejos de un probador de una tienda de ropa. Como viajo en tren con cierta frecuencia, hasta ahora he mirado con desdén a los que se acercan a las taquillas de la estación para sacar los billetes en vez de hacerlo por Internet o a aquellos que no saben que un gancho estratégicamente disimulado es una percha para colgar el bolso o una chaqueta que no queremos que se arrugue.

Pero la sensación que he tenido va más allá de la tecnología, que cada vez intenta ser más intuitiva. El problema futuro de la tecnología no será su dificultad de uso sino que nos conduce cada vez más a pensar de una única manera a casi todos: una manera reduccionista en el método y en la extensión -posiblemente más de la mitad de los lectores de esta entrada no hayan llegado a este segundo párrafo-. También va más allá del diseño que hace que no reconozcamos a las cosas por el uso para el que están destinadas por un mal entendido afán de modernidad. Basta con que recordemos la perplejidad que sentimos en los servicios de algunos hoteles o restaurantes porque somos incapaces de hacer funcionar el grifo del agua para lavarnos las manos. A mí me ha pasado este mismo año porque quizá me esté haciendo mayor.

A veces me da por caer en un pensamiento que no termino de expresar en voz alta por miedo a que me traten de conspiranoico. ¿No será que todo va cada vez más deprisa para que no podamos pensar? Al inicio de la era tecnológica se nos prometió que la modernidad nos depararía ocio: serían las máquinas las que trabajarían por nosotros. El ocio puede llenarse de nadería pero también de cultura y reflexión. De lo primero es un ejemplo esa sociedad parodiada en la brillante película Wall-E, de lo segundo el nacimiento de la democracia en la Grecia clásica. Quizá solo sea una fase del desarrollo, pero en la actualidad somos nosotros los que trabajamos para las máquinas que no están -por lo menos todavía- controladas por otras máquinas sino por una minoría que detenta el poder financiero. Nos encontramos atados a la tecnología para ser cada vez más productivos, estamos hipercomunicados para no perdernos nada -desde el cotilleo sobre un amigo hasta la última noticia sobre cualquier rincón del mundo- pero, en el fondo, nos hemos atado a estas máquinas porque nos han robado el tiempo, no porque nos lo hayan regalado. En verano, en la piscina o en la playa, es cada vez mayor el número de personas que trabajan a la vez que toman el sol y lo consideran un avance de la modernidad. En el tren casi todo el mundo trabaja en su portátil o en una tableta y si estableces una conversación de grupo te miran muy raro. En una reunión de un grupo de amigos todo el mundo tiene a mano el móvil para enviar un mensaje instantáneo o recibirlo y celebrarlo como un avance.

No soy sospechoso de no querer usar la tecnología y de no apreciar sus virtudes. Pero hoy he sentido una punzada por dentro porque me niego a ver el mundo a través de la pequeña pantalla de mi teléfono móvil y reniego de que la educación se traslade al mundo virtual para que la gente pueda formarse los fines de semana porque durante la semana le han robado el tiempo. No quiero ir tan deprisa y perderme la puesta de sol de mañana por saber qué pasa en ese mismo momento en otro lugar del planeta.

11 comentarios:

lichazul dijo...

pues no creo eso de hacerse mayor cuando uno siente la necesidad de parar o de colocarse a un lado del camino o de la vorágine y sopesar la vida y las cosas que ocurren a su alrededor (yo lo hice cuando tenía unos 22 años) y desde entonces vivo a mi ritmo y a mis propio reloj

bss

São dijo...

Determinei que me consideraria velha ( mayor) quando não conseguisse entender determinada situação, porque ainda hoje tenho um espírito aberto e não sou preconceituosa.

Há cerca de dez anos que sou oficialmente velha, porque li que , na Alemanha, uma jovem ao inscrever-se num Centro de Emprego declarou não se importar trabalhar à noite e estar habituada a relacionar-se com muitas pessoas.

Pois a oferta que lhe chegou foi a de se prostituir num bordel( a prostituição é considerada profissão naquele país, como sabes) e como se recusou a tal, retiraram-lhe o subsídio de desemprego!

A tecnologia, como tudo, é neutra e depende da utilização de quem usufrui dela.


Mais grave é irmos perdendo pessoas que de qualquer modo sempre estiveram presentes na nossa vida...

Querido amigo, excelente fim de semana para ti ...e para a tua menina

Abejita de la Vega dijo...

El mundo no ha parado ni un momento...era una canción ¿no?

Besos

El Deme dijo...

Hay que saber desconectar y tener momentos de silencio, de contemplación, de saber mirar. No todo tiene que estar fotografiado en digital, es necesario que esté almacenado en el corazón de la memoria, esa es la auténtica emoción.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Una reflexión tan certera como perspicaz. No es novedad que sintamos que en pleno auge de la comunicación, la gente resulte estar incomunicada, al menos con su entorno inmediato. Lo vemos a diario cuando la gente casi ni se habla mientras todos actualizan su face o leen el de sus contactos o juegan al candy crush!
No creo que tu percepción sea cuestión de edad ni paranoia, creo que se relaciona con la lucidez de quien sabe interpretar su realidad y ve más allá de lo que aparenta ser.
Temo que el avance de la tecnología implique el alejamiento o el menosprecio de las impresiones directas y personales. Hay que estar alertas y no dejarse engañar.

un abrazo

Tomás Martinez Fernandez dijo...

Tras años trabajando para el Ministerio de la Verdad, Winston Smith se va volviendo consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son sólo una parte de la gran farsa en la que se basa su gobierno, y descubre la falsedad intencionada de todas las informaciones procedentes del Partido Único. En su ansia de evadir la omnipresente vigilancia del Gran Hermano (que llega inclusive a todas las casas)
Que gran novela 1984

Estrella dijo...

A mí también me inquieta mucho toda esa velocidad. Me da un poco de miedo.

Myriam dijo...

Yo he tenido que pedir que los pacientes apaguen los móviles durante la consulta. En general venimos observando aumento en las adicciones, que a las de siempre, ahora se han sumado a las nuevas tecnologías.

Besos

DORCA´S LIBRARY dijo...

El pararse cuando todo da vueltas rápidas alrededor es de inteligentes, porque así se evita ser deborado por el ciclón.
En cuanto a lo de la tegnología y los aparatos super-modernos, a mí también me ha pasado el acabar casi pegándome con un grifo porque no encontraba la forma de abrirlo.
Yo sigo escribiendo cartas de forma tradicional, es decir, a mano y con pluma. Las personas que las reciben siempre me lo han agradecido, y no son personas muy mayores. El escribirlas de ese modo, me da paz. Y al parecer eso queda impreso en el papel pues al leerlas, las personas que las reciben, también lo notan.
El que quiera volar, que vuele. Yo prefiero ir a pie.
Saludos, Pedro.

Paco Cuesta dijo...

Veré si me dejan apearme en el Pop Art.
Un abrazo

dafd dijo...

Sí, sí. El ritmo de cada uno va por un lado y el de la tecnología por otro. El nuestro es poquito a poco. Y así va bien. ¿Para qué más? ¿Es posible otro? No somos las máquinas que controlamos, y mejor que siga siendo así.