domingo, 1 de diciembre de 2013

En tránsito


Una amiga me dijo que en mis escritos más personales siempre se refleja una condición de tránsito, como si acabara de llegar de algún sitio o estuviera a punto de irme. Como si en medio de tanto viaje buscara un refugio en donde pasar un tiempo sosegado antes de perderme de nuevo cuando me expulsaran o me hundiera en mi melancolía. Supongo que es cierto, que esa es mi condición, la de la permanente búsqueda. Búsqueda intelectual, afectiva, social. Hay un permanente desasosiego dentro de mí que me lleva a pensar que todo es provisional en mi vida. A pesar de que no sea lo que yo quiero y por eso aprecio tanto la conversación reposada ante un café, el abrazo de un amigo, el regazo de la persona que amo, la compañía de los míos. Por eso me duelen tanto las traiciones y las rupturas, que siento como si un ángel fiero me arrojara del paraíso y me condenara a un eterno destierro. Me gusta verlo como una metáfora del ser humano y de la vida misma. Somos seres en tránsito. También me fuerzo a verlo como una nueva oportunidad (me sé todos los cuentos de los libros de autoayuda), pero a veces pesa tanto la fatiga que acongoja hasta la lágrima que debe decidir, al caer, si es la que cura o la que mata casi de forma independiente a mi voluntad. Pero esta metáfora que universaliza mi condición no puede aliviarme mucho tiempo y pronto vuelve la misma imagen, la del viajero con la maleta a cuestas atravesando las calles o los caminos polvorientos. Siempre me he fijado en esas fotografías de las filas de refugiados que huyen de una guerra, de la hambruna, de un desastre natural. Pueden ser rostros de barba cerrada y pañuelo negro como en la Guerra civil española, desorientados perseguidos de la Guerra de los Balcanes, somalíes con ojos enormes llenos de hambre. Sin haber sufrido sus tragedias me siento uno de ellos. Soy consciente de que soy un afortunado que nunca ha vivido su realidad pero quiero ser consciente de que en cualquier momento puedo seguir, lentamente, una fila similar de seres humanos. En el fondo vivo con esa alta conciencia del tránsito en busca del refugio de una mirada, de una palabra, de un regazo. Y ofrezco el mío.

24 comentarios:

Manolo dijo...

Todos somos caminantes y vamos hacia el mismo destno. De nosotros, en parte, depende quienes nos acompañan.
Ub abrazo, peregrino.

Myriam dijo...

Somos seres en tránsito, no cabe duda y todo es pasajero, la alegría, el dolor, etc. En ese caminar con la maleta también se hallan los refugios que abrazan y besan y acompañan y comparten y consuelan. Somos seres en tránsito y tú lo vives con plena lucidez.

Besos

DORCA´S LIBRARY dijo...

Crei que yo era la única rara que sentía ese tipo de cosas. Me alivia saber que no es así. A veces es como si no perteneciera a ningún sitio. Tengo la sensación de estar caminando por una de esas tiras mecánicas que te hacen andar y andar, sin llegar a ningún sitio. Estoy de acuerdo con Myriam en que todo es pasajero. Pero cuando toca dolor, parece interminable.
Y también creo como tú Pedro, que lo único que nos hace pertenecer a algún lugar es la solidez de un afecto, sea de un amigo, una relación sentimental, o un familiar. Sin eso seríamos como ese astronauta al que se le ha roto el tubo que le conecta a la nave espacial, y levita por el espacio sin rumbo.

lichazul dijo...

no soy de aquí ni soy de allá
cantaba Alberto Cortés
solo en donde los afectos nos son sinceros es donde nos identificamos

buena semana PEDRO

lichazul dijo...

ups

Alberto Cortez
:D

Marina dijo...

En realidad, no somos más que ángeles arrojados del Paraíso en una eterna búsqueda de lo que perdimos.

Me quedo con tu regazo y te ofrezco el mío, pero te cambio el café por un chocolate :)

Un beso corazón.

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Y en el tránsito, cuánto se agradece una mirada, una palabra, un gesto amable, cuando se camina fatigado, llevando al hombro una maleta repleta de interrogantes.

Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Coincido con tu amiga. Se siente esa sensación en tus escritos más íntimos. Es cierto que si nos ponemos a hilar fino, todos somos eso, seres en tránsito andando por la vida, quizás sin tener claro hacia dónde -o sí- y esa misma causa la que genera nuestra angustia existencial. Por otra parte la sensación de tener que procurarnos un refugio para guarecernos durante ese camino también es muy fuerte, en mi caso, creo que es más imperiosa que el ímpetu de seguir andando. Muy reflexivo y profundo tu texto. Un abrazo.

Isabel Rodriguez Noarruga dijo...

Un ángel recogerá hoy en un frasco de alabastro esa lágrima y todas las que a ella siguieran para devolverlas a La Tierra como purificadora lluvia de estrellas; el ángel de los peregrinos.

XuanRata dijo...

La inquietud que nos desasosiega es la misma que nos mueve. Convertir el desasosiego en movimiento: ahí entra tal vez la palanca del afecto.
En la foto, esa estación de autobuses que puede ser de cualquier sitio, que iguala los tránsitos, con ea tensión permanente entre los que se fueron y los que esperan.
Un abrazo.

Natàlia Tàrraco dijo...

Transitamos una terminal que va a algún lugar.
Beso lunero.

LA ZARZAMORA dijo...

He pensado a lo largo de mi vida algo similar. Y la asocio al transito, incluso en viajes cortos.
Con el tiempo, son esos cafés y esos amigos de siempre, ese regreso a la infancia, esa vuelta a casa después del exilio, los únicos que merecen la pena.
Los amores, como todo, un tránsito más...
Besos, Pedro.

Spaghetti dijo...

Es verdad que en tus escritos personales se aprecia el tránsito, se escucha correr el agua de la acequia hacia un destino indeterminado. Se siente el viento en los corredores y una sensación de frío inunda tus fotos. Pero es un transitar comprometido, entre la gente, compañeros de viaje, tus contemporáneos.

Magui dijo...

Vai ver você é descendente dos ciganos.

José Núñez de Cela dijo...

Estar en tránsito y ser consciente de ello. Supongo que es la única actitud realmente asumible.

Saludos!

Abejita de la Vega dijo...

Caminemos.

Tesa dijo...

Estamos de paso.
Ya decía yo...

:)

mojadopapel dijo...

Quizás es el viaje o el caminar lo que nos llama la atención,la pausa en el camino.... recalar en una mirada...el refugio de una sonrisa quizás solo somos,eso, momentos vividos sin un destino cierto.

Isabel dijo...

Eres una persona muy sensible y de un gran corazón. Isabel

Esther dijo...

Siempre caminando en busca de ese "yo perdido", el yo descuartizado por la razón, el yo desdibujado en la totalidad, el yo que termina tomando conciencia de sí mismo en el ojo, en la boca, en el regazo del "tú", en el calor del "nosotros". Gracias por la hospitalidad de sus palabras. Su "tránsito" como búsqueda existencial, me ha recordado un poema de Gottfried Benn, "Verlorenes Ich". Aquí, en este refugio, lo dejo.

Gottfried Benn
Verlorenes Ich (Yo perdido)

Yo perdido, dinamitado por estratosferas,
víctima del ión—:gamma-radiaciones-cordero —,
corpúsculo y campo—:Quimeras de infinito
Sobre tu piedra gris de Notre-Dame.

Los días se te van sin noche ni mañana,
los años se mantienen sin nieve ni fruto
amenazando el infinito escondido —,
el mundo como huida.

Dónde acabas, dónde te radicas, dónde se esparcen
tus esferas—, pérdida, ganancia—:
Un juego de bestias. Eternidades,
huyes hacia sus rejas.

La mirada de la bestia: las estrellas como tripas,
La muerte en la jungla como causa de creación y de ser
Hombre, matanzas de las Naciones, Catalaunen
Para adentro, a las fauces de la bestia.

El mundo pensado hasta su ruína. Y espacio y tiempos y lo que la humanidad tejió y pesó función solamente de eternidades—,
el mito mintió.

De dónde, a dónde—,ni noche, ni mañana,
sin euoi, sin réquiem
quieres tomarte prestada una palabra clave—,
pero de quién?

Oh,cuando todos se inclinaron a un centro
Y también los pensadores se imaginaron solo al dios
ramificándose en los pastores y el cordero
cuando del cáliz la sangre los purificó,

y todos fluyeron de la misma herida,
partieron el pan que cualquiera gozó—,
oh lejana hora plena e ineludible
la que una vez también circundó el yo perdido.

Tomás Martinez Fernandez dijo...

Macbeth;... mañana y el mañana y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo prescrito.
¡Apagate, apagate, breve candela!
La vida es sólo una sombra fugitiva; un mal actor que, durante su tiempo, se pavonea y se agita por la escena y luego no se oye más; es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada.

Paco Cuesta dijo...

No mientras haya alguien dispuesto a caminar a tu lado. Si así no fuera, caminemos hasta encontrar alguien que necesite compañía.
Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Lo que más me gusta de tus escritos más íntimos es su autenticidad, si no es así, al menos lo parece y eso no es fácil de conseguir.

El tránsito es a causa de la búsqueda y creo que es una de la mejores razones del existir.

Un abrazo

Luz

Campurriana Campu dijo...

Todo es provisional y todos podemos acabar en una de esas filas, Pedro.
¡Qué bien lo describes!
Sigo yo también, como todos, en la eterna búsqueda.