sábado, 7 de diciembre de 2013

Caminar en la niebla fría temiendo perder la mano de alguien


Ha oscurecido pronto, tan pronto que parecería que el sol no hubiera salido en todo el día. Hoy, en mi ciudad, hace un frío de los de antes. Un frío húmedo de niebla aunque no haya niebla y que trae por primera vez en la temporada la cencellada hermosa y terrible. Hace frío. Un frío de cuando las madres nos ponían fajas y camisetas interiores de tirantes y bufandas y guantes y verdugos. De aquellos tiempos en los que en las casas no había calefacción y solo se calentaban la cocina y el salón y cuando alguien venía de fuera entraba el frío como una cuchilla y todo el mundo gritaba que cerraran la puerta, que se escapaba el gato.

- Cierra la puerta, que se escapa el gato, que pareces de Madrid.

Recuerdo un abrigo de paño, gris oscuro, que me hicieron con uno que se le había quedado viejo o pequeño a mi padre. Pesaba y me hacía adulto pero abrigaba. Todo era gris oscuro aunque yo, como niño, no lo percibía. Ni siquiera aquella niebla que se agarraba a los edificios durante semanas y que no permitía ver a dos metros me parecía gris oscura aunque lo fuera en cuanto atardecía.

Hoy, en mi ciudad, hace un frío de los de antes. No sé si por el catarro que arrastro desde hace días me he sentido extraño y desorientado. Y he metido la nariz entre mis manos para soplar en ellas y calentarla. He notado, de pronto, el peso de aquel paño gris oscuro de mi infancia y he visto los rostros de mis vecinos malhumorados, refugiados en las solapas de sus abrigos. Una madre llevaba a su hijo de la mano y tiraba de él como si tuviera la urgencia de llegar a algún sitio o como si huyera de algo o como si toda la vida no fuera más que eso, caminar en la niebla fría temiendo perder la mano de alguien. Seguro que tengo fiebre porque he oído la voz de mi padre llamándome desde la esquina mientras daba palmadas con las manos enguantadas para que no me entretuviera porque había que llegar pronto a casa para refugiarse del frío. De este frío húmedo que se mete en los huesos y no hay quien se lo saque en todo el día o en toda una vida, ni siquiera cuando llegas a la cocina de casa y está todo caliente gracias al carbón al rojo vivo de la bilbaína y tu madre te hace un tazón de chocolate rallando una tableta y mojas en él una rebanada de pan cantero con el misterioso don de su miga blanca. Y sonríes como en un oásis sin ser consciente de que tras la puerta está el frío, ese frío que recordarás toda tu vida como una de las marcas de tu memoria que te recordarán siempre quién eres y de dónde vienes.

29 comentarios:

Pamisola dijo...

Cómo me identifico en todo lo que relatas, del frío, de las eternas nieblas, de los braseros fabricantes de sabañones, hasta en lo del abrigo, entonces, -el mío más lejano-, había que aprovechar todo para enfrentarse a los fríos inviernos de nuestro pueblo.

Que mejores tu catarro.

Besos

Myriam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

Es un texto entrañable el tuyo, Pedro. Creo que tengo fiebre también porque oía tu voz relatarme esta historia a mediada que la iba leyendo. Frío y calor de hogar y gatos que se escapan, pero esas manos que guían o acompañan, que acarician o consuelan, no se pierden en la niebla porque siempre están.

Besos

Myriam dijo...

Y lo de tu padre... quizás si, quizás su espíritu vino a saludarte...¿quién sabe?.

Cuídate ese catarro. Tomar multivitaminas para subir las defensas no estaría mal.

Esther dijo...

Qué envidia de frio!, oscuro y gélido pero cargado de ecos y manos primorosas. En mi ciudad, que no es mía, nada escucho palpitar y los recuerdos son tumbas cubiertas de nieve. El frio es todo silencio.

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Ese frío calaba hasta dentro de los huesos. Y queda para siempre la costumbre de cerrar las puertas, como queriendo retener el calor de antaño.
Igual que entonces, no le soltarán de la mano en las nieblas de la vida.
Cuídese.

Un abrazo

andandos dijo...

Cuídate y mejórate, lo primero. Sin que tenga relación con esto, creo que nos hacemos mayores, además de adultos, que ya lo somos, y acuden de manera natural y sin esfuerzo estas ideas y emociones a nuestras cabezas.

Un abrazo

Anónimo dijo...

buen relato Pedro, acá es puro calor y sol
así que te dejo una huella energética pa'tu salud y pa'l ánimo

buen finde

pd... los gatos siempre saben volver
tienen un sentido de orientación genial

Marina dijo...

Según iba leyendo tus palabras, recorría mi propio camino de frío y palmadas, con las voces de mi madre en la puerta llamándonos para cenar y el vaho helado saliendo de nuestras bocas de niños mientras decíamos en voz muy bajita: Voyyyy.

En estos días el frío se ha instalado dentro de mí y me ha preocupado mucho, hasta que me he dado cuenta precisamente de lo que tú dices; que serán mis propias manos quienes calienten mi nariz.

Un beso calentito Pedro, para tu nariz :)

Bertha dijo...

El frío húmedo es horrible..."La bilbaina" ya tenía olvidada esta palabra: las cocinas económicas que en tantos hogares del norte aun se conservan sobre todo en las zonas rurales.

Pedro que te mejores y que este frío de calar huesos lo vayas sacando poco a poco del cuerpo.

Un abrazo.

Spaghetti dijo...

Así empezó Marcel Proust, recordando la infancia a través de una rebanada mojada en un tazón y escribió los 7 tomos de "En busca del tiempo perdido".
Cuídate mucho Pedro.

Natàlia Tàrraco dijo...

Y ese frío entre la niebla, cala adentro hasta despertar recuerdos o sensaciones a modo de brasero.

Joselu dijo...

Envidio ese frío que forma parte de mi infancia en Zaragoza y que ahora en Barcelona es un lejano recuerdo. Hoy tenemos una temperatura que no se puede calificar menos que de primaveral, lo que para mí es una decepción porque me gustaría sentir frío como el que describes. Frío que llamara a arrebujarse con el brasero o con la manta eléctrica. Pero no. Aquí es primavera.

São dijo...

Cuida-te , que as constipações não são coisa ligeira.

Quanto ao teu texto, tão íntimo e tão próximo, identifico-me por completo, menos no chocolate de infância.

Mas como adoro o vosso chocolate quente, meu Deus!!

Beos , querido amigo mio

Abejita de la Vega dijo...

Brasero, cocina de carbón, pasamontañas,manoplas, katiuskas, faja, bolsa de agua caliente...palabras que venían de la mano de otro frío. Traían en compensación el calor de nuestras personas queridas.

Besos, a cuidarse.

Tomás Martinez Fernandez dijo...

Esta viva mano

Esta viva mano hoy cálida y capaz
De ansioso estrechamiento, si estuviera fría
Y en el helado silencio de la tumba,
Tanto perseguiría tus días y helaría tus noches soñadas,
Que desearías que en tu propio corazón se secase la sangre
Para que en mis venas volviese a correr la roja vida,
Y así calmases la consciencia. Mírala, aquí está:
Hacia ti la extiendo.

mojadopapel dijo...

Quién eres y de dónde vienes han conformado esa sensibilidad que tienes....tierno y entrañable texto. Mejórate campeón!

virgi dijo...

Las sensaciones extremas que nos traen las estaciones, nos atan al lugar de donde somos. Te entiendo bien, pero lo dices mucho mejor.
Un abrazo

Alimontero dijo...

El orígen siempre aparece Pedro...y el tuyo viene del calor de la familia de origen y sus ancestros, a quienes hoy has recordado indirectamente...
Ese frío que cala los huesos...y se entibian con ese tazón y el abrigo de tu padre....
gracias por compartirnos este regalo Pedro querido!

Ali

José Núñez de Cela dijo...

Precioso texto!

Esperemos que el gris solo se quede en el color del paño y el frío que te devuelve a otro tiempo, quede solo en una cuestión meteorológica.

Espero que te recuperes pronto!

Un abrazo cálido!

Edurne dijo...

Qué recuerdos, Pedor, qué recuerdos!
Yo viví hasta los 12 años en Vitoria Gasteiz, o Sivberia Gasteiz... Mis escapadas a Bilbao en todas las vacaciones del año, eran como un remanso: la familia, le gris bilbaíno, el sirimiri, pero no ese frío helador que dejaba los pañales de mi hermano como bacaladas (imagen que llevo grabadísima en mi memoria), que hacía que mi ama me forrara con capas y más capas de ropa: camisetas de manga corta y larga, faja, combinación, leotardos, el uniforme del cole,la chaqueta, los zapatos Gorila o las botas, capucha, bufanda, abrigo, manoplas... huyyyy!
Y el gato, que siempre se escapaba, porque, unos centímetros de puerta abierta y adiós, marramiaú!
Corriendo siempre de un sitio a otro, no fuera que se nos acabara el tiempo, la vida, no sé...
Y sí, el frío de nuestra infancia, de los que hemos vivido esa infancia de la que tú hablas, lo llevamos bien metido, y no, no puede ser que se nos olvide quiénes somos y de dónde venimos!

Gracias, como siempre, por traernos, por llevarnos a uestros propios recuerdos, por sumergirnos en la reflexión de toda una vida...

Besos.
;)
Y a cuidarse de ese catarro!

Edurne dijo...

Estaré disléxica...
Pedro! Pero qué es eso de Pedor! Ayyyy!
Y nuestros, nada de uestros.

Prisas, las prisas,y el no mirar por dónde va una una, en este caso por dónde teclea...
Perdón, caballero!
;)

Chapa dijo...

Gosto desse olhar para o misterioso desconhecido.

Campurriana dijo...

Esa voz de tu padre...esas voces que seguimos escuchando de una manera mágica. Me sobrecoge, Pedro. También el peso de ese abrigo de paño gris...

María dijo...

Ya ha llegado el invierno, se ha adelantado, haciéndole reto al otoño, para quedarse con nosotros, hace muchísimo frío, es tiempo de castañas, y de estar por casa, son días para invernar, no apetece mucho salir.

Espero que te encuentres mejor.

Te deseo unas felices navidades y que la magia esté presente en tu vida, no sólo en navidades, sino todos los días del año.

Felices fiestas.

Un beso.

Ele Bergón dijo...

Es curioso cómo en mis recuerdos de mi infancia en Pardilla, no me vienen a la memoria, los días de niebla y sin embargo sí está presente el llegar a casa, muerta de frío, pues era la última de mis amigas en dejar de jugar y calentarme las manos heladas al fuego de la lumbre de gitanos que teníamos en la cocina.

Este fin de semana también hubo niebla helada en mi tierra y mi marido decía que era una franja que viene de Valladolid. La centellada, hermosa, muy hermosa y es que la vida es eso, niebla y centellada.

Me gustan estas entradas que me llevan hasta mi infancia

un abrazo

Luz

Ele Bergón dijo...

En los recuerdos de mi infancia

Paco Cuesta dijo...

Tras la puerta de nuestro yo siempre hace frío, solo nuestros seres más queridos la traspasan con cuidado para evitar las corrientes.
Un abrazo

dafd dijo...

Vaya. El frío pasa de mera circunstancia a categoría. El relevo lo debe de estar recogiendo mucha gente en estos días de crisis, de paro y de sueldos bajísimos y esporádicos.