martes, 1 de octubre de 2013

Reinventar las palabras



Esta mañana pensé que era posible reinventar las palabras. Mientras me duchaba imaginé redactar un diccionario en el que -como aquel personaje de Borges que reescribió el Quijote- fuera copiando una a una todas las palabras del español acompañadas de su definición, que sería exactamente la misma que la de la Academia pero con una singularidad casi mágica. Sonaría por primera vez, como recién salida de fábrica, y parecería ingenua cada vez que se leyera o todas las veces que se pronunciara la palabra. Como si se estrenara en cada una de las ocasiones en las que se usara. La idea consistía, me convencí, en que cuando se leyera la definición uno dijera es esto, en efecto, qué maravilla. Como si no pudiera ser de otra manera y nadie pudiera torcer su significado. El diccionario contribuiría a que todo fuera claro, sin recovecos. Que nadie se pudiera ocultar tras las palabras ni los conceptos. Por supuesto, sería preciso redifinir la sintaxis. Reconozco que por un momento me entusiasmé. Un político no podría prometer una cosa pensando otra: la sintaxis provocaría un estrangulamiento momentáneo que se lo impidiera. Nadie podría fingir amor ni ofrecer ayuda con la boca pequeña. Ya no era un diccionario ni una gramática sino que el lenguaje mismo se pegaría al cuerpo de cada uno para hacerle ser coherente y veraz. Salí de la ducha, pasé mi mano por el espejo empañado para ver mi rostro al afeitarme. El entusiasmo me duró justo hasta que me tomé el primer café de la mañana. A las once, con el segundo, comencé a ver todos los problemas: el idioma se parecería a un corsé ortopédico, podría tomar decisiones por sí mismo. Incluso una mentira piadosa podría provocar la asfixia de quien la pronunciara si el sistema no aceptara ningún matiz. El subjuntivo o el condicional ofrecerían grados de sadomasoquismo interesantes con los que algunos podrían jugar aún a riesgo de la vida propia o de la ajena. Con el tercer café me sobrevino el desánimo. Inventar cada palabra al pronunciarla supondría dar demasiadas explicaciones para que el interlocutor la comprendiera y eso nos llevaría a días enteros para tomar un simple pollo al ajillo en un menú del día. Basta, me dije, con mi intención al pronunciarla. Hoy he decidido acostarme temprano.

20 comentarios:

Campurriana dijo...

Buf...yo también me estaba entusiasmando, Pedro.

No he comprendido lo del pollo al ajillo. Mañana, más despejada, lo volveré a leer.

Me quedo con esta frase:

"Que nadie se pudiera ocultar tras las palabras ni los conceptos"


Anónimo dijo...

Un poco si se reinventan las palabras, Pedro, cada vez que las pronunciamos por mucho que ya tenga una acepción en el diccionario.
Algunas veces quien las pronuncia regala un significado y quien las recibe escucha otro. ¡La maravillosa, terrible e impredecible magia de las palabras!

Myriam dijo...

La-foto-es-magnífica-en-toda su longitud-su -ancho-y-profundidad-y-en todas-las- acepciones-incondicionales-y-subjuntivas-pasadas-presentes-y futuras.

Besos intencionales.

lichazul dijo...

las palabras siempre mutan y también suelen hacerse híbridas entre las distintas culturas

besos

Spaghetti dijo...

Menos mal que decidiste acostarte temprano y no seguir tomando cafés!, porque a cada uno de ellos se iba agravando el desánimo. Con la buena idea del principio de editar un nuevo diccionario!...Sería bueno un diccionario acústico, es decir con voz (no sé si existe),donde una voz alternada, masculina y femenina pronunciase las palabras y sus definiciones . ahhh la entonación!!! que diferentes significados según como se pronuncien!...piensa en ello en la próxima ducha.

Anabel Rodríguez dijo...

No tomes tantos cafés antes de acostarte que no vas a pegar ojo y le darás vueltas y más vueltas a esas palabras nuevas, a esa sintaxis... y creo que ya de diste bastantes. Me ha gustado tu sueño, como te entusiasmas y luego das la vuelta a lo que pensabas. A mí me pareció desde el primer momento un trabajo muy duro.
Un beso

XuanRata dijo...

El sueño de las palabras mágicas: todas lo son dependiendo del momento, el lugar y los labios que las pronuncien. Luego está la otra magia, no menor que la primera: la de la herramienta que funciona.

Inspiradoras las tuyas de hoy, Pedro, y esa fotografía también, hecha de piedra, de luz y de signos.

Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Las palabras toman significados inesperados, es inevitable.
Un café...

Meri Pas Blanquer (Carmen Pascual) dijo...

Tu escrito es sencillamente precioso, más allá de las reflexiones que se nos puedan ocurrir al respecto, me ha resultado maraviilosamente expresado.

Edurne dijo...

Yo no tomo café, pero sí chocolate, y con el del recreo en la mano, acabo de leer tu ensoñación (I'm a dream!)y me ha entusiasmado, pero, oye, el desánimo me iba entrando según te invadía a ti también. Katxis, serio problema tenemos con el concepto y la aplicación de la norma!

Como te dicen por ahí arriba, no tomes tantos cafés y acuéstate temprano, no vaya a ser que te visiten los fantasmas de la Lengua!
;)

Besos

Tomás Martinez Fernandez dijo...

Como te sientes identificado como Bloom o Stphen Dedalus?,que mundo nos recreó Joyce en Ulises

omar enletrasarte dijo...

es interesante, mi querido Profe, la significación de las palabras está jaqueada, pero reinventarlas podría ser aún más perjudicial
.
¿y qué me dices del valor de las palabras?
recuerdo de niño hasta la adolescencia que las gentes de mi barrio se comprometían de palabra y era sagrado, no hacían falta notarios ni documentos
.
significación y valor
no deberían estar al lado de las palabras, ni encima, ni debajo, sino dentro de ellas mismas
.
el abrazo de siempre
omar

Pamisola dijo...

"Que no se pudiera decir una cosa pensando en lo contrario" referido a los políticos. Me quedo con eso.

Isabel Barceló Chico dijo...

Ja, ja. Quizá el próximo sueño o ensoñación podría referirse al oido o a nuestra capacidad para escuchar. Quizá no sea posible librar a las palabras de los recovecos y los retorcimientos que alcanzan en algunas bocas, pero quizá se pueda refinar nuestra capacidad para desenmascararlas. Besazos.

mojadopapel dijo...

Podría reinventar palabras.... entretenerme haciendo un diccionario único que me ayudase a sobrevivir en una isla desierta,reinventarlas para los demás seria deconstruir el lenguaje y empezar desde cero...mejor no...y vete a la cama.

Ele Bergón dijo...

Como en todos los hechos las palabras existen, el problema son las interpretaciones que se hacen de ellas y así nos entretenemos con los lados positivos y negativos.

Me parece bien tu teoría en lo que se refiere a los políticos, les tenía que estar prohibido el mentir.
Un abrazo

Luz

MIMOSA dijo...

Qué pena acabar en ese desánimo cuando comenzaste con toda esa certeza de hacer realidad el sueño...

Yo,de ti, iba dejando el café!

Besos

PD: ¿O quizás prefieres ir aparcando los sueños? No lo creo, sólo que hay que ir dejando que se vayan construyendo a su propio paso...ojalá algún día nos llegue llovido del cielo ese diccionario.

Más besos

dafd dijo...

El medio de comunicación convertido en ser independiente que nos haría sus esclavos. Y las academias de la lengua serían sus templos. Habría que pensar en quiénes serían sus sacerdotes.

Paco Cuesta dijo...

Presiento que el diccionario no quiere la labor de dictador y opta por la libertad con todas sus consecuencias
Un abrazo

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, profesor Ojeda:

Cuando leí esta entrada fui entendiendo sus consecutivos estados de ánimo.
Pensé en el discurso de Ana María Matute y coincidí en que era necesario reinventar las palabras.
Personalmente hace tiempo que llevo dándole vueltas a la palabra SALDAR.
He preparado una entrada, en la que dejo mis dudas sobre el acierto o no a la hora de aplicar y explicar el concepto.
De todos modos, hay casos en los que las palabras llevan garantía de credibilidad, por la buena fe de las personas honradas que las utilizan.

Saludos.