martes, 18 de junio de 2013

Una extraordinaria alegoría de nuestra sociedad. El Régimen del pienso, de Eusebio Calonge


Con motivo del estreno en el teatro María Guerrero de Madrid de El Régimen del Pienso, de Eusebio Calonge, anoto aquí mis impresiones sobre este montaje que yo vi en el LAVA de Valladolid el pasado 19 de enero.

La última propuesta de la Zaranda. Teatro inestable de Andalucía la Baja (estrenada el 3 de noviembre de 2012 en el Festival Temporada Alta de Girona/Salt), hace honor a la larga trayectoria de este grupo, con más de treinta años de existencia. Nacido, como tantos otros, al calor de la ebullición teatral que se dio en España en los últimos años del franquismo y el postfranquismo, ha conservado intacto su principio ideológico por el que el arte teatral debe ayudarnos a desvelar los hilos ocultos que rigen nuestras vidas. Hay, en toda su trayectoria, una profunda indagación sobre el teatro como medio de conocimiento del ser humano y de la sociedad en la que vive. Algo que, en estos tiempos en los que el arte debe recuperar su esencia más comprometida, es más que necesario.

Todo ello se refleja en El Régimen del pienso. El argumento se centra en las consecuencias de la peste porcina desatada a consecuencia del exceso de pienso con el que se alimenta a los animales, lo que ha llevado a un aumento en la mortandad de los cerdos que alarma a la empresa. Para solucionar la crisis, se toman medidas drásticas que afectan a la plantilla de trabajadores. Es una brillante alegoría de lo ocurrido en los últimos años en nuestra sociedad, sobrealimenada y acomodada, que ha vivido con un espíritu de piara sin preguntarse las razones del sistema productivo ni cuestionar las normas mientras todo funcionara en una ilusión de vida en la que lo individual se veía anulado por una cultura basada en la estabulación de la especie para que consumiera sin plantearse las razones de una producción disparatada. Cuando la empresa señala a los que deben ser despedidos, todo se torna incomprensible a su alrededor: los que antes eran amigos y compañeros de trabajo se tornan en meros oficinistas que les dan la espalda, el sentimiento de solidaridad queda desplazado por el de corporativismo y el miedo a ser los siguientes en la lista de despedidos. Es en ese momento cuando el individuo descubre el verdadero entramado del sistema, montado para convertir en un laberinto la vida de aquel que ha sido desplazado. El cesante se convierte en un Ecce homo, víctima propiciatoria cuya inmolación ni siquiera sirve para redimir al ser humano.

Todo en el montaje subraya la propuesta de la obra: la interpretación basada en movimientos rutinarios, repetidos, exasperada y oportuamente mente lentos en ocasiones; los diálogos, repetitivos, construidos en una espiral que llevan a la caricatura las acciones para resaltar mejor lo absurdo de las situaciones y las reacciones de los seres humanos ante ellas; la decoración, esencial, basada en escasos elementos continuamente trasladados por los personajes para construir espacios que son, en realidad, el mismo laberinto en el que vivimos -puesto en evidencia por la presencia fundamental de los enseres propios de una vetusta oficina-; los colores o, mejor, su ausencia, y el juego con las luces; y un magnífico uso de la música en los momentos en los que debe estar presente.

Aunque la obra es coral, entre todos los actores sobresale el trabajo de Javier Semprún, actor de larga trayectoria que ha sabido hacer tan suyo el personaje del cesante que marcará un antes y un después en su carrera.

La propuesta de la Zaranda, entre Kafka y el teatro del absurdo, la bufonada y el carnaval, influido por Tadeusz Kantor pero también por la construcción propia de un lenguaje teatral a lo largo de estos años, es una representación que no deja indiferente al espectador, al que se le pone ante la visión de un sistema de sociedad -el nuestro- al que se le ha desnudado de todos los vestidos que ocultan sus engranajes.

12 comentarios:

Myriam dijo...

Intuyo que es una obra que se puede perder nuestro querido amigo Antonio Aguilera...

pancho dijo...

Tanto degradar el tratamiento del ser humano al de un animal como distinguir a un animal a la categoría de humano puede ser igual de:pernicioso


Paco Cuesta dijo...

las ilusiones en gran parte duran mientras todo funcione, eso nos va bien, luego, cuando falla se buscan culpables fuera de nosotros mismos.
Un abrazo

Myriam dijo...

y que NO debería perdérsela....

Myriam dijo...

a juzgar por lo que de ella dices...

Besos

Antonio Aguilera dijo...

Myrian querida, que no me debo perder. Por un motivo profesional y otro cultural jajaja

Antonio Aguilera dijo...

Besos y abrazos

Antonio Aguilera dijo...

Myrian querida, que no me debo perder. Por un motivo profesional y otro cultural jajaja

Myriam dijo...

¡jajaja tal cual, Antonio, tal cual!

Besos

Bertha dijo...

Una obra de teatro muy acorde con los tiempos: es verdad que hemos vivido estilo piara...(no se mal interpreten las palabras)

Todo tiene un techo y, una vez que se toca no queda otra que volver a reinventarse.Aveces por exceso y otras por defectos.

Un abrazo.

omar enletrasarte dijo...

he leído con atención, gracias por compartir,
un abrazo

virgi dijo...

La vida en el arte y al revés. Pero siempre será la primera más cruel y sorprendente.
Tiene una pinta excelente, no creo que venga por estos mares.
Besos