sábado, 6 de abril de 2013

¿Por qué no dimiten los políticos españoles? Notas sobre el escrache a los políticos en España (II)

¿Por qué no dimiten los políticos en España cuando son pillados en comportamientos que, aparte de sus consecuencias jurídicas, son éticamente criticables y ocasionarán problemas tanto a sus partidos como a sus futuras carreras? 

Hace poco, uno de los jóvenes dirigentes del PSOE (según su biografía, a los 24 años ya trabajaba para el partido) provocó por acción u omisión tal embrollo a partir de una moción de censura con la que su partido se hacía con un ayuntamiento de una ciudad de provincias que la solución final no satisfizo a nadie. Él debería haber dimitido, en vez de limitarse a poner el cargo a disposición de la ejecutiva, y abandonar definitiva o temporalmente la política. Sigue en sus cargos, pero está inhabilitado según el juego de estrategias políticas para conseguir aquello a lo que parecía aspirar en el futuro como nombre prometedor: por su propia conciencia, porque sus oponentes siempre le recordarán este embrollo y porque, dentro del partido, las familias rivales afilan los cuchillos. En el seno del PP, del PSOE, de CiU y el resto de los partidos españoles encontramos cientos de ejemplos en el mismo sentido. Y más graves: la lista de políticos imputados que siguen en el cargo después de que hayan sido imputados es larguísima (soy consciente de que una imputación no es una condena); la lista de políticos con comportamientos éticamente reprochables que siguen tiene todavía mayor extensión.

¿Por qué no dimiten estos políticos? Por un conjunto de razones. La primera porque hasta ahora, la sociedad española era demasiado tolerante con estos comportamientos por falta de verdadera cultura democrática: en España ha existido una extraña creencia según la cual lo que es de todos no es de nadie y se piensa que el ciudadano no es propietario de lo público más que para aprovecharse de ello y no para exigir responsabilidades o asumir las propias. Lo que se suma a la actitud acomodaticia de la mayoría, que no se molesta en estar al tanto ni de las noticias ni de las cuentas de la administración pública -local, regional, nacional- o su real eficacia. En España, hasta hace unos pocos años, el ciudadano solo aparecía en los momentos de votación y, excepcionalmente, en otros momentos críticos de la historia reciente -el intento de golpe de estado de Tejero o cuando el equipo de su localidad está amenazado de bajar a la segunda división-. En los tiempos de bonanza económica, además, España se convirtió en un parque temático en el que nadie pedía responsabilidades a nadie mientras la fiesta continuara. Durante años se ha votado a políticos sospechos de corrupción y otros con comportamientos inadecuados para ejercer la función política. En algunas localidades o regiones porque estos políticos habían desarrollado un necocaciquismo que generó intereses comunes entre muchos sectores de votantes. Esta es una de las raíces de nuestra crisis económica actual: se gastó lo que no había para ganar votos. Curiosamente, muchos votantes añoran aquellos tiempos y darían todo para volver a ellos aun conociendo -y sufriendo- sus consecuencias.

La segunda, porque los partidos políticos se aliaron con los grandes medios de comunicación españoles en una alianza que terminó por fomentar un forofismo político. En España se es de un partido como se es de un equipo de fútbol: de forma compulsiva e irracional. Esto ha sido fomentado, especialmente, por los grandes partidos nacionales y por los que tradicionalmente han gobernado en las autonomías con mayor conciencia nacionalista: en todos estos ámbitos, cuando se llegaba a gobernar se administraban oportunamente las licencias de radios y televisiones y se creaban relaciones de intereses con las empresas del sector de la comunicación. Estos medios de comunicación atacaban o disculpaban el mismo escándalo político según fuera de uno u otro partido. Y el público fiel, mayoritariamente, reaccionaba como un forofo de fútbol ante estas noticias: es o no penalti según beneficie o no al equipo propio. Esto es lo que, según los expertos, se llama suelo electoral: un número de votos del que no se bajará nunca se haga lo que se haga. Los dirigentes políticos se limitan a crear estrategias para ganar el voto que se añada a este suelo, aun prometiendo cosas que van contra la creencia de los adictos.

La tercera, porque la organización interna de los partidos políticos dificulta la dimisión. Cuando un político llega a un cargo lo hace no por ser el mejor sino por ser el más adecuado para la familia que dirige, en esos momentos, el partido. Hay, por lo tanto, un sentido de familia que hace que la organización proteja a los políticos con comportamientos reprochables y que solo se dimita cuando el escándalo es gravísimo -y aun así, depende de quién se trate-. Esto cuando no es toda esa famlia la afectada, en cuyo caso hay un cierre general de filas que provoca que el escándalo, en vez de solucionarse, se demore y crezca y temine afectando a la estabilidad del sistema o a la normalidad en la toma de decisiones. De hecho, es la raíz de la falta de verdadera regeneración interna de los partidos políticos, cuyas principales caras se repiten año tras año independientemente de la eficacia de su gestión.

La cuarta, porque en España, a causa de todo ello, no ha habido una cultura de la dimisión política: ese comportamiento por el que uno asume las responsabilidades o por el que uno, simplemente, reconoce que aun siendo inocente no puede perjudicar ni a su familia ni al partido ni a la sociedad condicionando el debate de lo público más allá de lo razonable. Sí que ha habido dimisiones a tiempo, por supuesto. Siempre habrá de recordarse el caso de Demetrio Madrid, político destacable del PSOE en tiempos de la Transición, primer Presidente de la Junta de Castilla y León Dimitió por un caso del que, finalmente, fue absuelto. Precisamente, que todos podamos recordar algunos ejemplos de este tipo viene a siginificar lo escasos que son. Curiosamente, todos los partidos exigen rápidamente la dimisión de los políticos contrarios, pero respaldan la no dimisión de los propios.

La quinta, porque la mayoría de los políticos españoles no tienen a dónde ir si dimiten. Al menos de manera que mantengan el mismo nivel de vida alcanzado ejerciendo cargos públicos.

Todo esto proviene de la misma raíz: a nadie le ha interesado, desde la Transición, generar una cultura política según la cual ejercer la política tiene muchas prebendas pero también muchas responsabilidades. Una de ellas, la de que el político es un modelo de comportamiento social y debe dar cuenta a la sociedad de sus actos a diario y no solo cada cuatro años. Como a la sociedad tampoco le ha dado por reclamar esto hasta ahora, puede temerse que los políticos españoles sean el espejo de la sociedad española. Si esto fuera cierto, mal solución tendríamos. Continuaremos.

14 comentarios:

virgi dijo...

Se han acostumbrado tanto a su posición que han olvidado sus deberes.
Ahora protestan de los escraches, como si los desahucios fueran una bobería.
Así que sí que creo que el reflejo suele ser bastante exacto.
En fin, una vergüenza continua.
Te sigo.
Besos

Myriam dijo...

Muy clara tu exposición. Da para pensar mucho, aplicable a muchos otros países también.

1- Visto de afuera, creo que la cosa ha cambiado. Observo y palpo que la gente está harta. Muy harta. Asqueada, diría yo.

2- Los Medios de Comunicación tiene el deber ético de informar sobre casos de corrupción, de lo contrario: son cómplices.

3- Es lamentable que los Partidos Políticos se hayan convertido en mafias o que no siéndolo, asuman comportamientos propios de esas familias, con lo cual terminan siéndolo.

4- "Dimitir, no es un nombre ruso"., como bien dicen por ahí.

5- No tienen a donde ir, pero se me ocurren algunos lugares a donde podrían ir como por ejemplo de Asesores de los guardianes del Archipiélago Gulag O abanicadores de algún Príncipe de Arabia Saudita o de Yemen o del Reino de Nunca Jamás.

Sobre lo que dices del Político como un modelo de comportamiento social (Honrado, ímprobo) de Argentina, solo recuerdo este ejemplo pero, en su momento no lo dejaron terminar su Gobierno... siguiendo lo que siguió.

Besos, como ves, me has hecho pensar...

São dijo...

Meu querido amigo, os políticos não se demitem porque não sabem o que é honra, vergonha , ética e sabem que têm impunidade , protecção partidária e a ignorância da maior parte de quem os elege!

Estamos neste preciso momento aqui, em Portugal, numa embrulhada terrível por causa disso e nem temos em Cavaco alguémk cpm a estatura moral e política suficienet para deslindar a questão, pois ele mesmo está com rabos de palha!

Abraço forte .

lichazul dijo...

qué decir , qué sumar, si lo pones sin dejar cabo suelto
sería redundar en tu exposición

por eso prefiero guardar silencio y ojalá existan muchos que estén dispuestos a jugarse el pellejo y postular a un cargo público , entre académicos y gente sabia quizá la España que necesiten sea un hecho cercano

besitos

Abejita de la Vega dijo...

Dimitir es un nombre ruso...

Paco Cuesta dijo...

Si se me permite añado un apunte: tampoco tenemos cultura del voto, no somos capaces de castigar al partido que hoy por hoy menos nos molesta privándole de nuestro voto cediéndoselo a otro, votar en blanco o a nadie, lo cual no supone renegar de nuestras ideas,si no más bien confirmarlas.Creo

ANDAD CON DIOS dijo...

Qué casualidad!Yo también hablo hoy de ese tema!!
Saludos!

Anónimo dijo...

Llevo años sin votar; no por dejadez política o por desinterés, simplemente por no poder votar sin perder mi dignidad a ninguno de los partidos políticos que se presentan. Los dos grandes ya han demostrado de lo que son capaces y los demás con su silencio y omisión han dado el visto bueno a lo que hacían.
He sido muy criticada por no votar, pero seguiré haciéndolo mientras no tengamos listas abiertas....

Teresa

Merche Pallarés dijo...

Sé que lo que voy a decir es MUY polémico pero pienso que lo único que les va a nuestros países "latinos" (tanto a España como a Portugal) es una dictadura. No estamos preparados para una democracia estilo de la inglesa donde un político dimite por haber mentido hace diez años... No. Aquí no. Además en una dictadura robarían cuatro y no tropecientos como lo hacen ahora que así estamos como estamos. Besotes indignados y asqueados, M.

Campurriana dijo...

Son, efectivamente, un reflejo de la sociedad; cada uno en su parcelita...¿o no lo vemos cada día?...

mojadopapel dijo...

Hasta que no haya listas abiertas tampoco vuelvo a votar.

Ele Bergón dijo...

Tanto ciudadanos como políticos estamos escurriendo el bulto y no queremos coger el toro por los cuernos, pues eso significa un esfuerzo y nos habíamos instalado muy cómodamente en que todo nos lo den hecho. Debemos aprender a pensar para después dialogar y actuar.

Un abrazo

Luz

dafd dijo...

El forofismo político. Me ha encantado el concepto. En España han existido o existen (me reconozco en el término) forofos en vez de partidarios de un partido.
Si la mayoría de los políticos no tienen a dónde ir si dimiten, además, saben mucho. Y por lo tanto hay que tenerlos contentos, con buenos sueldos y puestos, aunque sean inventados.

PISCIS dijo...

El tema tiene difícil solución tal y como esta planteado. La verdad pasaría por crear un nuevo partido político con gente realmente capaz y con unas propuestas realmente honestas como dejar claro los sueldos como cualquier profesional un poco mejor pagado, pero sin llegar a las barbaridad que se ven y todos los demás fuera. Apuntarse al INEM si son tan buenos como dicen encontrarían trabajo rápidamente y de lo contrario les queda la opción de ser autónomos como lo hacemos otros.
Recién en este momento se podrán respirar otros aires, ya que mientras no se administre el dinero de todos como el de uno propio la empresa esta abocada al fracaso. Me gustaría seguir pero no los quiero aburrir ojala se formara ese partido y no viera mas las caras año tras año en gobierno o en oposición pero de ahí no se los mueve ni a cañonazos.