jueves, 28 de marzo de 2013

Un burgués con conciencia de anarquista y noticias de nuestras lecturas.



Aurora roja, escrita expresamente como cierre de una trilogía que no comenzó como trilogía y redactada ya para no ser publicada en El Globo sino directamente como el tercer volumen, tiene esa voluntad de final desde su primer párrafo: de ahí la presencia en el prólogo de Juan, que cuenta con tanta presencia hasta su muerte al final de la novela.

La novela sigue las peripecias del protagonista, Manuel, pero ya no de la misma manera. Baroja no podía seguir insistiendo en los altibajos de su vida, como en las dos primeras novelas: no hubiera sido ni verosímil ni soportable para el lector. Su historia necesitaba un final diferente y un tono narrativo más sereno. Y entre los posibles elige integrarlo en el mundo burgués: gracias a la protección de Roberto y el estímulo de la Salvadora -que pone todo el tesón para suplir la conocida falta de volunta de Roberto, que se ve obligado a no volver a caer en la desidia si quiere conseguirla, con lo que Baroja parece sugerirnos la importancia de la aspiración a la estabilidad familiar como motivo de mejora, algo que siempre estuvo en el corazón de Manuel, por otra parte, cuando buscaba apariencias de familia que sustituyeran a su madre muerta- se hace propietario de una imprenta. Esto le lleva a ser constante en el trabajo y a irse apartando tanto de los amigos que pueden inducirle a los malos pasos como de la militancia activa en las ideas anarquistas de todo su entorno. Manuel se hace burgués tanto por su tendencia hacia la estabilidad como por su deseo de conseguirla junto a la Salvadora, que sabe bien cómo conducirle. De hecho, la mujer no accede al matrimonio hasta que no es propietario de la imprenta.

Pero a Baroja le interesa la historia de Manuel para dar cuenta de la situación de los marginados en una sociedad española -madrileña- que representa un sistema en descomposición completa, sintetizado en ese magnífico retrato final de un rey chico, enfermo, paseado por las calles de Madrid ante las críticas generalizadas y saludando con desgana. Como el hambre, el frío y las miserias habían sido ya retratadas en los dos volúmenes primeros, ahora necesitaba algo más, ya apuntado al final de Mala hierba: el debate ideológico. Este debate no detiene la acción, como puede parecernos: es la acción misma. En efecto, Baroja dedica gran parte de Aurora roja a presentarnos las diferentes formas de anarquismo del momento y enfrentarla tanto entre sí como con las ideas socialistas o radicales. Ninguno de ellos puede aspirar a solucionar la situación puesto que todos carecen tanto de fuerza como de organización para ello. El grito con el que se cierra el discurso de Juan en el teatro Barbieri, lo resume bien: ¡Viva la Anarquía! ¡Viva la literatura! En la anarquía está la solución, pero esta no podrá llegar nunca. De ahí el amargo pesimismo del mensaje barojiano: nada podrá hacer cambiar un sistema injusto.

Por eso mismo es intersante buscar, en la postura de Manuel, el rasgo barojiano. Ante la imposibilidad de cambiar el mundo, Manuel se integra en él, cansado de pasar hambre y frío y no tener seguridad en la vida. Ha aprendido por propia experiencia la dureza de la marginación y gracias a su alma bondadosa ha conseguido encontrar gente a su alrededor -Roberto, la Salvadora- que lo ayudan a estabilizarse. Pero no puede dejar de encontrar dentro de él también el pellizo de la incomodidad espiritual que le produce la situación. De la misma manera que cuando estaba entre los marginados sabía que ese no era su mundo o cuando participaba en actividades criminales no estaba a gusto con ellas, ahora -fundamentalmente por la impronta que deja en él su hermano, Juan, ejemplo perfecto del anarquismo humanitario y que llega a adquirir un rasgo mesiánico que lo conduce a una honda tristeza que agrava su enfermedad- tampoco está satisfecho con la vida burguesa que adquiere y sabe que la única solución para esa sociedad injusta y para un sistema corrupto sería reducirlo todo a cenizas. Pero pronuncia esta convicción íntima que resume fielmente su situación anímica con la tristeza de quien sabe que no encontrará dentro de él la fuerza suficiente para iniciar el incendio. Quizá sea esta incomodidad espiritual la evidencia más clara de que la lucha por la vida no termina cuando se asegura la parte material.


Noticias de nuestras lecturas

Myriam hace una excelente aportación con el balance sobre los tipos femeninos presentes en la trilogía. De imprescindible lectura.

Mª Ángeles Merino sabe cómo hablarle a Manuel, desentrañando sus motivaciones, miedos y aspiraciones. Aquí todo conducido ya por el estímulo de Salvadora...

Paco Cuesta termina su lectura de Aurora roja señalando con exactitud el cruce de sentimientos que tiene Manuel, que tenemos los lectores...

Aunque, a partir del próximo jueves, comenzaré la lectura de La marca del meridiano de Lorenzo Silva, seguriré recogiendo fielmente las aportaciones que aún os queden de la trilogía barojiana.

11 comentarios:

lichazul dijo...

"a Baroja le interesa la historia de Manuel para dar cuenta de la situación de los marginados "

"El escritor solo puede interesar a la humanidad
cuando en sus obras se interesa por la humanidad" M Unamuno.

BESOS

Merche Pallarés dijo...

Por lo que cuentas, MUY actual lo que escribe don Pío. Hoy también deberíamos reducir todo a cenizas y empezar de nuevo. Besotes anarquistas, M.

Kety dijo...

"la lucha por la vida no termina cuando se asegura la parte material".

Me quedo con esta frase. Cuanta verdad en ella.

un abrazo




Paco Cuesta dijo...

Esta tercera entrega da un giro fundamental a la obra, aporta -a mi juicio- poesía y un tanto de romanticismo a los movimientos sociales.
Un abrazo

Luis Antonio dijo...

Entre incendiar el mundo o integrarse en él, no hay más opción que la que toma Manuel. Quizás haya otras, ¿no?

Myriam dijo...

Disfruté y aprendí mucho con la lectura de esta trilogía de Baroja, con tus magníficas clases y con las super-elaboradas contribuciones de los compañeros de lectura, igual que con los comentarios sobre la misma.

Siempre creeré que después de la Lucha por la subsistencia y lo más básico -que debería estar suplido- queda la verdadera Lucha por la Vida. Solo hay dos caminos posibles para la Humanidad: la autodestrucción o la superación. Creo que nuestro Mundo necesita, como un cuerpo envenenado, de una gran diálisis que limpie su sistema, tal como Baroja lo ha denunciado en esta obra suya.

Abrazos a todos

Daniela V. dijo...

Y es que las cosas mteriales no nos pueden garantizar nada,ha habido muchisimos casos de personas que han perdido todo de un momento a otro,como dirìa Jesùs :Buscad primero el reino de Dios (lo espiritual) que es lo màs importante.Optimo post

pancho dijo...

La introducción de Juan amplía la visión de la trilogía. Es un personaje de mundo, ilustrado y culto que pasa de cura arrepentido a anarquista a través de la lectura, sus viajes y como reacción a la enseñanza integrista que recibió en el seminario. Suele pasar.

Manuel le ha visto las orejas al lobo de la marginación, los amaños y la delincuencia, por eso piensa que malvivir no tiene mérito ninguno. Se amolda, aprovecha los resquicios del sistema y la ayuda de las mujeres que bien le quieren para prosperar y al menos no pasar hambre con la pequeña empresa. En no mejor situación están ahora los pequeños empresarios más de cien años más tarde. Se une al sistema al comprobar que no hay quien lo derrote.

He vuelto a leer el prólogo y los primeros capítulos de Aurora roja y me parecen estupendos, prosa más refinada y tratando temas de más calado, con mayor detenimiento.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Gracias, profesor!. Hemos podido con Baroja, y nos alegramos por ello, gracias a tu esfuerzo y dedicación.

Petons

/Codecola

Abejita de la Vega dijo...

Nos quedamos con esa incomodidad espiritual de Manuel como conclusión de la trilogía. No podía ser de otra forma, siendo Manuel una buena persona, con sus puntos flacos, pero bueno.

Tengo todavía que hablarle a Manuel Alcázar en una última entrada,antes de ponerme con Bevilacqua y Chamorro, viejos conocidos.

Confieso que me tapé la nariz para entrar en la pensión de doña Casiana. He conseguido leer la trilogía, cielos. Solo por conocer al personaje de la Salvadora ha merecido la pena.

Besos

andandos dijo...

Llego tarde, como casi siempre. Me queda por leer la tercera parte de Aurora roja, que espero terminar estos días. Leyendo tu comentario y luego los de los demás no sé qué más decir, si acaso que me ha gustado, que me está gustando mucho cómo escribe y lo que escribe Baroja, y que vosotros sois parte importante de que esto suceda.

Un abrazo