jueves, 29 de septiembre de 2011

El día que empecemos, esto no lo para ni Dios y noticias de nuestras lecturas


La inteligente forma en la que Mendoza nos caracteriza al protagonista a través de la redacción de su carta, le permite construir un personaje que, a pesar de su dominio del idioma -superior a la de muchos de los españoles con los que habla- y de la cultura española -ha viajado tanto a Madrid que considera el Museo del Prado como su segunda casa, es uno de los mayores expertos mundiales en Velázquez-, no encaja en la España del 36. No puede encajar: precisamente construir un inglés tan típico sirve para poner de relieve el retrato de una sociedad que Mendoza no saca tanto de la realidad como de la literatura: tipos costumbristas, personajes propios de la literatura popular. No le interesa al autor hacer una novela seria más sobre lo que ocurre en esos meses previos a la guerra civil, aunque no deja de reflejar los actos violentos que ocurren continuamente, sino un relato en el que puede jugar con el distanciamiento y con el humor. De ahí que nos resulten extravagantes -literariamente extravagantes- los personajes españoles que van apareciendo: desde los compañeros de tren, las escenas ocurridas en la estación de Venta de Baños hasta, especialmente, la caracterización de una familia aristocrática madrileña que parece anclada en el siglo XX en plena vorágine del XX. La gente de las tabernas parece también sacada de las zarzuelas, así como muchos de los personajes secundarios.

Juega Mendoza con el tópico y las tramas propias de las novelas populares: quiere hacer una trama de intriga fácil de seguir protagonizada por Anthony y por eso las situaciones argumentales se construyen -con eficacia, desde luego- de una manera que encajan perfectamente recorriendo los espacios madrileños como telón de fondo más que como conflicto principal del relato. Incluso el ambiente claramente tenso y violento se describe de esa manera: uno de los personajes dice que los españoles llegan difícilmente a las manos, pero que cuando lo hagan no lo podrá parar ni Dios.

(El próximo jueves terminamos con esta lectura y, a partir del 13 de octubre comenzamos con las Sonatas de Valle Inclán en el orden de su publicación: Otoño, Estío, Primavera, Invierno).

Noticias de Riña de gatos

Pancho analiza con brillantez las principales virtudes de la novela: su arranque, la forma en la que atrapa al lector y el recorrido madrileño del argumento.

Paco Cuesta concluye -con la prudencia de no dar el final para quienes no hayan llegado- su propuesta de análisis de la novela. Acierta en todo.

J.G. se queda con una frase de la inocente pero ya bien instruida hija pequeña de los duques. Su conclusión sobre el por qué de un inglés en medio de Madrid es elocuente.

María Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta e ilustra el contraste evidente entre nuestro inglés y la familia de los duques en los capítulos 4 y 5.
Lecturas anteriores

Bécquer: Ele Bergón nos trae una sinfonía de golondrinas becquerianas...

La lectura del Quijote se convierte en proyecto permanente de La Acequia (en este enlace) al que se puede incorporar todo aquel que lo desee en cualquier momento y, por lo tanto, seguiré  publicando, periódicamente, las noticias correspondientes.
Próximas lecturas

De octubre a enero: Sonatas de Valle Inclán. El orden de lectura de estas novelas no corresponderá con el de la cronología interna de la obra sino con el de su publicación, para experimentar cómo construyó Valle la biografía de su personaje y cómo lo recibieron los lectores de su época

12 comentarios:

Myriam dijo...

Interesante ésto que planteas de los juegos de los personajes y sus extravagancias...

Merche Pallarés dijo...

Sigo los gatos con vosotros. Besotes gatunos, M.

Hernando dijo...

Es posible que Mendoza no quiera hacer una novela seria, y quiera hacer una novela para complacer al editor y al público en general, la trama de la intriga es fácil como muy bien dices, como todos los personajes son mediocres, y como los análisis de las obras de Velázquez son muy mediocres, parecen copiados de la Wikipedia, hasta los cuadros que analiza son los menos conocidos de Velázquez salvo "La Venus del espejo" que juega con él dando a entender que hay otro con el rostro de una mujer conocida.
Como novedad en la novela me ha gustado, esa pequeña biografía novelada del gran jefe de la falange Española.

Antonio Aguilera dijo...

Espero poder unirme a la lectura de "Las Sonatas". Un abrazo a todos, queridos amigos

lichazul dijo...

gracias Pedro
la palabra ajustada ha quedado
muy buena propuesta dejas , lástima que no pude dar con el libro
besos

Asun dijo...

Yo no sé si extravagantes, pero sí que recuerdo que muchas de las situaciones eran bastante surrealistas.

Besos

pancho dijo...

El autor exagera la corrección, cercana al engolamiento, de la expresión de Anthony para que contraste más con el habla popular de la gente del pueblo que va encontrándose por la calle. Uno de los síntomas de que estamos ante una buena novela debería ser la adecuación de los distintos niveles de lengua que los personajes utilizan en su discurrir por el relato. ¿Lo consigue Mendoza? Seguro que no como Esquivias por citar un novelista que hemos analizado recientemente, pero no es de los peores tampoco.

Con respecto a lo que dice Hernando sobre las digresiones que sobre Velázquez se hacen en el libro, a mí me parecen eruditas, pero para un experto perfectamente pueden ser superficiales, lógico.

En mi modo de ver las cosas, uno de los mejores momentos de la novela es la descripción de la taberna con peña taurina incluida y otra de gambas, con el extranjero entre medias como un jueves. No importa que sean personajes de zarzuela parecidos a los que pueden salir en Torrente. No creo que el autor busque la profundidad en la descripción de la personalidad de los personajes, tampoco es necesaria para una novela que lo que busca es ganar un premio y vender muchos números. También es un mérito encontrar ese hueco que llena una novela y que la hace convertirse en un “best - seller”.

Parece que el secreto de la Acequia descansa en las paredes de ladrillo de los callejones. ¡Quién lo diria!

Gracias por tus referencias tan amables.

Abejita de la Vega dijo...

Cuando Anthony pregunta en la cantina de la estación de Venta de Baños dónde puede encontrar sellos y echar la carta, es tan correcto su lenguaje que el camarero no entiende ni jota , como si le hubiera hablado en inglés. Me pareció ver la cara pasmada del buen hombre detrás de la barra. Y es así a lo largo de todo el libro, ni le entienden ni él entiende nada, a pesar de sus sesudos estudios. Este ingenuo me cae bien, pobre, todos le quieren matar...

Creo que se me van a cruzar las lecturas otra vez, esta vez no será con Bécquer...

Besos, Pedro, buen fin de semana.

Paco Cuesta dijo...

Tensiones, conflictos, violencia, amores,como bien dice Pedro:
"con eficacia desde luego".
Y remata Pancho:
"para encontrar ese hueco"

MIMOSA dijo...

He de reconocer que comencé leyendo la novela con brío, pero que en el camino he ido perdiendo fuelle, no se muy bien donde encajarla. Por un lado nos describe el preámbulo de una guerra, un clima de violencia con descripciones básicas,......supongo que para que cualquier lector lo entienda, nos describe escenarios costumbristas, satinados con toques humorísticos (que desde mi punto de vista y comparándolo con Oscar Esquivias, deja mucho que desear)y un inglés, que por mucho dominio del idioma resulta ser un pánfilo.
Me he leído a la par El misterio de la cripta embrujada (ya que lo encontré en casa y subidos al carro...)y creo que es mucho más inteligente y divertido (a pesar de su mezcla surrealista)y de una crítica social evidente sobre los más adinerados de la ciudad... Utiliza también esa denominación a los personajes, dándoles nombres que puedan provocar la risa (Plutonio Sobobo Cuadrado, por ejemplo; el Sr. Peraplana...)Igual he podido cometer el error de hacer comparaciones entre ambos al leerlos paralelamente,pero.....
Besos Pedro

Abejita de la Vega dijo...

¡Ay, este Blogger que se ha tragado mi comentario!

Palabrita del niño Jesús que escribí unas líneas en este post.

El pobre inglés habla correctísimamente pero tan relamido que nadie le entiende. Ya al principio del libro, vi la cara del de la cantina cuando Antoñito le pregunta dónde puede comprar sellos y echar la carta. Es como aquella señora que preguntaba a un labriego cuánto costaba la leña que llevaba sobre su burro:
¿Cuál es el importe del haz que gravita sobre la cúspide de su jumento?

Perdonad mi digresión, esta vez ha sido un recuerdo infantil y escolar...creo que el ejemplo estaba en un libro de texto.

Conclusión: el inglés no entiende ni le entienden, a pesar de su erudición.

Besos, Pedro, gracias por tus palabras.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Vais a un ritmo... o es que yo, como siempre me disperso como mancha de aceite. Esta vez no me pasa y me voy de inmediato a por las Sonatas.

Abrazos.