jueves, 12 de agosto de 2010

En casa de don Antonio Moreno y paseo por Barcelona (Cap. 2.62)


El capítulo se nos presenta con una suma de sucesos en apariencia desconectados los unos de los otros: la presentación de don Antonio Moreno y sus onversaciones con Sancho y don Quijote; el primer paseo de don Quijote por las calles de Barcelona; un sarao en casa de don Antonio; el artificio de la cabeza encantada; la visita a la imprenta. Se aprietan los acontecimientos para no dejar a don Quijote inactivo.

Por una parte, el huésped de nuestros protagonistas, don Antonio Moreno, otro secundario magníficamente caracterizado por Cervantes en su carácter y en sus acciones, viene a ser la versión ciudadana del Duque. Es curioso establecer el paralelo entre ambos para comprobar la variedad de registros que hallamos en esta novela. Algo les une: la necesidad de divertirse a costa de la locura extravagante de don Quijote y de la simplicidad de Sancho, que parecen despertar en determinada gente con poder, representantes de arquetipos de la sociedad española del momento, una cierta tendencia a la risa cruel. Pero tanto don Quijote como Sancho han aprendido de su experiencia en casa de los Duques y no se prestan ya a prolongar demasiado tiempo las burlas. Por otra parte, el ambiente ciudadano no es -no puede serlo- el de la corte aristocrática. Hay que señalar que Cervantes sabe ambientar el tono social del ambiente urbano propio de las clases ricas en el que vive don Antonio (como ejemplo, el sarao de este capítulo) y separarlo del cuasifeudal que se daba en casa de los Duques: hay más ojos vigilantes aquí, como señalan las palabras del castellano, la prudente retirada del cartel y el temor de don Antonio a que trascendiera la broma de la cabeza encantada y le diera problemas con la Inquisición. Por otra parte, la historia de la cabeza encantada le sirve a Cervantes para volver sobre la cuestión del encantamiento de Dulcinea y el descenso a la Cueva de Montesinos, uno de los hilos de continuidad del argumento de la seguna parte.

Muy interesante aparece la visita a la imprenta. Don Quijote entra, por vez primera, en el lugar en el que se imprimen libros como los que a él le han trastocado la cabeza. Cervantes sabe retratar el ambiente del taller (una de las primeras ocasiones en las que esto sucede en la literatura española) y la conversación que mantienen el autor allí presente y don Quijote sobre la traducción contiene puntos esenciales para construir una teoría de la traducción sobre la que, sin duda, había meditado mucho Cervantes, además de inteligentes pullas sobre los derechos del privilegio de impresión -que era en donde radicaba el verdadero negocio del libro en la época.

Finalmente, don Quijote se encuentra en la imprenta con que se ultima una nueva edición de la continuación falsa de don Quijote. Una parte del capítulo ha preparado estas líneas finales: la fama de ambos personajes tanto en la recepción de don Antonio como en su paseo por la ciudad, la contestación de Sancho a la pregunta de su huésped sobre la comida y que sirve para hacer manifiesta la evolución del personaje -tan simplificado en Avellaneda- que es capaz de negar la verdad tantas veces afirmada por el narrador con la forma en la que ha vivido su experiencia como gobernador.

El despecho con el que don Quijote trata el libro y lo que dice anuncia ya la intención de Cervantes: negar desde dentro la autoridad de Avellaneda, aunque para eso tenga que premiarle con una segunda edición que tardaría mucho en conseguir.

Veremos, el próximo jueves, cómo continúa su estancia en Barcelona, al comentar el capítulo LXIII.

19 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Bromas, las de este capítulo, poco afables y nada honestas.
Don Antonio Moreno se llama el hospedador, aquel guía anónimo, el “avisado de Roque”, el de la bienvenida, en la playa. Ahora don Quijote está alojado en su “rica” casa y Cervantes cae en la cuenta de que ha de ponerle un nombre.

Es un caballero “discreto”, amigo de “holgarse”; pero sin perjudicar a nadie, que sus bromitas han de ser honestas y afables. Quiere que don Quijote exhiba “sus locuras”, para hacer unas risas, sin hacerle pupa. Afablemente, ordena que le quiten tanta chatarra y lo saquen con su ropilla de gamuza, tan ajustadita, a un balcón que da a una calle principal. Honestamente, lo colocan allí, donde los muchachos lo contemplen como a mono de feria y él vea bien a los de las libreas, que para él se han vestido así.

Sancho, contentísimo, piensa que aquí la mesa va a estar tan bien abastecida como aquellas de Camacho, don Diego o los duques.

Aquel día, don Antonio, come con unos amigotes ávidos de burlas, que tratan al burlado como a un auténtico caballero andante. Don Quijote, tan hueco, no cabe en sí de gozo y Sancho exhibe sus gracias ante un público pendiente de su boca.

Don Antonio, basándose en un pasaje del Avellaneda, dice que Sancho es tan amigo de albondiguillas que guarda en el seno todas las que sobran. El escudero protesta, él es muy limpio y no hace jamás eso. Otra cosa es que no desaproveche la oportunidad, si le ofrecen comida, lo de la vaquilla aplicado a la pitanza.

Su amo le defiende, parece tragón porque come a dos carrillos; mas nunca falta a la limpieza y, en su cargo de gobernador, ha aprendido a comer con tanto melindre que las uvas y las granadas las come con tenedor.


¿Gobernador? ¿Ha dicho gobernador? Por ahí van a seguir la broma. Y, muy digno, el aludido responde que así fue y nada menos que de la ínsula Barataria. Durante diez días la gobernó “a pedir de boca”, aludiendo irónicamente al hambre que pasó. Allí aprendió a despreciar todo gobierno y, en consecuencia, huyó y fue a caer a una cueva, de la que milagrosamente salió. Los oyentes se enteran de muy poca cosa, pero ahí está don Quijote para contarles lo menudo.

Y, después de comer, don Antonio muestra a su invitado, en un retirado aposento, una broncínea cabeza como de emperador romano. Lo que le va a contar ha de guardarlo en secreto. Don Quijote así lo hará, que él tiene oídos pero no tiene lengua. Déjese ya de tantas prevenciones, señor Moreno.

A continuación, don Antonio le toma de la mano y se la pasea por la cabeza, la de metal, y por su jaspeado pie. Y le cuenta que la fabricó un famoso hechicero y que responde a todo lo que le preguntan al oído. Hay que esperar a mañana porque hoy es el día que le toca librar y está mudita. Don Quijote puede ir preparando sus preguntas. Admirado queda, aunque alguna duda le asalte, y le da sin más las gracias. Van a la sala donde están los demás caballeros, muy entretenidos con lo que, de don Quijote, les ha contado Sancho.
(Sigue)

Financial Times, 29/9/ 2007 dijo...

Homenaje a Catalunya/Merche

In one celebrated episode in Don Quixote, the knight-errant enters a publishing house in Barcelona where the staff are busy printing the exploits of a certain Don Quixote of La Mancha. There is solid authorial self-interest behind the quip: Cervantes knew the port city and its prosperous book trade well, and as it turned out, the first one-volume edition of the Quixote really was published in Barcelona.

Fast forward to now, and Cervantes’s self-referential joke takes on darker levels of irony here. Barcelona acts as two capitals: on one hand, the historic capital of Spain’s publishing industry, and on the other, of a fiercely separatist Catalonia whose very identity is
vested in the Catalan language

Merche Pallarés dijo...

¡Gracias MIGUEL por esa información tan interesante! Es cierto que Barcelona fue la precursora en imprimir libros. De ahí su riqueza editorial.

PEDRO, referente a tu análisis, excelente como siempre, me ha gustado el paralelismo que haces de las burlas ducales y éstas más urbanas. La visita a la imprenta le viene muy bien a Cervan para arremeter de nuevo contra el Avellaneda. Besotes quijotescos, M.

São dijo...

Gostei dos pararelos que fizeste.

SE à Terra só restam dois séculos, junto-me aqui à tua declaração de amor pelo nosso magnífico planeta. Infelizmnete,penso que a tragédia será ainda em nosso tempo.

Um excelente finla de semana, amigo querido.

marga dijo...

- ¿No habia ni una persona en España a quien no le gustase mofarse de los incautos?
- Busto de emperador romano: cabeza de los pechos para arriba, jeje
- Retretes del silencio: Así deberían ser todos los retretes.
- El busto parlante: ese busto contesta con más juicio que su propietario e incluso que el dueño de su voz aunque tiene razón Sancho, mucho juicio pero poca visión de futuro (Perogrullo)
- Un paseo con Sambenito
- El sarao de las damas; “hombre hay que se atreverá a matar a un gigante antes que hacer una cabriola”, aunque la verdad es que la mayor parte no matan un gigante ni hacen una cabriola.
- Visita a la imprenta: Tiene razón DQ, sin querer denostar a los traductores, una cosa es crear y otra procurar adaptarse a la creación.

Firvulag dijo...

Don Quijote viene de sufrir las burlas de los Duques, pero ¿hasta que punto son efectivas las burlas?, acaso para que la burla sea completa ¿no debe el burlado ser consciente de la burla de que ha sido objeto?, pero en casa de los Duques Don Quijote se traga la burla del desencantamiento de Dulcinea, con toda la parafernalia que esta acompaña, porque alimenta su necesidad de creer que Dulcinea está encantada, se beneficia de las burlas porque le ofrecen el marco ideal para su desbordante imaginación.

En este capítulo aparecen nuevas burlas, ahora a cargo de un ciudadano de Barcelona, son diferentes pero Don Quijote se sigue beneficiando o ¿acaso no busca el reconocimiento de la gente?:

"Comieron aquel día con don Antonio algunos de sus amigos, honrando todos y tratando a don Quijote como a caballero andante, de lo cual, hueco y pomposo, no cabía en sí de contento. Los donaires de Sancho fueron tantos, que de su boca andaban como colgados todos los criados de casa y todos cuantos le oían."

"-Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen."

Con la experiencia de la cabeza encantada la burla se extiende a las amigas de la mujer de Don Antonio pues "y si no eran los dos amigos de don Antonio, ninguna otra persona sabía el busilis del encanto" así que la burla es compartida y su objetivo es conocer aquello que más preocupa a cada "preguntante" y es aquí donde Don Quijote nos muestra por un lado sus dudas sobre la cueva de Montesinos y por otro vemos que se tragó el teatro organizado por los Duques a cuenta de Merlín y Dulcinea, luego él no es consciente de la burla.

Tras 5 meses y medio leyendo El Quijote con la inestimable ayuda de las entradas de Pedro en La Acequia y los comentarios de todos los paseantes, ayer leí este capítulo LXII poniéndome al día en la lectura colectiva, espero ahora tener tiempo para leer y comentar en los blogs que referencia Pedro pues he echado el freno y pienso leer/disfrutar un capítulo a la semana.

Saludos a todos.

Myriam dijo...

A mí me resultó un capítulo sumamente interesante justamente por la varierdad de temas que trata y como Cervantes no da puntada sin hilo estaba al acecho de tu clase para leerte y releer el capítulo.

Trataré de hacer un aporte entre hoy y mañana, (pero no prometo) porque hay un tema de entre los que has mencionado que me interesa muuuuuucho.

Besos a ti y saludos a todo el grupo.

Myriam dijo...

FIRVULAG: muchísimas felicitaciones por tu logro; me pone muy contenta el hecho de que nos hayas alcanzado y ahora puedas disfrutar un capítulo semanal. Te entiendo porque a mi me pasó lo mismo al alcanzar al grupo en su momento: fué como detener un avión a chorro.

Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

FIRVULAG ¡Enhorabuena por habernos alcanzado! Al igual que MYRIAM y ASUN, en su dia. Envidio vuestra tenacidad, yo creo que no hubiera sido capaz. ¡Menos mal que empecé al principio, hace dos años ya! Recuerdo que eramos tres: TUCCI, PANCHO y una servidora. Con el tiempo se han ido añadiendo muchos que hace que esta locura iniciada e impulsada por nuestro super profe PEDRO O.E. sea tan enriquecedora e instructiva. Besotes, M.

Asun dijo...

Este capítulo me ha resultado ameno, tal vez por su variedad. El paseo por Barcelona y el sarao con todas las "damas y señoras principales" me trajeron a la memoria las antiguas atracciones de feria (aunque no tan antiguas, que yo recuerdo alguna de niña, y no soy tan mayor) tipo a "la mujer barbuda" o "la mujer con dos cabezas", como si Don Quijote fuera un espécimen digno de exhibir.

FIRVULAG: Enhorabuena por tu perseverancia. Sé lo que se siente al alcanzar al grupo, una gran satisfacción. Todo se traduce luego en un gran relax al poder leer un solo capítulo por semana. Felicidades

Abrazos a todos

Abejita de la Vega dijo...

Por la tarde sacan a pasear a don Quijote, sin Sancho, sin armas y vestido de “rúa”. Han dispuesto una gruesa y larga vestimenta, un balandrán. Tras envolverle en tan abrigada prenda, le cosen, a las espaldas, un pergamino que dice: “Éste es don Quijote de la Mancha”. La gente lo lee y don Quijote se admira de que tanta gente le conozca, incluso los chiquillos. Él lo interpreta como un privilegio de la caballería andante, la cual hace famoso a quien la profesa.

Don Antonio le sigue la corriente, que hay que ver como resplandece y campea la virtud del que profesa las armas.

Todo es aplauso hasta que alguien alza la voz, es un castellano fino que llama al pan pan y al vino vino. Ni “ñerro”, ni “cadell”. Se pregunta, como nosotros tantas veces, cómo puede estar todavía vivo, después de tanto golpe. Le llama loco y le acusa de volver locos a los demás, como a éstos que le acompañan. Y le exhorta a marcharse a su casa, que va a terminar con el seso carcomido y el entendimiento desnatado. ¡Hala!, a cuidar de esa mujer y esos hijos…que no tiene. Ahí metiste la patita, castellano.

Don Antonio le pide que siga su camino y no dé consejos a quien no los pide. Le asegura que don Quijote es muy cuerdo y el acompañamiento no es necio. El castellano responde que, aunque sea inútil aconsejar a este hombre, le da lástima que no emplee mejor su ingenio y que no dará consejos nunca más.

De todas maneras, Cervantes pone de manifiesto que, aquí, sí puede existir una voz discordante. Don Quijote y Sancho no están en la corte feudal de los duques, donde nadie osaría llevar la contraria al aparatoso montaje burlón de unos nobles. Están en Barcelona, en un ambiente urbano y burgués, menos opresivo. “El aire de la ciudad nos hace libres”, se decía ya en la Edad Media y sigue siendo una realidad en estos primeros años del XVII.

El gentío se apresura demasiado, se apelotona en torno al rótulo, para poderlo leer y don Antonio decide quitárselo, con disimulo. Se acabó la broma, amigos, vamos a otra.

Vuelven a casa, donde la “alegre, hermosa y discreta” mujer de don Antonio ha organizado un sarao, para honrar al huésped y gustar de sus locuras. Acuden sus amigas, se cena muy bien y comienza el baile, a las diez.
(Sigue)

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

A mi también me pareció que había muchas historias enlazadas y sin relación. A pesar de las burlas, me gusta como "torean" nuestros personajes dejando claro que vienen de vuelta.... Salud a todos y enhorabuena a Firvulag por alcanzarnos.

Paco Cuesta dijo...

La descripción cuasiperiodística (vaya palabreja) de la imprenta es a mi juicio, sencillamente genial.

Antonio Aguilera dijo...

El tal Antonio Moreno planea maquinaria para burlarse de don Quijote:"versión ciudadana del duque", que tú le llamas.
El bailoteo forzado por las damiselas sobre nuestro hidalgo, me recordó a las cabriolas en la Peña Pobre (seguro que de joven don quijote sería un gran danzarín).
La visita a la imprenta con la contundente sentencia sobre el apócrifo, magistral: "a cada puerco le llega su San Martín" (por mi comarca aún se usa mucho la frase; y al puerco se le mata, sin lugar a dudas comemos ricas chacinas de este generoso animal).

Como el lunes tenemos "feriado" por Vandalia, aún no me puse a escribir; "extrañado de tener tanto tiempo libre", espero que al final no me falte: haré un trato con Cronos.

Felicidades a FIRVU, Y SALUDOS A LA PEÑA.

Abejita de la Vega dijo...

Entre las damas hay dos honestísimas, por supuesto, pero un poquito picaronas y atrevidillas. Rápidamente sacan a bailar a don Quijote y le muelen el cuerpo y el alma. Compone nuestro hidalgo una garbosa figura: largo, flaco, amarillento, desgarbado y torpe. Las muy descaradas le piropean con disimulo y él, en respuesta, muestra su desdén. Hasta que no puede con los zancajos y las dedica un latinajo exorcista. Déjenlo en paz, por Dios, que Dulcinea no consiente que perturben así la castidad del caballero.

Y se sienta en mitad de la sala, hecho polvo de tanto ejercicio. Le llevan a la cama y Sancho le regaña cariñosamente, no es fácil danzar, por muy valiente que se sea. Él mismo confiesa zapatear “como un girifalte”, pero nada sabe de danza. Los del sarao imaginan al escudero zapateando y ríen con ganas, a ver si se pone a ello. Pero no, a lo que se dedica es a arropar a su amo, para que sude el frío del baile.

Al día siguiente, le parece a don Antonio que ha llegado el momento de probar el artilugio de la cabeza encantada. Se encierra con don Quijote, Sancho, dos amigos y dos amigas, las picaronas del sarao. Les explica la propiedad del busto parlante y les dice que va a probarse, por primera vez.

Don Antonio se acerca al oído de la cabeza y, en voz baja, pero audible, le pregunta qué está pensando él ahora. Se oye una voz que afirma no juzgar de pensamientos. Todos se quedan atónitos, allí no hay nadie más que pueda responder. Ahí va otra pregunta: cuántos están en la habitación. La misteriosa voz contesta correctamente y, además, se refiere a don Quijote como “caballero famoso” y a Sancho como “escudero”.

Todos admirados y espantados, como escarpias... Ahora que pregunten los demás y así lo hacen. Belleza, maridos, hijos, salud, herencias...Las respuestas que da la cabeza son acertadas, sensatas, alguna un poco guasona.

Don Quijote está deseoso de preguntar lo suyo. Si fue verdad o sueño lo de la cueva de Montesinos, si Sancho se dará los azotes y si se desencantará Dulcinea. Y responde que a lo de la cueva hay mucho que decir, que los azotes irán despacio y el desencanto llegará. Don Quijote no quiere saber más, si Dulcinea se desencanta es como si llegaran de golpe todas las venturas.

Sancho pregunta si tendrá otro gobierno, si saldrá de la estrechez escuderil y si verá a su mujer e hijos. Le contesta que gobernará…en su casa, si vuelve a ella. Verá a su familia y si deja de servir…dejará de ser escudero. La respuesta no le satisface, le parece de Perogrullo. Don Quijote le llama bestia y le dice que le ha contestado y con eso basta. A Sancho le sabe a poco.

Se acaba el juego de preguntas y respuestas, todos quedan admirados, con excepción de los dos amigos del busilis.

La voz omnisciente nos añade que Cide Hamete quiso luego declarar el misterio de la cabeza, para que nadie creyera en algún “hechicero misterio”, encerrado en la cabeza. Y nos aclara que don Antonio la encargó, a imitación de otra que vio en Madrid, para divertirse con los ignorantes. La cabeza y la mesa estaban huecas, también el pie, en comunicación con el aposento de abajo, por medio de un cañón de hoja de lata. Ahí se instalaba el respondiente, un sobrino de don Antonio, un estudiante listillo.

Y añade Cide Hamete que la máquina sólo duró unos doce días porque se divulgó, por toda la ciudad, la noticia de la cabeza encantada. Y temió su dueño que llegase a oídos de “las despiertas centinelas de nuestra Fe”, la Santa Inquisición. Por si las moscas, declaró el mismo “el caso a los señores inquisidores”, los cuales le ordenaron que lo destruyese, para no escandalizar al “vulgo ignorante”.

Pero don Quijote y Sancho están convencidos de que han hablado con una cabeza encantada, sobre todo nuestro hidalgo.
(Sigue)

Antonio Aguilera dijo...

El anfitrión de don Quijote en Barcelona era don Antonio Moreno,en cuya casa se alojó. Era hombre rico, discreto y, aparentemente, educado. Pero sólo aprarentemente, pues de apariencias nos tiramos viviendo media vida. Este rico burgués tenía una idea muy particular sobre qué eran bromas y quién debía recibirlas:"porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan si son con daño de tercero". También es excusa de Cervantes por la vida de maltrato que le da a su criatura e hijo predilecto "don Quijote";además, el ilustre Manco, olvidó contratar póliza de seguro con cobertura de daños a terceros para su "creatura".



Lo primero que hace don Antonio Moreno es despojar a don Quijote de toda la chatarra que lleva encima, y en su lugar le hace poner un ajustado y pajizo ropaje, dando como resultado el metamorfeo de caballero andante por gracioso arlequín. Lo exhibe desde el balcón de su casa como mona de circo, para burla y mofa del viandante.



Posteriormente, el barcelonés, invita a don Quijote a dar un paseo por las calles de Barcelona; pero antes que nada se las ingenia para colgarle un cartel

en las espaldas "donde le escribieron con letras grandes, Este es don Quijote de la mancha". Se percató don Quijote de que la muchedumbre le miraba y le admiraba, y almibarado dijo a don Antonio:"Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen".



Luego, ya de vuelta a casa de don Antonio, la mujer de éste había organizado un sarao (o fiesta gansa), e invitado a varias amigas suyas, entre las cuales se encontraban "dos de gusto pícaro y burlonas y, con ser muy honestas eran algo descompuestas" (o sea, dos pájaras de cuidado):". Éstas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima". Tuvo Sancho que recoger del suelo los despojos de su amo y llevarlo en brazos a su aposento. ¡Dista mucho ya aquel don Quijote danzarín de antaño, que hiciera cabriolas sobre la Peña Pobre, de éste de hogaño, rendido y tumbado tras los primeros pasos!.



"Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de la cabeza encantada", ara ello reunió a un par de amigotes y a las dos damiselas que agotaran a don Quijote en el baile: "La cabeza da respuestas ingeniosas o ambiguas a algunas preguntas que se le hacen y a don Quijote y a Sancho contesta vagamente sobre la cueva de Montesinos, el desencanto de Dulcinea y las posibilidades de un nuevo gobierno. Cervantes se apresura a aclarar que tal cabeza estaba montada sobre un tubo que comunicaba con un aposento del piso inferior, donde se situaba de don Antonio Moreno que desde allí oía las preguntas y daba las respuestas" (Doy las gracias al maestro de maestros, Martín de Riquer, por proporcionarme las anteriores palabras entrecomilladas, pues ya voy mal de tiempo).

Revulsiva Nota:

Me queda por comentar la entrada de don Quijote en una imprenta de Barcelona, donde Cervantes vierte su opinión sobre los traductores de la época, los derechos de autor y, de nuevo, arremete sobre El Quijote de Avellaneda, de quién dice: "a cada puerco le llega su San Martín".

Antonio Aguilera dijo...

El anfitrión de don Quijote en Barcelona era don Antonio Moreno,en cuya casa se alojó. Era hombre rico, discreto y, aparentemente, educado. Pero sólo aprarentemente, pues de apariencias nos tiramos viviendo media vida. Este rico burgués tenía una idea muy particular sobre qué eran bromas y quién debía recibirlas:"porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan si son con daño de tercero". También es excusa de Cervantes por la vida de maltrato que le da a su criatura e hijo predilecto "don Quijote";además, el ilustre Manco, olvidó contratar póliza de seguro con cobertura de daños a terceros para su "creatura".



Lo primero que hace don Antonio Moreno es despojar a don Quijote de toda la chatarra que lleva encima, y en su lugar le hace poner un ajustado y pajizo ropaje, dando como resultado el metamorfeo de caballero andante por gracioso arlequín. Lo exhibe desde el balcón de su casa como mona de circo, para burla y mofa del viandante.



Posteriormente, el barcelonés, invita a don Quijote a dar un paseo por las calles de Barcelona; pero antes que nada se las ingenia para colgarle un cartel

en las espaldas "donde le escribieron con letras grandes, Este es don Quijote de la mancha". Se percató don Quijote de que la muchedumbre le miraba y le admiraba, y almibarado dijo a don Antonio:"Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen".



Luego, ya de vuelta a casa de don Antonio, la mujer de éste había organizado un sarao (o fiesta gansa), e invitado a varias amigas suyas, entre las cuales se encontraban "dos de gusto pícaro y burlonas y, con ser muy honestas eran algo descompuestas" (o sea, dos pájaras de cuidado):". Éstas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima". Tuvo Sancho que recoger del suelo los despojos de su amo y llevarlo en brazos a su aposento. ¡Dista mucho ya aquel don Quijote danzarín de antaño, que hiciera cabriolas sobre la Peña Pobre, de éste de hogaño, rendido y tumbado tras los primeros pasos!.



"Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de la cabeza encantada", ara ello reunió a un par de amigotes y a las dos damiselas que agotaran a don Quijote en el baile: "La cabeza da respuestas ingeniosas o ambiguas a algunas preguntas que se le hacen y a don Quijote y a Sancho contesta vagamente sobre la cueva de Montesinos, el desencanto de Dulcinea y las posibilidades de un nuevo gobierno. Cervantes se apresura a aclarar que tal cabeza estaba montada sobre un tubo que comunicaba con un aposento del piso inferior, donde se situaba de don Antonio Moreno que desde allí oía las preguntas y daba las respuestas" (Doy las gracias al maestro de maestros, Martín de Riquer, por proporcionarme las anteriores palabras entrecomilladas, pues ya voy mal de tiempo).

Revulsiva Nota:

Me queda por comentar la entrada de don Quijote en una imprenta de Barcelona, donde Cervantes vierte su opinión sobre los traductores de la época, los derechos de autor y, de nuevo, arremete sobre El Quijote de Avellaneda, de quién dice: "a cada puerco le llega su San Martín".

Abejita de la Vega dijo...

A don Quijote le apetece pasear a pie, por la ciudad, sin que la chiquillería vaya detrás del caballo. Sale con Sancho y dos criados de don Antonio. Yendo por una calle, dan con una imprenta; lo cual le contenta mucho, por ser ésta la primera que ve en su vida.

Movido de su curiosidad, entra y contempla su actividad normal: tirar, corregir, componer, enmendar y manejar la maquinaria. Va de cajón en cajón, haciendo preguntas y los oficiales le contestan. En uno de ellos, el oficial está componiendo un libro para darlo a la estampa, junto al traductor que lo ha trasladado del toscano al castellano. Pregunta don Quijote a éste, cómo traduce algunas palabras toscanas, ya que nuestro hidalgo se precia de conocer bien esa lengua. Elige algunas muy conocidas en la España de entonces: piñata es olla, piache es place, più es más…Irónicamente proclama lo adelantado que está el traductor en ese idioma, con su florido ingenio y su loable trabajo.

Ahora el loco caballero andante habla como persona culta, sensata y refinadísima. Y nos da su razonada opinión acerca de si se puede traducir o no. Su opinión es negativa, a no ser que se trate del latín o del griego. Con una acertada imagen compara a quien traduce como a quien mira un tapiz flamenco al revés. Aunque se distingan las figuras, hay hilos que no dejan apreciar la claridad y el color del lado recto. Tiene algo de razón don Quijote, en las traducciones hay matices que se nos escapan…Mas ¿qué haríamos sin traducciones?

Es loable el trabajo de traducir, reconoce. Y lo que añade a continuación no es muy considerado con el gremio de traductores: “en otras cosas peores se podría ocupar el hombre”. Como excepción cita dos buenas traducciones, y sus autores, que se libran de la quema.

Dejando las traducciones a un lado, pregunta al autor traductor si el libro se imprime por su cuenta o ha vendido el privilegio a algún librero. Le responde que lo hace por su cuenta y piensa ganar mil ducados, por los dos mil cuerpos de la primera impresión. A Don Quijote le parecen ingenuas sus cuentas y le augura un futuro muy negro, con el cuerpo molido de cargar los dos mil tochos. El autor ya es conocido y no está dispuesto a darle los beneficios a un librero, que él busca dinero, no fama a secas. ¿Por qué sabe tanto de esto un hidalgo de pueblo?

Y después de la corrección de un catecismo, lo mejor para pecadores, pasa adelante y se tropieza, nada menos que con la “Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”. ¡El apócrifo!

Don Quijote , sosegadamente, dice que ya tiene noticia de tal libro, aunque pensaba que ya estaba quemado por impertinente; pero le llegará su San Martín, como a todo cerdo. Que las historias, fingidas o verdaderas, son más deleitables si se acercan a la verdad. Es lo que siempre defendió Cervantes.

Algo enfurruñado, sale de la imprenta don Quijote. A ver si se le pasa, que han de ver las galeras en la playa, que don Antonio ha avisado al cuatralbo que había de verlas su famoso huésped, don Quijote de la Mancha. A Sancho le hace ilusión.

Un abrazo de María Ángeles Merino

Teresa dijo...

Este capítulo es de una vileza tal que hace vomitar. En otros ya parecía que se cumplía, pero aquí sí que existe un paralelismo con "El traje nuevo del Emperador".

El artilugio de la cabeza encantada es una chulada. Me sorprenden ciertas cosas que inventa o que ha visto.