jueves, 26 de agosto de 2010

El final de la aventura (Cap. 2.64)


Antes de ser derrotado, don Quijote se propone para rescatar a don Gregorio de su cautiverio en Argel, pero nadie lo toma en serio. Ni siquiera Sancho, que prefiere como más seguro ponerlo todo en manos de quien se titula con el poco recomendable calificativo de renegado: del dicho al hecho hay gran trecho, y yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas.

No es sólo miedo de Sancho ni su habitual prudencia: él es muy consciente de lo que pasa porque es el personaje que más ha evolucionado en la historia hasta este momento. Desde que comenzó la segunda parte, la mayor parte de los que se encuentran con don Quijote y Sancho saben que su locura, por muy atractiva en los fines e ingeniosa en los medios que se muestre, es un juego de procedencia literaria o, al menos, extravagante: una ficción sobre una ficción. Además, varios han leído el libro en el que se cuenta. Por eso se empeñan en burlarse de ellos proponiéndoles situaciones sacadas de la imaginería caballeresca.

Pero las burlas indican otra cosa, no sólo el afán de divertirse o la crueldad: se rebaja a la víctima a la condición de bufón o pelele. Y ya no cabe el respeto ni la duda, como mucho una consideración afectuosa. Si en la primera parte de la novela podíamos encontrar quien pudiera tomarlos en serio o, al menos, quien dudara, quienes aparecen en la segunda y han leído la primera o sean informados por ellos, no.

Por eso nadie toma en cuenta la oferta de don Quijote: ante la aventura real no cabe el juego de un viejo extravagante. Este hecho no hace más que incidir en lo que hemos visto desde que Sansón Carrasco entra en la historia con la noticia de que se han publicado las cosas de su convecino.

Es en ese momento cuando Cervantes lleva a don Quijote a un espacio simbólico: la playa de Barcelona. Delante de él sólo hay mar: se ha terminado el camino. Allí el hidalgo aun puede soñarse caballero, aunque por poco tiempo.

Inmediatamente, aparece frente a él el Caballero de la Blanca Luna, que prolonga la ficción caballeresca con un reto que pierde don Quijote de forma humillante. Su rival no tiene intención de herirlo y provoca su caída sin acometerlo con la lanza, haciéndole prometer, una vez derrotado, que regreserá a su lugar natal durante un año, abandonando su vida como caballero andante. Retira la otra condición -abjurar de Dulcinea- ante el último rasgo de firmeza del vencido, lo único que le permite aun agarrarse a la ficción que le ha mantenido con vida desde que salió la primera vez de su pueblo:

-Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.

Es curioso en esto la intervención del virrey, que deja hacer pensando que todo aquello no es más que una burla -recordemos que los duelos están prohibidos- y quiere saber en qué para.

Veremos qué sucede con el Caballero de la Blanca Luna cuando comentemos, el próximo jueves, el capítulo LXV.
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25 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Estaba comenzando el comentario al capítulo 2.64, hay que ver qué poco nos queda, cuando aparece Ana Félix otra vez, la morisca cristiana, arráez que fue de un bergantín corsario, la que nos contó sus cuitas , en el capítulo anterior. La pido que abrevie, puesto que el título me inquieta, dice “que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote”.

No tenga pesadumbre vuestra merced, que mi intervención en este capítulo no es extensa.

Grandísimo contento recibe la mujer de don Antonio Moreno de verme en su casa. ¡Cuán enjundiosas van a ser las pláticas, en su estrado! ¡Cómo van a holgarse sus amigas, ávidas de novedades! Muchos acuden a verme, a comprobar si soy tan bella y tan discreta como dice mi anfitriona. A alguna envidiosilla, un tanto fea, oigo decir que no es tanta mi hermosura…

Don Alonso Quijano, pacífico hidalgo natural de mi manchego lugar, ahora se hace llamar ¡don Quijote de la Mancha y dice que es un caballero andante, como los de antaño. Y no le convence el plan propuesto para liberar a mi Gregorio, no. Afirma que si le ponen a él, en Berbería, armado y a caballo, sacará a mi chico de allí y que rabien los moros. Como don Gaiferos liberó a Melisendra, dice. Eso lo vi yo en un teatrillo de títeres ambulante que, cierta vez, pasó por mi pueblo. Este don Alonso está listo para un asilo de alienados.

Mi vecino Sancho Panza, que ahora le sirve de escudero, le advierte de que ese señor sacó a su esposa por tierra y la llevó a Francia, también por tierra. Pero, si sacamos a Gregorio, no podemos traerle porque tropezamos con la mar. Para don Quijote eso no es ningún problema, que haya un barco esperando y, a su tiempo, embarcarán de vuelta él y mi chico, con sus velos de morita.

Sancho se fía del renegado, que le parece buen hombre. Yo sé que lo es. No parece confiar mucho en su amo.

Don Antonio dice que si fracasa, se pondrían medios para que don Quijote fuera tan ricamente a Berbería. Me dio la impresión de que aguantaba la risa y no digamos sus amigos.

Dos días después, parte el renegado en un ligero barco, con una aguerrida chusma, de esa que nada teme, a fuerza de haber sorteado los mayores peligros. El que no es tuerto, lleva una pata de palo o señales de algún hierro candente.

El general pide al virrey le tenga informado de lo que sucediese en la libertad de mi Gregorio. Asimismo desea saber las novedades en torno a mi humilde persona. No entiendo tanta curiosidad por la cuitada Ana Félix.

Me despido. Váyase presto con don Quijote a la marina, que va para allá con todas sus armas y recitando romances.

Vamos con él.
(Sigue)

Myriam dijo...

Yo no me pude aguantar y seguí al siguiente capítulo, por lo que se muy bien quien es ese extraño caballero de la blanca luna en reluciente armadura que reduce a nuestro Quijote....Si, ya sé..... me callo.


Besos a tí
Saludos al grupo

Lola Fontecha dijo...

Hoy si es jueves Myriam... Es cita obligada pasar por la acequia. Un saludo Pedro

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

También vi la playa como el final del camino... Recordaba sin duda este pasaje, y la identidad del retador.... Que por cierto a mi me cae bastante mal, y sus intenciones no son la de la buena persona que quiere obrar bien... que va! es la fea venganza la que lo hace actuar.... En fin es ni humilde visión. Un abrazo

Señor De la Vega dijo...

Resalto, porque las perlas Quijotescas son casi todas, lo que respondió Don Quijote al caballero de la Blanca Luna, antes del combate, [...y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido, aceto vuestro desafío, y luego, porque no se pase el día que traéis determinado; y sólo exceto de las condiciones la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean: con las mías me contento, tales cuales ellas son.]

Cervantes llegado a un punto de la obra donde Don Quijote se torna apenas bufón o secundario, se reconcilia con su personaje y decide dignificarle no solo en su ingenio que nunca lo ha perdido, sino en las formas.

Por un lado, le comprende mejor que nadie y necesita aún su voz y su figura, para regalarse juntos y también para cuadrar un circulo que parecía imposible en el principio, más aún con un segundo libro apócrifo que pretende secuestrar a su Quijote.

Así, aunque necesita vencer al caballero de la triste figura, no quiere humillarle y todo lo hace en notorio duelo, y también le permite quedarse con Dulcinea, urdiendo con ello una trama que por unos capítulos permitirá convivir con él en su regreso a la cordura.

Suyo, Z+-----

Teresa dijo...

absurdo juego el de luchar por algo como la hermosura de una quimera.

humillante y nauseabunda la derrota de Quijote.

a destacar:
"como se deshace el humo con el viento"

Teresa dijo...

¿Y sabiendo que su personaje iba a morir en breve, por qué lo tuvo que vapulear así?

Asun dijo...

Entre el camino que se acaba y la derrota que le obliga a regresar a su lugar de origen durante un año queda claro que es el principio del fin.

Señor De la Vega dijo...

Mi Señora Bipolar,

Don Quijote no lucha por una Quimera, ni siquiera por Dulcinea, lucha por no morir.

El Caballero de la Blanca Luna, para evitar la mofa que le hacen a un paisano y el deshonor de su pueblo (del cual yo no me acuerdo).

Don Quijote no acaba derrotado, sino vencido por el propio peso de su armadura, que se reconoce en la flaqueza suya y del rocín.

Por lo demás, Señora, su sensibilidad es notable al resaltar esa metáfora de Sancho, que está poseído en estos últimos capítulos por la poesía y el estado de gracia.

Besos y quedo suyo pero ahora debajo,
Z+-----

M.V. dijo...

Una vez acabado el libro,podeis dar paso a estas versiones cinematográficas,de los años 1995 con Fernando Rey de protagonista,así como de Juan Luis Galiardo en la del 2002.

Me sumo al saludo del grupo siguiendo el ejemplo de Myriam

Merche Pallarés dijo...

Pues al final el Caballero de la Blanca Luna (que nombre más bonito) no me parece tan mal tipo, sí que lo hace en parte por venganza,como dice TUCCI, pero también porque le echan de menos en el pueblo de cuyo nombre yo tampoco me acuerdo... Besotes soleados y lunáticos, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Veo que no habéis podedido vencer la curiosidad y os habéis adelantado en la lectura para conocer al retador. Os ha vencidola estrategia cervantina, que juega con el lector.
En cuanto a la derrota, es humillante sin duda. Por eso mismo, convierte a don Quijote, como veremos, en un héroe de la derrota: quizá el mejor caracterizado de toda la literatura mundial. Algo de eso había al final de la primera parte, pero ahora -gracias a Avellaneda- cristaliza definitivamente la idea: por eso, en nuestro recuerdo de lectores, don Quijote vence a don Alonso Quijano.

Firvulag dijo...

Me ha pasado como a Myriam y no he podido resistir la tentación de continuar con el siguiente capítulo, ¿alguien ha conseguido dejarlo para la semana que viene?.

También estoy con Merche: el caballero de la Blanca Luna no se ensaña con Don Quijote cuando motivos no le faltan pues la venganza "es un plato que se sirve frío" y sin embargo no le provoca heridas de consideración ni le humilla más allá de lo necesario para conseguir su propósito.

Supongo que para el público queda como una nueva burla a Don Quijote, consentida en este caso por el virrey.

Saludos calurosos para todos los "bebedores" de las cristalinas aguas de esta acequia y para Pedro por su esfuerzo y constancia en su construcción y mantenimiento.

Merche Pallarés dijo...

¡Sshhh...! Yo ya voy por el capítulo LXVIII... ¡Es que quiero acabarlo! no sea de que la palme antes... ¡No se lo perdonaría a todos los dioses! Besotes, M.

Paco Cuesta dijo...

El vendaval de la Blanca Luna desguaza las ilusorias alas de don Quijote.

Abejita de la Vega dijo...

Don Quijote sale de mañana, “con la fresca”, a pasear por la playa, con toda la chatarrería encima y el romancero a cuestas. Porque sus arreos son las armas, su descanso el pelear…

Ve venir un caballero, tan armado como él. Lleva, en el escudo una luna resplandeciente. En alta voz, se dirige al “insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha”. Sólo un caballero andante habla así, desde que estuvo con aquel de los Espejos no había topado con ninguno.

Se presenta como “Caballero de la Blanca Luna” y le reta a pelear y probar la fuerza de su brazo. Y le pide que confiese que una desconocida dama de ese desconocido caballero es más hermosa que su Dulcinea del Toboso. ¡Qué atrevimiento!

Si confiesa tal barbaridad, salvará la vida y evitará trabajo a su matador. ¿Pero qué dice este majadero?

Que si don Quijote se decide a pelear y es vencido, habrá de retirarse a su lugar, durante un año, sin echar mano a la espada, porque así conviene a su hacienda y su alma. ¿Quién se cree que es para darle consejos? ¡Un año con los pantuflos puestos!

Que si don Quijote vence, queda a su disposición cabeza, armas, caballo y fama. Ha de elegir y responder, antes de acabar el día.

Don Quijote atónito, responde con serenidad y firmeza. Se dirige al de la Blanca Luna, cuyas hazañas desconoce, para replicarle. Jamás ha visto a Dulcinea, si la hubiera visto, no se arriesgaría, su vista se lo hubiera dejado claro: no la hay más bella. ¡Ay, don Quijote, si vuestra merced tampoco la ha visto!…De acuerdo, me callo.

Acepta el desafío con todas las condiciones, excepto lo del traspaso de la fama del vencido al vencedor. Don Quijote tiene bastante con la suya y no le interesa la que haya podido adquirir ese perfecto desconocido.

Vaya tomando la parte del campo que quiera y adelante.

Desde la ciudad descubren al de la Blanca Luna hablando con el de la Mancha y se lo cuentan al virrey, el cual piensa que es una aventura nueva, de de esas fabricadas por don Antonio. Con éste y otros muchos, sale a la playa y llega a tiempo de ver a don Quijote volver las riendas.

Abejita de la Vega dijo...

Ve el virrey la inminencia del encuentro, se pone en medio y les pregunta la causa de tan improvisada batalla. El de la luna le responde que es “precedencia de hermosura” y le explica el caso y las condiciones pactadas.

Pregunta el virrey a don Antonio si sabe quién es el contendiente y si hay alguna burla por medio. Se queda perplejo: ni le conoce ni sabe nada de ese desafío. Duda en dejar pasar adelante la batalla, pero se persuade a sí mismo que no puede ser otra cosa distinta a burlas. Da su licencia: “a la mano de Dios, y dense”. Tanto el de la luna como el de la Mancha se lo agradecen cortés y discretamente, cómo no.

Don Quijote se encomienda al cielo y a su Dulcinea. Sin que haya nadie que les dé señal de arremeter, van al encuentro el uno del otro. El de la Blanca Luna es más ligero y alcanza pronto a don Quijote. Le embiste con tal fuerza que da con Rocinante y le tira al suelo, aunque lleva la lanza levantada y no quiere herirlo.

Le pone la lanza sobre la visera y don Quijote ha de cumplir las condiciones del desafío. Molido, aturdido, sin alzarse la visera, habla como “dentro de una tumba”.

Y nuestro héroe proclama que “Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo”. Y él, “el más desdichado caballero de la tierra”. Pide a su rival que le quite la vida puesto que le ha quitado la honra; mas el de la Luna no hará eso sino que dará vivas a la fama de la hermosa. Se contenta con que don Quijote se retire a su lugar un año o lo que le mandase.

Todos los presentes oyen como don Quijote responde que cumplirá como caballero, sin perjudicar a Dulcinea.¡Viva don Quijote!

El de la Blanca Luna vuelve las riendas, saluda con la cabeza al virrey y entra en la ciudad. Manda éste que vayan tras él y se enteren de su identidad.

Levantan a don Quijote, descolorido y sudoroso. Rocinante, malparado, no se puede mover.

Sancho, triste, no sabe qué decir ni hacer. Le parece que está viviendo en sueños toda esa representación. Su señor obligado a no tomar armas y sus promesas deshechas como humo. Vuelve a la realidad y, ahora, lo que teme es si quedará lisiado Rocinante y dislocado su amo. Bueno, no será mala cosa si le "deslocan" y le quitan la locura.

Llevan a don Quijote a la ciudad, en una silla de manos, por orden del virrey; el cual se queda con gran deseo de saber quién es el que ha dejado así a don Quijote.

Un abrazo para todos de María Ángeles Merino.

oliva dijo...

Y una mañana, saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decía, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vio venir hacia él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente; el cual, llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces, encaminando sus razones a don Quijote. (p. 1045).

No sabía que D.Quijote visita la playa de Barcelona... seguiré leyéndole.

saludos.

Antonio Aguilera dijo...

Cervantes llevó a don Quijote a la playa de Barcelona premeditadamente, y también lo repite Sancho en este capítulo "está la mar en medio": se acabaron los senderos, los carriles, las veredas, los caminos de piedra, las cañadas reales para paso de ganado; se acabó la tierra firme. Cervantes le da vueltas a la cabeza pensando cómo "asesinar" a su criatura.

Empiezo a escribir mi comentario, vuelvo cuando lo ultime

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Después del paréntesis vacacional me reintegro de nuevo a esta amena y deliciosa lectura colectiva del Quijote, que dirige nuestro blogger y querido amigo Pedro Ojeda. Entramos en el capitulo 64 de la segunda parte en el cual Sansón Carrasco, por fin, vence a D. Quijote cumpliéndose sus objetivos (mitad “piadosos”, mitad “revanchistas” ) que le impulsan a reencontrarse con D. Quijote y a perseguirlo.

Os juro, amigos, que me ha costado muchísimo redactar este post. Tras varias intentonas no quedaba satisfecho con el resultado final; y os diré por qué. Parece como si Cervantes, en este capitulo, estuviera mudo, y me refiero a su corazón, a sus sentimientos. Ya sabemos que D. Miguel, tan irónico –hasta hiriente en alguna ocasión- con su personaje en la primera parte, llega a mimarlo y hasta a “amarlo” (permítaseme esta licencia) en esta segunda parte; y relata las cosas de tal modo que en infinitud de escenas se aprecia muy al vivo lo que Cervantes siente hacia su personaje. Al menos, yo he creído detectarlo.

Pero en este capitulo no: Cervantes cumple la velada amenaza que hace en el prologo de la segunda parte, los acontecimientos siguen su curso. Necesita al de la Blanca Luna, pero no porque le tenga mucho aprecio, sino simplemente porque la novela ha determinar, y D. Quijote ya ha llegado demasiado lejos. Sansón Carrasco es un mero instrumento, había que vencer a D. Quijote y llevarlo de vuelta a casa. Punto y final.

Aquí Cervantes parece ocultar sus sentimientos y nos relata los hechos en un frio, aséptico y desacostumbrado lenguaje: se limita a relatar los hechos como si fuera una crónica periodística, fría, y descarnada, y no se aprecia interno resquemor ni regocijo del autor hacia la penalidad de su personaje.

Es como si el corazón de Cervantes se hubiera parado...

Y ese atronador silencio me dio la pista. Llamadme imaginativo, romántico, sentimental, soñador, como gustéis: pero creo que Cervantes ha llegado a estimar tanto a D. Quijote, a amarlo incluso, que esta derrota le duele al novelista más que al propio D. Quijote. Por ello escribe sin pestañear, sin mover ni un musculo, casi me lo estoy imaginando; sin decir ni una sola palabra que deje traslucir sus sentimientos. Narra la derrota de D. Quijote casi con delicadeza, el de la Blanca Luna levantó la lanza, y dice que fue” de propósito”, obvio: no querían hacerle daño a D. Quijote.

Creo que Cervantes siente gran pena, porque si bien es cierto que a D. Quijote le habían tomado el pelo, se habían reído de él, lo habían manteado, apaleado, apedreado y maltratado en mil y una ocasiones, los encantadores perversos habían trastocado la realidad a su antojo, convirtiendo los yelmos en bacías y las putas en señoras de la alta corte (y contra la magia de los encantadores no hay nada que hacer) lo cierto y verdad es que nadie, repito, NADIE hasta ahora lo había vencido.
El cuerpo de D. Quijote estaba magullado con mil heridas, pero no así su animo ni su corazón: estaban enteros: ¡nadie había podido con el!

Pero ahora no.

El golpe moral es terrible, y Cervantes lo sabe muy bien… La pena de Cervantes es grande: por eso no se regodea con D. Quijote: cuéntalos hechos fríamente, y punto, oculta su pena y su tristeza. Es posible que una lagrima solitaria resbalase por el rostro de nuestro insigne novelista al terminar de redactar este capitulo.

Antonio Aguilera dijo...

CAP 2.64 Don Quijote despierta de su sueño

Pequeño pero interesantísimo y ameno es el capítulo de hoy. En el anterior quedamos con el relato de que el novio de la hija de Ricote la tal Ana Félix, había quedado en manos del turco, y que para que éste lo liberara ella debía volver con oros y joyas de las que su padre Ricote dejó escondidos en el subsuelo español; bajo amenaza de que si no vuelve con las joyas, el turco daría buena cuenta del mozo, aunque estuviera disfrazado de moza: ya se descubriría cuando el turco –que tiene buen diente, seguro heredado de sus vecinos los antiguos griegos- le bajara las faldas.

Ante tan grave tesitura, don Quijote se ofrece rápido y veloz para liberar a Gaspar Gregorio, que así se llama el chico. Sancho también reacciona rápido y le dice a su amo: “¿pero ande va osted, nosta viendo questá la mar pormedio?” (huelga decir que lo incluido en el entrecomillado es cosecha de este revulsivo). Finalmente, toda la “peña” allí reunida decide que sea el renegado el que parta en busca del que quedó en prenda, antes de que nadie se quede prendado de su belleza cuasi femenina.

Otro día, saliendo don Quijote a pasear por las arenas de la playa (o sin arena: dicen que la Costa Brava en antaño era agreste, qua la arena la pusieron después los que reclamaban turismo…de playa) creyó tener un espejismo, pues vio venir hacia él a un armado caballero (no se mencionan las características de su caballo), en cuyo escudo lucía y casi deslumbraba una “resplandeciente luna”. Don Quijote quedó boquiabierto al verlo, pues pensaba que él era el último de una especie en extinción. Luego debió de preguntarle ¿quillo, tú de quien eres?”, porque se le escuchó al recién llegado decir: “Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año”.

SIGUE

Antonio Aguilera dijo...

Don Quijote le contesta al de la Blanca Luna que en su vida ha escuchado semejante nombre pero que, no obstante, acepta el reto, puesto que pone en entredicho la superior belleza de su sin par Dulcinea. De todas formas los lectores quedamos algo perplejos cuando a continuación leemos que don Quijote añade en cuanto a Dulcinea: “ y así, no diciéndoos que mentís,, sino que no acertáis en lo propuesto”. Don Quijote nunca ha visto a Dulcinea, si no es cuando Sancho lo engañó encantada en fea labradora. Nuestro hidalgo luchará por el ideal que él tiene de la señora de sus sueños, no por ella en realidad, que en todo caso sería la que ahechaba trigo, rubión del malo, y por gracia Aldonza Lorenzo. El caballero retador también tiene una señora ambigua, o tal vez ninguna “sea la que fuere” dice (esto ya es tocarle los cataplines a don Quijote).

Se preparan los contendientes para el duelo y, visto y no visto, corren uno hacia el otro. Rocinante reacciona, a medida de su jinete, más torpe y lento. Como un vendaval se cruzan con el de la Blanca Luna quien, sin rozarle siquiera, da con ellos en el suelo; amasijo de caballo y caballero a quienes se los llevó el aire: “como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito), que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída”. Prácticamente no nos da tiempo a entender qué es lo que ha sucedido. Sí nos queda claro que el vencedor no tenía propósito de hacerle daño a don Quijote.

El de la Blanca Luna le acerca la lanza a la visera de don Quijote, y éste acepta la mitad del trato convenido; o sea, colgar las armas al menos durante un año. En cuanto a la mayor o menor belleza de Dulcinea no se menciona ni media, no era lo importante para el que se esconde detrás de la armadura con resplandeciente media luna en su escudo. Ésta será la luna, no del alba de don Quijote, sino la de su ocaso. La que acaba con sus sueños; la noche como final del día y también de la vida de don Quijote. Nuestro hidalgo, una vez derrotado ya no quiere vivir, aunque el de la Blanca Luna (Cervantes) le deja la puerta entreabierta y sólo lo condena a un año de retiro, pero vamos, Cervantes está ya bastante viejo y cansado como para tener ganas de una cuarta salida.

Termino con la voz de la frustración, de la derrota, que da significado al epígrafe del capítulo de hoy “ Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido”: “

Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.

Antonio Aguilera dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Teresa dijo...

Señor Zorro

Perdone que discrepe un tanto,
aunque leemos juntos la obra
no es sobre el mismo colchón
yo estoy presa de este burgo
y Usted cerca de Alcorcón.

Si el Caballero de la Blanca Luna
fuera hombre de corazón,
no humillará a su contrario
enfrentándolo a un paredón.

Pues existen otras armas
que se basan en un don,
que es el don de la palabra
para hechizar su locura
y lograr su rendición.

Detesto de Don Miguel
que suprima a trabucazo
las ilusiones y sueños
de los que vivimos debajo

Perseguir una ilusión
Es a veces un rescate
De una vida de tortura
Que nadie nos dio a elegir
Si vivirla o despreciarla
O enfrentarla con valor,
El valor del sueño eterno
Que nos sirve de pistón.

Él es Yo en su derrota
Yo no puedo soportarlo
Cuando tu sueño se agota
La vida se desvanece y sólo
Queda de todo: esperar que llegue
La muerte

Parafraseando a uno inspirado
En un día de penumbra
Sólo aquel que sueña un mundo
merece ser muy soñado

Y finalizo y remato
Que ya sea arriba o abajo
Como reptil venenoso
Yo me enrosco
Y me desato

Señor De la Vega dijo...

A MI SEÑORA BIPOLAR DE LA ROSADA LUNA,

Mi Señora desde Alcorcón no la tengo cerca
porque usted reside escondida en Atapuerca
Su colchón deben ser huesos y cascajos
si un día me invita, dormiré arriba y usted abajo.

Leemos en paralelo pero diferentes obras
en la mía Cervantes viste a Quijote de armas
la suya tratará de Ghandi con paz y karmas.

Cuando sale a la playa no va a una nudista
y si entrega armadura es porque estaba lista
Lo que hace Blanca Luna es pedir la palabra
lo que usted me sugiere es un abrakadabra

Ingenua su postura de acusar a Cervantes
cuando este capítulo no lo recuerda nadie
pregunte a los lectores del trato más canalla
recordarán de todo menos lo de la playa

Solo pervive el sueño si el hueso fue enterrado
y hacer camino nuestro, de pasos ya soñados.

soñar es puerta abierta
a seguir el momento,
de otro que despierta
¿lo había Bipo, pensado?
basta cerrar los ojos y creerlo
¡duerma! lectora ¡duerma!

Por lo demás, concuerdo con su parafraseado
y con el verso, que yo prefiero en cuatro armado:

“No teman!, que no es juego despiadado,
sino locura que la vida engasta,
el que sueña merece ser soñado,
el que ignora, alma necia que malgasta.”


Usted ni es ignorante y Sí merece ser soñada, a pesar de su dulcísimo veneno,

Suyo quedo y con rima, Z+-----
(aquí debajo, en Atapuerca encima)