jueves, 8 de julio de 2010

Salida de don Quijote y Sancho de la casa de los Duques (2.57)


Ni en el momento de la partida pueden don Quijote y Sancho librarse de la última burla en la casa de los Duques. Faltaba por cerrar la historia de Altisidora y sus falsos amores. Ya sabemos que esta doncella tiene facilidad para el enredo y, de paso, para halagar a los Duques procurándoles entretenimiento. Estos, tras amargárseles un tanto la burla encomendada a Tosilos, pueden al fin disfrutar con la ocurrencia de la joven que entona un romance, parodia de las recriminaciones amorosas construido a partir del modelo burlesco barroco especialmente debido a Lope (de ahí que muchos vean en estos versos una nueva ironía de Cervantes sobre este autor al remedarlo), en el que entre otras muchas cosas le acusa de ladrón. El Duque caza al vuelo el ingenio de Altisidora y toma por donde más daño puede hacer: las ligas, todo un símbolo de contenido sexual.

Don Quijote y Sancho, que ya se veían lejos de su papel de bufones, deben hacer frente a una acusación tan chusca. Aunque todo queda aclarado (más en el caso de Sancho, que abre y cierra el capítulo con una nueva afirmación de su honradez al frente del gobierno), se percibe en su salida un gesto amargo: casi vemos y oímos las risas de los que asisten a la despedida y en los protagonistas la tristeza. Quizá por eso el narrador nos ahorra los detalles de la despedida, que resume en pocas líneas al inicio del capítulo y en las pocas palabras con las que hace cruzar a don Quijote y Sancho la puerta de salida.

Pero ya están fuera y son libres de su destino. Veremos, el próximo jueves, en el comentario del capítulo LVIII, a dónde encaminan sus pasos.

22 comentarios:

Myriam dijo...

Que bueno que DQ y S ya están libres de esos malvados duques y todas sus burlas,que no podian de dejar de hacer hasta en el último momento.

Jesús Garrido dijo...

Tras cinco lecturas que llevo del Quijote nunca los consideré malvados demasiado jocosos quizás, siempre le vi la parte buena, le suben incluso la grandeza al escudero.

Unknown dijo...

Abraço das conchas!

Merche Pallarés dijo...

¿Halagar sin "h" querido? Me sorprende viniendo de ti...
Bueno, ya han salido de ese castillo maldito, algo es algo. Besotes, M.

pancho dijo...

La estancia en el castillo que comenzara en el capítulo treinta se da por terminada veintisiete más tarde con la decisión de DQ de abandonar la vida impropia de un caballero andante, de reanudar la marcha en dirección a Zaragoza. Le remordía la conciencia de la vida regalada del castillo, habiendo tanta necesidad de la fuerza de su brazo fuera.

El capítulo es breve de extensión, pero intenso de contenido. Tiene lugar en el patio del castillo con los protagonistas y sus monturas listos para marchar. La intervención de Altisidora desenvuelta, sin pasar los límites de la discreción, le sirve a Cervantes para resaltar, a modo de resumen de la estancia, dos aspectos que no son nuevos: la honestidad de S y el atractivo que para ellas tiene DQ.

Antes, sólo un comentario de S sobre las cartas de Teresa en las que hace hincapié en la ausencia de corrupción de su gobierno. Vuelve a incidir en ello, poniendo especial cuidado en dejar clara su honestidad, como también hará luego en el asunto de las ligas.

En efecto, tan breve fue el gobierno de S que no dio lugar a que llegaran las cartas de su mujer en las que su ambición soñaba el cambio de vida de la mujer de un gobernador. S se complace al comprobar que el regalo de las bellotas de Teresa fue posterior al nombramiento de gobernador, por lo tanto no puede haber sospechas de enriquecimiento en su salida del cargo.

Bien pertrechados, previamente despedidos de los anfitriones, amo y escudero se disponen a partir. S recibe doscientos escudos de oro del mayordomo: "el triste precio de las burlas, el salario de los juglares" como lo llama Don Miguel de Unamuno.

Altisidora los detiene y les dedica un poema de lamentos, maldiciones y acusaciones de mal caballero. Despechada por la indiferencia y abandono del hidalgo le acusa de llevarse tres gorros de dormir, unas ligas y dos mil suspiros. Le desea una serie de males que entrarían a formar parte de cualquier antología de maldiciones. Destacan entre otras: Dulcinea que siga encantada. Las aventuras que sean desventuras. Las firmezas, olvidos. Los pasatiempos, sueños. Que su falsedad sea famosa en el orbe conocido. La ruina en la baraja y la más dura de todas: "Quédente los raigones si te sacasen las muelas".

El duque le desafía a combate mortal si no devuelve lo que no es suyo. D Q puede devolver los tocadores, pero no las ligas que no tiene. Sugiere que la doncella mire en sus escondrijos. Pide licencia para marchar, algo que concede la duquesa para evitar más corazones rotos de doncellas. Altisidora pide perdón pues las lleva puestas. S se muestra satisfecho por la resolución del asunto y salir indemne del conflicto: desnudo, pero con doscientos escudos en la faltriquera.

Por fin salen DQ y S del castillo, enderezando su camino a Zaragoza.

Alatriste dijo...

Al menos la gente de los Duques ha tenido un último gesto con ellos y han dado a Sancho una bolsa con 200escudos que nuestro amigo bien ha escondido a don Quijote por si le daba por devolverlo.

Asun dijo...

Por fin ha llegado el tan esperado momento de abandonar el castillo.
Una cosa que me ha llamado la atención en este capítulo es que S. vuelva a incidir una vez más sobre su honestidad cuando ha estado al mando de la ínsula. Ha sido prácticamente una constante en estos últimos capítulos.
Será que el grado de corrupción era tal que por eso lo sacaba a la luz una y otra vez.

Besos

NOTA PARA EL GRUPO: tengo tantas ocupaciones últimamente (no sólo sanfermineras) que, al igual que la semana pasada, no he tenido tiempo de preparar ninguna aportación para el grupo. Justo he podido leer el capítulo. Sacaré tiempo para leer las vuestras. Besos

Abejita de la Vega dijo...

Don Quijote, guiado por sus lecturas, sabe que un caballero andante huye de la ociosidad. El mundo necesita de sus servicios y ha de abandonar esta vida, entre algodones, que lleva en el castillo. Para ello, ha de pedir licencia ,a los duques, para partir; y ellos se la dan, con muestras de pesar. Se acabó la diversión, vaya por Dios.

Sancho Panza recibe aquellas cartas que escribió su Teresa. Y llora con ellas. Se lamenta por aquellas grandes esperanzas engendradas en el pecho de su buena mujer. Pero está contento, su Teresa no olvidó remitir las bellotas para la duquesa. Y nadie puede hablar de cohecho bellotero porque cuando se las envío, ya era Sancho gobernador. Y, de todas maneras, se justifica, es razonable mostrarse agradecido siempre que se recibe algo. E insiste, machaconamente, en que desnudo nació y desnudo está, ni ha perdido ni ha ganado.

Don Quijote se presenta armado en la plaza del castillo, dispuesto para partir. Desde los corredores mil ojos le siguen, incluidos los de los duques.

Sancho no cabe en sí de gozo. Alforjas, maleta, repuesto y…doscientos escudos de oro que le dio el mayordomo, para el camino. Su amo aún no sabe nada del bolsico recibido.

Entre dueñas y doncellas curiosas, se alza una voz quejumbrosa. Es Altisidora, deseosa de complacer a los duques con una próloga de la burla, una romancera despedida despechada que no está en el guión.

El mal caballero, falso y monstruo horrendo, ha de escuchar las recriminaciones que le hace la poetastra, jugando paródicamente con Virgilio, con Ovidio o con Lope de Vega que pilla mucho más cerca.

Su contenido no tiene desperdicio burlesco. Don Quijote es el “fugitivo Eneas” y el pobre Rocinante es “una mal regida bestia”. La que canta, aparte de “corderilla”, es “la más hermosa doncella” en los montes de Diana y en las selvas de Venus. No tiene abuela esta muchacha. Luego dirá que sus piernas se igualan al mármol del mejor , blancas o negras, qué más da.

Ya están los oyentes a punto de reventar de risa cuando Altisidora acusa de ladrón al impío. Se lleva sus “entrañas” entre las garras, cual un ave de rapiña. Y no contento con eso, roba sus tres gorras de dormir y ¡una liga! Comprometedora está esta Altisidora.

Sigue con las maldiciones. Que Dulcinea no salga de su encanto por las duras entrañas, y tiernas posaderas, de Sancho. Que todo le salga al revés, que le tengan por falso en todas partes, que pierda jugando a las cartas, que sangre si le cortan los callos y le dejen la raíz si le sacan una muela. De Dulcinea a los raigones, se ha despachado a gusto la del “harpa”. Desde el mundo ideal que sueña don Quijote hasta las curas chapuceras de algún barbero cirujano…Barroco contraste.

(Sigue)

Un abrazo,Pedro.

Kety dijo...

Es tiempo de descansar, después de un curso.
Sin embargo nuestros personajes se resisten al descanso.
Feliz verano

São dijo...

Remorso é algo que muitas(demasiadas) pessoas não conhecem.

Meu Pedro, que a Espanha saia campeã da África do Sul!

Continuação de boas férias e um beijo a tua hija.

Abejita de la Vega dijo...

Mientras Altisidora se queja así, don Quijote la mira en silencio. Se vuelve,muy, muy nervioso, hacia Sancho y le pregunta, por sus muertos, si tiene las prendas de la “enamorada doncella”. El escudero reconoce tener los tres tocadores; pero lo de las ligas está tan lejos de la verdad como los cerros de Úbeda.

La duquesa queda admirada del desparpajo de Altisidora. La tenía por atrevidilla pero no tanto. Además del contenido de la cancioncilla, ya es una osadía no advertirla , de esta prolongación de la burla.

El duque aguanta la risa para reforzar la farsa , con unas severas palabras hacia el atrevido caballero, que ha osado llevarse, por lo menos, tres tocadores; circunstancia que no se corresponde con su fama.

Y si no devuelve las ligas, el duque le desafía “a mortal batalla”, sin temer a “malandrines encantadores” que le cambian la cara, como han hecho con Tosilos. Los presentes no pueden más, van a estallar las carcajadas como esto se prolongue.

Don Quijote responde que no, por Dios. Dios no lo querrá. ¿Cómo va a desenvainar su espada contra su ilustrísima, de quien tanto ha recibido? Devolverá los tocadores. Ni caballero ni escudero tienen las dichosas ligas. Que busque y rebusque Altisidora en sus íntimos cajones y aparecerán. Seguro.

(Sigue)

Mañana acabo el poquitín que falta. Un abrazo, Pedro.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Verdad, se huele tristeza-fracaso en el sentir de DQ y S. Pero en el fondo los lectores sentimos alivio. Saludos.

Antonio Aguilera dijo...

CAP 2.57

Con la venia de los duques, se encontraba don Quijote en la plaza del castillo, armado y acompañado de Sancho, presto a fatigar el camino a Zaragoza. Pero se torció un tanto la despedida por la aparición de la desvergonzada y atrevida Altisidora.

La doncella acusa a don Quijote, no sólo de hurtarle mil suspiros, sino además también de robarle tres tocadores y unas ligas. Faltó el canto de un pelo para que entrara don Quijote en combate con el duque; retado por éste, y acusado de latrocinio de las prendas menores de la doncella Altisidora. Don Quijote dijo al duque que de ninguna manera aceptaría el reto, él le debía agradecimiento eterno por todas las mercedes recibidas durante su estancia en el castillo.

Preguntado Sancho por don Quijote que si algo sabía de aquella pérdida de trapillos, tuvo que admitir el escudero que los tocadores de dormir se había apropiado indebidamente de ellos, porque el cauce normal para obtenerlos hubiese sido haberlos pedido cortésmente a la doncella, argumentándole que los necesitaba para recogerse el pelo a la hora de dormir, pues en todas las semanas que llevaba bajo el techo de los duques no había acudido al peluquero; y aquello ya no eran pelos sino greñas al estilo hippy. Ahora, de las ligas, sí es verdad que él no sabe nada, que aunque greñudo, muy seguro de su virilidad, ni se le había pasado nunca por la cabeza convertirse en Drag Queen.

Altisidora, de magnánimo nombre, pero despechada por amor -según su falsa representación-, enhebra una serie de insultos hacia don Quijote en un inesperado romance que recita de memoria delante de todos los circunstantes. Hasta la duquesa quedó boquiabierta de lo atrevida y lenguaraz de su doncella. Entre otras lindezas Altisidora acusa a don Quijote de rehuirla como a una serpiente fiera, ella que es corderilla y está lejos de ser oveja (o sea, tierna para hincarle el diente). En una estrofa muy graciosa y conseguida lo acusa del hurto antes mencionado: “Llévaste tres tocadores/ y unas ligas de unas piernas/ que al mármol puro se igualan/ en lisas, blancas y negras”. Finalmente le espeta unos esputos linguísticos en este romance, unas maldiciones que no se le desean ni al peor enemigo: como que nunca se produzca el desencanto de Dulcinea; que sus aventuras en desventuras se vuelvan; que pierda en el juego de naipes; y, finalmente, que padeciera varios sufrimientos físicos si al callista o dentista visitara, el uno que le apurase el callo hasta sangrar; el sacamuelas que le dejara los raigones sin extraer.

Para concluir, y no para rebajar precisamente el tono de la burla, Altisidora reconoce que se ha precipitado en la acusación del robo de las ligas, y que se acaba de percatar de que las tiene puestas (no sé por qué esta expresión crea una imagen mental en el lector masculino, en torno al blancor de las piernas portaligas, y sobre la altura en las que pudieran estar insertadas. Y es que este Cervantes después de todo es un viejo verde: la mente nunca se jubila).

Arreglado y esclarecido el asunto de las prendas accesorias, saluda don Quijote, bajando la cabeza, a los duques y circunstantes, seguido de Sancho, y toma el camino de Zaragoza.

Abejita de la Vega dijo...

Mientras Altisidora se queja así, don Quijote la mira en silencio. Se vuelve, muy nervioso, hacia Sancho y le pregunta, por sus muertos, si tiene las prendas de la “enamorada doncella”. El escudero reconoce tener los tres tocadores; pero lo de las ligas está tan lejos de la verdad como los cerros de Úbeda.

La duquesa queda admirada del desparpajo de Altisidora. La tenía por desenvuelta pero no tanto. Y además no estaba advertida de esta burla…

El duque aguanta la risa para reforzar la burla, con unas severas palabras hacia el atrevido caballero, que ha osado llevarse, por lo menos, tres tocadores; circunstancia que no se corresponde con su fama. Y si no devuelve las ligas, el duque le desafía “a mortal batalla”, sin temer a “malandrines encantadores” que le cambian la cara, como han hecho con Tosilos. Los presentes no pueden más, van a estallar…
Don Quijote responde que Dios no lo quiera. ¿Cómo va a desenvainar su espada contra su ilustrísima, de quien tanto ha recibido? Devolverá los tocadores. Ni caballero ni escudero tienen las dichosas ligas. Que rebusque Altisidora en sus cajones y aparecerán.

Al viejo hidalgo le duele especialmente lo de ladrón, acusación tan grave, algo tan lejos de su condición antes, ahora y en el futuro, con la ayuda de Diosa. Palabras de enamorada, qué culpa tiene él. Y suplica a Su Excelencia le tenga en su prístina buena opinión y le dé licencia para seguir su camino.

Contesta la duquesa y le expresa el deseo de que Dios se lo dé inmejorable y las buenas nuevas lleguen a sus ávidos oídos. No se resignan, no, a perder de vista su pasatiempo favorito. ¡Qué bien lo han pasado viviendo con un caballero andante! Mejor que con los libros, sí. Pero que ande ya con Dios, que va abrasando con su fuego a las enamoradizas doncellas. En cuanto a la suya, la castigará para que no se desmande…

La que presuntamente va a ser castigada, cierra el capítulo pidiendo perdón por lo de las ligas. Ahora se da cuenta, la muy descuidada, que las lleva puestas. La muy graciosa se acuerda ahora de un cuentecito, el de aquel que buscaba el burro y sobre él iba montado.

Sancho expresa su satisfacción. Si hubiera querido ser ladrón, qué mejor ocasión que la de su gobierno.

Don Quijote hace mil reverencias a los duques y a todos. Sale del castillo con Sancho, en dirección a Zaragoza. ¿Los veremos allí?

Un abrazo de María Ángeles Merino para todos

Magui dijo...

Parabéns a você e a todos os espanhóis pela vitória na Copa 2010 com o título de campeão.
Que venha 2014 no Brasil!

Magui dijo...

Desculpe voltar mas você vai gostar.
Acesse:

http://mail.uol.com.br/attachment?msg_id=MTUyOTU&ctype=00rs0711c.JPG&disposition=inline&folder=INBOX&attsize=39112

É uma charge de Roque Sponholz
www.sponholz.arq.br

Abejita de la Vega dijo...

Por error, he repetido algunos párrafos que ya había puesto en el anterior comentario, desde :"Mientras Altisidora se queja así" hasta " Que rebusque Altisidora en sus cajones y aparecerán."
Elimino la repetición en mi blog.
Corregido, un abrazo para todos y , en especial, para Pedro Ojeda.

Anónimo dijo...

SALUDOS PEDRO!

:)SAUVIGNONA

Paco Cuesta dijo...

Uno de los principales valores de el capítulo es la presumible libertad de Quijote y Sancho.

Myriam dijo...

Publico una Reflexión programada este sábado sobre el capítulo de hoy. Espero que aparezca. Besos

Anónimo dijo...

paso a saludarte y desearte una linda semana...
(linda camisa)


besinespedro!
:) sauvignona

Teresa dijo...

Pedro, he de confesar que Lope me seduce. Sí Cervantes, así es. No te levantes de la tumba para proferir un hideputa. Ambos sois compatibles. Hurtar, inspirar...

(¡Vaya tela con Altisidora! La que se avecina)

A veces Cervantes me deja descolocada y se apunta unos tantos de provocación que en aquellos tiempos debían de ser la bomba (con las tres ligas). Hay que intentar ponerse en su pellejo.

"Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano"