jueves, 10 de junio de 2010

Un gobernador galápago y un fracaso exitoso (Cap. 2 53).


Llegó el momento de echar a Sancho del gobierno de su ínsula. Entre otras cosas porque la separación de los protagonistas dura ya demasiado.

Igual que la broma pesada de los gatos marca el punto desde el que don Quijote decide marcharse de la casa de los duques, la que contiene este capítulo muestra a Sancho el camino correcto. Observemos que la crueldad de ambas situaciones es límite y degradante, que ambas son paralelas en el pesar que causan en los que las fabrican al comprender que se han excedido. Sin embargo, lo más importante es que ambas provocan similares reacciones en los protagonistas, que deciden volver a tomar las riendas de sus vidas, cansados del papel de bufones al que les han relegado los Duques: ya no pueden aguantar más.

No obstante, la decisión no es -no puede ser- violenta ni rebelde: ninguno de los dos lo son, ambos son hombres de bien y se insertan dentro de la sociedad aunque sean críticos con lo que ven. En efecto, tanto don Quijote como Sancho deciden volver a sus vidas sin grandes aspavientos, sin provocar incómodas situaciones a quienes los hospedan. A pesar de esto, debemos observar lo que sucede en los próximos capítulos: ya sabemos que don Quijote acepta la defensa de la honra de una joven contra un protegido del Duque y veremos qué situación le depara a Sancho su camino de regreso, en la que actúa incluso contra la ley. Pero no adelantemos acontecimientos.

Como sabemos, el gobierno de Sancho en la ínsula tiene mucho de pasaje carnavalesco. Aquí se remata con la forma en la que es armado y que, con las comparaciones usadas por el narrador, lo van degradando desde un disfraz grotesco a un animal -se le compara con un galápago- para terminar cosificándolo. La risa y burla de los secuaces de los Duques es infame: lo engañan, inmovilizan, patean, etc., provocando su miedo, sudor y otras consecuencias escatológicas. Es un proceso cruel de humillación de quien les ha gobernado de la mejor manera que ha sabido, convirtiéndolo en pelele y sin tener en cuenta sus sentimientos. En este proceso de uso de lo carnavalesco, Cervantes nos deja leer entre líneas su crítica moral contra una sociedad que, sin ningún motivo, se dedica a tamaña crueldad: la inversión típica del carnaval. Así, la risa carnavalesca de los burladores se convierte en el lector en un rictus amargo que acompaña la tristeza de Sancho y su firme resolución de dejar el cargo: los párrafos en los que se detalla minuciosamente cómo se viste, cómo saluda y habla a su asno y cómo se despide de todos, son ejemplares. Sancho convierte el fracaso en éxito.

Las palabras de Sancho lo reconducen a su lugar natural, aquel que le hace verdaderamente feliz, y al reconocimiento de que la ambición por encima de las propias posibilidades no es buena. Todo esto no es revolucionario en principio: viene de la filosofía clásica, de la resignación cristiana y de la aceptación de las convenciones sociales que rigen la sociedad de la época cervantina. Mejor dicho, que deberían regir: he aquí el núcleo de la crítica cervantina. La reflexión que contienen las palabras que Sancho pronuncia a su manera y con su sentido común, no deberían ser revolucionarias. Si lo son es porque marcan la hipocresía que gobierna una sociedad tan falsa como la de la España del momento: Sancho, aceptando su lugar, acusa con el dedo. Así se ve, por ejemplo, en la afirmación de que no se ha enriquecido con el gobierno:

-Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador; más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre; y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas.

Sancho, con la aceptación de su lugar natural, convierte el fracaso en éxito, más aun cuando ha dejado ejemplo de ser un buen gobernador (excepto en lo militar) y no enriquecerse con el cargo. Con su aceptación de la estructura moral de la sociedad, es un revolucionario. Sé que es difícil de comprender para un lector moderno para el que la rebeldía viene con el ataque al sistema dominante y no con la petición de que éste vuelva a sus verdaderas premisas, pero en la época de Cervantes y más aun en una novela de este tipo, la rebeldía es pedir que el mundo se rija por una verdadera moral y no por la hipocresía dominante o por convertirse en secuaces de la diversión de una aristocracia ociosa e inútil.

Veremos cómo Cervantes reconduce la situación el próximo jueves, con el comentario del capítulo LIV.

26 comentarios:

pancho dijo...

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.53
A pesar de que no hay sorpresa en el desenlace del presente capítulo, sí la hay en la intensidad dramática del contenido. Desde las primeras líneas se nos anuncia que estamos asistiendo al final del breve gobierno de S, sólo siete días pudo aguantar el peso de la púrpura el buen escudero. Los organizadores insulanos de la farsa deciden simular un ataque nocturno de los asesinos acechantes a los que logran derrotar tras inmovilizar al gobernador con el pretexto de protegerle. Consiguen rechazar al enemigo pero a costa de la burla sobre S que, ni corto ni perezoso, albarda a su burro y se marcha sin decir adiós; indiferente a la celebración de la victoria, haciendo caso omiso a Pedro Recio y a la pertinente investigación que conlleva el abandono del cargo. Asimismo repudiando a los que anteponen el ascenso y la medra sobre el derecho al reposo y a la libertad personal.
Pocas veces como ahora uno ha sentido tan cerca la grandeza de Cervantes y la propia incapacidad para reflejar en un resumen todas las connotaciones, sugerencias y enseñanzas que el texto transmite. He buscado ayuda en Don Miguel de Unamuno y esto es lo que escribe sobre este asunto baratario: “Y tú Sancho no naciste para mandar, sino para ser mandado, y el que para ser mandado nació, halla su libertad en que le manden y su esclavitud en mandar; naciste no para guiar a otros, sino para seguir a tu amo Don Quijote; y en seguirle está tu ínsula”
En efecto, tras el primer párrafo en el que Cervantes se reinterpreta a sí mismo al interpretar a Cide en sus palabras sobre el paso inexorable del tiempo y la fugacidad de la vida al afirmar que “corre a su fin ligera más que el tiempo”, vuelve a utilizar el concepto de brevedad para referirse al gobierno insulano.
El redoble de campanas, los gritos y las voces de una veintena de personas le sobresaltan “cuando el sueño, a despecho y pesar de la hambre, le comenzaba a cerrar los párpados”. Cuando le instan a ocupar el puesto de capitán que como gobernador le corresponde, se acuerda de lo aparente y fácil que le sería a DQ arreglar el entuerto. Insisten ellos y él asiente a que le armen. Como una tortuga lo acorazan tanto que lo inmovilizan. Sólo la lanza lo aguanta. El pánico hace presa de él, el terror lo agarrota y le hace esconder la cabeza como un galápago en su caparazón, a la espera que escampe la molicie que le quebranta. Cervantes nos describe un S humano, aterrorizado durante la batalla. Sin embargo, sacando fuerzas de donde ya no quedan , desde el suelo, acorazado, inmovilizado y molido, da órdenes que llevan a los suyos a la victoria. Como el escudero no puede quedar como un cobarde en la refriega, se produce una inesperada victoria, atípica victoria de un jefe de humana cobardía.

pancho dijo...

Cuando todo termina, sólo pide que le traigan un trago de vino que humedezca la sequedad interior del miedo y que le sequen la ropa empapada del mismo miedo. Acto seguido se desmaya. Al despertar pregunta la hora, se viste y se dirige a su burro. Con él se desahoga, arrepintiéndose y admitiendo su error en uno de los momentos más dramáticos y emocionantes de la obra mientras le albarda. Le confiesa la felicidad cuando su única preocupación era atenderle, “pero, después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.” Seguidamente se monta en el rucio y emprende la marcha haciendo caso omiso a los requerimientos del doctor que le promete cura para el molimiento y reparación del hambre. “¡Tarde piache! […] No son estas burlas para dos veces” - le contesta S, añadiendo enigmático: “Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros”. El mismo caso le hace al maestresala y al mayordomo que le hablan de rendir cuentas del gobierno breve de diez días. Sancho les responde que no es necesario, la mejor prueba es que: “saliendo yo desnudo, como salgo, no es menester otra señal para dar a entender que he gobernado como un ángel.”
Le ofrecen compañía y todo lo necesario para la marcha. Lo único que S les pide es cebada para su burro y medio queso con pan para el camino. Con abrazos mutuos, lágrimas en los ojos y la admiración en la mirada de todos sale S de la ínsula Barataria.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Se acabó por fin el gobierno de Sancho, que ya estaba harto de pasar hambre y de dar opiniones y pareceres. En este capitulo 53 llega a su último término la crueldad de los burladores, de estos bellacos dirigidos por los malditos duques.

Si he de ser sincero, me he sentido aliviado leyendo el final del gobierno de Sancho porque representa el final de sus fatigas y de sus innumerables pesares. Y es que el pobre, desde que llegó a su “insula” no ha tenido ni un momento de sosiego.

Se conoce que como Sancho es mas sensato e inteligente de lo que habian previsto, y como no saben como despacharlo, inventan el suceso de la guerra con los invasores de la insula para procurar de una vez que el gordito escudero se marche. Y desde luego, lo consiguen.

Sabiamente decide volver a su vida anterior y por fin podemos los lectores respirar tranquilos: sus verdugos no se van a reir mas de él. Ya era hora. Sancho los manda a paseo: ¡adiós, verdugos! Ahora reiros de otro. Y Sancho, que comprende y digiere la experiencia, añora su pasada libertad dándose cuenta de las incomodidades que trae la soberbia y la ambición. Cervantes hace aquí un cántico a la vida sencilla y Sancho acude a ver a su rucio, a quien besa (podemos verlo en la inolvidable imagen de Gustavo Doré, arriba a la izquierda), y emocionándose, le dice:

“…después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos”.

Yo tambien me emociono imaginándome la escena. Recordemos que Sancho, en el fondo (y a pesar de sus defectos) es un bonachón a quien gusta la vida sencilla. Jamas de los jamases se ha olvidado de su rucio, de su alhaja, de su mejor amigo, hemos tenido ocasión de comprobarlo en toda la obra. A continuación, cuando se sube sobre el rucio, hace un discurso que siempre me ha fascinado y que, en mi humilde opinión, es un compendio de sabiduría.

“…bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador, más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre, y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios y digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas…”

Incluso contesta con mucha prudencia a los que le piden que dé cuentas de su gestion; pero lo que más me sorprendió fue la prudencia de Sancho (a pesar de lo rustico que es) en la contestación que le dio al Dr. Pedro Recio. Otro en su lugar quizás no se hubiera contenido tanto.

El mismo Sancho, con su prudencia, se ha retratado: un gobernador decente, con principios éticos y morales, que no se lleva ni un céntimo de su gobierno; que por fin parece que se conoce a si mismo; y que comprende, porque lo ha experimentado en carne propia, que “por su mal le nacieron alas a la hormiga”.

Abejita de la Vega dijo...

Comienza el capítulo con una reflexión entrecomillada de Cide Hamete, que ha de desembocar en el fin del gobierno de Sancho Panza, deshecho “como en sombra y humo”.

Imaginamos al escritor, mojando perezosamente la pluma, acosado por las molestias de su enfermedad, apartándose momentáneamente de la ínsula Barataria para pensar en esa muerte, que intuye tan cercana. Intuye… y sabe, que algo aprendió de ver trabajar a su padre y de aquellos buenos libros heredados.

Que nadie se engañe: las cosas de esta vida no han de durar siempre. El tiempo con su rueda continua anda en redondo: la primavera persigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, el otoño al invierno y vuelta a empezar. Pero “la vida humana corre a su fin ligera más que el tiempo, sin esperar renovarse si no es en la otra”, algo que incluso el “mahomético” Cide Hamete entiende, guiado sólo por sus luces naturales. Cervantes se muestra como muy creyente en la última etapa de su vida, al menos, en cuanto a religiosidad externa. ¿O escribe esto, precisamente, porque le asaltan las dudas?

Sancho le ha cogido gusto al oficio, a pesar del escaso condumio. Está ahíto de pragmáticas, agotado, siente los párpados como de plomo; mas lo espabila un gran estruendo de voces y campanadas. Pone atención para poder adivinar la causa del alboroto, al que se añaden trompetas y tambores. Confuso y asustado, en camisa,se levanta, se calza unas chinelas y sale a la puerta de su aposento. Ve venir a más de veinte personas, con hachas encendidas y espadas desenvainadas. Van dando gritos. El señor gobernador ha de armarse, infinitos enemigos han entrado en la ínsula, le necesitan.

Les responde que él no sabe nada de armas ni socorros, eso déjenlo para su amo don Quijote, que en dos paletas las despachará. Pero los de las voces no le hacen ni caso y le traen armas. Ha de salir para ser guía y capitán, como gobernador que es.

Se deja armar mansamente y lo convierten en lo más parecido a un galápago. Sin más ropa que la camisa, con un escudo delante y otro detrás. Le sacan los brazos fuera del caparazón y le lían bien con cordeles. Emparedado, entablado, sin poder doblar ninguna parte de su cuerpo. Le ponen en las manos una lanza, gracias a la cual se tiene de pie.

Y, estos desalmados, le dicen que camine , que sea su guía, su norte, su linterna y su lucero. ¿Cómo ha de hacerlo si no puede doblar las rodillas? Cosido a los paveses, como no lo lleven en brazos y lo coloquen atravesado o en pie…

Qué mala sombra ése que le dice que si no puede andar es por el miedo, que se mueva…El pobre gobernador persuadido prueba a moverse y cae al suelo, dándose un golpe tan tremendo que cree haberse hecho pedazos.

Queda como un galápago encerrado en sus conchas, como un tocino entre artesas, como una barca volcada en la arena. Y el coro burlón no tiene compasión alguna sino que se ceban en su desgracia. Apagan las antorchas, gritan todavía más, pasan por encima de él y acuchillan los escudos. El pobre Sancho, trocado en tortuga, se encoge y se esconde entre los paveses, para no ser herido. Suda y se encomienda a Dios.
(Sigue)

Myriam dijo...

Ufff, ¡Por fin se va SANCHO de allí!

Me gustó mucho su estoica serenidad y firmeza en " Abrid camino, señores míos y dejadme volver a mi antigua libertad..."

En cuanto a la hipocrecía, no veo que haya mucha diferencia en esta época nuestra con respecto a la de Cervantes...y hasta quizás si la haya, para peor.

Se puede aducir que en el Siglo XVII había gran analfabetismo, etc... hoy ¿Cuál es la excusa?

Myriam dijo...

¿The old Tradition?

Marina dijo...

Manos que se impregnan con el olor del papel, papel que nos mira regalando historias, quijotes con lentes que descubren bondades...

Un abrazo.

Asun dijo...

Da mucha tristeza ver lo dolido que está Sancho, y no sólo físicamente: "comenzó a vestirse, todo sepultado en silencio"
También se ve su estado anímico cuando abraza a su rucio y con lágrimas en los ojos le abraza y le dice lo feliz que era cuando todas sus preocupaciones eran unicamente ocuparse de él.

Sancho sabe que está siendo blanco de burlas, porque cuando el doctor Recio le intenta convencer de que no se vaya diciéndole que le dará de comer tanto cuanto quiera Sancho le responde que ni hablar, que "No son esta burlas para dos veces". No quiere saber ya nada de ellos, le basta con que le den un poco de comida para el rucio y para él (por ese orden lo pide) para el camino.

Más vale que ya se marcha de la maldita ínsula.

Besos

Paco Cuesta dijo...

La "revolución" de Sancho deja en evidencia al sistema.

Anónimo dijo...

hola pedro como estas? solo espero que bien te dejo este comentario sobre el post de ayer "palimpsesto" me gusto la expresion y la fotografia ....aunque la foto me parecio fria...y no se estaria bien opinar por lo poco que se que significa esta palabra.....pero quizas el camino de la vida podria ser un palimpsesto?


besines pdero!
:) SAU

Kety dijo...

SOÑÓ CON LA LIBERTAD

"...Sancho no quiere reinar,
Él nació para escudero,
Después de tanto soñar
Con la Ínsula alcanzar
Dimitirá de su reino.

Lo suyo no es gobernar
Nació para ser del pueblo
Sueña con su libertad...
La libertad tiene un precio..."

Por fin acaba su calvario

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

ya era hora de que cada cual volviese a la realidad de sus aventuras..y lo mejor que no vuelven - y razones tienen -con furia..saliendo tranquilo del entorno que les rodea...salud

Merche Pallarés dijo...

¡Ya tengo acceso al internete! Ay, no sabes/sabeis lo mucho que os he ¡echado de menos! Menos mal que he llegado a tiempo de leer tu análisis (fantástico como siempre) de este capítulo tan triste y, como tu bien dices, revolucionario. Sancho prefiere la libertad del camino antes que todos los oropeles del mundo. ¡Bien hecho, Sancho!
Ahora voy a leer a todos los demás compas. Muchos, muchos besotes a ti y a todos, M.

Francisco Ortiz dijo...

Admirable empeño. Aprendo leyendo esta entrada.
Y me hago seguidor de tu blog.

Fernando López dijo...

Hola Pedro:
A medida que iba leyendo iba encontrando similitudes con el mundo actual. Hay miles de Sanchos que despertaron del "sueño" y dentro de éstos los hay quienes como el fiel escudero lo aceptan y otros no.
Interesantísismo como siempre. tendré que ir poniéndome al día poco a poco.
Un saludo

Abejita de la Vega dijo...

Los energúmenos tropiezan y caen. El más atrevido se sube encima del montículo que forma el el gobernador empavesado y lo usa de atalaya, desde donde dirigir aquel enloquecido ejército. Vocea como si estuvieran defendiéndose de un asalto a la ciudad, se sabe lo que se dice en esas circunstancias. Que el enemigo carga más por esta parte, guardad el portillo, cerrad la puerta, trancad las escalas, alcancías, pez, resina ardiendo, colchones...Conoce bien la lección que ha de recitar; pero, por su padre, que se baje de una vez, que el escudo se le está clavando en las carnes.

Sancho sólo anhela acabar, le da igual perder la ínsula. Pide al cielo y el cielo oye su petición.

Oye voces declarando la victoria sobre los enemigos. Le animan a levantarse y a celebrarla. Todo gracias al valor de su invencible brazo. Y a repartir despojos, a troche y moche.

Han de levantarle. Ay, cómo le duele todo el cuerpo. Lo que no esperan los defensores de Barataria es la reacción de Sancho.No saben dónde mirar cuando declara que, al enemigo que él haya podido vencer, se lo claven en la frente.

Y de repartir despojos de enemigos, nada de nada. Sólo pide que algún amigo, si alguno hay, le dé un trago de vino y le enjugue el sudor.

Lo limpian, le dan vino, lo desatan y…se desmaya. A los de la burla ya les pesa, se les ha ido la mano un poquitín. Menos mal que vuelve en sí y respiran aliviados. Mira que si se les muere...

Amanece y comienza a vestirse con mucha prisa. Todos guardan silencio, esperando acontecimientos.

“Poco a poco” va Sancho a la caballeriza porque está molido y no puede ir “mucho a mucho”.

Abraza y besa a su rucio, se le caen los lagrimones. Se dirige a él como “compañero mío y amigo mío”. Feliz era Sancho cuando sólo cuidaba de sus aparejos y de su corpezuelo. Desde que subió a “las torres de la ambición”, sólo ha habido miserias, trabajos y desasosiegos. Así lo siente y así lo dice.

(Sigue)

Lola Fontecha dijo...

Es un exito entender que nuestro sitio no está donde no nos sentimos nosotros mismos. Sancho es inteligente con su decisión, mejor perder que fingir. Un saludo

XuanRata dijo...

Fantástica la foto, Pedro, por luces, por texturas, por composición, por frescura y porque transmite calidez y pausa.

Antonio Aguilera dijo...

Cide Hamete, “filósofo mahomético” y escritor supuesto de esta verdadera historia, nos narra metafísica y humanamente lo que, desde en un principio, en el epígrafe de este sin par capítulo se nos advierte: “Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza”. Fugaz (y, sobre todo, muy frugal en las comidas), como la vida misma, fue el mandato -de tan solo una semana- de Sancho en la Ínsula. Reflexiona cervantes sobre esta insolidaridad de la vida para con los que la vivimos, y no encontrando consuelo o columna donde agarrarse, alarga la imaginación hasta el más allá; ya estaba viejuno el hombre cuando esto escribía, quizás por ello se agarra a un clavo ardiendo, que es arriesgar e invertir en una parcela de una improbable vida futura: “la ligereza e instabilidad de la vida presente, y de la duración de la eterna que se espera”. Valga el gobierno de Sancho para que sirva de comparación a este pensamiento.

Los fingidos súbditos de Sancho en la isla, maquinan una estratagema para que, después de ella, el escudero reconvertido en gobernador, ponga los pies en polvorosa. Mucho tiempo soportaba ya Sancho las vilezas de sus insulanos y aunque ellos y sus amos los duques se lo pasaban en grande, pensaron finalmente en largarlo del ducado con la broma más cruel posible. Si don Quijote pensaba, en el capítulo anterior, que era menester ya marcharse de aquel castillo –por la vida ociosa decía él-, ahora será Sancho el que quiera huir de las garras de los duques y su camarilla de bellacos. Ha de sufrir aún para ello, Sancho: “a despecho y pesar de la hambre, le comenzaba a cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecía sino que toda la ínsula se hundía. Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto”

Eran sus “amados” súbditos que fingían un brutal asalto a la ínsula por parte de un ejército enemigo. Le piden que tome las armas y los lidere en la defensa del imperio insular. Sancho quiere escurrir el bulto y recurre a don Quijote y su sabiduría en el campo de batalla, pero los suyos no le dejan respirar: “Y al momento le trujeron dos paveses, que venían proveídos dellos, y le pusieron encima de la camisa, sin dejarle tomar otro vestido, un pavés delante y otro detrás, y, por unas concavidades que traían hechas, le sacaron los brazos, y le liaron muy bien con unos cordeles, de modo que quedó emparedado y entablado, derecho como un huso, sin poder doblar las rodillas ni menearse un solo paso. Pusiéronle en las manos una lanza, a la cual se arrimó para poder tenerse en pie”.

Sancho quedó como una tortuga en su caparazón, sólo podía meter y sacar la cabeza. Apagaron la luz y empujaron a Sancho, dando de narices en el suelo. Posteriormente simulan el ruido de un gran fragor de batalla. Pisotean a Sancho y le dan de palos y cuchilladas en sus escudos: “que si él no se recogiera y encogiera, metiendo la cabeza entre los paveses, lo pasara muy mal el pobre gobernador, el cual, en aquella estrecheza recogido, sudaba y trasudaba, y de todo corazón se encomendaba a Dios que de aquel peligro le sacase.”

CONTINÚA......

Antonio Aguilera dijo...

Finalmente, sus vasallos gritan victoria, poniendo fin a la farsa falsa contienda. Desatan al Sancho resudado de los paveses y le ofrecen lo que el enemigo abandonó en su huída. Pero él no pide más que un poco de vino y ver a su rucio. Las dos cosas le traen. Primero bebe el vino y posteriormente –y no por estar borracho- abraza a su rucio y lo besa en la frente (¡esto sí es amor verdadero, no el de sus lacayos!):” Venid vos acá, compañero mío y amigo mío, y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero, después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.” (No es menor esta prosa poética, que declama Sancho a su rucio, que la que escribiera el poeta de Moguer a Platero)

Sancho quiere presentar su dimisión irrevocable al gobierno de la isla, ha de hacerlo ante los duques. El Dr. Pedro Recio quiere disuadirle, le promete más comida en adelante y menos juicios. Ya es tarde, Sancho quiere abandonar aquel territorio rápidamente y reunirse con don Quijote.

Sancho se despide de sus insulanos abrazándoles con lágrimas en los ojos. ¡Qué gran persona es Sancho!.

Abejita de la Vega dijo...

Sancho enalbarda el asno y…ventana emergente en mi pantalla, no es publicidad, es un viejo conocido. ¡El mayordomo! Le saludo, me imagino que viene a contarme cómo se despide, de su gobierno, el gobernador.

Así es, saludo a vuestra merced, mujer amanuense. Deseo transmitirle mi visión de aquellos hechos. Estoy con el secretario vizcaíno, el maestresala, Pedro Recio y otros muchos. Nadie dice nada, todos estamos con la boca abierta escuchándolo.
“Con gran pena y pesar” sube sobre su rucio, ya con su albarda. Nos encamina unas sabias palabras, quién lo iba a decir de aquel villano harto de ajos.

Nos pide que le dejemos volver a su libertad, a buscar su vida pasada, que la de aquí es muerte y no vida. Gobernar, dar leyes, defender ínsulas, ciudades, reinos…qué locura. No nació sino para arar, cavar, podar…Mejor le sienta la hoz que el cetro. Y cuánto mejor hartarse de gazpachos que someterse a un falso médico que le recete morirse de hambre, Lo de falso no lo dice Sancho, se me escapó de la boca, el duque sea benévolo con la indiscreción. Es capaz de mandarme apalear si se entera de que le privo de un átomo de diversión.

En verano desea acostarse a la sombra de una encina y, en invierno, bien arropadito con un zamarro de oveja sin esquilar en dos años . ¡Toma, y yo también! No quiere dormir entre finas sábanas ni vestir de martas cebollinas, qué gracioso el rústico. No, si a cambio, ha de estar a la sujeción del gobierno. No es tonto, no.

Así que nos quedamos con Dios y hemos de decirle al duque que…desnudo nació, desnudo se halla, sin blanca entró en el gobierno, sin blanca sale. Muy al contrario, ciertamente, de lo que suele ser usual por ahí.

Va a que el coloquen emplastos, para sus brumadas costillas, tan pateadas. Los escudos eran muy endebles…clavados hasta las asaduras. Pardiez qué cuchilladas le atizaron, gracias al cielo que se encogía, se encogía, como caracol en su concha.
Pedro Recio, doctor o lo que sea, le ofrece una medicina contra los golpes y le promete dejarle comer mucho y de todo. Sancho no admite la enmienda del Tirteafuera. Le contesta con un ¡Tarde piache! , a buenas horas. Se va y no quiere más gobiernos. Los Panza son linaje testarudo y no cambian de opinión.

Muy acertadamente compara su gobierno con las alas que para su mal, le nacieron a la hormiga. Ahora ha de bajar y andar por tierra firme, con sus modestas alpargatas. Cada uno en su sitio y que nadie se estire, en la cama, de lo que da de sí la sábana. Cómo se explica ése que yo llamaba el majagranzas. Y que le dejemos pasar.

Yo le digo, con la mayor cortesía, que de buena gana le dejamos ir, mas nos pesa mucho perderle, por su “ingenio y su cristiano proceder”. Y le recuerdo que todo gobernador ha de “dar residencia”, rendir cuentas públicamente,. Le animo a hacerlo y puede ir en paz.

Me contesta que puesto que va a verse con mi señor el duque, a él se la dará “de molde”. Y, saliendo desnudo como sale, no hay mejor señal para dar a entender que ha gobernado bien.

Recio también es de parecer que le dejemos ir, que al duque le ha de gustar infinito. Y si el duque está contento, nosotros también…Todos los presentes estamos de acuerdo y le ofrecemos todo lo que quiera para su regalo y comodidad.

Sólo quiere un poco de cebada para su rucio y, para él, medio queso y medio pan. Suficiente para un camino tan corto. Todos le abrazamos y él, llorando, nos abraza. Quedamos admirados de sus razonamientos y de su determinación. ¡Qué lección nos ha dado el señor gobernador! Esto último, con mis mayores respetos.

Un abrazo de María Ángeles Merino.

Unknown dijo...

Me siento muy identificada con tu interpretación y siempre la enriqueces con tus reflexiones,esta me ha gustado especialmente.
Esta iniciativa tuya de la lectura del Quijote es genial,cuando lo voy leyendo me doy cuenta de que no lo conocía bien,quizá lo leí apresuradamente o quizá sea por las condiciones en las que lo leo ahora pero esto es un disfrute total.
Te pido perdón por la tardanza,no importa si nombras mi comentario o no en tu entrada del lunes,lo que importa es que lo leo a pesar de mi falta de concentración porque ese compromiso contigo me ayuda a superarme.Gracias y Abrazos

Alatriste dijo...

Desde luego Sancho aquí es humillado como nunca, y el se marcha tristemente aunque conservando cierto orgullo final.

la rebeldía es pedir que el mundo se rija por una verdadera moral y no por la hipocresía dominante o por convertirse en secuaces de la diversión de una aristocracia ociosa e inútil.

El tema de la aristocracia ociosa es muy recurrente, ahora que en el cine estamos con el retrato de Dorian Grey, también aquí se reflejan los círculos decadentes de la alta sociedad londinense.

matrioska_verde dijo...

voy atrasada unos capítulos en mi lectura, lo voy dejando y siempre acabo por acumular tres o cuatro... pero mañana o pasado me pondré al día.

ya va quedando menos para el final.

¡que gran trabajo estás haciendo, Pedro!

bicos,

Teresa dijo...

Pedro, el enlace al capítulo siguiente está mal. Te has ido al XLIV y es LIV. (A mí me ha pasado algo parecido y me he perdido durante varios capítulos con la X delante)

Teresa dijo...

Pues leído el capítulo y tu entrada mi pensamiento se ha ido hacia el juez Garzón.

Sancho humillado y dolorido se aleja de un mundo en el que no encaja.

"...perdónales, porque no saben lo que hacen".

Amargo capítulo