jueves, 24 de junio de 2010

El reencuentro (Cap. 2.55)


El reencuentro de don Quijote y Sancho, tanto tiempo separados, merecía plantearse de forma original y este capítulo responde a esa intención para terminar con la narración paralela de lo que acontecía a sus personajes. De paso, Cervantes cierra brilantemente todo lo referido al gobierno de Sancho y retoma algunos temas de los que podríamos habernos olvidado ya (como la cueva de Montesinos) y que seguirán actuando en los próximos capítulos.

Observemos, además, que no es don Quijote el protagonista de estos párrafos, sino Sancho: es él el que ha pasado por la experiencia más profunda, no don Quijote. Éste, a fin de cuentas, ha seguido viviendo su sueño caballeresco, a pesar de las burlas de los Duques. En cambio, Sancho, en los capítulos precedentes, ha pasado de escudero a gobernador para terminar renunciando a su cargo de forma voluntaria.

Sancho debe pasar por su experiencia más penosa de la novela (A veces iba a escuras, y a veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo) para rematar su evolución psicológica. Al caer en la sima, medita sobre lo mudable de la fortuna -un tema clásico aquí parodiado-, que le ha dejado en una situación en la que se teme la muerte, con razón. A pesar de la incoherencia espacio-temporal de lo indicado en el capítulo sobre la distancia recorrida y los días que ha durado la separación, todo adquiere un valor simbólico: Sancho cae en un extremo de la gruta para salir por el otro renacido y con nueva voluntad. Lo deja claro en el informe verbal de su gobierno a los Duques y su decisión de volver junto a don Quijote.

Fijémonos que su decisión no será la de retornar a su aldea -cosa que pudiéramos comprender tras sus últimas experiencias- porque Sancho ha decidido hacer caso de sus afectos, de ahí que continué junto a don Quijote.

Por otra parte, el reencuentro contiene una parodia de la parodia que suponía la cueva de Montesinos (A lo menos, no seré yo tan venturoso como lo fue mi señor don Quijote de la Mancha cuando decendió y bajó a la cueva de aquel encantado Montesinos, donde halló quien le regalase mejor que en su casa, que no parece sino que se fue a mesa puesta y a cama hecha. Allí vio él visiones hermosas y apacibles, y yo veré aquí, a lo que creo, sapos y culebras); la conciencia de Sancho de su propia fama (será reconocible por encontrarse sus huesos junto a los de su asno); y un divertido diálogo de reconocimiento entre don Quijote y Sancho cuando aquél cree muerto a éste (con una graciosa ironía sobre las posibilidades de la Iglesia para intervenir en la vida de las almas de los muertos), que termina con el testimonio del rebuzno del asno y la defensa por Sancho de su actuación al frente del gobierno de la ínsula con un sabio consejo de don Quijote sobre no hacer caso de murmuraciones.

Sin duda, una inspirada aventura para que los personajes se reencuentren y termine una separación que iba durando ya demasiado. Veremos el próximo jueves qué ocurre en el capítulo LVI.

18 comentarios:

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Quizás esté en un error; pero me da la impresión de que a estas alturas de la novela, y con lo avanzada que está ya esta segunda parte, D. Miguel de Cervantes ya sabe que será la obra de su vida; quiere pasar a la posteridad como el padre que luego es padrastro y, al final, se convierte en padre amante de su hijo, de su personaje, de “su” D. Quijote, y es mas, si me apuráis, lo veo incluso disfrutando escribiendo este capitulo, con su fina ironía que nos hace sonreír cuando los leemos.

Varios detalles me lo indican: por ejemplo, el titulo “De cosas sucedidas a Sancho en el camino, y otras que no hay más que ver”; asi como el titulo del anterior capitulo, que hablaba de cosas “tocantes a esta historia, y no a otra alguna”; con la caída del recién depuesto Gobernador a la sima, lo veo recurrir de nuevo a la simbología sobre la fugacidad de las cosas humanas, algo que es recurrente en Cervantes, pues no olvidamos las referencias al último rey godo, D. Rodrigo, aquel que se lamentaba de que ayer era dueño de un reino y hoy no podía decir que ni una sola almena era suya; el eterno e infinito cariño de Sancho hacia su rucio, hasta el mismo Sancho lo dice: “¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus buenos servicios! Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos, que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.”

Hasta se fija, grande Cervantes, en el rucio de Sancho: “…y su jumento le escuchaba sin responderle palabra alguna: tal era el aprieto y angustia en que el pobre se hallaba”. Esta claro que el rucio rebuzna, pero no habla. No hemos olvidado que cuando recupero a su rucio, tras habérselo hurtado Gines de Pasamonte, Sancho abrazó a su rucio y lo besaba “como si fuera persona”, y el rucio se dejaba acariciar y besar “sin respondelle palabra alguna”.

En definitiva: Sancho se reencuentra consigo mismo, acepta su destino, es mas sensato, ya no quiere ínsulas ni insulos. Y lo veo encariñado de veras con su amo, con D. Quijote, gracias a cuyo paseo Sancho vuelve a ver la luz del sol. Sancho ha crecido, ha madurado, Sancho es grande: ved como habla ante los duques. Hasta D. Quijote se sorprende de verlo hablar con tan pocos disparates.

Reencuentro de amo y mozo, de caballero y escudero, de Sancho y D. Quijote. Sancho ha sufrido en su gobierno, y D. Quijote con encantamientos gatunos y bromas continuas. Ahora ya están juntos de nuevo, compartirán un mismo destino: ya no se separarán hasta el final.

Y por cierto, y como sobre gustos no hay nada escrito, destacaré este comentario de D.Quijote, siempre tan actual y tan acertado.

-No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un parapoco y un mentecato.

Poco han cambiado las cosas. No olvido a Einstein: “La vida es muy peligrosa; no por lo que pasa, sino por los que se sientan en la plaza a ver lo que pasa”.

Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

Las del camino y otras…lee y entérate, apreciado lector. Si en el capítulo anterior no nos anticipa nada, en éste tampoco. Ya sabemos que Sancho está en el camino, vamos en su busca. Se entretiene con Ricote y se le echa la noche encima, a media legua del castillo ducal.
Noche oscura y cerrada, pero las noches de verano son apacibles. Se aparta del camino, a esperar tranquilamente la mañana, no hay prisa. Mas la fortuna tuerce sus intenciones, un paso desafortunado y cae en una honda sima. Mientras se hunde, cree llegada su última hora y reza todo lo que sabe. No es un insondable abismo, poco más de la altura de tres hombres medianamente altos. Sigue sentado en el rucio, se tienta todo el cuerpo, comprueba que “está entero y católico de salud” y da gracias al Señor.
A ver si hay algún agarradero por aquí, no, qué lisas son estas paredes, no podrá salir. El burrillo se queja y no es de vicio, que el pobre debe estar magullado.
Sancho Panza se lamenta filosóficamente, a la manera del rey don Rodrigo. Ayer entronizado como gobernador en la ínsula, rodeado de sirvientes. Hoy sepultado en un agujero, sin nadie que acuda a su socorro. Será su tumba, la suya y la de su jumento. Si su señor don Quijote contempló visiones hermosas y apacibles, él verá sapos y culebras…Esta sima no es la mágica cueva de Montesinos, aquí no hay Merlines, Durandartes ni Dulcineas. Ni una soga tendida desde arriba por un paciente escudero…
Sacarán sus huesos mondos, también los del buen rucio…al menos sabrán que nunca, nunca, se apartó de él. Puesto que morirán en soledad, que su cuadrúpedo compañero le perdone el mal pago a sus servicios. Mejor que pida a la “fortuna” les saque de esta situación. Sería herético que el burro se lo pidiera a Dios…Y, si así es, le promete una corona de laurel y piensos doblados.
Cervantes, que ya ha cargado un poco las tintas humorísticas, remata con el silencio del angustiado animal, que le escucha “sin responderle palabra alguna”. Porque se encuentra mal, no por su asnal condición…
Cuando llega la luz del día, recurre a las voces; pero ni un alma pasa por allí. Ya se da por muerto.
Sancho acomoda al rucio, le pone de pie y saca de las alforjas un pedazo de ese medio pan que sacó de la ínsula y que ha dado tanto de sí. Se lo da de comer a su cuadrúpedo compañero. No le sabe mal. Nos dedica uno de sus refranes, uno muy popular, el de “los duelos con pan son buenos”.
Descubre un agujero. Cabe una persona si se agacha y se encoge. Entra el de dos patas y comprueba que, por dentro es espacioso. Y entra un rayo de sol que deja ver otra concavidad espaciosa. Vuelve por el amigo de cuatro patas y agranda el agujero, para que pase su fiel amigo.
Los dos van caminando gruta adelante, buscando la salida. A veces sin luz, a veces a oscuras. Ya no tiene miedo.
(Sigue)

pancho dijo...

DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.55
Sancho termina de desandar el camino hasta el castillo en el que da cuenta de las razones que le asistieron para abandonar el gobierno. Antes, ha pasado la peor noche de su vida en el fondo de una sima como un muerto en vida, DQ ha oído los lamentos de su desesperación y lo han sacado dolorido y demacrado como un alma en pena.
Cervantes ha tenido diez capítulos para narrar la separación de diez días y preparar el reencuentro con detenimiento. Divide el relato en tres partes bien diferenciadas: caída en la sima, rescate de S y narración del gobierno.
A media legua del castillo se les vino la noche encima, noche cerrada sin luna que les hace caer en una sima de tres cuerpos de profundidad. Ni S ni su burro sufren daño que les impida el movimiento. El escudero se lamenta de la mala suerte al caer al agujero, cuán diferente a la bajada voluntaria de su amo a la Cueva de Montesinos, allí “vio él visiones hermosas y apacibles, y yo veré aquí, a lo que creo, sapos y culebras “.
S se lamenta de morir lejos de la patria, alejado de los suyos, en la soledad del extranjero que es morir dos veces. El narrador nos cuenta que los gritos que daba era como dar voces en el desierto. A su compañero le ofrece del pan que llevaba que “todos los duelos con pan son buenos”. No se queda quieto el escudero esperando la muerte, sino que descubre un pasadizo que agranda para que agachados puedan pasar él y su jumento. Éste da a un espacio grande por cuyo techo entra un rayo de sol que todo lo ilumina. “A veces iba a escuras, y a veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.” – Comenta socarrón el narrador- . S por su parte, echa de menos a DQ que vería en aquella gruta jardines floridos y palacios. Sin él se siente desamparado. Media legua caminaron por aquella “confusa claridad que pareció ser ya de día”.
A punto estuvo de caer DQ en la sima en el ejercicio de su diario entrenamiento, en espera de la batalla con Tosilos. Mira la hondura y oye las voces de S desde el fondo como enterrado en vida. El hidalgo cree que es la voz de un muerto, no puede ser de su escudero aunque lo parezca. Ofrece la fuerza de su brazo para ayudar también a los del más allá. En su papel de caballero andante llega a ofrecer su hacienda para sacarle del purgatorio, en clara crítica a la iglesia que vive del miedo al infierno de los creyentes.
Únicamente el rebuzno reconocible para DQ del burro de S le convenció de que se trataba de S vivo. Va al castillo en busca de ayuda y “a costa de mucha gente y de mucho trabajo, sacaron al rucio y a Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol”
A un estudiante desocupado que observaba la operación de rescate y que opinaba del aspecto del recién ascendido le comenta S que no hay correlación entre su breve gobierno y el pago recibido: muerto de hambre, perseguido por los médicos, brumado por enemigos y sin tiempo para cohechos ni derechos. DQ le advierte de la pérdida de tiempo que supone hacer caso de la crítica de los silenciosos: “es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo”.
Con su compañero de fatigas bien aviado en las caballerizas nobles del castillo, postrado de rodillas ante la nobleza confiesa el escudero que sale del gobierno tan desnudo como entró. Añade que no se siente con fuerzas de aguantar las cargas y obligaciones del cargo. Aunque no lo recuerde, sí dictó ordenanzas. Termina la narración de su gobierno anunciando que se pasa al servicio de su señor, pidiéndole perdón por haber querido prosperar en la vida.
Con la promesa de un cargo con menos cargas y la satisfacción de DQ de que S no haya disparatado en sus explicaciones y contento de su vuelta nos quedamos a la espera del duelo programado de DQ.

lichazul dijo...

sorry...hoy habla la feromona jajaja
me quedo con la foto y el modelo:)P


besitos Profe

Merche Pallarés dijo...

¡¿Olvidarnos de la cueva de Montesinos?! Si en casi toda esta segunda parte se la ha ido mencionando... Para mi, por lo menos, es la cueva más famosa del mundo. Besotes quijotescos, M.

Merche Pallarés dijo...

No es por nada, pero en la foto te pareces a Fabra, el de Castellón... Más guapo, eso sí. Besotes, M.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

El reencuentro, la palabra mas deseada desde que empazamos a leer los capítulos referentes a las burlas ducales...como bien dices todo es parodia y un encuentro original pero que todos vislumbramos desde que el autor comenta que es imposible salir de la cueva... saludos.

Pd: que mal ando de tiempo.....

marga dijo...

- Otra vez me enternece la dulce relación entre Sancho y su asno que nos retrotrae a un mundo donde los animales estaban más cerca del hombre. Aunque bién pensado hoy tenemos ese culto por el perro urbano que también tiene su aquel.
- "Imposible de toda imposibilidad", la menos posible de todas las posibilidades
- También me gusta "a veces iba a oscuras y a veces sin luz, pero ninguna sin miedo.
- "BIen vengas mal, si vienes sólo" refrán que me propongo utilizar.
-"Famoso testigo" a veces posiblemente vale más un rebuzno que mil palabras.
- "el el gobernador sale rico de su gobierno, dicen del que ha sido un ladrón y sisale pobre, que ha sido parapoco y mentecato". Pués estamos buenos....

Asun dijo...

Por un momento he pensado que estaba visitando una página de la ONCE, sólo te falta el perro lazarillo y el bastón.

Me ha gustado el simbolismo que apuntas de que "Sancho cae en un extremo de la gruta para salir por el otro renacido y con nueva voluntad"

Besos

Paco Cuesta dijo...

Especialmente atractivo el capítulo por la simbología, difícil de captar sin la ayuda de un "Buen Guía".
Gracias Pedro

Myriam dijo...

Caí en la gruta con Sancho anoche, mientras leía tu clase... difícil agregar ahora algo a lo que los compañeros han comentado.

COmo dice CORNELIVS; ¡cuánta simbología sobre la fugacidad de las cosas! y que de tu mano, como dice PACO, se comprenden más.

Es emocionante, si lo pensamos, "VER" como SANCHO se ha desarrollado y crecido y madurado como personaje.


Abrazos a todos

Kety dijo...

Capitulo LV

Sancho anhela con el alma
Reencontrarse con su amo
Y camina presuroso
Por darle al fin un abrazo

Tal será su desventura
Resbalan él y su asno
Yendo a parar a un cueva
Recordándole a antaño...

Reflexiona Sancho Panza
No tener buena ventura
Ayer se vio entronizado
Gobernando una Ínsula

Hoy se halla sepultado
En la cueva de una sima
Acompañado del rucio
Sin hallar quien le redima

- ¡Ay! desdichado de mi
Se lamenta Sancho Panza
Si al menos fuese la cueva
Con sus jardines floridos
Y palacios de Galiana

Donde fue a parar mi amo
Y Montesinos llamara
Mesa puesta y cama hecha
Y entre sueños deliraba.

¡Qué triste es la soledad!
Se lamenta Sancho Panza
Acariciando a su rucio
Por no haber quien les llorara

En la hora de la muerte
Lejos de su patria están
Sin nadie que les recuerde
En ese trance final

¡De repente!
A la voz de su gemido
Sancho escucha una respuesta
¡La luz parece brillar!
¡¡Es la voz de don Quijote!!
-Exclama Sancho-
De nuevo le salvará.

Merche Pallarés dijo...

KETY, como siempre ¡qué bello tu poema! Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Los dos van caminando gruta adelante, buscando la salida. A veces sin luz, a veces a oscuras. Ya no tiene miedo.

Va hablando consigo mismo. Ya quisiera él tener el poder de convertir la desventura en aventura, tal y como hace su señor, don Quijote. Guiado por su caballeresco optimismo esperaría algún florido prado, tras la oscuridad. Pero Sancho, sin el ánimo y el consejo de su amo, piensa en la postrera sima tragona que se abra a sus pies.

Cree que lleva media legua caminada, el espacio y el tiempo no son lo mismo allá dentro. Por allí entra una confusa claridad, amanece...La otra vida puede esperar.

Cide Hamete deja aquí a Sancho, por poco tiempo, y vuelve con don Quijote que anda entrenándose, alborozado y contento, para hacer batalla al robador de honras y” enderezar el tuerto”. Tan acelerada es la carrera que Rocinante está a punto de caer en una cueva. Lo detiene a tiempo y no cae.

Pero ¿qué pasa? Voces, ahí abajo. Quieren llamar la atención del que pasa por ahí. ¡Es la voz de su escudero encumbrado a gobernador!

Asombrado, levanta la voz para preguntar quién se queja. Así se presenta: “el asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala andanza, de la ínsula Barataria, escudero que fue del famoso caballero don Quijote de la Mancha”. Al oír esto, crece su asombro. Piensa que Sancho ha muerto y su alma está allí penando. La sima comunica con el infierno o el purgatorio, al parecer.

Hay que conjurarlo y lo conjura, católicamente, por supuesto. Pide por esa boca, alma en pena, que la jurisdicción de la caballería andante se amplía a “los menesterosos del otro mundo”,

Las voces manifiestan conocer a su señor don Quijote, mas hay que ser precavido con las almas en pena. Si su escudero está muerto y no lo han llevado los diablos, sufragios tiene la Santa Madre Iglesia para sacarle de las penas del purgatorio. Don Quijote está dispuesto a contribuir con su hacienda. Se paga y al cielo irá derechito, diga lo que diga el de Rotterdam. Por eso, le exhorta a que se declare.

Jura ser Sancho y manifiesta, algo irritado, no haberse muerto nunca. Dejó el gobierno y ya se lo explicará más despacio. Cayó en la sima donde yace, con su rucio, aquí presente, que no le dejará mentir, puesto que es su testigo. El animalillo parece entenderlo y rebuzna que retumba.

Don Quijote ya no duda, conoce ese roznido “como si le pariera”. Irá al castillo y traerá quien los saque. Ha de volver presto que Sancho se muere de miedo.

(Sigue)

Abejita de la Vega dijo...

Los duques fingen maravillarse, bien saben ellos de qué gruta se trata. Lo que no entienden es cómo el villano deja el gobierno así sin más, sin tener ellos aviso.

Llevan mucha gente y muchas cuerdas. No fue tarea fácil sacarlos de las tinieblas a la luz del sol. Un estudiante que lo ve comenta que los malos gobernadores deberían salir del gobierno como sale éste: hambriento, descolorido y sin blanca. ¿De dónde sale este estudiante? ¿Es del castillo o va de camino?

Salga de donde salga, a Sancho le molesta el comentario y se dirige a él como “hermano murmurador” y le contesta con un resumen de sus ocho o diez días de gobierno. Ha perdido la cuenta.

Nunca se vio harto de pan, lo han perseguido médicos y le han molido los huesos. Ni cohechos ni derechos ha cobrado, no merecía salir así. Y desgrana el rosario de refranes, ése que otras veces irrita sobremanera a don Quijote.

Esta vez no es así. Su amo, muy sosegadamente, le pide que no se enoje, que digan lo que quieran, imposible atar la lengua de los maldicientes. Si sales rico, ladrón. Mentecato, si sales pobre. Y Sancho está seguro: esta vez le toca pasar por tonto.

Rodeados de gente, llegan al castillo, en cuyos corredores esperan ya los duques. El altivo noble ha de esperar porque Sancho ha de acomodar antes al dolorido rucio. Un pequeño giro al orden social establecido provoca la sonrisa cómplice del lector, pero Cervantes sabe que no debe pasarse. Al fin, el del burro, sube a ver a los duques, puesto de rodillas, qué menos.

Se explica “ante su grandeza”. Si fue gobernador fue por su voluntad , no por merecimiento. Entró sin nada y sin nada sigue. Los testigos pueden decir si ha gobernado bien o mal. Y lo ha hecho siempre con mucha, mucha hambre, por prescripción del doctor Pedro Recio. Le atacaron enemigos de noche, dicen los de la ínsula que la victoria fue por el valor de su abrazo…si ellos lo dicen.

Hace un balance y llega a la conclusión de que sus hombros no pueden con tales cargas. Antes de que el gobierno termine con él, él termina con el gobierno. Deja la ínsula como estaba, nada se lleva, no pidió prestado ni se metió en líos. No hizo ordenanzas que para que no se cumplan…

Salió solo con su rucio y cayó en una sima, de la cual acaba de salir, gracias a su señor don Quijote. Y con gran desparpajo les comunica al duque y la duquesa “que no se le ha de dar nada por ser gobernador” de una ínsula o del mundo entero.

Y, besándoles los pies, da un salto, se sale del gobierno y se pasa al de su don Quijote. Todo como un juego de niños. Comerá el pan con sobresalto pero se verá harto. Harto de zanahorias o perdices, qué más da, la tripita llena y ya está.

Don Quijote temeroso de que había de decir miles de disparates de Sancho, respira aliviado y da gracias al cielo. Han sido tan poquitos, qué bien le ha sentado la oscuridad de la caverna, debía ser la de Platón.

El duque abraza a Sancho y le manifiesta su pesar por haber dejado tan presto el gobierno, tal vez otro oficio menos pesado y más apropiado a su condición social…La duquesa también lo abraza y manda que le regalen que está molidísimo.

Un abrazo de María Ángeles Merino

Antonio Aguilera dijo...

Se entretuvo Sancho de cháchara con Ricote hasta que se le hizo de noche. Sólo le restaba media legua para llegar al castillo de los duques, pero como de noche todos los gatos son negros, se extravió el otrora gobernador de Barataria y fue a parar a las ruinas de unos edificios, con tan mala suerte que cayó a una sima que en aquel suelo la boca abría: primero lo hizo el rucio, panza arriba; después Sancho, en blandito, cual colchoneta de bomberos recoge-suicidas, que era el abdomen de su rucio.

Se lamentaba Sancho de su mala suerte: apenas hacía dos días que había sido un gerifalte mandamás de una ínsula con litoral de secano; y ahora, el destino le depara una muerte lenta y fresquita junto a su amado burro (peor estaría al sol, ahora, a las 17 horas de este sábado con “la caló que ase” en Vandalia, con un ventilador que me refresca la despejada frente –excepto de moscas- donde en antaño luciera rubio flequilo: las cosas del directo). Alguien encontraría, con el tiempo, su “noble calavera” – pero no la besaría, como la de Ramón Sijé- y la de su rucio, con los huesos “mondos y raídos”, aunque lo reconocerían, eso seguro, junto a su rucio no podría ser otro que el Gran Sancho, sin par escudero de don Quijote de la Mancha. La humanidad le recordaría eternamente, incluso es posible que le erigieran una estatua ecuestre Sancho-borriquil, por entre la plaza de las ruinas adyacentes, convertidas en florido parque en su memoria.

Palpó Sancho las paredes de la sima, por ver si encontraba asideros para poder escalarla, pero la encontró lisa y suave como si la hubiesen enjabonado. Inició tertulia con su rucio (más bien monólogo cual Hamlet, sobre la fugacidad de la vida y algunas consideraciones existencialistas que Camus, con el tiempo, tuvo en cuenta):” ¡miserables de nosotros, que no ha querido nuestra corta suerte que muriésemos en nuestra patria y entre los nuestros, donde ya que no hallara remedio nuestra desgracia, no faltara quien dello se doliera, y en la hora última de nuestro pasamiento nos cerrara los ojos! ¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus buenos servicios! Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.” (Espero que Sancho se acuerde de mi menda a la hora de adquirir el pienso para el burro). Curiosa imagen la del rucio coronado de laurel. A Sancho tampoco le quedaría mal otra corona, y quedaría muy bien una representación teatral Hamletiana con el burro como interlocutor.

SIGUE...

Antonio Aguilera dijo...

Al amanecer del día siguiente, tuvo el destino a bien que don Quijote saliera a hacer footing por la zona donde estaba la cueva con Sancho y el rucio fagocitados en su interior. Llegaron a oídos de don Quijote algunos de los gritos que Sancho profería pidiendo auxilio, y el atlético hidalgo reconoció la voz de Sancho, pensando fuese la voz de ultratumba de su amado escudero pidiéndole lo rescatase del purgatorio en que se encontraba. Don Quijote, instantáneamente, modificó su constitución caballeril, para poder socorrer también a los menesterosos muertos, sin necesidad de solicitar la venia del Tribunal Constitucional, donde languidecen, en el infinito del tiempo, la mayoría de los recursos y contrapleitos: “-Don Quijote soy -replicó don Quijote-, el que profeso socorrer y ayudar en sus necesidades a los vivos y a los muertos.”. Le prometió don Quijote a Sancho que, con la garantía de su hacienda, lo sacaría del purgatorio. Seguro que podría pagarle cientos de misas al cura de turno para poder negociar directamente con el Altísimo la compra de la libertad de Sancho. Y, si el Masca no se encontrara disponible, siempre podría hacerlo con el más asequible Primer Ministro, San Pedro (con dinero se compran, hasta las parcelas con mejores vistas del Cielo).

El rebuzno del rucio despierta a don Quijote de sus ensoñaciones, los burros no van al más allá: por lo tanto, éstos, deben de estar en el más acá. Reacciona don Quijote y, raudo y veloz, se dirige al castillo del duque en busca de sogas y personal abundante para elevar a los que en el subsuelo de miedo tiritan. Un estudiante que participa en el rescate, al ver salir a Sancho a la luz dice: “-Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo.” (Seguro que el reparto de la riqueza en el mundo sería más equitativa: pero ningún gobernante va a reconocer que es malo, aunque la mayoría lo son).

Una vez ya Sancho en presencia de los duques, les presenta su dimisión irrevocable como gobernador de la Ínsula Barataria, y añade: “ayer de mañana dejé la ínsula como la hallé: con las mismas calles, casas y tejados que tenía cuando entré en ella” (aplíquense el cuento los gobernantes de turno: a falta de poder mejorar lo encontrado, déjese como se encontró, arcas incluidas).

Antonio Aguilera dijo...

PEDRO:Es curioso como Sancho (asunto que tu recoges) decide renunciar a volver a su aldea y, siguiendo el dictado de sus afectos, opta por continuar junto a don Quijote.
Lo que tú llamas parodia dentro de la parodia, o establecimiento de un paralelismo entre la “rica” Cueva de Montesinos y la “probe” sima donde cae Sancho acompañado de su rucio, provoca un gracioso reencuentro entre amo y escudero; con intento de chantaje incluido al Mandamás de las Alturas para que conceda el tránsito de Sancho del purgatorio a la Gloria.