jueves, 12 de noviembre de 2009

La cueva de Montesinos (Cap. 2.23).


El núcleo central de este capítulo es el relato de lo que don Quijote vio en la cueva de Montesinos y las reacciones que provoca en los primeros oyentes. Esta aventura, como ya hemos anticipado, es central para comprender la propuesta narrativa de Cervantes: equivalente, en importancia, al momento en el que en la Primera parte descubrimos que Cervantes no es el autor de la obra y ni siquiera el narrador principal.

La aventura está construida, argumentalmente, como parodia del motivo del descenso a los infiernos o cuevas mágicas, habitual en la literatura y también en la narrativa caballeresca. Una prueba que el héroe se impone o debe asumir como parte de su proceso de sublimación como personaje mítico. Pero es más: también en la aventura de la cueva de Montesinos hallamos la parodia del motivo literario del sueño con el que el protagonista accede a esferas en las que ve cosas extraordinarias y alcanza el conocimiento de una verdad revelada que le permitirá continuar el resto de su viaje. En el Quijote, este tejido de parodias se realiza de forma tan eficaz que ni somos conscientes de él: lo aceptamos sin más. En gran medida, por la subordinación a la narración realista: sabemos que todo será verosímil según los principios que rigen en el mundo y que no se despeñará por el lado de la fantasía.

Todo el relato de don Quijote es una suma de motivos caballerescos procedentes de los romances más populares en el momento con ingeniosas y divertidas metamorfosis de andar por casa según las cuales se nos explica el origen de las lagunas de Ruidera y el río Guadiana con expresiones propias de Ovidio pero extremando tanto la situación que la comicidad revienta el hilo argumental. Por otra parte, en el relato hay frecuentes caídas de tono (el corazón amojamado de Montesinos, la fealdad de Belerma, la aparición de Dulcinea encanta y la venta de una prenda íntima de la misma por unos pocos reales) que buscan remarcar la parodia con precisión de cirujano. De hecho, gran parte de la ironía destruye cruelmente el sueño de amor cortés tanto como cuando Sancho insistía en la descripción realista de Aldonza: ahora el faldellín de la amada se vende por media docena de reales y su enamorado ni siquiera los tiene.

Si saltamos del argumento a la construcción narratológica de la aventura de la cueva de Montesinos queda aún más claro todo lo dicho. Sancho y el primo sacaron dormido a don Quijote al tirar de la soga porque don Quijote se había dormido y así lo reconoce él mismo. Luego todo lo dicho es producto del sueño y la imaginación del protagonista excitada por las lecturas novelescas. Aunque insiste en haber despertado, sabremos más adelante que él mismo es consciente de que no lo hizo.

Pronto surgen las dudas en quienes le escuchan: ni el tiempo (una hora para los que esperaban fuera, tres días para don Quijote) ni lo relatado cuadra. Especialmente para Sancho, que pronto comprende lo que pasa: nada de lo que su amo cuenta tiene sentido para él en cuanto escucha que ha visto allí a Dulcinea encantada porque él mismo fue quien fabricó la mentira. Cervantes ha convertido a Dulcinea -personaje que, como sabemos, no aparece nunca- en el hilo central: desde las diferentes descripciones de la Primera parte, en especial a partir del motivo de la carta, se ha injertado en la Segunda como vertebrador de la estructura de la novela. Sancho ya no puede creer a su amo. Pero percibimos en don Quijote una puya que avala que éste tampoco creyó de verdad el encantamiento:

-Conocíla -respondió don Quijote- en que trae los mesmos vestidos que traía cuando tú me le mostraste.

Sancho sólo puede destruir la narración de su amo confesando la verdad. Ambos están atrapados en la fabulación y ninguno de los dos puede cortarla sin rebajarse ante el otro: es una competición de narradores mentirosos.

Por primera y única vez, don Quijote ejerce de narrador y protagonista de una aventura en la que es el único testigo: su prueba de caballero lo exigía. Había preparado con sumo cuidado este dencenso a la cueva quizá porque quería ir más allá que su criado, que comenzaba a superarlo.

Tres son los primeros receptores y diferentes sus formas de reaccionar: Sancho no puede creer a su amo; el primo -tan loco como don Quijote puesto que tampoco distingue la línea entre la ficción y la realidad en sus estudios-, sí; Cide Hamete duda razonablemente de la verdad de lo contado y por eso, en el título del capítulo, llama a la aventura apócrifa. Queda, una vez más, realzada la destrucción de la figura del narrador y afirmado el perspectivismo.

El próximo jueves veremos qué nos depara el capítulo XXIV.

38 comentarios:

Martine dijo...

En el túnel del tiempo que fue su sueño, reunió a todos los Personajes propios de romances y leyendas que tan bien alimentaron el magín de nuestro caballero , desde Merlin el encantador ,que no un encantador francés ;-), pasando por Roland, Lancelot , etc.

Me gustó esta explicación del origen de las lagunas y del Guadiana, y saber que los peces del Tajo superan en sabor a los de áquel...
Es un capítulo tan denso que dará a nuestros expertos la ocasión de deleitarnos como siempre... Añadiendo a tu excelente análisis sus pertinentes y ricas aportaciones...
Y a`partir de ahora y, disculpa este inciso puede que inapropiado, usaré el termino "mal mensil" ;-) queda como más elegante...

Podía haber escrito más y mejor, sin ninguna duda, pero me disculpas.. a estas horas, ya..

Un beso, Pedro...

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

He publicado mi entrada despues de la tuya Pedro.

Pero me ha pasado algo curioso: me ha salido con la hora en que la guardé (las siete y pico de la tarde), de modo que la he borrado y colgado de nuevo despues de la tuya.

Por cierto, me ha fascinado tu magnifico analisis, y rescato tu brillante sugerencia sobre D. Quijote: ¿tenia D. Quijote la mosca detrás de la oreja en cuanto a Dulcinea?

Un abrazo.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Jolín Selma...expertos... aficionaillos y poco más... pero se agradecen los elogios...pero experto solo el amo de la casa en que escribimos....que dura Pedro esa obra de Dante...en una ocasión la compré entusiasmado por las referencias en otra bora que leía...y noes una lectura fácil ni alegre...
desde luego que si aqui duda todo el mundo de lo que ocurre...hasta Don Quijote me parece que se cree poco de la aventura...saludos

Merche Pallarés dijo...

Capítulo XXIII

¡Otro capítulo que se las trae! De largo... Resumiendo (tratando por lo menos). Quijo les dice, a Sancho y al primo, que no estaba pidiéndoles más cuerda sino menos. Se encuentra al fondo con las casi cien brazas de soga rodeándole. La enrosca y se hace un asiento. Parece ser que la concavidad es enorme. Se duerme. Se despierta y se encuentra en “el más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la naturaleza”. Se palpó para asegurarse de que estaba despierto porque vió un “suntuoso palacio o alcázar” de cristal. Aparece “un venerable anciano... la barba, canísima, le pasaba de la cintura” (igualito al venerable personaje del “Señor de los anillos”). Resulta ser el mismísimo Montesinos además todos los que se encuentran en la cueva, ¡le estaban esperando “luengos tiempos ha”! Quijo queda maravillado y le pregunta si es el mismo que había sacado, con una pequeña daga, el corazón “de su grande amigo Durandarte y llevádole a la señora Belerma” como parece ser le había pedido el susodicho que lo hiciera.

Respondió Montesinos que todo era cierto menos en lo de la daga que era “un puñal buido, más agudo que una lezna” Aquí Sancho mete baza diciendo que debería ser “el puñal de Ramón de Hoces, el sevillano”. Quijo dice que no sabe y prosigue con la historia. Se adentran en el palacio de cristal y en una sala de alabastro ve un “sepulcro de mármol con gran maestría fabricado... sobre el cual vi a un caballero tendido de largo a largo, no de bronze, ni de mármol, ni de jaspe...sino de pura carne y puros huesos”. Era el gran amigo de Montesinos, Durandarte. (Parece ser que el mago Merlín les tiene a todos encantados ahí abajo). Hablan sobre el tamaño de los corazones “el que tiene mayor corazón es dotado de mayor valentía del que le tiene pequeño”. Quijo se sorprende de que estando muerto, suspire como si estuviera vivo. Hasta recita ¡un poema! Sobre que su primo (Montesinos) llevase su corazón a Belerma. Montesinos, con lágrimas en los ojos, le dice que lo hizo, se lo sacó sin dejar rastro y “...lo limpié con un pañizuelo de puntas” además, nada más salir de Roncesvalles, echó un poco de sal sobre el mismo para que no oliera mal y “...fuese, si no fresco, a lo menos amojamado”.

En el palacio de cristal están todos y todas: Belerma, Guadiana escudero de Durandarte, la dueña Ruidera, sus siete hijas y dos sobrinas y demás amigos. Bueno, Ruidera sus hijas y sobrinas ya no estaban porque Merlín “las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Ruidera” “Guadiana...plañendo tambien vuestra desgracia, fue convertido en un río”. Parece ser que éste debido a la pena de no verle de vez en cuando se sumerge “en las entrañas de la tierra” pero como tiene que seguir lo que mandan las corrientes, “...de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las genten le vean”. (¡Ahora entiendo lo del Guadiana que va y viene!). Las lagunas le suministran agua “...con las cuales...entra pomposo y grande en Portugal”. Sigue contándole que debido a la pena tan grande que tiene este río, sus peces son desabridos y poca cosa.

Merche Pallarés dijo...

Ahora viene lo importante, el señor de los anillos le dice a su primo “Sabed que teneís aquí...aquel gran caballero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlín, aquel don Quijote de la Mancha...que de nuevo y con mayores ventajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya olvidada andante caballería...” Piensa que el señor de los leones les puede desencantar (cuitados...) y si no es posible Durandarte dice con voz “desmayada y baja...paciencia y a barajar”. Dicho ésto, se volvió de lado y “...tornó a su acostumbrado silencio, sin hablar más palabra”. En esto “oyéronse grandes alaridos y llantos.. profundos gemidos y angustiosos sollozos” y a través de la pared de cristal se vió en otra sala una procesión de “...dos hileras de hermosísimas doncellas...vestidas de luto...turbantes blancos sobre las cabezas, al modo turquesco” Tambien les acompañaba una señora enlutada pero con unas tocas blancas tan largas “que besaban la tierra”. Era “cejijunta, la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los dientes...ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras...traía en las manos un lienzo delgado y entre él...un corazón de carne momia”. Resultó ser la señora Belerma. Siempre lo lleva con ella para recordar a su amado amante. Montesinos la encuentra parecida en “...hermosura, donaire y brío a la gran Dulcinea del Toboso” que es muy famosa por esos lares. Quijo le para los pies “Cepos quedos... toda comparación es odiosa...no hay que comparar a nadie con nadie. La sin par Dulcinea del Toboso es quien es, y la señora doña Belerma es quien es y quien ha sido, y quédese aquí”. Montesinos le pide perdón, no quería ofenderle. A ésto Sancho se maravilla “de como vuestra merced no se subió sobre el vejote y le molió a coces todos los huesos y le peló las barbas, sin dejarle pelo en ellas”. Quijo le contesta que no “...porque estamos todos obligados a tener respeto a los ancianos, aunque no sean caballeros, y principalmente a los que lo son y están encantados.”

Al erudito le sorprende que nuestro héroe haya visto y hablado con tanta gente si solo ha estado una hora. Quijo dice que ha estado tres dias. Sancho, resignado, le dice “...que como las cosas que le han sucedido son por encantamento, quizá lo que a nosotros nos parece una hora debe de parecer allá tres dias con sus noches”. El primo le preguntó si había comido en todo este tiempo “No me he desayunado de bocado, ni he tenido hambre ni por pensamiento”. Le pregunta si los encantados comen “No comen ni tienen excrementos mayores, aunque es opinión que les crecen las uñas, las barbas y los cabellos”. Tampoco duermen. Sancho empieza a dudar de su amo, sale con el refrán “dime con quién andas: decirte he quién eres... lléveme Dios, que iba a decir el diablo, si le creo cosa alguna”. El erudito disiente pues no se hubiera podido imaginar “tanto millón de mentiras”. Sancho no cree que mienta sino “aquel Merlín o aquellos encantadores que encantaron a toda la chusma...allá bajo le encajaron en el magín o la memoria toda esa máquina que nos ha contado y todo aquello que por contar le queda”.

Merche Pallarés dijo...

Nuestro Quijo le dijo que no, que los vió con sus propios ojos y los tocó, además vió como “tres labradoras que por aquellos amenísimos campos iban saltando y brincando como cabras, y apenas las hube visto, cuando conocí ser la una la sin par Dulcinea del Toboso...” (Válgame Dios...) Preguntó a Montesinos si las conocía, éste le dijo que no pero que serían “...algunas señoras principales encantadas...” De hecho, como había tanta gente encantada “...de los pasados y presentes siglos..” convertidas en extrañas figuras, entre las cuales “...conocía él a la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando el vino a Lanzarote.. cuando de Bretaña vino.” Cuando Sancho oyó ésto se dió cuenta por enésima vez de que su señor “...estaba fuera de juicio y loco de todo punto.” Le dice que mejor se hubiera quedado quietecito arriba “...con su entero juicio...hablando sentencias y dando consejos a cada paso, y no ahora, contando los mayores disparates que pueden imaginarse”. “Como te conozco, Sancho—respondió don Quijote-- no hago caso de tus palabras”. “Ni yo tampoco de las de vuestra merced—replicó Sancho”.

Sancho quiere saber cómo conoció “a la señora nuestra ama...” y si habló con ella. “Conocila” (llevaba las mismas vestimentas que llevaba la primera vez que la vió con Sancho) “Hablela pero no me respondió palabra” de hecho le dió la espalda y se marchó rauda “...que no la alcanzara una jara”. Quiso seguirla pero Montesinos se lo impidió diciéndole que además había llegado la hora de que saliese de la sima. No sin antes quedar para otra ocasión para hablar sobre el desencantamiento de todos ellos. A nuestro Quijo le conmovió que una de las labradoras se le acercase y le dijera “...llenos los ojos de lágrimas, con turbada y baja voz “Mi señora Dulcinea del Toboso besa a vuestra merced las manos y suplica a vuestra merced se la haga de hacerla saber cómo está...” Lo está pasando mal económicamente o sea que le pide “sea servido de prestarle sobre este faldequín que aquí traigo de cotonía nuevo media docena de reales...que ella da su palabra de devolvérselos con mucha brevedad”.

Le choca a nuestro héroe que los encantados necesiten dinero. Montesinos le contesta que “...esta necesidad adondequiera se usa y por todo se extiende y a todos alcanza, y aun hasta los encantados no perdona...” Quijo dice “Prenda , no la tomaré yo, ni menos le daré lo que pide, porque no tengo sino solos cuatro reales”. “Los cuales le di, que fueron los que tú Sancho me diste el otro dia para dar limosna a los pobres...” (Sigue una perorata final que no voy a transcribir porque ya este “resumen”me está saliendo más largo que Pau Gasol...) Solo diré lo que se dicen Sancho y Quijo al final. Sancho le ruega que no haga caso a los encantadores ni a los encantamentos “que hayan trocado el buen juicio de mi señor... mire por sí y vuelva por su honra...¡esas vaciedades le tienen menguado y descalabado el sentido!” Quijo sabe que lo dice porque le quiere bien pero Sancho no está ducho en las cosas del mundo “...todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles; pero andará el tiempo...y te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.” (¡UFF! AMEN)

Pido disculpas a los que habeis tenido la paciencia de leerlo y os agradezco el esfuerzo. Seguiremos con el XXIV (que espero y deseo sea más corto... He visto que sí, ¡a Deo Gratias!). Besotes, M.

Antonio Aguilera dijo...

La costilla de moi quedò en casa con el mal mensil y por ello bajè antes.

Tu anàlisis Pedro, hondo y profundo como la cueva, pero muy rico; con mucha sustancia..., como el puchero de Fernando Portillo: todavìa me entra hambre al recordarlo.

Y ahora, voy a ponerme a escribir un rato..., hasta que empiecen a venir clientes y me los deriven por lo "problemàticos".

Merche Pallarés dijo...

Me he reido con tu foto... Besotes, M.

LA ZARZAMORA dijo...

En 1605, los encantadores estaban al servicio del héroe, eran útiles a su universo. En 1615 están al servivio de los demás personajes. Sancho será el encantador de Dulcinea, los duques prepararán un universo de títeres, Sansón encontrará a Casildea de Vandalia. Los Alifanfarrones, Brandabarbarán de Boliche, Brocabruno, Caraculiambro y Merlín, ya no son personajes imaginarios, sino usurpadores que llevan a cabo la trama de la burla. Son de carne y hueso. La teatralización de la burla por los duques ( con el sabio Alquife, Arcalaús Urganda, nos arrastan hasta Amadís).
Se desmitifican como una vulgar tropa.
Tras la salida de la cueva D Quijote deja de creer en estos impostores, y los acepta para concluir su gesta. La realidad ha invadido la ficción. El espectáculo visual y auditivo, el parecer, no desencadena la imaginación del héroe. Se enfrenta así con la materialización de la ficción y ya no duda en ponerla en tela de juicio.
No puede ya transformar este aparente mundo irreal, puesto que ya está reelaborado. Le han vencido con sus propias armas. Es la farsa vista desde dentro.
Hasta saberse vencido y proclamar " que todo este mundo es máquinas y trazas contrarias unas de otras. Yo no puedo más" (II,29).
Los cincuenta reales restuirán los destrozos, dejando atrás el bálsamo de Fierabrás...



Un abrazo.

Hernando dijo...

Viendo la foto, pienso dos cosas, que has encontrado un magnífico tesoro o te has encontrado un buen fajo de billetes de euro, pues te veo bastante sorprendido.
Los últimos días otras buenas cosas me tienen bien ocupado, y no he hecho los deberes, a lo largo del día leeré el capítulo que nos ocupa, y si hay alguna cosa distinta (es difícil, con todos los comentarios)a las que ya se han dicho, haré mi comentario.

Antonio Aguilera dijo...

CAP. (2) 23 DE D. QUIJOTE (LA NUTRICIÓN DE LOS SUEÑOS)

Eran las cuatro “en punto de la tarde” (una hora menos que la muerte de Ignacio), y bajo un sol nublado (no necesitaron de sombreros), cuando don Quijote empieza a relatar al Primo y a Sancho lo que había visto en la sima. Momentos antes le habían izado de la cueva. Salió nuestro caballero dormido (nuestro flaco hidalgo en cuanto anochece, o por similitud, se le pone todo negro y no ve, se echa a roncar), de forma que tuvieron que arrearle unos “sopapos o collejas” para desperezarlo. Una hora estaría el colega en los brazos de Morfeo; luego cuenta él que fueron tres días, que vio los amaneceres de todos y cada uno. De qué forma se le transmutó al caballero el “disco duro” en las oscuridades, que salió con un anormal hambre y con una imaginación desbordante. Narra a su dual audiencia los detalles:
Les cuenta, que allá en las profundidades, le recibió un viejo con largas barbas blancas (que no resultó ser ni Santa Claus ni Moisés) sino que era el mismísimo Montesinos en persona, quien tuvo profecía de que don Quijote bajaría a visitarle: allí lo estaba esperando. Antes que nada, el Montesinos, le mostró su “mansión”, la cual estaba dividida en múltiples dependencias; estaba, incluso, dotada de cámara frigorífica, donde tenía “en conserva” a su primo Durandarte. Eso sí, sin corazón, porque su primo, ahora fiambre le pidió antes de morir que se lo hiciera llegar a su amada Belerma. Como no disponía de nevera portátil, se lo mandó en salazón, como un bacalao, para que no se estropeara por el calor del camino y fuera luego a tener tufillo.
Cuenta también don Quijote al Primo (pero al que está con Sancho, no al del muerto) y a Sancho, que vio a Dulcinea y a las otras dos labradoras que la acompañaban, y que iban pegando saltos y pingos como cabras locas. Se ve que éstas también pasaron por la academia de la Peña Pobre, de la que don Quijote era alumno aventajado. Mira por dónde, Dulcinea, que no se había cambiado de vestido ni aseado, desde que nuestra pareja la viera por los campos del Toboso, salió corriendo y don Quijote (cual sabueso) corría tras de ella guiado por la maloliente estela aromática que dejaba a su paso, pero no pudo alcanzarla. La que sí se le acercó fue una de las aldeanas del cortejo de Dulcinea para presentarle los respetos de ésta, besándole las manos. Al mismo tiempo comunicóle que (lo que pasa cuando se juntan varias mujeres), como habían tenido unos gastos extras allá en las boutiques de la cueva, su Señora Dulcinea le solicitaba un préstamo a corto plazo, con la garantía de un “fadellín de cotonía nueva”.

ESTA TARDE SIGO

Mª Antonia dijo...

Querido Pedro:
Confieso que es con vuestras aportaciones (de La Acequia, de Antº Aguilera, de Cornelivs y demás comentaristas) cuando me he tomado en serio la lectura de El Quijote.
¡Cuánto estoy aprendiendo!
Gracias.

Pilar_Cordoba dijo...

¡Vaya tela el capítulo de esta semana! Aparte de largo es el más surrealista que he leído.
Ni imaginación que tiene nuestro Hidalgo... jajajaja. ¡La de cosas que según él le pasan en 1 hora! (Aunque él crea que ha pasado más tiempo).
Genial, como siempre, y Sancho aún mejor.
Un besote, muackkkkssss.

marga dijo...

Y los sueños, sueños son.
- "Me certificación que yo era allí entonces lo que aquí ahora". Preciosa frase con la que salda sus dudas.
- La descripción del palacio, la del anciano, el corazón de Durandarte, las lagunas de ruidera, etc.. Todo desprende, para mí, el suave aroma de los cuentos.
- LOS DAÑOS COLATERALES DEL DOLOR: transforma a la gente en cejijunta, chata, he incluso hace que se caigan los dientes, ¡caramba, hay que esforzarse por ser feliz aunque no sea más que por razones estéticas!
- LA APERREADA VIDA DE LOS ENCANTADOS: No comen, no cagan, si bien han de afeitarse y cortarse las uñas. No duermen PERO el tiempo se les va sin sentir. Y para más INRI, tienen aprietos de los que solo se solucionan con reales. ¡Pues vaya vida!!!

Unknown dijo...

Extraordinario capitulo donde lo onírico se torna real y lo real desvanece algunos sueños aunque no se muestre abiertamente. Don Quijote, creo que es más reflexivo y menos impulsivo y eso hace que este siempre en esa línea que separa la realidad de lo ficticio.
Un gran análisis amigo. He disfrutado de el tanto o más que de la lectura del propio capitulo XXIII.
Un abrazo
Por cierto, gran foto Cervantina la que muestras.

lichazul dijo...

me gustó la foto!!!!
tiene misterio y asombro
del análisis que digo si usted es el maestro:=)

besitos de luz profe
como esa que está en la palmatoria:=))

felicidades siempre

MAJECARMU dijo...

Pedro,vuelvo a leer el Quijote con vosotros y a disfrutar de vuestros comentarios,variados y enriquecedores.. Me llega muy directo, porque las tierras manchegas son mis tierras y mis gentes,como le digo a Cornelivs,son mezcla de Quijote y Sancho,soñadoras y prácticas,serias,zangoneras y fuertes de espíritu,arraigadas a la tierra y a sus costumbres.

Leeré de nuevo tu análisis,que me motiva a profundizar y a disfrutarlo.

Mi agradecimiento y mi abrazo.
M.Jesús

Antonio Aguilera dijo...

Continuaciòn.....

Nuestro caballero, no era por no prestarle lo que hiciese falta a su amada, sino que no llevaba encima más que cuatro. Tomó la dama los cuatro reales y en señal de agradecimiento, obsequió a don Quijote con un baile cual “dantzari de arriesku”:
“Y, tomando los cuatro reales, en lugar de hacerme una reverencia, hizo una cabriola, que se levantó dos varas de medir en el aire”.

Se lamentaba Sancho de que su amo contara tal sarta de disparates. Don Quijote, comprensivo con su escudero, le contesta: “ Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera -dijo don Quijote-; y, como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles”.

ANEXO REVULSIVO:
Hemos visto y constatado en anteriores capítulos cómo Cervantes ha sido el inventor de la novela moderna, promotor de la pastoril, empecinado en la poesía y finalmente, el capítulo de hoy da buena cuenta de ello, precursor del género y comic humorístico-desternillante: primer creador de la historia del disparate. Continuaron en esta línea, los posteriores “Mortadelo y Filemón”, “Zipi y Zape” etc en soporte papel, “Los hermanos Marx” en cine, y etcétera de una larga tradición cómica que nos hacen más llevadera esta vida.

Cervantes, de vez en cuando nos recuerda, que para vivir, para sobrevivir, necesitamos de la nutrición de los sueños. Y don Quijote no está loco al mostrarnos la retahíla de personajes, ya mencionados en el transcurso del libro, en situaciones patéticas, ridículas y estrafalarias. No, don Quijote con este mágico e hilarante sueño, sólo intenta ofrecernos una propuesta de salvación: la redención a través de los sueños. De otra forma esta vida sería insufrible.

Alatriste dijo...

Ahora viene lo importante, el señor de los anillos le dice a su primo “Sabed que teneís aquí...aquel gran caballero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlín, aquel don Quijote de la Mancha...que de nuevo y con mayores ventajas que en los pasados siglos ha resucitado en los presentes la ya olvidada andante caballería...”

Jajajaja, anda que no, pues ya me lo imagino en plan Gandalf y todo, muy bueno.

Cuando me leí el capítulo llegué a pensar que podía ser cierto hasta lo del origen del nombre del Guadiana. Interesante capítulo,pero esperaremos a ver más.


Por cierto Pedro me gustaría que me ayudaras en una elección: ando ahora detrás del Amadís de Gaula, pero dudo entre las ediciones de Cátedra o Austral; seguramente tú las conocerás, me gustaría saber cuál aconsejarías a un iniciado en las lecturas caballerescas, gracias por adelantado.

El Ente dijo...

Aprender de tus análisis Pedro es siempre reconfortante y enriquecedor, pero es que además los amigos comentaristas son de lujo, madre mía cada vez me quedo más aquijotado!!! jejejjee

UN ABRAZO A TOD@S Y GRACIAS POR ESTA LECCIÓN

Carmen Conde Sedemiuqse dijo...

Son geniales tus narraciones
Pero quien esta en lo cierto? no estarán los tres? y al mismo tiempo los tres equivocados.
parece la destrucción de los sueños.....cada uno ve su sueño como real....
besos y amor
je

Alimontero dijo...

Al maestro con cariño:
me ha encantado la foto!!!
;-)

un abrazo con mucho respeto a mi maestro..;-)

Ali

erobleto dijo...

Excelente análisis...

Aunque me queda la duda tal como se presenta el texto, si DQ no se lo cree de veras su cuento del sueño...

Me da la impresión que Cervantes nos deja el resquicio de soñar también junto a DQ con el cuento de la cueva.

Al final las ficciones son eso... permiso para soñar. Y la novela Don Quijote es la génesis del género.

Gracias por permitirme disfrutar esa enriquecedora lectura guiada.

Sor Austringiliana dijo...

Son las cuatro de la tarde. Es un día nublado, el sol tibio nos acaricia y no nos agobia. Nuestro héroe está en buena disposición para contarnos la aventura que ha vivido en la cueva de Montesinos. Descubre una espaciosa concavidad a doce o catorce estados de profundidad y entra en ella para descansar un poco.

Nos pide que no descolguemos más cuerda, pero no le oímos. Así que con la soga descolgada se fabrica un asiento en forma de rosquilla y ocurre algo increíble ¡se queda dormido! ¿Cómo puede alguien quedarse dormido en esas circunstancias?

Con posterioridad a los hechos aquí narrados, he tenido la ocasión de preguntar a ciertos excéntricos que vencen el miedo a estas puertas del infierno y se introducen en ellas. No me lo han sabido explicar; ellos afirman que la oscuridad, el silencio, la humedad, el frío, la visión cambiante de ciertas rocas semejantes a carámbanos de hielo…todo contribuye a crear un estado de ánimo propenso a las alucinaciones.

Yo siempre me he limitado, como guía, a acompañarles hasta las puertas de estas misteriosas oquedades y no poseo elementos de juicio. Mi mente siempre las asocia con monstruos, seres infernales…

Hablando de infiernos, me perdonarán una digresión: pronto llevaré a la estampa un libro titulado “Catálogo de apariciones maléficas a varones y doncellas en castidad”, con el “nihil obstat” del Santo Oficio, por supuesto. Es que yo venía a hablar de mi libro…entre otros asuntos.

Pero volvamos al relato de nuestro caballero andante que asegura despertarse del sueño y encontrarse en un prado ameno, de esos que aparecen en las pastoriles novelas y en los versos del gran Garcilaso. Despabila los ojos y comprueba que está despierto, se palpa la cabeza y los pechos para certificarse que es él mismo, y no un fantasma, el que está allí, entre tanta amenidad y deleite.

Y después del prado, el palacio de cristal que aparece en tantos relatos. Y después del palacio transparente, el venerable anciano de las barbas. ¿He dicho venerable? Sí, lo he dicho: el venerable anciano de las barbas blancas y larguísimas que también está en tantos relatos para gente ociosa y pueril, poco amiga de libros enjundiosos como el mío.

El ancianito va vestido con un capuz morado, una beca verde de colegial recién graduado y una gorra de ésas con aro. No iba armado sino con un rosario de gruesas cuentas con los padrenuestros del tamaño de huevos de avestruz.

Me parece que aquí, nuestro caballero andante exagera un poco, teniendo en cuenta los datos que aporta mi interesante libro: “Medidas de huevos en las diferentes especies avícolas” ¡Demasiado grandes los cinco dieces! Entre que arrastra el capuz por el suelo y el rosario…

La presencia del venerable, bello adjetivo, le deja suspendido y admirado. Le abraza y, con vocabulario arcaico, le manifiesta que “luengos tiempos ha “que esperan su visita para que dé noticias al mundo de lo que encierra la cueva de Montesinos…

CONTINUARÁ EL VENERABLE RELATO

Abejita de la Vega dijo...

¡La monja fantasma ha cogido mi relato!
Lo vuelvo a poner, para que sepáis que es mío, es de la Abejita de la Vega, de María Ángeles Merino.Creo que Sor Austringiliana ha visto la palabra venerable y ha creído que iba por ella.
Un beso a todos

Abejita de la Vega dijo...

Son las cuatro de la tarde. Es un día nublado, el sol tibio nos acaricia y no nos agobia. Nuestro héroe está en buena disposición para contarnos la aventura que ha vivido en la cueva de Montesinos. Descubre una espaciosa concavidad a doce o catorce estados de profundidad y entra en ella para descansar un poco.

Nos pide que no descolguemos más cuerda, pero no le oímos. Así que con la soga descolgada se fabrica un asiento en forma de rosquilla y ocurre algo increíble ¡se queda dormido! ¿Cómo puede alguien quedarse dormido en esas circunstancias?

Con posterioridad a los hechos aquí narrados, he tenido la ocasión de preguntar a ciertos excéntricos que vencen el miedo a estas puertas del infierno y se introducen en ellas. No me lo han sabido explicar; ellos afirman que la oscuridad, el silencio, la humedad, el frío, la visión cambiante de ciertas rocas semejantes a carámbanos de hielo…todo contribuye a crear un estado de ánimo propenso a las alucinaciones.

Yo siempre me he limitado, como guía, a acompañarles hasta las puertas de estas misteriosas oquedades y no poseo elementos de juicio. Mi mente siempre las asocia con monstruos, seres infernales…

Hablando de infiernos, me perdonarán una digresión: pronto llevaré a la estampa un libro titulado “Catálogo de apariciones maléficas a varones y doncellas en castidad”, con el “nihil obstat” del Santo Oficio, por supuesto. Es que yo venía a hablar de mi libro…entre otros asuntos.

Pero volvamos al relato de nuestro caballero andante que asegura despertarse del sueño y encontrarse en un prado ameno, de esos que aparecen en las pastoriles novelas y en los versos del gran Garcilaso. Despabila los ojos y comprueba que está despierto, se palpa la cabeza y los pechos para certificarse que es él mismo, y no un fantasma, el que está allí, entre tanta amenidad y deleite.

Y después del prado, el palacio de cristal que aparece en tantos relatos. Y después del palacio transparente, el venerable anciano de las barbas. ¿He dicho venerable? Sí, lo he dicho: el venerable anciano de las barbas blancas y larguísimas que también está en tantos relatos para gente ociosa y pueril, poco amiga de libros enjundiosos como el mío.

El ancianito va vestido con un capuz morado, una beca verde de colegial recién graduado y una gorra de ésas con aro. No iba armado sino con un rosario de gruesas cuentas con los padrenuestros del tamaño de huevos de avestruz.

Me parece que aquí, nuestro caballero andante exagera un poco, teniendo en cuenta los datos que aporta mi interesante libro: “Medidas de huevos en las diferentes especies avícolas” ¡Demasiado grandes los cinco dieces! Entre que arrastra el capuz por el suelo y el rosario…

La presencia del venerable, bello adjetivo, le deja suspendido y admirado. Le abraza y, con vocabulario arcaico, le manifiesta que “luengos tiempos ha “que esperan su visita para que dé noticias al mundo de lo que encierra la cueva de Montesinos…

CONTINUARÁ EL VENERABLE RELATO

Paco Cuesta dijo...

Desbordante la fantasía del narrador, que una vez más nos marca la talla de Don Miguel.
Sancho continúa ejerciendo de filósofo del pueblo y se nos presenta incrédulo, mordaz e hriente ante las explicaciones de su docto amo.
Hay dos alusiones a temas supongo que muy íntimos en la época que me llaman la atención en éste capítulo,Una: "el mal mensil ordinario en las mujeres"; indudablemente podía haberse hecho referencia a cualquiera otra cosa, pero ha elegido ésta. Otra: la presunta venta, o depósito, o empeño del faldellin que Dulcinea debía llevar sobre las enaguas.

Antonio Aguilera dijo...

Abejita:
Gasta cuidado con esa monja cleptòmana

Kety dijo...

Pedro, la foto, genial para la ocasión.

Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

El anciano barbudo se presenta como el mismo Montesinos, el que da nombre a la cueva, alcaide y guardia mayor perpetua, para más señas. Don Quijote le pregunta si es verdad lo que se cuenta de él: que había arrancado, con una daga, el corazón de su amigo Durandarte, para llevarlo a Belerma, tal y como era deseo del difunto. Responde que es verdad, aunque matiza que no había tal daga sino un puñal muy afilado.

Sancho, que desconoce la Historia de España, apunta el posible nombre del artesano que fabricó el puñal, sevillano y de nuestro siglo. Don Quijote le explica que lo de Roncesvalles aconteció hace muchos años, siendo el dato del artífice del puñal, un detalle nimio.

Nos cuenta que Montesinos lo introduce en una sala fresquita, donde hay un sepulcro de mármol, sobre el cual ve a un caballero tendido, de carne y hueso, con la mano puesta en el corazón. Es el mismo Durandarte, encantado por el francés, encantador y sabio Merlín. Encantados, pero muy a disgusto, tiene allí a Montesinos y a otros. Nadie sabe para qué hizo tal cosa el galo, tal vez el tiempo lo revele. El barbudo no entiende que el yacente Durandarte se queje y suspire, estando él tan seguro de que murió en sus brazos y le arrancó el corazón, dos libras de músculo cardíaco, a petición del agonizante. Ni él ni nadie entiende algo así…

Y don Quijote, con voz de trueno, nos repite los octosílabos del romance que el “mísero” muerto vocea, aquello de « ¡Oh, mi primo Montesinos!, recordando a su pariente lo de transportar el corazón hasta su señora Belerma.

El venerable se pone de rodillas, llora, asegura a su desconfiado primo que sacó el corazón enterito, lo limpió con un pañolito de encaje, partió con él “de carrera para Francia”, lo echó sal para que no hediese ante las narices delicadas de Belerma.

Abejita de la Vega dijo...

Pero el sabio Merlín tiene encantada a Belerma y a todos: a Durandarte, a Montesinos, al escudero Guadiana, a la dueña Ruidera y sus hijas, y sobrinas…Quinientos años y ninguno se ha muerto. Estas últimas no están en la cueva, porque Merlín se compadece de sus femeninas lágrimas y las convierte en lagunas, las que llevan su nombre. También se apiada del escudero Guadiana, el cual es convertido en río y se esconde de puro pesar, por dejar a su señor; aunque no le quede más remedio que asomar y seguir su corriente, arrastrando su melancolía. Así de sosos son sus peces…con lo sabrosos que son los del Tajo.

¿Y qué papel ha de cumplir don Quijote en todo esto? Me lo preguntaba yo, al llegar aquí, un poco impaciente…Pues el primo barbudo dice al primo yacente que aquí tenéis a don Quijote de la Mancha, resucitador de la orden de caballería, a través del cual podemos ser desencantados. Y el muerto replica que si no es así, paciencia…Un difunto resignado…y escéptico.

Don Quijote sigue con su relato y ahora toca el turno a las llorosas y quejicas mujeres. Ve, en procesión, dos hileras de hermosísimas doncellas, de luto, con turbantes blancos, gimiendo y cantando endechas.

Al final de la comitiva, una señora muy seria, con un enorme turbante, vestida de negro, arrastrando sus largas tocas blancas, llevando en las manos un corazón acecinado ¡Es Belerma portando el de Durandarte! Nos la describe como a una señora mayor, poco agraciada y con mal color…Y especifica Montesinos que el mal color no es debido al “mal mensil” sino al intenso dolor de su corazón, el suyo, ante la visión continua del otro corazón, el de su amado. La suponíamos hermosa y joven, pero quinientos años envejecen y afean a la más bella.

Mal mensil, mal mensil, reconozco que ignoro de qué se trata, mas lo consultaré en uno de mis libros. Será algo relacionado con los meses…

El barbudo supone que Belerma, de no haber sufrido en demasía, “igualara en hermosura, donaire y brío a la gran Dulcinea del Toboso”. ¡Eso no lo puede sufrir don Quijote! Advierte, muy comedidamente, que no se compara, cada una es quien es. Montesinos se disculpa , con delicadeza, y en paz...

Sancho se maravilla de que su amo no coceara ni pelara las barbas del viejo, al mentarle así a la del Toboso. Parece ser que, en otros tiempos, hubiera reaccionado violentamente. Don Quijote le hace ver que él tiene por costumbre respetar a los ancianos y a los encantados…con más motivo.

Continúa

Abejita de la Vega dijo...
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Abejita de la Vega dijo...
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Abejita de la Vega dijo...

A estas alturas del discurso, tengo una serie de dudas que deseo resolver. La principal es la del tiempo: cómo en poco más de una hora ha ocurrido todo lo que me acaba de relatar. Se lo planteo y Don Quijote rechaza que haya sido un día. Me asegura que vio anochecer y amanecer tres veces, que estuvo tres días allá…Sancho le da la razón, si todo ha sido por encantamiento, las horas también estarán encantadas: una hora igual a tres días con sus noches.
Otra duda que tengo es la de la comida, si comió durante esos tres días. Responde que ni comió ni sintió hambre. Sancho quiere saber si los encantados comen. Don Quijote parece que está muy puesto en el tema: ni comen, ni defecan, ni necesitan manicura, barberos o peluqueros. El escudero también pregunta si esas extrañas criaturas duermen. En esos tres días, ninguno ha pegado ojo, ni el caballero andante tampoco.
Sancho encaja el refrán de “dime con quién andas, decirte he quién eres”. Si su señor anda con gente encantada que no come ni duerme, no ha de extrañarse de no comer y no dormir. Y suelta lo que estaba deseando soltar: que le perdone, pero no cree nada de lo que don Quijote ha dicho.
¿Qué dice este ignorante? ¿Cómo había de mentir su señor? Es imposible componer tantas mentiras en tan poco tiempo. Sancho me corrige, él no cree que su señor mienta. Han sido los malditos encantadores los que le han metido en el magín todo lo que ha contado y lo que contará. ¡Qué majadero este escudero!
Don Quijote replica que pudiera ser, pero no es así. Asegura que él lo vio con sus ojos y lo tocó con sus manos. Además, Montesinos le mostró maravillas y, entre tanta maravilla, le mostró tres labradoras que brincaban como cabras. Y ¡una de ellas es la sin par Dulcinea del Toboso! Y las otras dos son las mismas que vieron con ella, en cierta ocasión.
Montesinos no las conocía, son tantas las señoras principales encantadas…Nada menos que la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando vino a Lanzarote, cuando de Bretaña vino. Demasiado vino… ¡Qué hartazgo de romances!
Sancho se ríe y habla para sí mismo, repite que el encantador es él…loco está loco…Y se lamenta del aciago día en que su “caro patrón”, bajó a la cueva de donde ha salido contando disparates, con el juicio perdido y todo…gracias al tal Montesinos.
Caballero y escudero manifiestan no hacerse caso el uno al otro. Sancho, desesperado, le pregunta en qué conoció a la tal Dulcinea, entre las “encantadas” de la cueva. La respuesta del señor deja pasmado al criado: la reconoció porque llevaba los mismos vestidos de aquella vez.

Abejita de la Vega dijo...

Afirma don Quijote que le habló, no respondió y salió huyendo.

Montesinos le advierte que sería inútil seguirla y, además, porque es la hora de salir de la sima. El anciano le informa de que, andando el tiempo, se le avisaría para los desencantamientos. La hora del cierre…se ve que tenía prisa el de las barbas.

Antes de salir el caballero, ve que se le acerca una de las dos compañeras de Dulcinea. Con lágrimas en los ojos y en baja voz, le transmite un mensaje de la del Toboso. Le besa las manos y suplica que, por estar en una gran necesidad, le preste media docena de reales, o lo que tenga… Deja en prenda un faldellín ¡Una prenda interior femenina! Y promete volvérselos con brevedad.

Don Quijote, sorprendido, pregunta a Montesinos si es posible que los “encantados principales” padezcan necesidad. Y éste le contesta que la necesidad a todos alcanza, aún a los encantados. Le anima a dárselos, que la prenda es buena…El caballero no toma la prenda, le da cuatro reales que tenía en el bolsillo para limosnas a los pobres. La labradora debe transmitirla que le pesa en el alma su necesidad y quisiera ser un Fúcar,un Fugger, para remediarlo. Y lo más importante: una declaración de amor en toda regla. Él no puede tener salud sin verla y hablarla, que se deje ver y tratar.

Y sigue con el romancero, no sé qué zarandajas con el marqués de Mantua, Baldovinos, la montiña, el infante don Pedro de Portugal. ¡Qué empanada de romancero!

La doncella coge el dinero y se despide con una cabriola que la levanta dos varas por encima del suelo. ¡Menudo salto!Consultaré en mis libros para estudiar los saltos más grandes que es posible dar.

Sancho se lamenta de la pérdida de juicio y disparatada locura de su señor. Le pide, por Dios, que no “dé crédito a esas vaciedades “y vuelva...

Lleva razón don Quijote. Este ignorante le quiere bien y por eso habla de esa manera; pero carece de experiencia y ve imposibles las cosas difíciles.

Yo sí creo en lo que nos ha contado, aunque me llamen mentecato. No, no soy el primo, con el significado de bobalicón. Soy el primo del licenciado espadachín, recuerden.

Un abrazo para todos.

pancho dijo...

CAPÍTULO 2.23

Después de haber comido entre los tres de las alforjas, ya recuperadas las constantes vitales de DQ, en un día nublado y sentados los comensales, se esfuerza el Hidalgo en relatar lo que acaba de ver en el interior de la cueva; obligado a dar más detalles que nunca, porque no hay testigos en el exterior que den fe de la veracidad de su historia.

Sorprende desde el comienzo del relato el juego que hace el autor con la luz. El día no está luminoso, como se acostumbra en La Mancha, sino gris, nublado y plomizo, lo que permite situarlo a las cuatro de la tarde sin achichacharrarse los comensales. La acción sucede en una mazmorra que, sorpresivamente, está llena de luz y palacios con paredes de cristal. DQ se sienta en el rollo de soga sobrante y se queda dormido: “me hallé en la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la naturaleza ni imaginar la más discreta imaginación humana”. Se asegura, tocándose, de que está vivo, despierto. Un anciano venerable portaba un rosario cuyos padrenuestros venían marcados por huevos de avestruz. Su capa larga arrastraba por el suelo. No había problemas de peso en la cueva: la ingravidez de los espíritus permite eso y una barba larga; sin embargo, el abrazo que DQ recibe, nos dice que conserva características de los humanos.

DQ se siente atraído por el de la luenga barba. No pierde la oportunidad de preguntarle por el corazón de Durandarte en la batalla de Roncesvalles. S hace de primo al quedarse con la anécdota del espadero fabricante de la daga usada en la operación extractora del corazón. No deja intervenir al primo, ésta es su historia. Delante de ellos, de cuerpo presente, está el propio Durandarte, también primo de Montesinos , respira y se queja como si viviera. Merlín, más listo que el diablo, lo mantiene encantado junto a su escudero Guadiana. También a Montesinos, Belerma, Ruidera con dos sobrinos y siete hijas a las que convirtió en las lagunas que nutren de agua al Guadiana. Lagunas que se sumergen por la pena de dejar a su Sr. Durandarte. El río va mostrando su pena: “…y no se precia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado”. Dando así lugar a una rivalidad de ríos ibéricos que se adentran pomposos en Portugal antes de entregar sus aguas en el Atlántico.

Montesinos presenta a su primo a DQ que puede desencantarlos: “que las grandes hazañas para los grandes hombres están guardadas”. El primo desprecia a DQ al que no da demasiado crédito, dándose la vuelta en su silente posición horizontal. Al final de dos hileras de bellas doncellas, de luto vestidas, camina Belarma con rasgos distintivos que la diferencian de las demás, portando el corazón de Durandarte. Montesinos comete la indiscreción de compararla con D. A punto está de montar un altercado si no es porque se retracta de lo dicho. S se extraña de la evolución de su amo hacia la no beligerancia.

C vuelve a darnos una lección de cómo se resuelven las situaciones difíciles en una narración. En este caso, la falta de sincronía entre el tiempo narrativo y el real lo resuelve recurriendo al mundo de los sueños, con una sencillez que lo hace creíble a ojos del lector. El diálogo entre S y DQ resuelve el conflicto en unos cuantos renglones que se complementan con la intervención del primo, que se interesa por cuestiones fisiológicas, pero que sirven también para otorgar credibilidad al relato de DQ, tomando el encantamiento como eje alrededor del cual gira la historia: “aquellos encantadores… le encajaron en el magín o la memoria toda esa máquina que nos ha contado, y todo aquello que por contar le queda”. Algo que a S le queda claro cuando escucha que ha visto a D y dos doncellas en las labradoras que él se inventó en las afueras del Toboso. Promete DQ contarnos más hechos para que le creamos, tanto nosotros como S, incrédulo.

Teresa dijo...

Ya no sé de qué narrador fiarme. Esto parece una confabulación de porteras y rumores.

El interior de la cueva me recuerda a "Viaje al centro de la Tierra" y uno no puede dejar de pensar que ciertas plantas que crecen en su interior aturdieron los sentidos a DQ

"una hora para los que esperaban fuera, tres días para don Quijote"

Para el lector el tiempo tiene otra medidad: baja y sube porque el narrador (quienquiera que sea) no se extiende en este dato

Si no comen, ni duermen, ni excrementan... ¿cómo es posible que pasen necesidades? ¿cómo es posible que necesiten limosna?

Creo que el autor no debería haber introducido a Dulcinea en su interior. Da el punto de incredulidad al capítulo :D

Asun dijo...

Pues no sé yo si se habría dormido o se habría fumado alguna sustancia extraña.

Besos