jueves, 24 de julio de 2008

Un caballero andante entre pastores o el desnivel paródico como excelencia narrativa (1.11).


En este capítulo, da comienzo una aventura de don Quijote diferente a las anteriores: ahora no se trata de que lo veamos hacer extravagancias al querer vivir como caballero andante novelesco en el mundo real. Cervantes introduce a su caballero paródico en otro de los mundos narrativos más populares desde el siglo XV: el pastoril. Esta modalidad, que había abordado en su primera novela, La Galatea (1585), ejerce en Cervantes una atracción permanente puesto que tuvo intención siempre de hacer la segunda parte de aquella novela primeriza, lo abordó en La gitanilla desde una perspectiva original y será una constante de El Quijote desde este capítulo hasta el final de la novela, como veremos. En todas las ocasiones mencionadas, Cervantes toma la modalidad para llevarla más allá de sus límites, convertirla en algo nuevo y jugar con sus intersecciones con otras modalidades narrativas y con la realidad.

En esta ocasión, veremos cómo los protagonistas se encuentran, sucesivamente, con dos tipos de pastores: los cabreros de este capítulo y los pastores fingidos de los siguientes. Así resultará una narración entreverada en la que están presentes varias modalidades sin que ninguna sea, propiamente, ortodoxa según los cánones que las definían hasta ese momento. Además, se sitúan en el mismo plano personajes y sucesos de diferentes orígenes literarios consiguiendo que funcione la mixtura enseñándonos el truco artístico que no se esconde, sino que se pone en primer plano, como gustaba en esas décadas iniciales del siglo XVII: hacerlo tan evidente quizá sea la mejor forma de ocultarlo a los lectores que se dejan atrapar por la trama.

Ya hemos dicho en entradas anteriores que, en gran medida, la Primera parte del Quijote es un muestrario de las fórmulas narrativas del siglo XVI sometidas a un tratamiento paródico que las modifica para hacerlas más apropiadas a la novela nacida tras el Lazarillo, sobre todo con su sometimiento al realismo (o quizá mejor, con un juego de espejos con él).

Veamos: un caballero que no lo es, pero que vive en un mundo construido a la manera del real como si fuera un héroe de los que ha leído en las páginas de sus libros -con tal evidente desnivel entre lo que dice ser y lo que es que a todos les resulta evidente su locura-, acompañado de un escudero que tampoco lo es y que no ve el mundo con los ojos de su amo pero le gustaría porque eso supondría su medro personal, se encuentran en un ambiente pastoril que a los lectores podría recordarles la literatura de pastores -idealizada, estática, premoderna y, por lo tanto, contraria al realismo- en el que viven cabreros cuya caracterización parte del realismo para ir adelgazando su condición hasta dejarles en un ambiente muy cargado de literatura en las siguientes páginas.

No vayamos tan lejos por ahora. Quedémonos entre estas cabañas a las que llegan don Quijote y Sancho y que están habitadas por cabreros que no saben nada de caballeros andantes literarios. Ambos son acogidos por los pastores, que comparten con ellos su cena.

Hay un momento muy significativo: don Quijote quiere tener un gesto con Sancho y le invita a sentarse con él. Como Sancho rehúsa, puesto que se encuentra más a gusto a solas, don Quijote le fuerza a hacerlo. Este gesto anula la cortesía del hidalgo y hace ver la diferencia social entre ambos que quería aminorar don Quijote.

Tras la cena, ante las bellotas avellanadas que se ofrecen de postre, Don Quijote pronuncia su famoso discurso sobre la Edad dorada, que tantas páginas de interpretación ha hecho correr. En principio, el discurso está construido de una forma perfecta y pretende demostrar la necesidad del oficio del caballero andante en un mundo tan alejado de aquella edad y que está dominado por las desigualdades, la violencia -sobre todo contra las doncellas- y un sentido equivocado de la propiedad privada. No es que Cervantes plantee una utopía socialista, como algunos han querido leer: parte de un tópico literario muy antiguo, presente en los mismos genes de la novela de caballerías. El caballero andante es el encargado de intentar corregir los desórdenes e injusticias provocados por la degradación del trascurso de los tiempos. Como éste caballero andante que se sienta con los cabreros no parece ser el más apropiado para hacerlo, todo el discurso queda negado pero no así la evidencia de que no hay nadie que ayude a los necesitados del mundo moderno. Necesitados que no existían en el principio de los tiempos.

Dije que, en principio, el discurso es perfecto. Pero no lo es: falla en un elemento esencial de toda palabra pública puesto que no se ajusta a sus receptores. Ninguno de los que le oyen está capacitado para comprenderlo. Es, por lo tanto, estéril y se convierte en un mero ejercicio retórico en el que don Quijote manifiesta su confusión ante los planos real y fantástico. Es un adorno literario de un personaje que no comprende lo que tiene a su alrededor.

Tanto el discurso como la cena y las referencias bíblicas que se dejan caer en varias ocasiones del capítulo, han tenido muchas interpretaciones. Incluso hubo una corriente esotérica que creía ver la escena como una referencia velada a la última cena de Jesucristo en el Monte de los Olivos. No hay que dudar de cierto interés de Cervantes en el uso de frases y motivos bíblicos, pero no pienso que haya llegar tan lejos como para ver a un nuevo Cristo en don Quijote: posiblemente pretendiera un cierto juego con algunos valores teológicos de las corrientes contrarreformistas dominantes en España. Así, el mito de la Edad dorada (que, en un contexto con referencias bíblicas choca puesto que no puede encajar con el principio del pecado original, lo que nos llevaría, de nuevo, a ciertas corrientes de pensamiento heterodoxas del siglo XVI), en el que se insertaban estas alusiones a pasajes de la Biblia queda rebajado por no real: don Quijote que, no olvidemos, ha forzado a Sancho a sentarse y compartir lo que él no quería compartir, dignifica algo que sus oyentes ni entienden ni buscan con una argumentación, cuanto menos, cuestionable y que procede de un tipo de literatura que, con esta novela, queda superada (el mismo narrador califica el discurso de escusable e inútil). Esta escena aun dará que hablar, y mucho, a los que la lean en el futuro porque, en buena parte, hemos perdido el contexto de alusiones a debates ideológicos del momento de su redacción.

Tras la rústica cena, regalan a don Quijote con el canto de Antonio, un joven cabrero, compuesto por un tío suyo y en el que, a imitación de la literatura folclórica de corte más vulgar, expresa el amor de un zagal en un tono más que coloquial. En realidad, el canto entronca en una doble tradición: por una parte la de la poesía oral de expresión popular de amores que no deja de lado el humor, incluso zafio; por otra -y es la que trae aquí Cervantes, sobre todo-, la corriente de poesía culta que imita la primera y que tiene un gran cultivo en la literatura española desde la Edad Media hasta nuestros días. Tendríamos, por lo tanto, la imitación de un canto rústico de pastores en una parodia de la literatura pastoril. Como vemos, nuestro autor no se conforma sólo con una de las posibilidades, sino que construye todo un juego de niveles interrelacionados.

Termina el capítulo con dos elementos que nos devuelven al sentido de la realidad: Sancho, que ha estado comiendo y bebiendo todo lo que ha podido, reclama descanso para los cabreros -y para él- porque no son pastores literarios sino reales, que se pasan el día trabajando y necesitan dormir y no pueden andar, como en las novelas, cantando penas sin más; finalmente, a don Quijote, se le realiza una cura de la oreja con remedios caseros: romero, saliva y sal.

Repasemos: una parodia de la literatura pastoril a partir de la introducción del realismo de los cabreros dentro de una parodia de la novela de caballerías. De aquélla proceden los recursos técnicos con los que se juega: estatismo de la acción, discurso e introducción de canto. De ésta, el elogio de la función de los caballeros andantes en una edad que dista tanto de la dorada. De su tratamiento con las dosis de realismo: la comida rústica y las referencias al vino bebido; el que los cabreros, como tales, no puedan entender a don Quijote, necesiten dormir y sepan remedios tradicionales de cura tan alejados del fantasioso bálsamo de Fierabrás. Y, por el camino, las referencias bíblicas, la imitación de la retórica del discurso, la incorporación de la canción popular.

Todo ello, sin violentar la acción, con un encaje de naturalidad asombrosa y como anticipo de la siguiente vuelta de tuerca a la literatura pastoril. Lo veremos en el comentario del capítulo XII, el jueves de la semana próxima.

31 comentarios:

Silvia_D dijo...

No me lo creo :)) ensoñaciones borrosas no... adormecidas... quizás ;)

Besos y deseos

Silvia_D dijo...

Te voy a regalar un despertador jajaja

Nada que ando comiendo aceitunas (ya sé que no son horas) y leyendo tu post, pero estoy cansada, no me puedo concentrar.

Me apetece más hacer el tonto.

Hoy saqué fotos de un montón de molinos de Palma, pero las fotos desde el coche han salido fatal, una pena.

Mordiscos!!

Merche Pallarés dijo...

Leí el capítulo y, no sé si ha sido por el calor pero me sentí un poco "cabrera", con las referencias a pasajes bíblicos y la disertación de D. Alonso, me sentí aturdida. Lo tengo que releer. Seguro que ahora con tu análisis tan detallado, lo entenderé mejor. Besotes, M.

Paco dijo...

Pedro, en primer lugar decirte que siento no pasar por aqui más a menudo, pero últimamente tengo a internete un poco en la "distancia"...

una pregunta que no se si tal vez haya salido en un anterior post tuyo. este desgrano que estas ahciendo del Quijote, ¿piensas plasmarlo en papel? seria magnifico.

un abrazo.

begoyrafa dijo...

"...aunque las doy por bien recebidas, las renuncio para desde aquí al fin del mundo"
O sea que Sancho quiere ínsulas y gobiernos, pero no los "castigos" que ellos conllevan.
Este capítulo, como bien dices, es recordado y estudioso por ese discurso de don Quijote sobre los siglos dichosos; en lo que no había caído es que ciertamente es un discurso para el lector, porque los destinatarios de las palabras del de la triste figura, poco comprenderán de él y eso lo muestra el hecho de que ellos siguen con las bellotas y el zaque.
Muchas gracias y un abrazo
Rafa

Anónimo dijo...

bien ...el analisis ..asombroso!
me dejas atonita....como dije antes la verdad: yo no podria jamas hacerlo...
ahora la edad dorada cual era? la de la inoscencia??? quizas....??
bueno dejo dicho que has descipto de forma interesante....
besines hermoso ser!

São dijo...

Pedro meu, muchas gracias!
Bom fim de semana.

Anónimo dijo...

Vengo agradecer tus visitas y comentarios en mi cuchitril, a pesar de mi larga ausencia, mil gracias por ello.
Ya estoy de regreso y ha sido un gran placer volver a leerte,
disfrutar de tus líneas, algunos de los textos que leí, estaban
colmados de reflexión cosa que me encanta.

Dejo mis saludos.

Un fortissimo abbraccio.

Euphorbia dijo...

Hola Pedro,

Este capítulo me ha parecido muy difícil, supongo que por el desconocimiento de esta literatura pastoril que comentas, aunque debe tratarse de una narración idílica de la naturaleza y la vida en el campo, con pastores tocando la flauta llorando sus penas y pastorcillas trotando en plan Heidi. No entiendo si esta Edad Dorada es un periodo idealizado que debió existir en la imaginación de los autores medievales que escribían sobre caballería, o bien se prodría referir a la vida en la tierra antes de la expulsión del Paraíso, o ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez.

Creo que a veces se quieren encontrar demasiadas interpretaciones a las cosas, como (Belbo y Diotavelli en el Péndulo de Faulcaut), y al final se encuentra más de lo que había en un principio. A lo mejor Cervantes se reiría de más de un erudito buscador de interpretaciones ocultas.

Un saludo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

DIANNA: ¿aceitunas a media noche con lo indigestas que son antes de irse a domir? ¡Tendrías pesadillas! Vi las fotos: te quedaron bien. Besos.

MERCHE: es cierto que hay pasajes del Quijote tan llenos de claves que, aunque disfrutemos con una lectura por encima, notamos que se nos espcapan cosas. No importa: quedémonos con lo que percibimos. Besos.

PACO: no te preocupes, andamos todos con el tiempo justo. No lo tengo previsto: esto nace para el mundo virtual. Aunque sí habrá sorpresas parecidas a esto que preguntas. Sí estoy preparando un PDF, incluyendo vuestros comentarios, para que todos podáis descargarlo. Para más adelante.

RAFA: en efecto: Sancho (lo veremos más adelante) es un hombre al que no le gusta en exceso el esfuerzo físico o las penalidades que traen según qué cosas. Gracias a ti por seguir la lectura. Un abrazo.

SAUVIGNONA: Me alegra de que te gusta y sigas la lectura. Besos.

SAO: Un abrazo, querida amiga. Feliz fin de semana también para ti.

PATRICIA: es un placer recibirte en La Acequia a tu regrso. Saludos y abrazos.

EUPHORBIA: como le he dicho a Merche, hay capítulos del Quijote tan cargados de literatura que, si no conocemos las claves, debemos dejarnos llevar sólo por lo que comprendemos. Aunque notamos que hay algo más. No importa: ya lo iremos conociendo.
En efecto, el canon de la literatura pastoril nos presenta una narración idealizada, en un paisaje simbólico, un argumento estático basado en el relato de los hechos y cantos. De ahí la ironía cervantina al tratarla de esta manera en el Quijote.
La Edad Dorada es un mito cultural que viene de la Antigüedad clásica. Según este mito, la Humanidad tuvo una época en la que todo se regía de acuerdo con lo mejor que tiene el Ser Humano. No es exactamente el mito del Paraíso bíblico, pero se parece en el hecho de que los seres humanos no debían esforzarse en conseguir los alimentos. Difiere en algo sustancial: no era un regalo de Dios sino producto de que la sociedad humana vivía en consonancia con la Naturaleza. Después de esas Edad de Oro, la Historia se iría degradando, se introducirían las desigualdades, las injusticias, la guerra, el hambre, etc. Esta degradación se produjo sin necesidad de intervención de Dios, sino por la acción de los mismos seres humanos. En ese momento, serían necesarios seres como los caballeros andantes para luchar contra todas estas injusticias.
Un fuerte abrazo.

Gracias a todos por vuestros comentarios.

Euphorbia dijo...

Muy interesante, muchas gracias por la explicación.
Besos

Unknown dijo...

Pedro, acabo de colgar el comentario sobre el capítulo de esta semana.
No sé si será por el calor asfixiante pero me ha costado entenderlo, será que las entendederas se derriten con el sol de la Cataluña central que nada tiene que envidiar al de la Mancha.
Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

EUPHORBIA: a mandar. Besos.

ANTÒNIA: allá voy a verlo. Lo colgaré en las noticias de la próxima semana. Un abrazo.

Teresa dijo...

Puf Pedro... Esta era mi alocada idea que ahora me doy cuenta que no lo es tanto. Es decir, el paralelismo de un Jesús de Nazaret con un Alonso Quijano. Pero no en el estricto y bíblico sentido que nos impone el catolicismo. No quiero exponer en profundidad nada más. Está más relacionado con la Edad Dorada que has explicado, pensamiento con el que me considero afín y con el que interpreto este libro.

Curiosamente, tener valores morales se considera por los eruditos una clara tendencia al socialismo?
No digo más...

Merche Pallarés dijo...

A mi tambien me ha ENCANTADO tu respuesta a Euphorbia. He entendido el capítulo. Seguiremos cabalgando con el XII... Besotes, M.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

BIPOLAR: como parodia de los libros de caballería, el Quijote también recoge esta función mítica de los caballeros andantes, la de restablecer los desequilibros. En la novela de caballería del XV-XVI, además, se rastrea una idea heredada del neoplatonismo: la armonía. Bueno, para más adelante.
No, no es exactamente así tu última pregunta. Acemás, ya sabes que hay varias formas de socialismo anteriores al marxista.

MERCHE: me alegro. Besos.

Teresa dijo...

Era una definición por omisión...
Si el que lo posee se define como...
El que carece de...
En definitiva los de .... = .....

juas juas
y encima ceporros

Anónimo dijo...

Haciendo honor al aserto que afirma que en las primeras líneas de un texto deben de estar las claves para un buen entendimiento del mismo, nos topamos en este capítulo con la hospitalidad extrema de los seis cabreros, no sólo con los huéspedes sino también con sus monturas: es como si hoy, además de darte cobijo y comida, te llenaran el depósito de gasolina del coche para que pudieras continuar camino. ¡Cómo cambian los tiempos!

Astuto se nos presenta nuestro caballero, dándole un giro al acto de sentarse a la mesa: llamando engreído a Sancho si no acepta la invitación. Consigue que el acto de pretendida cortesía del escudero, al no considerarse con la categoría suficiente para sentarse con los demás, se convierta en altivez e intransigencia si no toma asiento.

Observando D. Quijote que sus anfitriones andan ajenos al mundo caballeril, se nos descuelga con un discurso, donde, desde la humildad de un puñado de bellotas y animado por unos buenos choques de vino, nos describe una especie de paraíso terrenal que entroncaría con la más pura tradición ácrata: “de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”.

Al final, como contrapunto al comienzo del capítulo, vemos como Sancho quiere dar la velada por terminada, contradiciendo a su amo que quería seguir, argumentando que “esta gente se querrá acostar”. pancho

Pedro Ojeda Escudero dijo...

BIPOLAR: no seas mala...

PANCHO: es un buen comentario en el que vemos algo que sí está en el texto: el que está fuera de lugar completamente es don Quijote. Saludos.

Teresa dijo...

El discurso no va dirigido a los pastores, sino a los lectores, jugando a la vez con los lectores como si fuéramos pastores. Es difícil comprender su mensaje, no sólo por la preparación –a la que aludes- necesaria para entender sus palabras, sino porque ni unos ni otros queremos oírlo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

BIPOLAR: tienes mucha razón: no queremos oírlo. Menos entenderlo.

Myriam dijo...

Ayuda!!! Ayuda!!! estoy enpantanada en el discurso!

1- El mito de la edad dorada, que plantea aqui Cervantes, hace alusion acaso al pasaje citado por Platon sobre La Atlantida?

2- Que linda descripcion de nuestra primera madre que hace.
Tambien las lineas que aluden al laberitnto de Creta......
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3- que es arcaduz de noria?

Myriam dijo...

ahhhhhhhhhh aqui estoy leyendo ahora tu explicacion a Euphobia, tal parece que es asi....

Besos

Myriam dijo...

Ahora que lo pienso y es lo ultimo, antes de dormir.....que ya es muy tarde:

Cervantes inserto en un solo discurso de un hidalgo que queria creerse un caballero andante dirigido a un grupo de pastores que en realidad no lo eran, 3 mitos: el de la Atlantida, el de Ariadne y el de Sisifo!!!! Un genio!!! y todo eso, mientras Sancho Panza comia!

Bueno Morpheo me llama.....zzzzz

Pedro Ojeda Escudero dijo...

MYR: en parte, sí, está la Atlántida. Pero es más un ejemplo retórico al uso, incluido el labertinto.
Un arcaduz de noria es uno de sus cangilones, es decir, uno de los vasos o recipientes que sirven para recoger el agua y llevarlo a la canalización.
Cervantes conoce bien la retórica de estos discuros y juega con ella a la perfección, como señalas.
Espero que hayas dormido bien.
Un beso.

Myriam dijo...

Tomado Nota, gracias por despantanarme.

Seguire avanzando en la lectura.

Si, dormi bien y si me lo permite DQ hoy dormire mas horas.


Un beso

Asun dijo...

Como comentas en tu entrada, en la lectura del capítulo me ha llamado la atención el momento en que DQ invita a S. a sentarse junto a él y como rechaza la invitación le obliga a hacerlo. Ese querer aparentar amabilidad ante los demás, pero en realidad “aquí se hace lo que diga yo porque lo digo yo”.

Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ASUN: así es, en efecto. Saludos.

Abejita de la Vega dijo...

En el capítulo anterior, dejamos a don Quijote y Sancho junto a la choza de unos cabreros, unos huéspedes excelentes.

Sancho, fascinado con los apetitosos tasajos de cabra que hierven en un caldero, va tomándoles las medidas por ver si encajan en su dilatado estómago. Le dura poco la contemplación, los cabreros lo retiran y tienden en el suelo unas zaleas, a manera de ovejunos manteles. Se acomodan alrededor de la pitanza y, a don Quijote, lo sientan en un dornajo puesto del revés.

No, Sancho, no te quedes en pie. Tu señor desea que te sientes para que llegues a apreciar las bondades de la caballería andante, tan igualitaria ella. Has de comer en su plato y beber donde él bebiere.

Don Quijote no espera tu irónía, piensa que vas a apreciar su "gran merced". Y, tú, socarrón, vas y manifiestas que si te dan bien de comer, mejor a pie y a solas. Que si no hay cosa peor, para ti, que comer con miramientos: mascar despacio, beber poquito, limpiarte, no toser...¡Nada de gallipavos en mesas elegantes! ¡Pan y cebolla y a tus anchas! ¡Y renuncias a esas honras a cambio de cosas de más provecho!


Irritado, te pone en tu sitio, te hace sentar a su lado. Ya está bien de tonterías, escudero. Los cabreros no entienden nada. Comen, callan y miran el salero que gastan sus huéspedes despachando tasajo. Los señoritingos también pasan hambre, comprueban.

-Beeee, beeeee, beeeeee.

¿Qué son esos balidos? ¡Ay, que por los canalículos de mi ordenador se ha colado un rebaño de cabras! Hasta me parece percibir un olorcillo...

¡Ahí van con sus cabreros! Uno de ellos toma la palabra desde la pantalla:

-Con Dios, señora mía. Henos aquí, cabreros que dimos humilde comida y lecho al nuestro señor don Quijote. Somos presonajes secundarios del famoso libro y nos mandan aquí pa contarlo . Comienza un servidor, pobre iletrado. Después oirá voacé al compañero con letras, el tañidor de rabel.

Aquella noche, cenamos tasajo, queso curadísimo y bellotas; lo que más ha mano tenemos, lo de cada día. El cuerno no para de vaciarse y de llenarse, ya habíamos vaciado un zaque de vino. El señor don Quijote, con la panza llena, está hablador. Toma un puñao de bellotas, las mira como si nunca las hubiera visto y se pone a hablar que no hay quien lo pare.

Que si en los siglos pasados ni tuyo ni mío, todo de todos. Y el único trabajo, alzar la mano y tomar el dulce fruto de las encinas.

Las fuentes y los ríos daban siempre abundante y sabrosa agua. Las abejas ofrecían su miel y no les molestaba que se la hurtases. Los corteses alcornoques daban cortezas para cubrir las casas.

Todos amigos y nada de rejas ni de arados, que eso cansa mucho. Y no sé que dijo de una primera madre y sus entrañas. Y de una mujer forzada, con un espacioso seno que sustentaba a sus hijos.

Lo que más nos gustó fue la de las zagalejas libres y correteando de valle en valle tapadas lo justo, con adornos de yedra y lampazos.

Y el amor, sin rodeos. Eso digo yo, que para eso las palabras sobran.

Y ni engaño ni malas intenciones, tos güenos. Los jueces no gastaban favores, intereses ni encajes.
Las doncellicas bien seguras, sin perder su jonra por obra de los malintencionados.

¡Un bello cuento nos relata el señor don Quijote!

Abejita de la Vega dijo...

Mas agora, que hay malicia y maliciosos...pos pa eso están los caballeros andantes, pa defender a doncellas, viudas, huérfanos y presonas indefensas.

El criado Sancho calla, come bellotas y menudea las visitas al segundo zaque. No le sabe mal nuestro vino, no.

Me despido de voacé pa que escuche el rabel y las palabras del compañero Antonio, zagal "muy entendido y enamorado".

Se oye el son de un rabel. En la pantalla, aparece el músico que lo toca. Este cabrero no parece tan cabrero como el de antes. Escuchémosle.

Salúdole, mi señora. Cuentole lo de aquella noche:

Cuando llego junto a mis compañeros, don Quijote ya sabe que soy músico. Ellos me piden que cante, así el huésped verá que también en los montes se sabe de música. Y que sea el romance de mis amores, el que me compuso mi tío cura, el beneficiado.

Templo mi rabel y canto lo de mi Olalla, la del alma de bronce y el pecho de risco. Me ofrezco voluntario a la coyunda bendecida por la Santa Madre Iglesia. A don Quijote le gusta y quiere que cante algo más. El tal Sancho no lo consiente. El tal Sancho no lo consiente, advierte a su amo de que nuestro trabajo no permite pasar la noche en cánticos. Bien entiende el amo, tanta visita al zaque da sueño.

Al caballero andante le parece de perlas que todos durmamos, pero él ha de velar, tal es su profesión. Eso sí, antes de dormir ha de curarle Sancho su dolorida oreja.
Un compañero cabrero masca unas hojas de romero y se las aplica con sal en la oreja. Buen remedio de pastores. No ha menester otra medicina.

Los cabreros saludamos a la señora de las letricas. Quede con Dios.

Desaparecen entre un concierto de balidos.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Abejita de la Vega dijo...

"lo que más a mano tenemos"

Por Dios, a sin hache.

Besos