jueves, 27 de diciembre de 2007

Nubes altas.


El sol de invierno nos engaña, y como el árbol quieto, que abandona un instante su reposo, hemos salido a verlo, pero es como si no estuviera.

A veces suceden estas cosas: ver algo o sentirlo y que nos lo escamoteen. Eso no quiere decir que no debamos perder la ingenuidad: es lo único que nos hace humanos en estos tiempos cínicos. Prefiero salir varias veces engañado al mundo por este sol y esperar la primavera a pesar del frío.

Es curioso el invierno. Hay quien dice que no se puede fotografiar, que no tiene colores. Quizá por eso las formas son más puras y esenciales: como un grito en una ladera nevada. Todo sucede por dentro. Sólo hay que mirarlo con la suficiente atención porque todo está tan quieto que parece no moverse.

¿Es la primera vez que contemplo con tanta atención estos árboles y el cielo? Quizá me esté haciendo viejo. Pero ha merecido la pena.

5 comentarios:

jg riobò dijo...

De viejo nada de nada.
Tú nueva mirada te mantendrá joven eternamente.

PILAR dijo...

Aunque haga frío,
bendito sol,
aunque haga frío,
bendita luz.
Me encanta quedarme en casa y que entre la luz por las ventanas y ver el cielo desde la cama, estos días que no trabajo.
Me encanta,
mirar el cielo es como mirar el mar.
Y como no tengo mar, te tengo a ti, cielo.
Y estos días de azul intenso me traen el mar que no tengo.

Anónimo dijo...

Es innegable que el invierno farda de cielos grises de luz tan tamizada que parece de noche, pero cuando nos obsequia con ese azul eléctrico del bajo cero con el sol a la altura de los ojos el color es tan intenso que casi duele.

El invierno es buena época para los que nos gusta hacer fotos a contraluz y poblar de sombras las imágenes.

El sol en invierno es un sol de primera hora de la mañana que no termina de desperezarse y que se queda todo el día al abrigo del sur para no coger frío. Me acabo de dar cuenta: el sol en invierno hiberna al calorcito del sur.

Francisco O. Campillo dijo...

La ingenuidad es uno de los tesoros que no debemos dejarnos arrebatar jamás.

Y otra cosita más. No estoy de acuerdo contigo en que mirar detenidamente los árboles sea síntoma de hacerse viejo. Cuando era niño, pasé horas mirando los copas de los chopos meciéndose al ritmo del viento tumbado sobre la hierba. Hace muchos años que no repito ese pasatiempo. Eso sí que es hacerse viejo, no tener tiempo para "perderlo" disfrutando de las cosas pequeñas.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

JAVIER: gracias, pero ya sabes que el cuerpo se resiente...

PILAR: cielo-mar: horizonte. Buena pareja.

SR.K.: qué frases más líricas, Caín. Me gustan: ya quisiera yo hibernar en el mismo lugar.

FRANCISCO: Mirar ingenuamente, en efecto: un tesoro que debemos guardar con celo. Pues perdamos de nuevo el tiempo, Fran: miremos las cosas, los árboles y el cielo.

Gracias por vuestros comentarios.