lunes, 17 de diciembre de 2007

Lección de arte con Luis Felipe.

De mi visita a Béjar de hace unos días me vine con una nueva constatación de mi certeza de que el artista aun debe ser radicalmente individual y que esto no supone contradicción alguna con su compromiso ideológico y social -sea del cariz que sea.
En nuestra época, se ha impuesto el mercado sobre la creación artística como nunca antes. Siempre ha existido el taller del artista y la comercialización de su producto, pero en el último medio siglo las posibilidades técnicas lo han puesto como premisa del arte hasta el punto de que al receptor se la ha cubierto con una oscura tela impermeable para que no vea otra cosa.
Desde que la sociedad descubrió al individuo en toda su capacidad, nunca, como en los últimos años, el artista se ha doblegado a lo que le dice su marchante o su editor y accedido a modificar su obra para que encaje en lo vendible. No sé si los lectores saben que buena parte de lo que leen se debe no tanto al autor que firma el libro como a las directrices del editor o la intervención de trabajadores a sueldo que intervienen en el original. Así, suele suceder que un escritor tiene un éxito cuando controla por entero su obra y lo publica en una editorial pequeña o por un azar, gracias a que alguien apuesta por él, gana un premio. Luego firma un contrato con un editor y acaba amanerando su estilo porque no le dejan salirse de la línea de su éxito. Cuando eres joven y tienes la ambición del triunfo y el dinero que te permita vivir de tu obra, no piensas en estas cosas. Hay pocos que puedan escaparse después, bien porque han alcanzado un nombre que les hace dueños absolutos de su obra por encima de cualquier editor, bien porque deciden apearse de ese camino y volver por senderos más propios. Suelen salvarse los poetas, porque la poesía no importa a los editores. Aunque para corregir este olvido están luego los antólogos y los profesores de literatura.

No estoy en contra de que haya un tipo de producto artístico para el consumo general. Pero éste no debería nunca sepultar la creación libre e individual porque es la única forma de que el arte experimente y avance. Además, debemos estar alerta con el arte de consumo general no porque no deba existir, sino porque suele suponer un arte sin estímulo para el que lo produce y el que lo recibe. Algún día hablaré de esto para que no se entienda lo que digo como una defensa del arte elitista. Ocurre, además, que cualquiera está capacitado para entender y disfrutar el arte individual y radicalmente innovador y que sólo las premisas sociales con las que se le educa le apartan de comprenderlo. Aunque parezca lo contrario, el producto artístico de consumo general exige más conocimientos que el individual, pero no nos damos cuenta porque nos lo han ido introduciendo sorbo a sorbo en la infancia y la juventud, separándonos de la capacidad de crear de forma individual que tenemos cada uno y forzándonos a disponer nuestra mirada en una única dirección. El individuo siempre ha sido sospechoso en nuestra sociedad.

Así, la mayor parte del producto que llega al gran público en cualquier tipo de arte suele ser industrial y modelado por varias manos en diferentes porcentajes. Por lo general, el editor importante canoniza, con instinto lleno de audiencias y estadísticas, lo que debe darse a conocer.

Frente a eso, al artista de las últimas décadas, junto a la producción para el consumo general o en vez de ella, suele producir rasgos individuales. De esta tendencia surgió el arte efímero -happening, performance, intervención, instalación, etc.- que, a pesar de su banalización frecuente, aun supone la presencia del artista individual y un gesto de contestación frente al producto repetido. Sin embargo, hasta en esto se debe estar alerta, porque se ha conseguido la industrialización de este tipo de arte para coseguir el adelgazamiento de su significado y potencial creativo. Hay demasiado charlatán de feria en el asunto y debemos señalarlo con el dedo, porque desactivan y desacreditan los verdaderos rasgos de creación.


Muchos artistas, además, trabajan proyectos radicalmente propios y únicos en sus estudios, que suelen ocuparles años de su vida -una dedicación contraria a la mercadería urgente de hoy en día- y que, en principio, no están pensados en la comercialización sino en la experimentación. De ellos suelen beneficiarse sus herederos, que son los que alcanzan el resultado económico del trabajo de años del familiar al que no comprendían. Estos proyectos tienen una fuerta raíz autobiográfica, puesto que suelen canalizar los estados emocionales y las fases de evolución del artista. De ahí que tomen la forma del diario, en su mayoría.


Por eso me alegró ver en el estudio de trabajo de Luis Felipe Comendador ese rasgo individual. Sabía que trabajaba desde hace años en un Diario que ocupa cientos de páginas y que le ha llevado, por lógica de género, al blog Diario de un Sanovarola. Pero nos mostró a Javier y a mí dos productos más que avalan su vitalidad. Me gustó, además, su enfoque correcto: aquellos trabajos, que eran producto de su radical condición de artista no le convertían en un elitista separado de la gente sino todo lo contrario porque, como me dijo, la importancia de este camino es que enseña a quien lo ve que él también puede hacerlo partiendo de su condición de individuo. En efecto, la contemplación de este tipo de arte provoca en el receptor la separación de lo que le han dicho que debe ser él mismo como persona y el arte como producto humano, al empujarle a experimentar con sus propias manos y capacidades.


Por un lado, Luis Felipe confecciona desde hace tiempo un Diario gráfico en el que se suma la literatura, el collage y el dibujo, con mucha carga de reflexión artística, ironía, humor y mirada comprometida con la realidad porque el hecho de que el arte sea individual no exime de su conciencia social. El resultado es apasionante, cada hoja del cuaderno es diferente y única. El hecho de que existan otros cuadernos gráficos de otros artistas no resta creatividad individual a ninguno de ellos puesto que permite un diálogo inteligente entre ellos.


De una de las estanterías extrajo Luis Felipe un libro objeto, un tipo de producto artístico en el el autor interviene en un volumen confeccionado por la imprenta como libro industrial como si se tratara del viejo palimpsesto. Con la intervención, se da al volumen -igual a otros cientos- un carácter de ejemplar único en el que cada página, además, es diferente y propia. Luis Felipe trabaja sobre un ejemplar de Los cipreses creen en Dios, de José María Gironella.

Soy partidario de la difusión de la cultura y el arte, de su acceso masivo: su democratización es una de las mejores cosas que han tenido los últimos siglos. Pero también pienso que parte de esa difusión se hace de forma equivocada puesto que aparta al individuo de su capacidad artística para producir de forma auténtica. Si el viejo debate entre arte elitista y arte de masas, que definió Ortega -favorable del primero- está más que superado, aun nos queda por desarrollar las herramientas adecuadas para que la difusión y comercialización del arte no ahogue al individuo y su capacidad de crear o apreciar lo creado por otros desde su raíz única y estímulo de nuevas creaciones individuales y únicas. Estamos en buenas condiciones: parte de la actual forma de entender los museos y las nuevas técnicas de comunicación -Internet es una revolución como herramienta de creación y difusión- permiten la divulgación de lo que antes sólo conocían unos pocos. Es el momento de una nueva revolución artística de carácter individual y contraria a la uniformidad cultural que buscan algunos para convertir el arte en monedas.

11 comentarios:

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

De acuerdo contigo. El artista debe ser único, no formar parte de una cadena de montaje. El artista de masas se aleja del auténtico arte.

un abrazo.

Pilar dijo...

Vamos a ver,Pedro, tengo que empezar a estar en desacuerdo contigo alguna vez.
Lo de la democratización a mi me parece bien, pero ha convertido a muchas exposiciones y museos en masificaciones. Ya no digo si encima son de entrada libre.
Reconozco que a pesar de considerarme charlatana, el silencio es algo para mi NECESARIO y casi diría OBLIGATORIO en determinados lugares.
Así que cuando acudo a ciertos lugares donde el arte se expone, en el momento en que están llenos de gente, es que se me quitan las ganas, sobre todo, y con perdón porque hay gente que no sabe ni a donde va ni a lo que va.
He visto, por ejemplo en alguna ocasión que he visitado el Museo del Prado, (y con perdón otra vez, ya no hablo de los japoneses)a gente pasar delante de cuadros de un gran valor artístico, hasta emotivo me atrevería a decir...y han pasado por delante como si se tratara de ver llover (y mira que me gusta contemplar la lluvia)y eso me duele. A veces pienso que deberían hacer un pequeño test antes de entrar a determinados sitios, claro ya sé esto no es políticamente correcto.
Tendré que dar la razón a mi padre que dice que desde que la gente come palomitas en el cine él se ha negado a ir.
Pedro, es que todo es consumo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

FERNANDO: he ahí la razón del arte. El resto es difusión y entretenimiento, necesario, pero no la raíz del arte.

PILAR: Ni por esas estás en desacuerdo conmigo, Pilar.
Me explico, aunque esto será tarea de una entrada futura:
La democractización del arte es necesaria porque todos tenemos derecho a acceder a él, los mismos derechos. Es más, debe haber una extensión pedagógica del arte porque su conocimiento nos hace más libres y más conscientes de lo que somos. También debe extenderse esa democractización a la producción del arte: desarrollar la expresividad artística de todos no es tarea superflua sino uno de los condicionantes si queremos seres humanos libres.
Ahora bien, y aquí te doy totalmente la razón, una cosa es eso y otra es que el mercado haya convertido el arte en diseño insustancial o parque temático. Es una errónea política museística, como pones en evidencia, la de permitir el acceso de cientos de personas a la misma sala a la vez: pan turístico, hambre cultural.
Tema largo, volveremos. Y esta vez tampoco, Pilar. Saludos.

Anónimo dijo...

No llega al año, que trasteando en Internet, descubrí este universo bloguero gracias a “Diario de un Savonarola”. Sus comentarios me llevaron a “La acequia” y a otros sitios maravillosos, donde reciben a los trols con un calor que invita a quedarse. Conocía a LFC de cuando sacaba el periódico de papel, Bejar Información, por lo que todo lo que nos cuentas de el me suena bastante cercano. Siempre me ha admirado de el la capacidad de trabajo que tiene. Además de regentar la imprenta, con varios trabajadores a los que es conveniente tener ocupados, por la buena marcha del negocio. Tiene tiempo de publicar libros, pintar, dar conferencias, presentarse a premios (ganarlos a veces) mantener varios blogs (no de cualquier manera, no, sino a conciencia) Vamos un Leonardo moderno.
Leyendo tu entrada de hoy me he alegrado de ver la palabra “palimpsesto” y saber lo que significaba, no tuve necesidad de mirar tu enlace. La descubrí hace poco por el director de cine lumbralense y salmantino, Basilio Martín Patino, que al ser investido doctor honoris causa por la USAL, la utilizo para nombrar su último trabajo, que presento en la ceremonia a los afortunados asistentes.
Totalmente de acuerdo con la lección magistral sobre la génesis del hecho artístico, su comercialización e impacto en la audiencia.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

PANCHO: nunca fuiste un trol, sí un anónimo, pero un anónimo con señas de identidad. Me alegro de haberte hecho saltar al nombre. Un gran tipo Luis Felipe, emprendedor y constante, como ya lo conoces, sabes que es cierto.

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Bravo Pedro, por percibirlo y por contarlo así.
Abrazos,
Diego

Luis Felipe Comendador dijo...

Gracias por el afecto, Pedro, y por las hermosas palabras que me dedicas.
Solo sé que mi mediocridad es el éxito de otros.

En fin.

Un abrazo fuerte

Luis Felipe Comendador dijo...

Abrazos y besos también para Pancho.

No es para menos... por exagerado.

Anónimo dijo...

La principal ventaja de la democratización del arte y del libre acceso a la cultura es que las pequeñas grandes obras se pueden descubrir en vida del artista.

Con las nuevas tecnologías el artista comprometido con su obra tiene que dar el paso de ser "hombre del renacimiento" a ser persona multimedia en las redes sociales, que son su público natural tras la democratización.

Los mass-media hace demasiado tiempo que no muestran arte ni ideas nuevas. Sólo muestran ecos de ideas que están demasiado desgastadas. En los nuevos medios de comunicación las ideas no son nuevas porque las mamamos de las mismas fuentes (que principalmente son los mass-media), pero su articulación (siempre me repito) con la democratización no tiene límites.

Palimpsesto, siempre me recuerda al cole y a las páginas de vocabulario del libro de lengua...

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

Quizá se hayan extremado los dos tipos de "autor" de los que hablas. Y, sinceramente, no sé si es bueno.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

DIEGO: como tú le conoces, puedes comprobar la verdad de lo dicho. Un abrazo.

LUIS FELIPE: Es un placer pasar unas horas contigo.

SR.K.: Sigo diciendo que tienes veta de teórico del arte. Muy oportunas tus frases.

PABLO: Vivimos en extremos, en efecto. Pero lo bueno de los nuevos tiempos y la teconología actual es que todo tiene su espacio: eso que llevamos con respecto a otras épocas. Eso sí, hay que salirse un poco de los cauces comerciales para verlo.

Gracias a todos por vuestros comentarios.