jueves, 13 de diciembre de 2007

El espectáculo de lo cotidiano.

Dónde comienza el arte. Qué es el arte en una época que ya no cree en nada y en una cultura insaciable de satisfacciones inmediatas, frágiles y fugaces. Hay escritores que se han hecho un hueco en las más renombradas editoriales y con los que se cuenta en los medios de comunicación de mayor difusión y participan en seminarios universitarios a pesar de que se haya demostrado su plagio constante y no puedan falsearse con el concepto de intertextualidad. Qué es el arte cuando los marchantes y los editores tienen más poder sobre el resultado final del trabajo artístico que los mismos creadores y se imponen también al público. Qué es el arte en un mundo en el que las leyes de mercado han sepultado bajo toneladas de escombro su raíz individual, trasgresora y única. Qué es el arte cuando la confusión y la algarabía se ha impuesto definitivamente sobre cualquier otra cosa.
Ya no es tiempo de confrontar, como hace un siglo, el concepto aristocrático del arte con el democrático. Para eso hemos pasado ya el siglo XX y quitado la máscara al caduco enfrentamiento entre arte viejo y arte joven y a otras dicotomías falsas por maniqueas, en cualquiera de sus calificativos.
El arte no es el mercado, no es la comercialización del producto. El arte es tan básico, tan elemental, que sólo tiene tres razones: la mirada del artista, el objeto artístico y la mirada del receptor. La primera y la última son la esencia activa y mudable del arte, la segunda es inalterable aunque su propiedad sea la de cambiar según la recepción que de ella se haga. Y ahí está la verdad del arte: en la mirada sobre el objeto artístico. Pero su condición es que sea único e irrepetible. A veces lo es sólo porque procura serlo. Habría que quitar mucho ornamento a todo el proceso, tanto como prescindir de soberbias y sacralizaciones. Mientras tanto, el artista debe procurar ese producto único. O intentarlo, aunque sólo sea a partir de fragmentos anteriores.
Después de caminar embebecido en mis reflexiones, levanté la vista del suelo y allí estaba, a brochazos, pintado, el cielo. El espectáculo de lo cotidiano. Lo recorté con la lente y te lo ofrezco, en silencioso homenaje a los cielos de Velázquez.

6 comentarios:

Pilar dijo...

Ver en lo ordinario, lo extraordinario.
Tener la capacidad de contemplar.

Salir de uno mismo para mirar con ojos de "fe", al menos así lo llamo, con ojos contemplativos.

Ver en el cielo, no sólo el cielo.
Ver en las cosas, no las cosas mismas.
Disfrutar de lo más sencillo y cotidiano.

No hace falta ir muy lejos,
a la vuelta de la esquina,
se produce en cada momento,
cualquier escena de cada día puede llegar a ser digna de contemplación.
¡Vaya, parece que me he chutado una dosis de optimismo y vitalidad!
Pero, es lo que creo y lo que mis tripas me hacen sentir.
Lo que pasa que también a veces no veo, no miro, no siento, no contemplo...las prisas, las orejeras de la vida me hacen no mirar más allá.

Lazarillo en América dijo...

Yo me apunto a la regla de perogrullo... es decir, a lo que dijo una vez Cela sobre la novela, qué es novela. Él dijo que novela era cualquier libro que en contracubierta decía que era novela. El arte, pues lo mismo. Ahora sí, falta que el resto de la humanidad esté de acuerdo contigo y ahí ya sí que empieza el lío. No hace mucho fui a una exhibición de cepillos de dientes..... perdón, no... era en el MOMA de Nueva York un monográfico sobre arte conceptual modernísisisiismo... tanto que se me escapó su arte

jg riobò dijo...

Lección de arte.
Todo consiste en la mirada sobre el objeto. Mirada del autor y mirada del receptor. No más, el resto es superfluo.
El cielo ilustra la anterior definición con su suavidad.

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Me quedo con tu frase: ¿que es el arte?...yo la verdad es que ya no lo tengo claro...despues tanto esperpento que puebla el llamado "mundillo de las artes"...son quizá los grafiteros...lo mismo son los únicos que quedan...
Un saludo

¿como van los adornos? ja ja ja

Anónimo dijo...

El autor puede controlar su obra artística, para eso es su creación. Una vez que la fase de creación ha concluido ya no puede dominar las reacciones y emociones del receptor. Aquí radica la grandeza del arte, en la incapacidad del autor de predecir las emociones y reacciones que su obra provocara en la audiencia. Esto significara, en gran medida, el éxito o el fracaso de una creación artística.
Este país ha sido tradicionalmente un lugar hostil para los creadores. Solo unos pocos han conseguido vivir de su arte en sus diferentes manifestaciones. La situación no parece haber cambiado demasiado, a pesar del indudable avance desde el punto de vista económico. Pero no es solo en el sector de la producción artística; pasa también con los deportistas, músicos, toreros etc. donde solo unos cuantos elegidos pueden disfrutar de unos ingresos suficientes, dedicándose full-time a su profesión.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

PILAR: eso es lo malo, que nos han montando la vida de tal manera que no tengamos sosiego para mirar.

LAZARILLO: uff, y tanto que se ha escapado el arte, quizá porque lo han sustituido por el mercado del arte.

JAVIER: el cielo recortado, además, nos remite a Velázquez y a otros cielos.

MANUEL: a veces los grafiteros tienen más arte que muchos cuadros expuestos. Van, Manuel, van. Todo sea por mi hija.

PANCHO: En efecto, este país ha sido muy hotil para los creadores. ¿La envidia? ¿La poca preocupación por la verdadera cultura? Viven mejor los vendedores de su intimidad en la televisión... es un fiel reflejo de lo que hay.

Gracias a todos.