viernes, 7 de diciembre de 2007

Béjar y dos amigos.


No conocía Béjar. Una de mis muchas deudas pendientes con mi tierra. Como ya he dicho aquí, el blog me ha servido para muchas cosas y una de ellas es encontrarme gente apasionada y comprometida. La Burgosfera, las III Jornadas sobre lenguaje y periodismo, son muestras de cómo se ha aumentado mi horizonte. Además, he conocido a varios de los autores de los blogs con los que me relaciono en Internet, porque para mí, quizá por mi forma de entender las cosas, no puede haber dos vidas paralelas (la real y la virtual) y las fusiono. He provocado encuentros y seguiré haciéndolo. Tengo uno pendiente con Nacho Carreras, por ejemplo.
A Javier Garcìa Riobó lo conocí hace varias semanas y, por su condición de bejarano, era el mejor guía para acudir a esa ciudad y presentarme a Luis Felipe Comendador. A Luis Felipe yo lo había leído en sus libros y seguido su trayectoria como poeta y editor, uno de los más interesantes de su generación. Conocer sus blogs fue una agradable sorpresa. Ahora tocaba estrechar su mano y pasar unas horas con él, de las que él también da cuenta, como Javier.
El viaje de ida y vuelta con Javier fue ameno, puesto que tantas ideas compartimos, y la charla con ellos en Béjar interesante. Hubo conversaciones cruzadas sobre arte, literatura, política, vida. De vez en cuando me callaba para escucharles hablar de su común infancia y juventud y disfrutar con sus recuerdos, o iba unos pasos por detrás para verlos recuperar los gestos de entonces. Ellos tienen la suerte de poder pisar todavía los mismos sitios de aquellos años. Mi infancia está sepultada por toneladas de cemento y hormigón en Valladolid y sólo vive en mis recuerdos. Luis Felipe nos mostró primero su imprenta, en la que tiene su estudio -su cueva, le dije-, y nos colmó de regalos y atenciones: libros, agendas. Pero a mí me deparó sopresas de las que daré cuenta otro día: sus trabajos en marcha -un diario gráfico, un libro objeto- y un tesoro al entregarme las láminas de sus trabajos en edición limitada.
Luego nos mostró los rincones de Béjar con entusiasmo y brillo en los ojos. Ama a esa ciudad y sus proximidades, quiere los proyectos que piensa la van a revitalizar y siente los daños del pasado. Lleva Béjar en la sangre. Javier es más callado pero cuando habla lo que expresa es rotundo y sentencia con certeza. Tanto ama su ciudad que considera su ya larga estancia en Valladolid de más de treinta años, un paréntesis. Es curioso, en algún momento sentía que habían soltado tres artistas por estas calles y estos montes, los tres con miradas diferentes pero vivencias similares y parecidas perspectivas. Estuvimos mucho tiempo haciendo fotografías, en una situación que parecía enfebrecido estímulo para sorprender a los otros con el resultado.
Los momentos más deliciosos los pasamos en la Fuente del Lobo que tiene cosas en común con mi locus amoenus de Nocturno y con un lugar de mi infancia, tan destruido después: Fuente el Sol, de Valladolid, de la que hablaré algún día. Lo siento, pero me reservo algunas fotos para posteriores entradas y relatos. Allí cada uno anduvo, con su cámara, fotografiando el musgo, los árboles o los restos de la vida del lugar. Yo los miraba y me alegraba de su entusiasmo, que los llevaba al monte de hace treinta o más años.


Tocó después el Santuario de El Castañar. Allí los vi, como a mí, como a casi todos de nuestra edad, dando vueltas, como los mulos a las norias, atados a los recuerdos de frailes y curas, girando alrededor de cómo nos marcaron las confusas apreciaciones de aquella época entre moralidad, espiritualidad y vida.


Y luego, la maravilla de Candelario, del que había oído hablar tantas veces, con la constante presencia del agua por esas calles. Su rumor permanente lo llena todo, como las decenas de batipuertas y ventanas que fotografié y que saldrán en mi serie.



Luis Felipe nos introdujo en la Posada Real Casa de la Sal, decorada en blanco roto con minucia artística, con un patio tan lleno de gusto que invitaba a quedarse pero no fue posible.



Comimos en Candelario, en el Bar Tolo, en cuyas paredes se aviejan y cobran nueva vida carteles taurinos. Unos entrantes -calamares de la huerta- y carne: un buen filete para Javier, con el que no pudo, dos abundantes raciones de cochinillo para Luis Felipe y para mí. Vino embocao, arroz con leche y unos buenos cafés.

Días así son los que a uno le certifican que este medio merece la pena, que no es, como tanto se piensa, creado por solitarios y noctámbulos. Ya lo sabía por mis amigos burgaleses y vallisoletanos, pero ahora está también Béjar. Y dos amigos. Volveré, seguro.

11 comentarios:

Luis Felipe Comendador dijo...

Fue un verdadero placer compartir algunas horas con vosotros.
Habrá más, seguro.

Un abrazote.

jg riobò dijo...

Has hecho trampa.
Tenías que poner las fotos
Ya puede ser bueno el relato.
Agradable el compartir tantas horas contigo y a la vez instructivo.

Pilar dijo...

Envidia sana.
El poder estar con gente con la que hay sintonía es una maravilla.
Pedro de acuerdo en aunar la vida real y virtual.
Aunque yo llevo poco tiempo en esto, a veces siento que sois un poquito parte de mi vida y yo de la vuestra.
Un saludo,
Pilar.-

Anónimo dijo...

Por motivos laborales he pasado muchos dias en Candelario. Es un lugar maravilloso y con un sonido unico. Me quedaba en una casa de turismo rural que se llamaba La Posada, a veces para mi solo...

Os imagino fotografiando a diestro y siniestro...

Blogofago

Anónimo dijo...

Por aquí todavía nos queda un café pendiente, te responderemos en cuanto pasemos la época de trabajos que ésto es un no parar.
Un saludo

Un anfibio

Anónimo dijo...

Ya no me interesas, no has contestado a ninguno de mis dos comentarios.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Empiezo por ANÓNIMO y os contestaré a los demás dentro de unas horas, que estoy de puente.
Estimado ANÓNIMO: no sé quién eres. Si eres el Anónimo de las últimas entradas, repasa mis respuestas: te he contestado (por ejemplo, a hacerme el ataúd con papel de periódico, excelente propuesta). Quizá no lo hayas visto. Siempre he contestado. De todas las formas, ayudaría que te identificaras de alguna manera, así sabría cuál de los comentarios anónimos es el tuyo para hacer una contestación más personalizada. Y otra cosa: comprendo la urgencia que desencadena este medio, pero a veces uno está medio de puente o saturado de trabajo. Excepto esos días, suelo ser diligente.
A mí, aunque anónimo, me sigues interesando. Espero que te animes a ponerte nombre y que sigas por aquí. Saludos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

LUIS FELIPE, JAVIER: Fue un dia lleno de muchas cosas. Y, en efecto, JAVIER, he hecho un poquillo de trampa, pero he preferido que en esta entrada fuerais vosotros los protagonistas. Me gustó estar en vuestra tierra con vosotros. Mucho.

PILAR: Compartimos muchas cosas, en efecto. Y con este magnífico invento podremos expresarlas y compartirlas más aun. Seguirmos. Saludos, Pilar.

BLOGÓFAGO: Ya te puedes imaginar, amigo, si hubiéramos llevado cámaras analógicas se nos habrían acabado los carretes. El sonido, es verdad, único.

AAA: ya sabes, a veces el café con los más cercanos se hace esperar. A tu disposición y la de todos los anfibios.

Anónimo dijo...

Y luego dicen que las nuevas tecnologías aíslan... Y es que no son algo fuera de nuestras vidas, sino que están en su mismo centro.
Verba Volant

Anónimo dijo...

¡Cuanto talento junto camino del Castañar!
Seguro que las grandes postales y espectaculares paisajes de la zona se sienten celosos por esta nueva manera
de acercamiento (puerta con gatera y telarañas).

Pedro Ojeda Escudero dijo...

RAÚL: En efecto (y tú sabes mucho de esto) debemos incorporar la tecnología al centro mismo de nuestra vida para impedir su frialdad.

PANCHO: Hay que esforzarse para mirar de otra manera para ver cosas nuevas. Tú participas, por lo que veo, al percibir la telaraña.

Gracias a los dos por vuestras palabras.