martes, 27 de noviembre de 2007

La ciudad


Tenía pendiente pasarme con calma por la exposición de grabados de Mayte Santamaría que, con el título de Ciudades invisibles se ofrece en la Biblioteca Universitaria de la UBU, espacio sabiamente ocupado por el arte desde hace tiempo.

La obra de Mayte Santamaría ofrece una visión del paisaje urbano a veces onírica, otras íntima, con toques de humor (un avión bombardea con edificios) y gran densidad de pensamiento. Mezcla estéticas -quizá es lo menos oportuno de la exposición- y ofrece una visión utópica del urbanismo y de la arquitectura con la que han jugado muchos artistas desde siempre. Me ha gustado, me ha hecho pensar.

En este blog se ha reflexionado en varias ocasiones sobre el concepto de ciudad, fundamental para entendernos y reflexionar sobre nuestra intervención histórica en el entorno en el que nos asentamos, casi siempre relacionada con miedos y necesidades primarias. La ciudad es necesaria para comprendernos pero solemos destruir su valor de proyecto cultural por la especulación.

Hubo una época en la que la ciudad era sinónimo no tanto de lugar de protección frente a lo hostil como de Humanidad y cultura, de libertad frente a los señores feudales y de ese tipo de proyectos comunes que nos hace mejores. Ser ciudadano llegó a ser sinónimo de ser hombre libre con derechos y deberes frente a los demás y el mundo.

Hoy ser ciudadano suele entenderse, tanto por los habitantes de las ciudades como por los arquitectos y quien les paga, como consumidores encerrados en una jaula sin barrotes. Salimos de la ciudad al campo o a otras ciudades que no son las nuestras como hordas salvajes o meros cazadores de instantáneas.

Deberíamos pensar en intervenir en la ciudad como ciudadanos, no como ejecutores de las leyes de mercado. Deberíamos recuperarnos como ciudadanos.

Me alegro de haber hecho hoy una pausa en mis obligaciones para ver la obra de Mayte Santamaría.

4 comentarios:

Antonio dijo...

Cada ciudad es, si quieres verlo así, una cárcel consumista distinta. Todas se parecen, pero al final cada una acaba teniendo su personalidad. En una ciudad pequeña te puedes sentir asfixiado por la escasez de esos paraísos del consumismo, o aliviado porque sabes que el paseo hasta sus confines es muy corto. Lo mismo, pero a la inversa, te puede ocurrir con una grande. En cualquier caso, esa deshumanización a la que aludes sí es siempre una constante, por mucho que nos pueda doler el admitirlo. ¡Saludos!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ANTONIO: bien visto. Es la conversión de las ciudades en la feria del consumo y de los parques temáticos.

Anónimo dijo...

Las hordas de ciudadanos,cargados con sus cámaras, ansiosos por obtener la mejor, original, única y más exclusiva instantánea, provocan que en el feudo receptor se vaya asentando una especie de tejido de ciudadanía, que valore la importancia de preservar las señas de identidad propias de cada sitio. Causan inconvenientes que pueden ser compensados por los beneficios que aportan. Sólo se trata de unabuena gestión.
Pancho

Pedro Ojeda Escudero dijo...

En efecto, PANCHO. Lo que sucede es que, a veces, la buena gestión llega demasiado tarde...