miércoles, 14 de noviembre de 2007

Con Cervantes en mi locus amoenus.


Hice caso a Javier y me acerqué a las cosas de mi locus amoenus. En mi refugio de la ribera del Arlanzón descubrí nuevas formas y superficies más allá de lo que ya me parecía decorado teatral y expresión alegórica de la tranquilidad.
Cervantes quiso dedicar casi toda su obra a evidenciar el conflicto entre las fórmulas estáticas del arte, que ya no servían para contar la vida, y las nuevas formas de narrarla que había descubierto El Lazarillo. En La Galatea, mucho antes que en El Quijote, anunció la entrada brusca del mundo real en el ámbito metafórico de lo pastoril. A partir de él la vida se contaba desde la vida.
Por eso, cuando me he acercado a las cosas he visto que, debajo del manto de la maravilla amable en la que creía ver detenido el espacio y el tiempo histórico, había cicatrices y humus y, en cuanto uno levanta la vista del decorado se encuentra el pulso de la vida. Rozando estas superficies con los dedos se siente el refugio como una mera pausa desde la que mirar la existencia física y concreta del mundo. Un respiro contenido y necesario para comprenderlo e implicarse. Como debe ser.

4 comentarios:

jg riobò dijo...

Me gusta tú locus amoenus.
Espero toda una serie de ese Edén particular.

Anónimo dijo...

Me parece increible que tú, Pedro Ojeda, sigues aprendiendo! Lo decimos muchos de nosotros, que pareces tan sabio y nos resulta difícil cuestionar y criticar lo que nos enseñas en clase. Pero bien lógico está, que mientras vivas aprendes;)
Oye, que no he ido mucho a clase esta semana (tengo mis razones, te lo aseguro..) pero tengo una duda ahora que estaba repasando los apuntes, que diferencia hay entre artistas e intelectuales?? Lo tengo apuntado pero no recuerdo por qué lo he puesto..

Anónimo dijo...

Cervantes se adelanta de una manera magistral a su tiempo. Él es consciente de que está "inventando" el arte de novelar en español, y aún así, mantiene que la lengua la contruye el vulgo y el uso -cito de memoria- olvidándose de cualquier pretensión.
Yo tardé casi treinta años en leer El Quijote. Siempre lo dilataba para otra ocasión. Ahora, quiero creer que el destino jugó conmigo y no me permitió leerlo hasta que no estuviese preparado.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

JAVIER: iré comentando cosas desde ese lugar... y haciéndote caso en las fotografías, tanto que algunas que he sacado en los últimos días parecen tuyas.

ANÓNIMO (¿Maggy?): De acuerdo, no te pongo falta. Necesito vuestras críticas y cuestiones, ya lo sabéis. Y apunto la duda para resolverla la próxima semana.

FRANCISCO: Cuando escribí Cervantes en la entrada, pensé en ti. Fue como si te reclamara.