jueves, 6 de septiembre de 2007

Que el humo no salga por la chimenea.




Si se quema la casa, que el humo no salga por la chimenea.


Hay familias en las que todo se tiene que lavar dentro de la casa. No hablo ya del sentido de decoro y dignidad ni del necesario celo de la intimidad bien entendida frente a la venta impune de los trapos sucios exhibidos en el mercado de la plaza. Me refiero a esas familias en las que la endogamia es de la peor clase que hay: la moral. Con ella se ejerce un control sobre todos los miembros, sobre todo el clan, que llegan incluso a la negación de la evidencia. ¡Cuánto maltrato se oculta en estas familias! Si alguien es golpeado se le hace creer que exagera, si se abusa de uno de sus miembros es que se habrá interpretado mal, si otro quiere volverse contra la dictadura de las reglas se le hace pensar que está loco o que es extravagante. Todo es controlado, se miente, se hurga en los cerebros de los miembros de la tribu para no dejarlos respirar el aire libre, se aísla al díscolo hasta hacerlo inexistente. La individualidad es condenada. Y cómo pesa el sentido de la culpa en los controlados.


A veces esa familia es una comunidad entera y deviene en secta. A veces es una empresa o una organización y se anula la capacidad de los que en ella trabajan o se agrupan, que quedan subordinados a los dones del jefe. A veces esa familia es un país y se llega a la dictadura.


Yo siempre he creído en otras cosas. Por eso, todas las mañanas, ventilo bien mi casa.

5 comentarios:

Caelio dijo...

fino, Pedro muy fino.

Una comunidad excesivamente dependiente de conceptos morales, es como un tren con muchos vagones. Una maquinaria muy pesada que arranca muy despacio y cuesta mucho llegar a tomar velocidad.

Progresar en una sociedad moralizada es un tarea muy difícil. Valga como ejemplo el mismo debate que se vuelve a producir con el asunto de células madre híbridas.

Álvaro Fernández Magdaleno dijo...

Hay familias en la que el dicho: "la familia y el sol cuanto más lejos mejor" es indispensable para poder vivir, yo he tenido suerte con la familia que me ha tocado.
Un abrazo Pedro.
Álvaro

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias a ambos. Caelio: me apunto el símil. Álvaro: dais muestra de ello, doy fe.

Anónimo dijo...

Si estuviesemos subordinados a los dones del jefe no estaria tan mal...el problema es cuando debemos subordinarnos tambien a sus torpezas.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Genial apunte, Blogófago.