domingo, 30 de septiembre de 2007

Desde la Plaza de Vega.


El paseante se ha detenido en esta mañana de domingo junto a la vieja casa que mira al Arlanzón desde la burgalesa Plaza de Vega. Este lugar que pisa fue parte de la glera en la que acampara el Cid antes de iniciar su destierro, según la leyenda del Cantar:

Salió por la puerta y el Arlanzón pasaba
cabo esa villa en la glera posaba

Quizá el Cid esperara que el Rey le perdonara o que el pueblo burgalés se atreviera contra su monarca. Quizá aun está acampado aquí y aun lo espera.

Esta zona fue después rico viñedo que se trasformaría, con el crecimiento urbano, en lugar de comercio y residencia populosa. Era desde donde se miraba la silueta de la Catedral antes de cruzar el río por el Puente de Santa María. O, como en el caso de don Rodrigo -que no pudo ver las torres góticas-, desde donde se contemplaba la ciudad antes de partir. Por eso siempre presentó bullicio y tránsito, hasta hoy. Y emociones encontradas.

El fatigado caminante, que ha salido a recorrer la ribera a pie en este día ya otoñal, ha llegado frente a esta casa en ruinas, con las ventanas desojadas y las entrañas vaciadas. Y se queda contemplándola. Qué sentiría el Cid en su partida.

Cuáles son los sentimientos de este viajero de esta mañana tan larga, que tiene ganas ya de abrir aquella puerta, arrojarse sobre una silla como quien desecha un fardo y dejar que el tiempo, lentamente, vaya curando sus heridas después de tanto tiempo fuera de casa.

2 comentarios:

Jónathan Gil Guerrero dijo...

Siempre he querido conocer esa zona fondo

Pablo A. Fernández Magdaleno dijo...

De los sos oios tan fuertemientre llorando... Sin duda alguna.
Un abrazo.